viernes, 30 de septiembre de 2011

La terraza del cuarto (la madre)

Volvía un poco fatigado del instituto, viernes a las dos y media, cuando al abrirse el ascensor escuché la voz de una mujer en el rellano. Era la del cuarto, la madre de la de la terraza, que estaba hablando con A. En cuanto me vieron aparecer, A. se metió para la casa, y la madre se me abalanzó como si fuese el cartero y estuviese esperando ella un mensaje urgente e importantísimo...

Lo que aconteció a continuación debería haberlo grabado con un magnetofón, y colgarlo aquí para que se comprobase que no exagero lo más mínimo.

-Mira, estaba contándole a tu mujer lo de la reunión de vecinos, porque me dijo la administradora que tú habías asistido y claro, nosotros no fuimos porque no podemos, que ya sabes que yo ahora trabajo, media jornada, estoy muy a gusto, pero salgo tarde y no me da tiempo, y a mi marido tampoco... Al principio sí que íbamos, pero ahora... Y claro, nos hemos enterado de lo que se dijo y yo, que estoy mal del corazón,  llevo tres días que no duermo, y me paso las noches llorando... Porque eso es mentira, mi hija no ha tirado nada a nadie, y ese muchacho del segundo miente, miente, porque te lo digo yo, que siempre he vivido en comunidad, y jamás he tenido ningún problema, y que ya sabéis vosotros que soy una vecina ejemplar, y que si hay que pasar por mi terraza para hacer alguna obra, nunca he puesto el más mínimo inconveniente, aunque luego no te lo agradezcan, y ya sabes que si vosotros tenéis aire acondicionado es gracias a mí, porque P. no quería que pusieséis el aparato en la ventana, y fui yo a hablar con la administradora y bla, bla, bla...

Juro que todo esto, y mucho más, todo mezclado y en gran revoltijo, salió de su boca en apenas una docena de segundos y sin tomar aire... Yo la miraba asombrado: "¡Qué pulmones!", pensaba... También resultaba fascinante el modo en que enhebraba asuntos tan dispares, y cómo sacaba la mano para, de pasada y a la carrera, irle soltando un bofetón a todos y cada uno de los vecinos...

-Por ejemplo, los que llevan dos años sin pagar las cuotas, pues esos también tienen hijos adolescentes, y ponen la música bien alta, a todas horas, y a mí nunca se me ha ocurrido quejarme, porque yo sé lo que es un adolescente... Aunque en mi casa, puedes subir a verlo, no hay ningún equipo de música, solo un transistor muy pequeño que uso yo cuando estoy en el baño, porque hay que ser tolerante, y además subí a la administradora a mi casa para que viese que desde mi terraza es imposible tirar nada a la de ese hombre mentiroso...


Tampoco en esta ocasión tuvo necesidad de pararse para tomar aliento.
Yo a duras penas conseguía colar alguna frase, tratando de tranquilizarla y asegurándole que todos los vecinos habíamos demostardo ser, en todos estos años, gentes finísimas y discretas y en particular el vecino del segundo,  hombre extremadamente cortés y sin ninguna mala intención...

Pero ella repetía una y otra vez las mismas cosas, en tiradas larguísimas y monótonas en las que negaba la mayor y se lamentaba de lo que calificaba como una calumnia infame...

Llévabamos así unos veinte minutos...
-Todo es ya me lo has dicho y te aseguro que lo he entendido perfectamente; no te preocupes, seguro que todo se aclara- logré al fin decir en un tono  imperioso, y señalándole la barra de pan que llevaba bajo el sobaco-igual que un camarero de Campomanes cuando atendía las mesas a la hora de las comidas-, le hice ver que era ya la hora de comer y que  no podía seguir escuchándola. Cerré la puerta y me apoyé en ella resoplando, con la misma sensación del que acaba de librarse de un fenómeno natural devastador, uno de esos huracanes terribles que se desatan allá por los trópicos...

Cuando entré en la cocina me encontré a A. al borde de un ataque:

-¡Un hora, me ha tenido una hora escuchándola! ¡Una hora de reloj! Me la encontré en el portal, nos subimos juntas en el ascensor y al llegar aquí se bajó y se vino conmigo hasta la puerta... Y yo le decía que no había ido a la reunión, que no sabía de qué me estaba hablando... Pero nada, ni caso...


Y yo que pensaba reprocharle que me hubiese dejado solo a merced de esa mujer desatada; y yo que creía que la reunión había sido muy entretenida...

jueves, 29 de septiembre de 2011

La terraza del cuarto (el padre)

Ayer coincidí en el garaje con el vecino del cuarto, el padre de esa terraza que es Sodoma y Gomorra juntamente...

Tras darme los buenos días y preguntarme por la familia y la salud, abordó el tema que ya le había visto dibujado en los ojos desde que los clavó en mí:

-¿Estuviste en la reunión de vecinos del otro día?-inquirió.

En un primer momento pensé decirle que no, y que yo nunca he tenido casa con terraza ni asistido a ninguna orgía...Pero estaba claro que se trataba de una pregunta retórica, porque ya sabía él de sobra quiénes habíamos asistido. Seguro que hasta llevaba en el bolsillo la lista con nuestros nombres, pasada al ordenador.
-Sí, sí que estuve- respondí con seguridad y con cara de aburrimiento, a ver si lo despistaba.

-Ya... ¿Y se habló algo de que desde mi terraza se tiran cosas, colillas, agua...?

"¿Colillas, agua... ¡y condones usados!", estuve a punto de decirle, pero me aguanté y opté por la vía diplomática y  cínica:

-Algo se comentó, pero de pasada y sin darle ninguna importancia- proclamé con aires consulares.

-Ya, eso me han dicho, pero yo quiero aclararlo, porque mi hija no trae nunca a nadie a casa...

Me dio mucha lástima, y pensé en lo infelices que podemos llegar a ser los padres. Me entraron ganas de pasarle un brazo por el hombro y llevármelo a tomar unas cañas...

-No te preocupes, apenas se comentó de pasada, y sin darle ninguna importancia- le repetí, mintiéndole  desvergonzadamente- Seguro que todo se aclara...

Y ya llegó el ascensor, nos subimos a él - yo asombrado de lo mentiroso y cobarde que puedo llegar a ser y él con cara de cierto alivio-, y alcanzado mi destino me despedí con grandes muestras de cortesía...

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El secreto

En la barbería a mí se me pasa el tiempo volando porque mi barbero, Gabriel, me cuenta siempre unas historias estupendas... Y casi siempre me corta más pelo de lo que le pido  porque hasta que no termina no deja de darle a la tijera, y ni él ni yo caemos en ello...

En esta ocasión fue la de un amigo que se contrató como camarero en un puticlú. Llevaba el hombre largo tiempo en el paro y eso fue lo que encontró. Pero iba cada tarde desasosegado y con grandes dolores de conciencia porque se trata de un muchacho muy religioso, y  más aún que él sus padres, piadosísimos y grandes beatos. Les había contado que  había conseguido emplearse de guardia de seguridad en una nave del polígono de Campollano, y temía el chaval que alguien le descubriese el engaño y les contase la naturaleza de su nueva ocupación...

Pero fue pasando el tiempo y nada ocurría, de manera que se relajó, y confesaba estar muy contento en aquel lugar, donde todo el mundo era muy discreto y educado, y muy dulces y cariñosas con él las empleadas...

Hasta que una noche se encontró de frente y de repente con su tío carnal, hermano de su madre... Venía el tío acomodándose el nudo de la corbata y él con una bandeja llena de vasos sucios... Tras unos segundos en que los dos se reconocieron asombrados, el tío se rehizo y, tomándole por un hombro, se lo llevó hacia un rincón y, con una voz cordial y mundana que él no le había conocido jamás -también él, y su mujer, grandes beatos- le explicó: "Sobrino, tú y yo, aquí, no nos hemos visto nunca". Y tras darle unas palmaditas en la espalda, se fue tan campante...

Desde ese día trabaja el amigo de mi barbero en la más absoluta de las tranquilidades, pues sabe que de ninguna manera se podrán enterar sus padres de dónde trabaja cada noche, y solo se lamenta de no haberse dado cuenta de semejante seguridad mucho antes, pues se habría ahorrado así mil desazones y miedos.

Además, desde aquella tarde, con su tío las relaciones se han vuelto bonísimas, y cada vez que se encuentran le da este unos abrazos amantísimos y largos, y le colma de elogios. Eso sí, jamás ha vuelto a verlo por el puticlú....

martes, 27 de septiembre de 2011

Reunión de vecinos

Yo, a las juntas de la comunidad voy a enterarme de la vida de los vecinos, y casi siempre paso un rato bien entretenido... El resto del año no nos enteramos de nada, no por hurones sino por distraídos, y aunque saludamos con cortesía a todos cuando nos los encontramos en el ascensor, o nos los cruzamos en el portal, la verdad es que sabemos muy poco de sus vidas y afanes, de la mayoría ni del nombre nos acordamos...

Pero una vez al año, en la reunión de vecinos, nos ponemos al día:

El exfutbolista continúa sin pagar las cuotas y va a resultar muy complicado cobrárselas ya que tiene todos sus bienes pendientes de múltiples embargos; el torero tampoco paga, y está muy molesto con que se le haya hecho un requerimiento judicial, pues es persona pública y esa información le puede perjudicar...

La cosa iba así, como siempre, hasta que el del segundo se quejó de lo que ha ocurrido este verano en la terraza del cuarto.

A lo que parece, le arrojaron desde ese lugar colillas, escupitajos y abundante agua... El inquilino de la del segundo, un abogado muy educado y discreto que no suele abrir la boca en estas reuniones, comentó que no sabía quién vivía allí, pero que cuando subió para quejarse, no le abrieron la puerta y solo cuando salió a las escaleras pudo descubir, por la ventana del descansillo, a dos parejas de jóvenes en esa terraza que, al verle, levantaron el vuelo como perdices en presencia de un cazador y se metieron en la casa sin hacer caso a sus requerimientos...

La mayoría de vecinos, ajenos e ignorantes, le escuchábamos sin saber tampoco qué decirle. Salvo la del noveno, que tras un largo y sonoro suspiro, gimió: "¡Ay, la terraza del quinto, si yo os contara...!" No fue necesario reclamárselo, porque acto seguido volvió a suspirar y declaró: "Auténticas orgías, eso es lo que han hecho en esa terraza este verano..." El resto mantuvimos nuestra cara de póker, y la del noveno prosiguió: a lo que se ve, cuando los padres se van a la playa, la hija, una mozuela de veintitantos, aprovecha para traerse al novio y otros amigos, y utilizan esa terraza, que es muy amplia y despejada, a lo largo y ancho...Contó también que, una madrugada que volvía ella del hospital, de velar a una tía, se encontró a esa alegre muchachada en el ascensor, ellas en pijama y  en calzones ellos, que parecían estar jugando al escondite por toda la finca... Pero lo realmente bochornoso, dijo, fue la tarde que abrió la ventana para tender la ropa y tuvo que contemplar, en el borde de la famosa terraza, a dos muchachos que hacían equilibrios completamente desnudos, con sus vergüenzas balanceándose como el péndulo de su reloj de pared, heredado de sus padres... "Se me suben los colores solo de recordarlo... ¡Qué mal rato pasé, Dios mío, qué mal rato!"
Entonces intervino la administradora, una mujer menuda pero con larga experiencia en gestionar comunidades y, por lo tanto, profunda conocedora de lo variados que pueden ser los comportamientos humanos, y cuán imprevisibles. Carraspeó y habló: "Bueno, la cosa es un poco más seria, porque también se ha quejado la vecina del primero, que se ha encontrado en la suya algunos condones cuidadosamente anudados y con evidentes indicios de haber sido utilizados..." A esas alturas estábamos todos ya con la boca abierta, excepto la del noveno, que nos miraba a todos con esa cara de yaoslodecía yo, que fue exactamente lo que soltó al instante: "¿Qué os decía, eh, qué os decía? Orgías, auténticas orgías, vaya..."

Fue en ese punto cuando el del segundo nos informó de que cuando descubrió a esas dos parejas, en esa terraza que se ve que es Sodoma y Gomorra juntas, antes de que huyeran al interior de la casa pudo darse cuenta de que ellas iban en top-less y ellos en slip...
Yo, naturalmente, no esperaba tanto, y estaba abrumado. "Y A. en casa viendo la tele. Si supiese lo que se está perdiendo..." , pensaba. Porque no nos engañemos, por muy bien que se cuente, una reunión de vecinos como esta hay que vivirla...

Volvió a narrar la del noveno la escena de los dos jovenzuelos desnudos, y aquello del movimiento pendular de sus chorrillas, y cómo le habían recordado al viejo reloj de sus padres; y repetía sin cesar la palabra "orgía", que pronunciaba como quien se come un milhojas... A esas alturas, los demás vecinos cabeceábamos en señal de reconocimiento, sin decir palabra, para que supiese que nos imaginábamos la escena perfectamente, y que compartíamos su vergüenza, y el mal rato que había pasado. Y lo triste que es que una visión como esa se mezcle con un reloj tan venerable...

Finalmente, se decidió que, de la manera más diplomática y discreta, se hablaría con los padres de la mozuela, y a ver cómo se les decía...

También se aprobaron los presupuestos, y cambiar el contrato del mantenimiento del ascensor y la limpieza, pero eso resultó ya de una gran sosería...

lunes, 26 de septiembre de 2011

A las barricadas

Ya llevamos dos concentraciones y una asamblea..., pero aún no se ha decidido hacer una huelga como es debido... Es hermoso vernos tantos en la calle, pero al final, como todos nos conocemos, en lugar de gritos de reivindicación y rabia  lo que se escuchan son las palmadas en la espalda, los parabienes y saludos y parece la manifestación una reunión de buenos amigos que se ponen muy contentos al encontrarse después de largo tiempo sin verse. Abrazos, risas, conversaciones... Es, qué duda cabe, muy gratificante, pero, para lo que se supone que estamos allí, inconveniente. Dan ganas de pegar dos voces y exigirnos más seriedad y atención a todos:

-¡Un poco de seriedad, coño! ¡Consignas, gritos, pancartas en alto, megáfonos abiertos...! ¡A las barricadas!

Eso es lo que dan ganas de gritar... Pero se calla uno, por timidez, y camina saludando a unos y otros y preguntándoles por la salud y las vacaciones...


Oscuro e incierto continúa el reinado...

Seguiremos informando...

sábado, 24 de septiembre de 2011

Flannery O´Connor

Después de Jabois me leí los cuentos de Flannery O´Connor. Con los libros de cuentos, al contrario de lo que me sucede con los  de artículos, me pasa que es difícil que, al rato de leerlos, guarde algún recuerdo de ellos... La culpa, claro,  no es del cuentista, sino mía, que los debo de leer demasiado rápido y distraído, y luego no me acuerdo de nada. Esto me ocurre incluso con autores de méritos incontestables... Cuando llevo leída buena parte de uno de estos libros, voy al índice y, como Luz Casal, miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos, repasando los títulos de los ya leídos y... no me acuerdo de nada...


Pues bien, con Flannery O´Connor, a pesar de ser el volumen de casi 900 páginas, me ha sucedido todo lo contrario. Tan sorprendido estaba con esta buena nueva, que probé varias veces esa mirada atrás,y nada, no me olvidaba de uno solo de ellos... Los veía nítidos, recordaba con claridad cada uno de sus argumentos, los detalles de la trama, el carácter de los personajes, su destino... Hasta la sensación asombrada que cada uno de ellos me había dejado en los nidos del alma...


La familia, claro, preocupada, pues si después de leer a Jabois pensaban que me había vuelto idiota, ahora, al verme tan ensimismado, y con semejante cara de lelo, me daban definitivamente por perdido.

Un puñetazo resulta cada relato, como un martillazo en la cabeza... Qué mundo el de la señorita O´Connor...., y qué modo tan cabal de contárnoslo, tan transparente a pesar de sus múltiples y sofisticadas argucias narrativas, y qué piedad, que mirada limpia de todo juicio...


¿Cómo es posible que hayamos estado todo este tiempo sin leerla?

viernes, 23 de septiembre de 2011

Manuel Jabois

La primera vez que supe de Jabois fue por un artículo de Arcadi Espada. Esto es muy misterioso porque yo, que recuerde, jamás leo a Espadas. Pero estoy seguro de que fue así. Ponderaba sus escritos y citaba un libro que acababa de sacar, Irse a Madrid, donde reunía un buen número de artículos y fragmentos de su diario.


A mí, los diarios y los libros de artículos, si no son de Javier Marías, me gustan tanto como a un tonto un lápiz. Además, Manuel Jabois es gallego, y eso, para mí, es una garantía: Risco, Camba, Cunqueiro, Castroviejo... Galicia, además de otros muchos méritos, acostumbra a dar unos artículistas magníficos.


Compré el libro en Gijón... El ejemplar que encontré en uno de los anaqueles estaba un poco doblado, de modo que me fui al mostrador y se lo pedí a la dependienta, como si no supiese dónde había uno, por ver si tenían un ejemplar impecable -así de retorcido es uno en ocasiones-. Tuve que deletrearle el nombre del autor un par de veces... Después de larga consulta en el ordenador dijo con sorpresa que sí lo tenían, y que lo iba a buscar... Con remordimiento la vi pasar delante del anaquel dos o tres veces, sin verlo... Como no daba con él, finalmente hizo una llamada al almacén y rápidamente le trajeron un ejemplar impoluto, sin magulladuras ni tacha alguna...


Lo leí en un par de días felices y redondos... Se lo aseguro, la lectura de Jabois produce una felicidad tangible, ya que no puedes apear la sonrisa en todo el día... La familia, esos días, estaba convencida de que me había vuelto idiota...

Habla Jabois en esos artículos suyos de todo un poco y lo hace con una mirada tan personal, escéptica y asombrada a un tiempo -rara alquimia-, y con un estilo tan cómodo y llevadero, que los transita uno maravillado por lo bien que se pasea por ellos, lo bien que le sienta a uno esa caminata, lo salutífero del aire, la hermosura del paisaje...

Leer a Jabois debería estar prescrito por la Seguridad Social...


jueves, 22 de septiembre de 2011

El reino de Witiza

Ponga usted un economista a dirigir la educación de una comunidad -por ejemplo Castilla-La Mancha-, dele orden de eliminar el diez por ciento de profesores y, luego, pídale que saque su calculadora -rara y prodigiosa, como acostumbran a ser las calculadoras de los economistas- y hágalo circular por los medios de comunicación declarando que este será el curso que más profesores habrá en estas regiones.


El economista prodigioso


Haga todo esto, además, dos días antes del comienzo del curso, derribando de una manotazo todo el trabajo de organización que los equipos directivos habían realizado en julio, para que este se inicie con horarios provisionales e inciertos, con los alumnos sin saber qué profesor acabará finalmente por darles clase ni quién será al fin su tutor mientras se barrunta que el chándal se lo pondrá el de plástica y será el de mantenimiento de vehículos el encargado de explicarles  las sociales y otras cosas igualmente maravillosas y nunca vistas. Entonces, haga salir de nuevo a ese consejero a la palestra para afirmar que nunca han visto los siglos comienzo de curso más ordenado y brillante, y que han venido ellos a restaurar, como quijotes, una nueva edad de oro que acabará con esta de hierro tan desolada y triste que vivimos... Y mientras sucede todo esto, que nadie sepa dónde está, qué es lo que hace o a qué dedica el tiempo libre aquella que mueve los hilos... Así es como ha obrado, silenciosa y secreta, doña María Dolores de Cospedal, presidenta en jefe de esta comunidad...

Talpacual

Puestos a elegir, preferiría uno trabajar en Madrid, donde la presidenta da la cara -dura como el cemento- cada día, y hace declaraciones casticísimas y chulescas, acompañando a su consejera, las dos de la mano tarareando esa canción de la mar y las naranjas, tan contentas y dicharacheras...





"Oscuro e incierto se presenta el reinado de Witiza"...

Seguiremos informando...

martes, 20 de septiembre de 2011

Úbeda

Me despierto a medianoche, sobresaltado, sin saber dónde estamos...

Paseo al cementerio... En el camino nos encontramos a una familia que ensaya ya para la próxima Semana Santa. En el atardecer de agosto, brillan sus bruñidas trompetas como el yelmo de Mambrino en mitad de La Mancha, aquella tarde de sol y lluvia...




La Vuelta ciclista a España... Bajamos a ver cómo salen estos deportistas con pinta de emigrantes de posguerra, tan flacos que se dirían todos hambrientos, y tan calcinada la piel por el sol que se dirían todos campesinos de antaño. Aunque todavía están en la salida neutralizada, pasan tan rápido que apenas los vemos... Frente a nosotros, al otro lado de la calle,unos inocentes los jalean con una alegría y un entusiasmo tan puros como el azul del cielo...


Visita a Sta. María, recién abierta tras más de veinte años de arreglos y reformas... Las losas del suelo no las han podido reponer porque, después de tanto tiempo, no las han encontrado por ningún lado y nadie sabe dónde pueden estar...


Domingo por la mañana. Salimos temprano a por los periódicos. No hay nadie en la calle. Del balcón abierto de la casa de Querubina salen nítidas y rotundas las palabras de la Santa Misa, que está viendo por la televisión... Luego nos cruzamos con un gitano que va tocando melodías italianas con un acordeón. No lo hace nada mal, de manera que, cerrando los ojos, resulta fácil imaginarse en Nápoles... Mira el gitano hacia las ventanas, a ver si se asoma la gente y le lanza unas monedas... Pero nada... La gente, sorda como Querubina...


Anuncio de JÁ. para la carnicería de su tita... Lo ponen a todas horas en las cadenas locales. Al lado del resto, es una cosa rara y extrañísima... Y tal vez por ello, a la gente le está gustando muchísimo, y la carnicería la tienen llena desde el primer día... De lo que se deduce que la gente, aunque pueda en ocasiones parecer brutísima e incorregible, es sensible y, bien dirigida, aún podría hacerse carrera de ella...

lunes, 19 de septiembre de 2011

Londres (IV)

Tercer día

Tres horas en el Museo Natural… Dinosaurios, mamíferos, pájaros, peces, insectos…; también volcanes, terremotos (terremotos, sí, una réplica muy lograda del de Kobe de 1995),… Un fabuloso gabinete de maravillas dentro de un edifico con las hechuras y la solemnidad de una catedral… La sala central es como de novela de Wells o Conan Doyle… La estatua blanca de Darwin recibe impertérrita a los entusiastas visitantes…





Luego subimos por Exhibition Road  para que P. viese el edificio de la Sociedad Geográfica, con las estatuas de Livingstone o Shackleton en unas hornacinas… Pasamos al lado de la calle en la que vivió Enric González su corresponsalía en esta ciudad, Prince´s Gate Mews. Lo más bonito de ese barrio, señorial y rico, repleto de embajadas, son estos “mews”, antiguas caballerizas convertidas en viviendas… Me habría gustado acercarme hasta el número 10, por curiosear un poco, pero íbamos ya algo cansados y hambrientos... ("Nuestra vivienda había formado parte de las cuadras del Victoria & Albert Museun, y producía una curiosa sensación saber que al otro lado de la pared se almacenaban riquezas fabulosas; la sensación era un poco menos gratificante cuando, alguna madrugada, los empleados del museo trasladaban tronos chinos, telares quechúas o cualquier otro artilugio maravillosos, pero los ruidos ocasionales no eran nada comparados con las ventajas del lugar. La calle, adoquinada, era un apacible cul de sac flanqueado de fachadas multicolores -rosa, crema (la nuestra), blanco, azul pálido-, hiedras y flores..."). Muy cerca de ese lugar está  la pequeña Holanda, repletas de estos mews, calles diminutas, la mayoría callejones sin salida, de casas bajas y de colores, silenciosas y vacías… Paseando por ellas en busca de un lugar para comer, nos cruzamos con la pergrina estampa de un cura que llevaba de la correa un elegantísimo  galgo...

Entramos a comer en un pub, ya se sabe, moqueta, oscuras maderas, inumerables grifos de cerveza y en la tele un partido de criquet, a lo que se ve de cierta importancia: Inglaterra-India. Mientras comíamos miraba de vez en cuando al televisor pensando en lo incomprensible de un deporte cuyos partidos pueden prolongarse más de un día… De pronto vi cómo paraban el partido, a causa de la lluvia, y miré temeroso hacia la calle. Efectivamente, llovía con ganas…Teníamos Hyde Park allí mismo, y el plan de pasar la sobremesa tumbados en él, pero así  era imposible… Lo cambiamos por Harrod´s, que también estaba muy cerca. Son dos lugares muy distintos, pero en ambos se pueden contemplar muchas cosas…
Había tanta gente o más que en el museo… El espectáculo humano era impresionante. De unos almacenes así yo no sé qué se puede decir: Sala Egipcia, Rooms Luxory, y unos precios de risa por lo descabellados... Donde más aglomeración había era en la sección de alimentación…

Se caminaba con dificultad por allí, entre pirámides de todo tipo de golosinas… La gente hacía cola con paquetes muy pequeños, por los que pagaban unos precios absurdos pero asequibles (¿quién no puede pagar seis libras por un paquetito de media docena de galletas?). Lo demás, las ostras, el caviar, las carnes y los embutidos,  todo eso no lo compraba nadie, pero es lo que atrae a la gente y la pasma…
En la de libros, que vimos después, apenas había nadie. La tienen en lo más alto, diríamos en el gallinero, junto a los servicios, que, como la gente no suele llegar hasta allí, estaban muy limpios…
Cuando escampó nos fuimos para Piccadilly, a ver una exposición de fotógrafos húngaros (esto para sacudirnos lo de Harrod´s)… Llegamos cuando faltaba media hora para cerrar y una gobernanta nos dijo que nanay, y J.Á. nos comentó que de todas formas no deberíamos haber ido porque costaba la broma diez libras y no consentiría él que nos fuésemos a gastar semejanta fortuna solo por darle el gusto… Estuvimos un ratito sentados en el patio, al lado de la asociación de químicos. Se les veía trabajar por la ventana y lamentaba uno no tener esa especialidad, y no poder estar, por ello, junto a aquellos señores, en un edificio tan bonito… Luego siguó lloviendo…

De vuelta en el metro, un vagón se estropeó y tuvimos que ir hasta Notting Hill y desde allí bajar por Kesington Church Street. Fue un descenso a tumba abierta porque A. iba bastante apurada. No había ni un bar, ni una taberna o un pub por ningún lado, solo tiendas finas y restaurtantes caros. De todas formas, nos pareció una calle preciosa, de esas en las que fantaseamos vivir… Al final, viendo la palidez de su rostro, empujamos a A. a uno de esos restaurantes exclusivos. “Tú di toilette con esa cara que llevas y ya verás cómo no te ponen ninguna pega… No se arriesgarán a que les montes un pequeño escándalo en su puerta…” Así fue, la dejaron pasar con grandes cortesías y salió aliviadísima… Al llegar a St. Mary Abbot Church las campanas redoblaban felices… Y en la esquina del hotel, la señora del perrito a la puerta del Nero…



Final

Paseo breve por el barrio para gastarnos las pocas  libras que nos han quedado antes de salir para el aeropuerto…
En el coche, el mismo tour de la llegada, pero al revés… Yo les contaba todas esas cosas leídas a E.G. pero todos miraban distraídos por las ventanillas del coche, melancólicos y fatigados. Lucía un sol espléndido… Por Hyde Park, paseaba la gente tan campante…
En el aeropuerto todo rápido y fluido, hasta los cacheos a A. y a mí, por unas monedas distraídas que llevábamos en los bolsillos. J.Á., con esas pintas que se lleva, pasó todos los controles como si tal cosa…

En Santander, nublado y tristón, recogimos el coche y emprendimos el largo viaje hacia el sur… Riaño, Aguilar de Campoo, Burgos, Aranda, Lerma, Somosierra, Madrid papal y nocturno… Camino a Albacete una luna como de atrezzo nos guiñaba el ojo todo el rato… Ya muy cerca de casa, los molinos de viento parecían lentos malabaristas bajo la luz de esa luna de teatro…


sábado, 17 de septiembre de 2011

Londres (III)

Segundo día

 Frente al Parlamento había plantadas unas treinta tiendas de campaña. Eran los indignados de aquí. J.Á. les sacó unas fotos. Excepto uno, que estaba leyendo tranquilamente, los demás aún dormían...


Al Big Ben le sucede como a todos los edificios famosos que existen por el ancho mundo… Los hemos visto tanto, en estampas, postales y fotografías, o por la tele o en el cine, que, al encontrárnoslos de pronto frente a nosotros, nos parecen de… mentira. Como el edificio original del Parlamento ardió en 1834 "los arquitectos Charles Barry y Augustus Pugin crearon un edificio nuevo con vocación de antiguo: la gran fachada neogótica en tonos ocres -con reflejos de un dorado veneciano en días soleados- y la torre del Big Ben son más o menos de la misma época que el Palacio de las Cortes de Madrid. Barry y Pugin hicieron un denodado esfuerzo por recargar espacios y dar a los muros un aspecto medieval que armonizara con la contigua abadía de Westminster, un monumento de estilo gótico pero igualemente truculento, ya que sus torres fueron terminadas en 1745. La carrera de ambos arquitectos culminó y concluyó con aquel trabajo: al poco de rematarla, Barry murió de agotamiento y Pugin fue internado de por vida en un manicomio" (Enric González, Historias de Londres, Península, Barcelona, 1999)




El Eye London está bien, pero va muy despacio y, al rato, ya te aburres un poco… Desde lo más alto parece todo una de esas maquetas de los aficionados a los trenes eléctricos que le ocupan a la familia una habitación  entera y verdadera para embutir en ella esa afición suya… Veíamos salir los vagones diminutos de Charing Cross y Waterloo y también los autobuses, los coches cruzando los puentes sobre el río, los liliputienses peatones… El Parlamento semejaba, desde esa altura, uno de esos recortables de papel que vendían antes en los quioscos, puesto en pie por manos expertas…






Paseamos luego por South Bank: celebraban la  feria de verano, había muchísima gente y, al lado del río, un montón de arena para que jugasen los niños…



Por la tarde nos fuimos a Notting Hill. Es un barrio inmenso, con casas de aspecto muy próspero y una larga historia de luchas raciales ( ver Enric González)…


 Portobello, a esas horas y con el cielo encapotado estaba prácticamente vacío… Es una calle preciosa, con sus casas de colores, los puestos de los anticuarios y, un poco más allá, los carros cargados de fruta… En ocasiones, tan solitario y tranquilo lo encontramos que parecía la calle de un pueblo…



Pasamos al lado de un viejo cine-club con una más que apetitosa programación, y algunos metros más allá  nos tropezamos con un edificio del Ejército de Salvación. Cuando George Orwell vivió en la indigencia, visitó alguno de estos lugares, para dormir bajo techo y tomar una taza de té y un pedazo de pan: "... he dormido en varios refugios del Ejército de Salvación y, aunque varían poco entre sí, en todos he notado la misma disciplina semimilitar. Son baratos, sin duda, pero, para mi gusto, se parecen demasiado a los hospicios. En algunos de ellos, incluso, hay oficios religiosos obligatorios una vez o dos a la semana, a los que se tiene que acudir so pena de dejar el refugio. El hecho es que el Ejército de Salvación está tan acostumbrado a considerarse un organismo benéfico, que no puede tener siquiera una casa de dormir sin que huela a limosna" (George Orwell, Sin blanca en París y Londres, Destino, Barcelona, 1973). 




Luego comenzó a llover y nos resguardamos en un pub, a esperar que escampara. Como no lo hacía, pensando que ojos que no ven corazón que no siente, nos metimos en el metro con la esperanza de que al salir de nuevo a la superficie hubiese parado… Íbamos hacia Shepherd Market, que había leído en la guía que era un lugar con mucho encanto. Sin embargo, continuaba lloviendo y allí, en aquellas calles peatonales, solo había ya restaurantes ocupados por ejecutivos de la City, además de uno llamado Alhambra lleno de árabes ricos… Dimos unas vueltas con nuestros impermeables modestos y nuestros torcidos paraguas, como mendigos orwellianos, y nos fuimos de nuevo hasta el Soho…


Hablando de mendigos, apenas hemos visto alguno en este par de días, tan solo dos o tres a la salida del metro. Para las olimpiadas, dentro de menos de un año, ya se habrán deshecho de ellos. Las palomas, eso sí, las hemos visto a todas muy gordas y lustrosas…
De vuelta al hotel, como las dos noches anteriores, nos encontramos a la misma anciana acompañada de su perro, desalojada del café Nero, ya cerrado. Estaba allí, en la esquina, sin saber muy bien qué hacer ni a dónde ir...


viernes, 16 de septiembre de 2011

Londres (II)

Primer día



Tres horas en el Museo Británico. Egipto, Persia, Grecia, la E. M. europea, algo de México y los Antípodas… Extenuante… Frente a la piedra Rosetta un gentío inquieto e incontable disparando sus cámaras digitales… Algo  más llevadero era el río de gente entre las urnas que muestran las momias…  Pero son bien poca cosa todas ellas al lado de ese pobre hombre, Ginger, encogido en un pequeño y estrechísimo hoyo, rodeado de unas pocas vasijas, al que enterraron casi a ras de tierra… ¡Cómo se parece a nosotros! ¡Qué pudor asomarse a mirarlo, como si fuese fenómeno de feria!







En las salas dedicadas a Grecia, además del expolio, se ve que, en lo artístico, desde entonces no hemos avanzado nada. Al contrario, la regresión ha sido considerable… Y si no, pensemos en las esculturas modernas de las ciudades y autopistas…
Después estuvimos en Covent Garden… Encontramos allí mucha más gente que en el museo, una romería difícil de digerir… A J.Á. le parecía todo como un parque temático, un poco falso…



Huimos en el metro hasta Camden, a curiosear por el mercado y los canales… Allí, aunque el ambiente también era festivo, resultaba todo menos tumultuoso… Además, fue precioso el paseo por el canal, casi solitario…





La contemplación de un curso de agua, lo decía Cunqueiro, alivia el espíritu… Los jardines de las casas, las gabarras atracadas en la orilla (una de ellas una librería) o las que surcaban silenciosas y mansas las aguas verdes y oscuras…, todo resultaba un bálsamo para nuestras almas viajeras y, sobre todo, para nuestros traqueteados pies…


Desembarcamos en Regent´s Park. Al parecer, en Londres hay 1700 parques. Este es de los enormes e inabarcables… De parques así se puede decir lo mismo que Cunqueiro de los ríos, los canales y los puertos… Paseamos, nos sentamos en un banco extrañamente cómodo… Observamos a las gentes variopintas que nos cruzábamos…




 
Piccadilly es el fruto de una serie encadenada de malentendidos y desafortunadas decisiones: la estatuilla de Eros no representa a Eros, la fuente ya no es una fuente y los anuncios luminosos resistieron un largo pleito. Todo esto lo cuenta maravillosamente bien Enric González en sus deliciosas Historias de Londres, que nos hemos traído con nosotros. El monumento, que iba a ser una fuente y no lo es, coronado por un Eros que tampoco es tal cosa, se levantó para homenajear a Earl Shaftesbury, un filántropo victoriano. Le encomendaron la obra al escultor Sir Arthur Gilbert. Enric González lo narra así: "El escultor decidió que la memoria del filántropo merecía pasar a la historia con la imagen del Ángel de la Caridad Cristiana y diseñó un querubín desnudo. Según explicó el propio Gilbert, la figura mostraba "el Amor, con los ojos vendados, disparando su proyectil de bondad". Pero, ay, el angelote no apuntaba al cielo, sino a la tierra. Y en su arco no había ya flecha alguna. Al conocerse los primeros bocetos, las malas lenguas difundieron que la estatua encerraba una broma sobre la impotencia del filántropo, y ya antes de la inauguración el ángel había sido rebautizado como Eros, dios del amor carnal".



Pero el desastre realmente grande fue cuando el ayuntamiento decidió, por su cuenta y riesgo, reducir el tamaño de la fuente que el escultor había proyectado. Protestó este con energía, anunciando que, de hacerse de ese modo, el agua de la fuente saltaría a la acera y no habría quien se acercase a ella a no ser que quisiera ponerse pingando... No le hicieron caso y, efectivamente, resultaba imposible arrimarse a ella sin mojarse... La gente, que no sabía de quién era la culpa de semejantes salpicaduras, responsabilizó al escultor, que ya casi no pudo ni salir de su casa. Poco antes de morir lo dejó claro: "El asunto Piccadilly destrozó mi vida", afirmó amargamente...




El caso de los anuncios tampoco fue fácil. La mayoría de los vecinos de los nuevos edificios recibieron suculentas ofertas para instalar en ellos los nuevos anuncios luminosos, pero el ayuntamiento trató de impedirlo. Finalmente, los tribunales les dieron la razón a los vecinos y hasta hoy... Y nos explica Enric González: "Un detalle: sólo hay anuncios en un lado del circus. Porque los edificios del otro lado se alzan sobre terrenos de la Corona, y en los contratos de leasing estaba estipulado desde mediados del XIX que ni en las fachadas ni en las azoteas podía colocarse publicidad alguna. Gente previsora, los abogados de la monarquía". 



A lo que nosotros fuimos hasta allí es a  que P. viese la juguetería que  hay en Regent Street. 250 años de antigüedad y cinco pisos repletos de golosinas. Quedó, P., anonadado…




Terminamos cenando en el Soho y a la vuelta nos perdimos en el metro, por culpa de unas obras y unas estaciones cerradas. A cambio, vimos unas cuantas muy bonitas, al aire libre y con viejas columnas de hierro… Como de película de Hichtcock...



Al ir a echar las cortinas, una luna llena preciosa iluminaba la ciudad… Solo faltaba que cruzase delante de ella la fantástica figura de Peter Pan…



N.B. En esta serie de Londres, las fotos buenas son de J.Á. Las otras, nuestras.