lunes, 28 de febrero de 2011

Crónica urgente de una mañana de lunes

Los lunes, como salgo pronto del trabajo, aprovecho para hacer cosas que el resto de la semana me son más difíciles. A veces voy al banco, otras al supermercado, a la biblioteca municipal, de librerías. Casi siempre me quedan unos minutos para, antes de volver a casa, tomar una cerveza y leer los periódicos.

Acostumbro a ir a una café muy bonito que hay cerca de casa, lleno de objetos de anticuario y de cuadros. El dueño, además de este café, se dedica a la compraventa de esa clase de objetos y a la correduría de obras de arte. Algunos de los cuadros con los que negocia los tiene colgados en el local hasta que los vende. Por ello, no es raro poder contemplar, durante una temporada, muy cerca de la entrada, unas veces un bores, otras un tapies... Siempre obras de este estilo. Yo intento sentarme en algún lugar desde el que no se vean bien.

También hay, colgadas por todas partes, fotografías enmarcadas donde se ve al dueño al lado de todos los escritores, músicos y actores que han pasado por este pueblo, a echar la conferencia, montar un concierto o representar un drama. La mayoría están hechas en el bar, adonde los trae después de sus actuaciones, y hace que alguien lo fotografíe pasándoles el brazo por el hombro. También tiene, encima de la barra, retratos de una docena de escritores: Faulkner, Hemingway, García Márquez, Vargas-Llosa, Octavio Paz... Es un café artístico y literario. Sin embargo, los lunes por la mañana, cuando yo lo frecuento, solo se habla de fútbol.

Yo doy los buenos días, me siento en una esquina, cojo un par de periódicos y pido una cerveza o, si anda el tiempo despacible y frío, un café. Y no digo esta boca es mía. Cuando llego suele estar el dueño solo, pero al cabo de unos minutos aparecen siempre los mismos parroquianos, tres o cuatro que deben de ser clientes fijos, y se ponen de inmediato a repasar la jornada futbolística con el artístico barman. Comienza siempre este, lamentando la trayectoria lamentable del equipo de aquí. Luego, como en el telediario, repasan con mucho detalle lo hecho por Madrid y Barcelona. Lo hacen a grandes voces, dándose todos la razón y poniendo verdes a otros clientes que no son de su cuerda y que a esa hora nunca están presentes.

Antes también solía aparecer, a esas mismas horas, el portero titular del Alba. Venía con su mujer, muertos de frío los dos, que son de Costa Rica. Por lo que he visto y oído, es un portero bastante bueno. Seguramente el próximo año ya no estará aquí porque lo fichará un equipo mejor. Dicen que tiene ofertas de Inglaterra y de algunos equipos de la 1ª división. El dueño, en cuanto los veía entrar, se iba hacia ellos y ya no los dejaba solos ni un segundo. Los trataba con mucha confianza, se reía del frío que decían sentir, adelantándoles que todavía no había llegado lo bueno, que se preparasen, que eso de lo que se quejaban ni era frío ni ná, que aquí el frío de verdad, que es negro, llega más tarde, y las nieves. Luego le preguntaba a él por el partido del domingo,  le comentaba las jugadas más importantes y le decía que el árbitro que habían tenido era un tonto completo. Hace ya muchos lunes que el portero y su mujer no aparecen.

Hoy, sin embargo, me encontré el café cerrado. No me había enterado de que la hostelería había programado un día de huelga. Me sentí abandonado. ¿Y ahora a dónde iba a ir yo? Me sentí estafado. ¿Desde cuándo puede un bar cerrar de ese modo, sin avisar? Deberían ser como los cuarteles, las comisarías o los dispensarios, y tener prohibido el derecho a la huelga. ¿A dónde vamos a llegar?, me preguntaba indignado. Además, pensaba mientras deambulaba sin dirección, si al menos la huelga fuese seria y por un motivo razonable... Pero resulta que la protesta se fundaba en la ley contra el tabaco y que solo van a cerrar este lunes, un día tan solo, y además el que menos les puede doler. Si de verdad están disgustados y sus intereses realmente dañados, que cierren una, dos o tres semanas, y entonces ya verán cómo la gente se queja  y les apoya. Pero así... Ganas de molestar a un pobre hombre como yo. Sumido en estas amargas reflexiones, acerté a tropezar con una cafetería que sí estaba abierta. Refugié en ella mi desamparo -que además estaba la mañana muy fría para andar arrastrando sombríos pensamientos por ahí-, pedí un descacafeinado y abrí el estupendo libro que ando leyendo -ya les contaré-.

Al cabo de un rato, cuando ya me disponía a marchar, apareció un piquete. Lo formaban no más de veinte personas, casi todos varones muy bien abrigados, que iban riéndose y charlando muy relajadamente. Se pararon delante de la cafetería, hablaron con un par de policías que los iban pastoreando, pegaron una pegatina naranja en el escaparate -"No eres hostelero, eres usurero", rezaba en rima consonante-, y se marcharon con igual tranquilidad , serenos y satisfechos.

Así, yo no me creo que tengan problema ninguno. Si de verdad estuvieran perdiendo algo, habrían montado una huelga como es debido, por ejemplo el fin de semana, y el piquete habría sido más numeroso, más aguerrido y mucho menos complaciente. De manera que me fui a casa pensando que, igual que hay quien cree que Zapatero ha hecho esa ley del tabaco para hacerle la puñeta personalmente a ellos o Mourinho que todos -excepto Dios- le tienen envidia y hacen las cosas para jorobarle, los hosteleros han hecho este cierre para fastidiarme a mí.  

Método infalible para conocer una ciudad

"Si a alguien los dioses le han salvado de un viaje organizado, si tiene poco dinero o demasiado carácter para pagar un guía, debe dedicar las primeras horas que pase en una nueva ciudad a deambular siguiendo esta regla: recto, después la tercera a la izquierda, recto otra vez, y la tercera a mano derecha. Existen muchos otros sistemas y todos son buenos".

Esto nos lo propone Zbigniew Herbert, polaco como la Szymborska, en su hermoso y sereno libro Un bárbaro en el jardín, y, tras haberlo leído, deberíamos hacerle caso, pues cuenta en él, además de otras muchas cosas, sus sabios paseos por hermosos rincones de la Provenza y la Toscana.


Casi al final del libro, es más prolijo en sus consejos de flâneur baudelariano: "Vagar, es decir, callejear sin mapa, según la perspectiva, y no según las guías; mirar exóticos talleres y tiendas: el cerrajero, la agencias de viajes, la funeraria; quedarse embobado; coger guijarros; tirar guijarros; beber vino en los rincones más oscuros: Chez Jean, Petit Vatel (lo que aquí serían El Vidal o El Pequeño Careta, y en Oviedo, por poner dos casos, El Cundo o La Belmontina); encontrar gente; sonreír a las chicas; arrimar la cara a los muros con la intención de apresar los olores; formular preguntas convencionales tan sólo para comprobar que la amabilidad de la gente aún no se ha extinguido; mirar a la gente de manera irónica, pero con amor; observar cómo la gente juega a los dados; entrar en los anticuarios para preguntar cuánto vale una caja de ébano, escuchar cómo suena, si es posible; y después salir sin la caja de ébano; estudiar el menú que los restaurantes distinguidos suelen tener en la entrada y sumirse en fantasías licenciosas: bogavante u ostras de primero, para, al final, visitar a la propietaria de Au Bon Coin, que es agradable, padece del corazón y ofrece un licor llamado Ricard, con un repugnante sabor a anís, y que solamente se puede tragar por respeto a los gustos del país; leer detenidamente el programa de fiestas y los premios que se pueden ganar en la tómbola para los soldados; y también todos los demás anuncios, especialmente los escritos a mano".

viernes, 25 de febrero de 2011

Del jardín de la señora Szymborska

Posibilidades

Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que el ser tiene su razón.

Wislawa Szymborska.

Arrancada, esta hermosa planta, de su libro "Gente en el puente" (1986). La traducción se debe a  Gerardo Beltrán.



¿A que le entran a uno ganas de hacerse un inventario como este?

jueves, 24 de febrero de 2011

Lenguaje inclusivo

¿Qué será eso? ¿Decir alumnos y alumnas, profesores y profesoras, bomberos y bomberas, señores y señoras? Al parecer sí. Es una preocupación de los políticos, que no fueron buenos estudiantes de gramática (¿tendría que haber escrito estudiantes y estudiantas?) pero que tampoco tienen ganas de aprender y abandonar esa ignorancia suya tan grande. Han sido varios los filólogos que les han avisado de la tontería, con fundamento, paciencia y multitud de ejemplos, pero ellos erre que erre. De todas formas, si no quieren aprender no es porque sean muy burros -que a lo mejor también-, sino porque lo suyo es otra cosa. Como en tantas otras ocasiones, no les interesa lo importante, sino lo que más llame la atención. No arreglar eficazmente lo que no funciona como es debido, sino hacer ruido, y gastar dinero y energías en propuestas demagógicas e inútiles.


El domingo, en una entrevista a Inés Fernández-Ordóñez, eminente filológa y séptima mujer en ingresar en la Academia -y esto sí es vergonzoso, que solo hayan entrado, hasta la fecha, siete mujeres, no que haya accedido a tan santo lugar-, le preguntaban sobre todo este asunto del "lenguaje inclusivo" y contestaba cosas juiciosísimas y llenas de conocimiento y sensatez, como por ejemplo que tratar de solucionar problemas sociales a través del lenguaje es un error, que eso es poner el acento en lo que menos ayuda a esos cambios.





Pues eso.

miércoles, 23 de febrero de 2011

23-F

De todo lo que publican hoy los diarios, y emiten teles y emisoras, lo mejor es, sin duda alguna, este artículo que El País ya publicó, tal día como este, hace diez años. Nosotros lo leímos hace tres o cuatro en un libro divertidísimo.





Quiet town

El sábado, aprovechando que a P. le habían invitado a un cumpleaños, nos fuimos A. y yo al cine. Yo quería ver Valor de ley; ella, Primos. No hace falta decir cuál acabamos viendo. Barajamos, antes de decidirnos, la posibilidad de Pan negro, pero a ninguno de los dos nos apetecía un drama tan tremendo (al salir, unas señoras muy mayores que sí se habían atrevido, se hacían lenguas de lo bien que estaban reflejados la miseria y el horror de aquellos años).





Yo albergaba ciertos recelos. Además, esa misma mañana había leído en el periódico un comentario muy despectivo sobre esa comedia. Decía que con películas así era normal que el cine español no lo quiera ver la gente ni en pintura... Aunque hace ya cierto tiempo que no le hago mucho caso a lo que digan ciertas gentes en el periódico ( especialmente desde que escribo una vez al mes en uno), esa crítica no me ayudó nada.


La cosa no comenzó muy bien. Una escena que nos pareció demasiado larga... Sin embargo, poco a poco nos fuimos sintiendo más cómodos hasta terminar con una sonrisa en los labios y una sensación muy agradable... No es, desde luego, una obra maestra, y probablemente habrá muchos a los que les pueda parecer muy poca cosa. Tal vez. Pero el caso es que pasamos un buen rato, y eso ya es bastante.

Lo que más se nos ha quedado grabado es la canción que abre y cierra la película y funciona como un leitmotiv a lo largo de ella. Nada más llegar a casa la busqué  y desde entonces no hago otra cosa que escucharla una y otra vez, y  voy tarareando por las esquinas este hermoso canto a la vida retirada, esta melódica y dulce alabanza de aldea.

Nos gusta tanto, que la traemos aquí no una, sino tres veces. Que la disfruten.









martes, 22 de febrero de 2011

Maxi Rodríguez

Sabemos de él y de su obra desde hace mucho, casi desde sus comienzos. Exactamente desde una tarde en la que le vimos poner en escena, en el viejo polideportivo de Oñón,  una de sus primeras obras. Se titulaba Ondas y aunque respetaba las tres unidades clásicas -espacio, tiempo y acción-, no hacía lo mismo con el decoro, ya que se trataba del monólogo de un joven maestro en paro que se encerraba en el váter del piso familiar, con su guitarra y sus sueños, para ponerse a salvo de una realidad cruda y hostil. Una obra llena de humor y amargura. La había escrito y, aquella lejanísima tarde, la representó él mismo, en un pequeñísimo y desangelado salón de actos, para media docena de espectadores.

Luego nos enteramos de que había ganado el Marqués de Bradomín para jóvenes dramaturgos; leímos encantados su Oé, Oé; supimos de su trabajo como guionista en series como 7 vidas, que tantas risas nos regaló; y como guionista y actor de la película Carne de gallina, hilarante y terrible al mismo tiempo, rodada en el valle de Cenera.



Desde hace unos años leemos los diálogos que escribe regularmente en La Nueva España, maravillosos todos, donde retrata con una fidelidad asombrosa el particular carácter del asturiano de las Cuencas (mineras), y su modo de hablar, tan local y característico que no puede ser más universal. (Como comprobarán un poco más abajo, el asturiano es una lengua tan española que cualquier habitante de cualquier otra comunidad autónoma es capaz de entenderla sin dificultad).



Estas navidades me llevé una alegría enorme cuando descubrí que los habían editado, todos esos diálogos, en un pequeño libro, de esos que nos gusta llevar en el bolsillo. Me lo regalé a mí mismo.
Ahora, de vez en cuando, van a colgar, en la página web del periódico, una representación de esas conversaciones imaginarias. Otro regalo. ( Les pongo aquí abajo el primero, con un pequeño glosario de términos que tal vez alguien no conozca).




Pixín: En castellano rape. Este pez, la mayoría de los asturianos solo lo conocemos de los chigres y sidrerías, cortado en porciones y rebozado en harina. Se usa mucho, en esos lugares, en frases como la que sigue: "¡Camarero! Vamos a tomar una de fritos de pixín, tres chorizos a la sidra y pastel de cabracho. ¡Ah!, y pon un par de botelles de sidra".

Oricio: Equinoideo conocido comúnmente como erizo de mar, muy consumido en Asturias en los mismos chigres y sidrerías citados en la entrada anterior.

Chigre: Bar.

Charrar: Hablar en demasía, sin ton ni son ni fundamento.

Falo o Falín: En Asturias, hipocorístico de Rafael. Se usa con toda naturalidad, sin rubor ni vergüenza.

 *                                                           *                                                               *

Uno siempre le debe agradecimiento, por muchas razones, a mucha gente. Pero seguramente a quien más se lo debemos es a aquellos que nos han hecho reír con ganas. Y con Maxi Rodríguez tenemos una deuda muy grande desde hace ya muchos, muchos años.

lunes, 21 de febrero de 2011

Prohibir

Encontré a mi cuñado encolerizado en la barra del bar. Algunos viernes, después de que P. salga de kung-fu y C. de su clase de piano, nos encontramos un ratillo todos y nos tomamos una cerveza antes de volver a casa a cenar. Como al día siguiente no hay que ir a trabajar, es como una modesta celebración familiar, un rito con el que damos las gracias por la llegada de un nuevo fin de semana.

Estaba leyendo el periódico local. Al principio pensé que el enfado sería por alguna noticia relacionada con la ley del tabaco, que lo tiene muy amoscado. Pero no. La razón del berrinche era una decisión tomada por los concejales en el pleno del jueves, en este ayuntamiento nuestro. Al parecer, la concejala de IU había propuesto que se retirase, de la Ordenanza Cívica que se está redactando, el verbo prohibir, que al parecer le resultaba muy feo y le traía a la memoria  épocas ominosas, y en su lugar se escribiese "No se permite...". El resto de munícipes, de los distintos partidos, aprobó por unanimidad la propuesta.


Mi cuñado bufaba: "Serán majaderos. ¿Esas son las cosas que les preocupan?, ¿en eso pierden el tiempo?"  Y se preguntaba: "Lo que no sé es quién es más bobo, si esta muchacha que ha hecho la propuesta o el resto, por decir que sí y aprobar semejante tontería".

"Más o menos por el estilo", le contesté.

"No lo sé, de verdad que no lo sé", continuó, verdaderamente enfadado.

"¿Te has leído la Ley de Igualdad que acaba de sacar la Junta? ¿No? Pues ni se te ocurra mirarla", le aconsejé. Pero no pude resistirme a recitarle uno de sus artículos, que me había aprendido de memoria:

Artículo 10

 Lenguaje no sexista e imagen pública de las mujeres.
 
1. El lenguaje utilizado por la Administración será inclusivo de hombres y mujeres, haciendo uso del femenino y masculino, o en su caso neutro, eliminando cualquier sesgo sexista, incluso los indirectos. Asimismo, se fomentará el uso del lenguaje no sexista entre los particulares."

Esto confieso que no se lo tenía que haber dicho, porque se puso rojo como una caldera, ya no pudo resistir más y se salió a la puerta del bar, a fumarse un pitillo, a ver si así se le pasaba el atragantón y recuperaba la color.

domingo, 20 de febrero de 2011

Doble fe

Y Mourinho subió a la montaña y dijo: "Dios tiene que pensar que soy cojonudo, lo tiene que pensar, si no no me daría tanto..."

sábado, 19 de febrero de 2011

Mandoble

Pensaba yo que a Cercas, después del artículo del domingo, vendría alguna firma conocida a contradecirle, a decirle algo así como:

"Mire, señor Cercas, no. Lo que usted dice en ese artículo no es verdad. No es cierto que a su admirado profesor le haya colocado nadie en el paredón. No es para tanto, y comenzar su artículo citando a Hitler  resulta no solo desmesurado, sino de muy mal gusto. Tan solo hubo algunas quejas, razonables y expresadas con mucha educación, sobre ese post scriptum tan incomprensible y absurdo. Tampoco es verdad que todo el mundo se haya quedado en ese detalle nimio y nadie haya replicado a sus argumentos. Entre los quejosos pueden contarse varios médicos que le contestaron aquella afirmación suya, tan peregrina, de que aún no están del todo demostrados los perjuicios de la nicotina en los pulmones de los seres humanos".

Ese escritor conocido seguiría, pensábamos nosotros, más o menos así: "También es muy discutible afirmar que un artículo de Juan José Millás, como todos los suyos evidentemente literario , sea lo mismo que un artículo de opinión. Y muy delicado eso de que todo lo que aparece en un periódico no tiene por qué ser verdad. Además, cuesta estar de acuerdo con que los argumentos valen siempre por sí mismos, al margen de quién sea el que los esgrima. Sobre este asunto ya hizo Antonio Machado una glosa estupenda:
"La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.
Agamenón: Conforme.
Porquero: No me convence".

Y terminaría: "Tratar de disculpar al profesor Rico afirmando que esa mentira suya era un broma es, además de inverosímil, un mal truco. Tal vez el señor Rico disfrute de un  raro sentido del humor que le permite, tras una peroratoa encolerizada y muy seria dar un regate messiano y cerrar su texto con una gracia irónica. Puede ser. Pero no solo es difícil de creer, sino que nadie tiene por qué conocer las costumbres del brillante catedrático y es normal que la gente no capte semejante sutileza humorística. De manera que sobran también todas esas referencias a los agélastes -en griego "los que no ríen"-, que según el señor Cercas es como  Rabelais habría calificado a todos los que le han afeado al profesor su embuste. En definitiva, que de su artículo, señor Cercas, no queda nada."


Lo que no me esperaba era el bofetón que, con sus propias armas, le dieron el miércoles pasado, el mandoble tremendo que, en efecto una firma conocida, le propinó sin piedad  AQUÍ (y  glosado luego  AQUÍ).

Pienso que a este escritor conocido que le ha contestado a Cercas se le ha ido la mano, la verdad.  Con un artículo de réplica habría sido suficiente. Sin embargo, no podemos dejar de sentir cierto regocijo, porque creemos que, a partir de ahora, el señor Cercas va a andarse con pies de plomo, y se lo va a pensar dos veces antes de ponerse a escribir esas cosas y a defender lo indefendible. A mí me ha traído a la memoria los bofetones tremendos que nos daba un viejo y cansado maestro, cuando no pillaba hablando en mitad de una de sus explicaciones."¿Que no todo lo que se escribe en un periódico tiene que ser verdad?", habrá pensado el señor Arcadi, "pues ahí tienes esto". Y lo ha dejado sentado en el sitio igual que hacía con nosotros aquel pobre maestro.


 

viernes, 18 de febrero de 2011

Cercanías

La  inteligencia es como la pólvora, depende de lo que uno haga con ella. Por ejemplo,  puede servir para decir grandes tonterías. La prueba, AQUÍ.

Yo, después de leerlo, solo me pregunto una cosa: ¿Se lo habrá pedido el docto académico, para no quedarse solo en el ridículo, o lo habrá hecho por propia iniciativa?


jueves, 17 de febrero de 2011

La Noria

No la de las ferias ni la de los pozos y acequias, sino la de la tele. La explicación AQUÍ, en el artículo de este mes.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Lecciones paternas

El sábado, después de irnos a comer por ahí con los amigos y volver a casa a las ocho de la tarde, un poco sin saber qué hacer, nos pusimos P. y yo a ver el partido entre el Sporting y el Barcelona. A mí me gusta mucho el fútbol. P. dice que a él también, pero por lo que tengo observado, lo sigue de un modo más foclórico. Admira a Messi, a Iniesta o a Xavi como si fuesen héroes de dibujos animados, y si me obliga a comprarle el Marca tres veces a la semana no es para leerlo sino para hacerse con unas botas en miniatura que ese periódico vende, pequeñas botas de esos jugadores admirables que P. usa luego como juguetes. Por eso él habría preferido seguir por ahí con sus amigos y continuar con sus juegos. Sin embargo, como  eso no fue posible, decidió sentarse a mi lado y seguir ese partido como si en él le fuese la vida, comentando cada jugada, animando a los suyos, jaleándolos como si le pudiesen escuchar.


Por mi parte, yo habría preferido también hacer otra cosa porque pensaba que lo que se nos avecinaba a los seguidores del Gijón era una derrota inapelable y por un considerable número de goles. Asistir a semejante descalabro me apetecía poco. Sin embargo, debilitado después de haber pasado todo el día fuera de casa, con desgana y sin entusiasmo, me senté a su lado al tiempo que exhalaba un largo suspiro. P. se las prometía  muy felices; yo me resignaba ante lo inevitable.
Pero sucedió que las cosas comenzaron a desarrollarse de un modo muy diferente al esperado. Pasaban los minutos y el Barça no parecía el Barça, mientras el Sporting, aunque seguía, como siempre, sin parecer gran cosa, se mostraba como un equipo serio, firme y respondón. Incluso, todavía no me explicó cómo, consiguió colar un gol. Un gol estupendo y bien hermoso. Me pilló en el baño y lo tuve que ver en la repetición



P. se quedó de piedra. Yo le animé:

-No te preocupes, hijo mío. Esto no va a durar mucho. Ahora, se pondrán manos a la obra y nos meterán cinco, que es lo que acostumbran a hacer con todo el mundo. Esto que acaba de pasar se llama el gol del honor.

Sin embargo, llegó el descanso y todo continuaba igual. Comenzó la segunda parte, y aunque el Barcelona apretaba y tenía a los once jugadores gijoneses metidos en su área, nada, que no era capaz de meter ni un solo gol. Esto ensombrecía a P., que se angustiaba y me preguntaba cada dos segundos cuánto tiempo faltaba para que el partido terminase:

-Dos segundos menos que antes- le respondía yo, que comenzaba a sentir un dulce cosquilleo en el estómago y a fantasear con una victoria que tan quimérica nos parecía al comienzo. Sin embargo, veía tan angustiado a P., que me esforcé en calmarlo:

-Hijo, ya verás que no solo empatarán, sino que acabarán ganando el partido. Son demasiado buenos para nosotros -ese "nosotros" tan ridículo que los aficionadaos al fútbol empleamos algunas veces-. Además, el fútbol es para pasarlo bien. Si no se gana un día ya se ganará otro. Es una enorme tontería pasarlo mal por culpa de un partido. Si se gana, fenomenal; y si no, pues nada, no pasa nada. Hay que estar alegres todo el tiempo que podamos, y un juego no te puede quitar ni un segundo de esa alegría.


Le dije una par de cosas más, todas de la misma naturaleza, y seguí contemplando el partido, cada vez más ilusionado.

Solo faltaban diez minutos para el final.  P. sufría y yo me mordía las uñas. También me había levantado un par de veces y había ido de nuevo al baño, por ver si se repetía lo del comienzo y conseguía el Sporting otro gol. Pero el que marcó fue Villa. Empate. Maldije lo que me pareció la torpeza del portero, que había hecho, hasta ese momento fatal, un partido sobresaliente.



Y me ensombrecí como antes lo había estado P., que ahora sí era la viva imagen de la alegría.

- Papá, no te pongas triste. ¿ No me decías tú que no merece la pena ponerse así por culpa del fútbol?
-Claro, hijo, claro- contesté.

Y desde mi alma marchita, logré dibujar una mustia sonrisa.

martes, 15 de febrero de 2011

Tiempo loco

Estuvo ayer el día muy voluble y díscolo. Por la mañana nublado, gris, muy hosco. Luego el viento deshizo tanta murria y quedó un cielo azul veneciano, como si lo acabasen de pintar. Limpio mediodía. Sin embargo, no sé si las mismas nubes de la mañana o  unas primas suyas, todo se volvíó a ensombrecer a media tarde. Color de plomo el cielo, cerrados los horizontes, todo amenazaba lluvia. El viento, muy frío, actuaba de escenógrafo.

Aquí, días así son muy raros. Si luce el sol, lo hace todo el día, incluso varios seguidos. Si, `por le contrario, el tiempo es malo, también suele durar una o dos jornadas. Es un tiempo ordenado, previsible, de gran monotonía. De manera que un día como este que les he contado, nos resultó muy entretenido, y nos mantuvo frente a la ventana toda la tarde, sin hacer otra cosa que mirar cómo iba variando el paisaje. Como quien sigue el argumento de una novela de intriga. Nos lo pasamos muy bien.

Hoy, sin embargo, tan solo llueve.

lunes, 14 de febrero de 2011

Encuestas

Lo escuché hace unos días en la radio. Eran los resultados de una encuesta que, cada cierto tiempo, lleva a cabo el CIS para conocer qué pensamos los españoles de la marcha del país. Como a mí nunca me han preguntado, acostumbro a escuchar los resultados indiferente y distraído.

Pero ahora me he enterado de que ni me han preguntado a mí ni a la gran mayoría porque, cosas de la estadística, solo han entrevistado a 2.478 personas, en 237 municipios de 48 provincias. Al parecer, con esto tienen de sobra para hacerse una idea cabal de lo que pensamos todos y elaborar un informe detallado y exacto. Puede ser.

Lo que ocurre es que una vez hechas esas entrevistas, contabilizadas las respuestas y ponderado los resultados y cuantas otras operaciones que esa ciencia estadística precise, las conclusiones son un poco absurdas.

Por ejemplo, se nos dice que, de haber elecciones este próximo domingo, el PP alcanzaría la victoria muy holgadamente; sin embargo, la mayoría piensa que Rajoy lo haría igual que Zapatero, valoran muy negativamente su labor de oposición y les parece un político sin fuste ni carisma.

Continuamos escuchando y nos enteramos de que ese partido que hoy vencería sin obstáculos, es visto como más corrupto, más sometido a los grandes grupos económicos y menos preocupado por los asuntos de la gente corriente que cualquier otro; les parece, además, más dividido que el resto, con más conflictos internos, y la mitad desconfía de su líder.

Pues bien, a pesar de todo esto, la mayoría de esos 2.478 pacientes ciudadanos que han tenido a bien contestar tantísimas cuestiones para representarnos a todos, afirman creer que dicho partido se encuentra sobradamente preparado para gobernarnos. Puede ser.

Seguramente esta ciencia de la estadística es muy benéfica y necesaria. Seguramente. Sin embargo, yo debo de ser idiota porque entiendo nada.

viernes, 11 de febrero de 2011

Verídicas historias

Hace ya muchos años, había un humorista que salía por la televisión y que, antes de comenzar sus chistes, ponderaba la realidad de sus historias repitiendo con insistencia que los hechos que iba a relatar eran todos rigurosamente ciertos. Creo recordar  que usaba el adjetivo verídicos. Evidentemente se trataba de un cómico ilustrado que había leído a Aristóteles.

También Cervantes tenía este prurito, y es asunto que llega hasta nuestros días, con todas esas novelas que no se sabe muy bien si lo son o no, como los Relatos reales de Cercas, o su Anatomía de un instante, que no se sabe si es una cosa u otra...



Pues bien, ahora somos nosotros los que nos hemos tropezado con el asunto este de la verosimilitud, pues lo que venimos a contarles parecen, efectivamente, un par de chistes. Y no, no se trata de unos inventos industriados por alguna mente ociosa y llena de ingenio. No. Lo que les voy a contar a continuación, breve y contundente, sucedió hace tan solo unos días, en un viaje a Madrid, y son, los dos diálogos, verídicos.

Diálogo primero:
Un grupo de alumnos del instituto, de excursión en la capital, para ver una obra de teatro y un par de museos. En la Puerta del Sol, unos periodistas de una tele local se les acercan y les preguntan:
-¿Alguno de vosotros es celiaco?

A lo que uno de los alumnos -que dejaremos en el anonimato- replicó veloz:

 - Yo no , yo soy de La Gineta...

Diálogo segundo:
Horas más tardes, ya en el autobús, otro de los muchachos se vio asaltado por una duda espiritual. Y como les acompañaba la profesora de Religión, se la expuso.

- Profesora... ¿existe alguna religión feminista?

-Las religiones no son ni feministas ni machistas; machistas o feministas lo son las personas -le contestó su profesora, ya un poco fatigada tras todo el día en la capital, pastoreando a sus alumnos, cada uno con su alma encima.

-Ya... Se lo preguntaba  por lo de la mantis..., ya sabe.

-¿Mantis?

- Sí, profesora, la mantis religiosa, ya sabe usted, que se come al macho después de ..., bueno, ya  sabe usted lo que le digo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Egipto

Entre muchos otros defectos, arrastro el de no ser capaz de entender casi nada si no me lo cuentan a través de la literatura. Por ejemplo, la Historia, a no ser que se me presente en forma de novela, es raro que la comprenda. De modo que, para tratar de saber lo que está ocurriendo en Egipto, además de leer las crónicas de Enric González, espléndidas todas ellas, me he leído "El edifico Yacobián", recomendado por este hace ya un par de meses, antes de que estallase el conflicto, en su BLOG . Efectivamente, es una novela magnífica. Galdosiana.



Las crónicas de los periódicos, las noticias, tienen siempre algo abstracto e incomprensible. Por ejemplo, cuando hablan de los egipcios, nosotros nos preguntamos quiénes serán; si comentan que han muerto ya trescientas personas, la cifra nos aleja del dolor que habrá traído cada una de ellas a sus familias, a sus amigos... Sin embargo, en una novela, si es buena, conoces muy bien a los protagonistas, tienen nombre y apellidos, rostros definidos, un particular modo de hablar, unas costumbres... Cada uno las suyas. Y solo así se puede entender algo. Por ejemplo, que no existen los egipcios, sino este y aquel, cada uno de ellos con su nombre y apellidos, con un rostro definido, un particular modo de hablar y unas costumbres... Leo las noticias, y se me escapa casi todo, pero tengo muy nítidos en mi memoria a Zaki Bey el Desouki, a su hermana Daulet, al joven Taha, a Busayna, El Fouli o Suad, y me parece conocer algo verdadero de la vida de esas gentes y de ese país del que casi solo conocemos sus pirámides y el pasado legendario que las vio levantarse.


Alaa Al Aswany

"-¿Adónde te gustaría ir?
-A cualquier sitio lejos de este infierno.
-¿No te gusta Egipto?
-Claro que no.
-¿Cómo? ¿Quién puede odiar a su país?
-Nunca me ha dado motivos para quererlo. (...) Tú no lo entiendes porque vives bien. Cuando tienes que pasarte dos horas en la estación de autobuses, o tienes que tomar cada día tres autobuses para llegar a casa mientras te meten mano. Cuando tu casa se derrumba y el gobierno te aloja en una tienda, en la calle, con tu familia. Cuando la policía te insulta y te golpea por montarte en un microbús por la noche. Cuando te pasas todo el día de tienda en tienda buscando trabajo y no lo encuentras. Cuando eres un joven con estudios y ganas pero no tienes en el bolsillo más que una libra y a veces ni eso. Solo entonces sabrás por qué odiamos Egipto".

Necesitamos la literatura como los niños chicos los cuentos antes de irse a dormir.

El edificio Yacobián

(También hace varias recomendaciones Ramón Lobo AQUÍ, casi todas también de novelas. Debe pensar que no hay mejor modo, para conocer cualquier cosa, -a uno mismo, a los demás y lo que pasa en el mundo-que una buena novela. Nosotros estamos convencidos de ello).

martes, 8 de febrero de 2011

Los diarios de Iñaki Uriarte

Oímos hablar de ellos muy elogiosamente en un par de sitios. Así que se los encargamos a Auxi y en apenas una semana ya los  teníamos  entre las manos. Los ojeamos un poco y decidimos ponernos a su lectura de inmediato. Nos han gustado tanto que ahora que los hemos acabado nos da una lástima muy grande tener que abandonarlos, y volvemos a ellos una y otra vez, releyendo esta o aquella página. Nos ha gustado mucho el personaje -los diarios solo se pueden leer si te cae bien el que los firma-, ese lector incansable que cita una y otra vez a sus autores favoritos ( Montaigne, Borges, Ferlosio...) y nos va contando algunas pequeñas cosas de su vida, encuentros con amigos, recuerdos de infancia y juventud, las historias neoyorquinas de su familia ... También algún que otro pensamiento, expresado todo con transparencia y buen gusto. Escribe con tanta naturalidad que da gusto seguirle, y parece, cuando abres el libro, que lo que va a comenzar es una buena conversación con un amigo sabio, bueno y descreído.


Sentimos también, al leerlo, cierta envidia - no sabría decir si sana- de esa vida suya de rentista que no se ve obligado al trabajo y puede viajar, leer y vivir sin esa servidumbre. De esa vida de escritor sin libros -hasta ahora-, que publica sus críticas literarias en el periódico y presenta de vez en cuando los de otros, amigos suyos. Lo único que no compartimos con él es esa afición suya por Benidorm, que sin embargo cuenta y alaba con una gracia y un encanto que uno no creía posible con semejante asunto. Lo demás nos parece todo muy inteligente, sensato, lúcido..., casi estamos seguros de haberlo pensado nosotros alguna vez pero no haberlo sabido escribir. Por ejemplo, se lamenta Iñaki Uriarte: " Con lo fácil que es no escribir un libro malo"; y nosotros, en nuestro cuaderno azul, habíamos escrito, hace unos meses: " Llevo escritos multitud de libros... en sueños o imaginados. Si considerásemos que los sueños, o las fantasías, también forman parte de la vida, entonces podría considerarme verdaderamente un escritor. Sin embargo, de esta manera carecemos de pruebas materiales: ejemplares de esos libros nuestros en las ferias del libro de las ciudades de provincias, en la sección de saldos de unos grandes almacenes, en una caja de naranjas de un puesto en el Rastro, en un rincón perdido de una biblioteca... Y es mucho mejor así. Absuelto por falta de pruebas. Crímenes perfectos".

En otro lugar describe sus diarios: "Estos apuntes: como un juguete. Como esos trenes eléctricos que algunos adultos instalan en una habitación entera". Y, aunque bastante más pobres y como de hojalata, así sentimos también los nuestros, y hasta estas entradas del blog a las que dedicamos un ratito cada tarde.

En fin, que no nos separamos mucho de este libro, y procuramos tenerlo siempre a mano, muy cerca, como a los mejores amigos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Teatro

Al teatro ya no vamos nunca. Desde que una vez, en Úbeda, Fernado Guillén, que hacía el papel protagonista, se bajó del escenario y se sentó a nuestro lado, perdimos la confianza en este género. Bueno, en realidad, volvimos una vez, a ver "Chicago", el musical, pero nos pasó lo mismo: una de las artistas  abandonó el escenario para pasearse por el patio de butacas y acabar sentándose en las rodillas de un señor calvo que no sabía dónde meterse ni qué cara poner. Desde entonces ya no hemos vuelto. Para no pasar vergüenza, como ese señor, o como nosotros, aquella tarde en el Ideal Cinema de Úbeda.


Nos gusta que cada cosa esté en su sitio, y en el teatro moderno esto ya no te lo garantiza nadie. Así que si tenemos que ir a algún sitio vamos al cine. Ahí estás seguro de que nadie va a abandonar la pantalla y venir a sacarte los colores ni a incomodarte. (Bueno, a Mia Farrow le pasó una vez, pero le ocurrió dentro de una película, por lo que no cuenta).



El otro día pasaron por aquí los de Els Joglars. Fueron a verlos unas amigas. Nos cuentan que les gustó mucho y que ningún actor cometió esa indelicadeza de salirse del escenario y molestar al respetable. Y nos repiten una frase de la obra que les hizo mucha gracia. Más o menos creo que era así: "El que sabe reírse de sí mismo tiene la diversión garantizada toda la vida".


Con una leve modificación podría servir como divisa de aquellos que sepan hacer tal cosa -a todos nos gusta pensar que somos capaces, pero no sé yo...-: "Sé reírme de mi mismo. Me divierto a todas horas".

domingo, 6 de febrero de 2011

Domingo

Los domingos salgo siempre muy de mañana, a por el pan y los periódicos, y, a veces, a encargar un pollo asado, para la comida. Las primitivas tareas de recolección y caza, ahora muy simplificadas y cómodas, prefiero hacerlas temprano.

A esas horas casi no hay nadie por las calles, ni ves pasar un coche. El único sitio poblado de nuestro barrio es el interior de una cafetería, que a esas horas ya está siempre lleno, por lo general con gentes mayores, que se toman un café, juegan al dominó y  leen el Marca o el As.

Hoy había un par de fumadores en la puerta, donde les han puesto un pequeño velador y unas banquetas. Charlaban muy plácidamente, hasta que salió un parroquiano y se unió a la tertulia. Estaba muy enfadado por tener que estar así, a la intemperie, para echarse un cigarro y, mientras lo encendía, se quejaba a los otros dos: "¿Cuántos críos de ocho años veis ahí dentro?, ¿cuántos?... Esto es un lugar de ocio, coño, de ocio... Como el académico aquel, podría haber dicho a continuación que él no fumaba casi nunca, que ese cigarrillo que acababa de encender era el único que se iba a fumar en todo el día, pero la voz calcinada que tenía, y las toses que le acometieron nada más terminar de hablar le habrían desmentido. Los que ya estaban allí no le dijeron nada, ni que sí ni que no, tan solo fumaban sus pitillos en silencio, estoicos y serios, resignados no solo a la ley que les obliga a estar al fresco sino también a tener que aguantar a todos estos glosadores y comentaristas, pesadísimos la mayoría, que les deben de estar dando la tabarra a cada instante. Se veía que les incomodaba la presencia del espontáneo y no abrían la boca. Sin embargo, el otro no se callaba y seguía, entre caladas que acometía con desesperación, con su perorata: "Esto es una infamia, hombre. Yo creo que lo hacen por joder, fíjaos en lo que os digo, por joder". Pero la pareja nada. Mudos, la mirada perdida en la distancia como el abuelo de Víctor Manuel, continuaban fumando sin prisas ni entusiasmo.

De manera que ya no tuvo más remedio, el charlatán, que acabar rápidamente su cigarro y meterse de nuevo en el bar. Solo entonces retomaron su conversación aquellos dos silenciosos, subidos en los altos taburetes, con las piernas colgando.

viernes, 4 de febrero de 2011

Podadores

Hoy, de camino al trabajo, me encontré a unos operarios municipales que estaban podando los árboles. Desde lejos, parecían unos playmóbiles recién sacados de su caja: tres o cuatro figuras  muy quietas y envaradas, colocados alrededor de un pequeño furgón con una canastilla elevada, en la que estaba subido otro, este con una sierra en las manos. Iban tocados todos con unos cascos blancos y llevaban gafas de seguridad, chalecos anaranjados y conos rojiblancos en las manos. Todos los complementos.


El de la sierra, encumbrado en lo alto, la manejaba como un artista escultor, no de un modo regular y fluido sino a golpes de inspiración. Cortaba una rama y se retiraba hacia atrás, como para contemplar mejor qué tal le iba quedando la obra. Después de un rato inmóvil, le volvía la inspiración,  encendía de nuevo la sierra eléctrica y cortaba otras dos o tres ramas. Las quimas caían en la acera e iban formando allí una escultura moderna, conceptual y abstracta. Y los árboles cada vez más expresionistas, con sus brazos mutilados al cielo...

Vecinos

Ayer, cuando ya eran más de las once de la noche y veíamos la tele, comenzamos a escuchar quejarse a los vecinos de abajo. No es raro que se hagan notar, pues suelen hablar a grandes voces y, de tarde en tarde, reúnen a toda su parentela, que debe de ser numerosa, y organizan unas fiestas muy animadas, con cante y baile y mucha zambra. Zapatean con  arte, dan palmas con ritmo impecable y las muchachas tiene unas voces privilegiadas, tanto que cuando cantan parecen un disco. Salvo esto, son unos vecinos muy educados, muy bien vestidos los jóvenes, con ropas caras, ellas muy guapas, morenas, con unas melenas como de anuncio de champú. A la madre se la suele ver viniendo siempre del supermercado, arrastrando un carro cargado hasta los bordes. El patriarca acostumba a ir en chándal, pero se le ve poco.

La que se lamentaba era la madre, y uno de sus hijos, con una voz más elevada, le pedía, por favor, que se calmase. Pero la madre no le hacía ningún caso y, al contrario, se dolía cada vez de un modo más agudo. No entendíamos muy bien lo que decía, pero lo que fuese lo declaraba al borde de las lágrimas, implorante, sufriente. Se dirigía a ese hijo que la trataba de calmar, y parecía estarle recordando lo que debe de ser un hombre, un hombre como es debido. Pero no se escuchaba bien todo lo que decía. No tuvimos más remedio que buscar el modo de informarnos con mayor claridad de lo que allí abajo estaba sucediendo. Nos tumbamos en el suelo y pegamos la oreja al parqué. (Ya sé que no fue este un gesto noble, tampoco cómodo, se lo aseguro, pero si no lo hubiésemos hecho así no nos abríamos enterado de qué era lo que pasaba y, por tanto, no podría venir ahora a contárselo aquí a ustedes).

"¿En tan poco te tienes, hijo mío, tan poco crees que vales? La mujer que tú quieras la tienes, hijo, a la que tú le digas algo te va a decir que sí, cariño, pero esta..., esta noooooo, esta te va a perder, porque no es buena, escúchame lo que te digo, que conozco a la familia, y te va a hacer un desgraciao, hijo..."  Lo decía con un tono de salmodia y una voz quejosa y lastimera. Y seguía: "¿Pero es que no te das cuenta? Yo siempre te he apoyao, hijo, cuando viniste con una paya yo no dije na, pero esto..., esto no. Ahora tú lo ves todo muy bonico, pero cuando te veas allí, solo, entre esa familia, vas a ser un desgraciao, un desgraciao", y rompía a llorar con un llanto muy sentido.




Al hijo ahora ya no se le escuchaba ni una palabra. Tal vez por eso, la madre decidió hacer uso de otros argumentos, menos dulces: "Te vas a perder, hijo, te vas a perder... Que los conozco y no son buenos..., el padre un maricón y la madre una puta..."

A. había bajado el volumen de la tele y yo levantaba un poco la cabeza del suelo para retrasmitirle todo con puntualidad.

Luego, de repente, apareció la voz del padre, gruesa, grave, colérica, que tomaba las riendas a su manera: "Pero di algo, hombre, di algo. ¡Reacciona! ¡Son lo peor, esa familia, vas a acabar muerto, porque te vas a dar cuenta de que te equivocaste y te van a matar! ¡Que solo es un coño, coño, y coños hay muchos!"


Nosotros estábamos ya un tanto incómodos, pero la historia, convendrán conmigo, merecía el sacrificio.

Luego reanudaba la madre sus lamentos. Era un poco como si estuviesen barajando entre los dos a Lorca y a Shakespeare. Este, por boca paterna, volvió enseguida: "Coge las maletas, coge ahora mismo las maletas y lárgate, idiota, lárgate con esa gente, y cuando te maten..., ya nos avisarán, y entonces vamos, te enterramos y se acabó". 


Pensamos entonces que escucharíamos gritar a la madre, ante la posibilidad de ver irse de un modo tan inmediato a su hijo, camino a la perdición, en mitad de la noche. Pensamos que se escucharía cierto revuelo: el hijo que abandona el salón camino de su destino fatal, no sin antes pasar por su habitación, abrir las puertas de su armario, recoger su ropa y, finalmente, dejar atrás el domicilio paterno cerrando la puerta de la calle a sus espaldas. Pero no. Volvieron a repetirle un par de veces más los  mismos argumentos, la madre los lorquianos, los isabelinos el padre, de nuevo sin respuesta. Lo demás es silencio.





miércoles, 2 de febrero de 2011

Granizo violento


La otra tarde, de repente, comenzó a granizar. El granizo llega siempre de este modo, sin avisar. Eran unas piedras muy pequeñas, redondas y blancas. Formaron en el suelo, en un instante, una fina capa de hielo. Duró muy poco. Se derritió rápidamente, dejando unos charcos tristes y turbios por todas partes y muy resbaladizas algunas esquinas. Se hacía muy difícil caminar. Yo iba haciendo equilibrios con el paraguas. Volvía de dejar a P. en el Kung-fu.

Al llegar al portal, resguardados junto a la puerta, estaban un señor con un gorrete y una pareja de jóvenes. Hablaban animadamente. Mientras sacaba las llaves del bolsillo reconocí al de la mascota. Era un antiguo concejal de urbanismo, de cuando el precio de los pisos se puso por las nubes y los bancos concedían préstamos hipotecarios a treinta y cuarenta años. Estaba mitineándoles a los dos muchachos: “… Cuando por fin se quite Zapatero, entonces ya veréis cómo la economía mejora. Eso es así”. Me entraron unas ganas enormes de darle con el paraguas, abollándole la gorra, e insultarle: “Botarate (paraguazo), ladrón (paraguazo), majadero (paraguazo)”. Y no porque sienta uno simpatía por el actual presidente del gobierno ni milite en las filas de su partido, nada de eso. De habérmelo encontrado a él en el portal, o alguno de sus ministros, creo que me habrían entrado las mismas ansias de blandir mi paraguas y les habría vilipendiado con los mismos o parecidos adjetivos. Pero tener que escuchar de un sujeto como ese de la cachucha, que tuvo que abandonar el ayuntamiento en medio de un buen escándalo, lecciones de economía, confieso que me enervó. Y si no di cumplido fin a mis impulsos fue solo porque, mejor o peor, aún estamos medianamente civilizados y todavía tengo edad para que me metan en la cárcel. Con ochenta años, yo creo que le doy.
Luego, cuando iba a recoger a P., casi me atropella un ciclista. Aunque siento una simpatía sin límites por esa clase de circulantes, y hasta yo mismo voy a trabajar en mi bicicleta, de nuevo me asaltaron las ganas de levantar mi paraguas: “Mentecato (paraguazo), necio (paraguazo), sandio (paraguazo), inconsciente (paraguazo)

Debe de ser por esto que me abandonan todos los paraguas, porque cuando van conmigo adivinan esas malas inclinaciones nuestras, tan violentas y destempladas, que nos acometen en algunas ocasiones, cuando nos cruzamos con ciertas gentes. Y un paraguas, que es un objeto pacífico, benéfico y acogedor, no puede resistir un temperamento como el nuestro.

martes, 1 de febrero de 2011

Lección de lógica

Mourinho: "Estos jugadores son hombres, los hombres son animales de hábitos, luego los jugadores son animales de hábitos".

Más Gaya

Tiene Gaya un museo en Murcia, la ciudad donde nació, en la Plaza de Santa Catalina. Es un rincón precioso, a dos pasos del ajetreo de la Gran Vía, pero que resulta secreto, íntimo y silencioso. Tiene esa plaza, además del museo, una iglesia y varios árboles. Por lo menos así  era hace dos o tres años, cuando lo visitamos. Es un museo pequeño y laberíntico, igual que la plaza también solitario y lleno de silencio. Contemplamos los cuadros muy lentamente, sin más compañía que la que nos hacíamos a nosotros mismos. Luego, al salir, llovía, cosa que en Murcia es siempre un acontecimiento.

"Ser fiel es precisamente lo contrario de detenerse; ser fiel es avanzar, cambiar, y, no obstante, estar en el mismo sitio, como un río".

"El alma (...) acude también a esas obras que, en realidad, de verdad, no son obras, sino seres, es decir, esas obras nuestras que ni son obras ni son nuestras".

"En el fondo de toda obra auténtica habita la bondad como una dalia luminosa".


"No quiere saber nada, sino tan solo sentir todo".

"... una obra respira cuando a pesar de su sabiduría o su torpeza (...) está sentida por dentro. Y una obra de arte está sentida cuando es muy pura, y es muy pura cuando no tiene arte adherido, añadido, pegado, puesto".

"Las sorpresas, los sustos que el arte moderno ha querido darnos -al principio y en principio con la mayor buena fe- han sido siempre sorpresas y sustos fabricados".


"Lo que con tanta precipitación solemos acoger como "novedades presentes" no son más que... tonterías viejas y olvidadas o, tan rematadamente estúpidas que, claro, habían quedado inéditas pues nadie había querido pensarlas antes de ahora".

"... el arte, como el pensamiento es siempre el mismo, y lo que realmente cambia es el artista o el pensador...".

"El arte grande desemboca siempre en un espacio silencioso".

"La poesía, la música, la pintura han sido siempre realizadas por unos pocos sí, pero "en nombre" de todos".

"Toda creación lo es por estar viva, es alguien o algo puesto en pie".