jueves, 31 de mayo de 2012

Sorpresa desagradable

El jueves pasado, al llegar al vestuario para el partido semanal M. nos dijo que había muchas bajas de última hora en el equipo rojo (nosotros vamos de azul celeste), y que se las había visto y deseado para encontrar sustitutos. 

-Al vecino tuve que llamar, y menos mal que puede venir-nos contaba.

-Tenéis que saber quién ye -nos dijo a A. y a mí- Ye el coordinador vuestru...- M., aunque lleva un montón de años aquí, en la base áerea, que es militar de alta graduación, como los alcoholes, nació en Lugones, y los jueves, que es cuando nos vemos, hablamos los dos así, como si estuviésemos paseando por La Corredoria.

-¿Cómo dices, oh?, ¿qué coordinador?-preguntamos temiéndonos ya lo peor, congelado el acto de subirnos las medias...

-Sí, home, el periféricu que dicen ahora, ye vecinu míu...

-Cagunmimantu-grité yo. A. no dijo nada parecido porque es un hombre tranquilo y de Granada.

- Me estás diciendo-proseguí- que va a venir semejante personaje, el que nos está dando por ... Esto se avisa, M., esto se avisa...

Y, en efecto, al rato, cuando ya nos pudimos vestir de corto y estábamos estirando, llegó él. Naturalmente, no puedo hacer aquí una descripción objetiva del personaje, pues veíamos en ese hombre raquítico y desmañado mucho más que su simple y desgarbada estampa. Veíamos al títere político, al hombre fiel y obediente a las órdenes de Toledo que estaba aquí para hacer mucho más difícil nuestro trabajo, al abogado con carnet del partido que poco o nada sabe de la cosa educativa, ni ganas debe de tener de saberlo, que a él le han puesto en ese cargo para otra cosa... En fin, nosotros veíamos a un monstruo.

"¿Y si encima juega bien, qué va a ser de nosotros?", pensaba yo mientras movía los tobillos en círculos. Porque nosotros, a una persona que juega bien al fútbol, le tenemos siempre una consideración que en muchas ocasiones no se merece.

Pero no, no jugaba bien. En realidad, ni bien ni mal. Extraña figura, extraña forma de correr, lo controlamos sin mayores problemas. Eso sí, nos metió, el muy..., tres goles, con tres tiros raros, de puntera, muy poco elegantes, desde fuera del área. No nos dolieron demasiado porque ya íbamos ganando por seis a cero...

Me volví a casa pensativo. "¿Debería haberme negado a jugar con un tiparraco como ese? Sí, hombre, y perdernos por su causa el partido de los jueves, una de las pocas alegrías que va teniendo uno en esta vida. ¿Y por qué no lo habíamos freído a patadas, por qué no le habíamos hecho una entrada brutal, salvaje y violenta? No, no, eso habría sido rebajarnos, ponernos a su altura. Eso es lo que hace él cada día desde su despacho, cobarde,  con la educación pública..." Habíamos tenido un par de carreras codo con codo, y en las dos ocasiones le habíamos quitado el balón limpiamente. "¡Qué nobleza la nuestra!" Todas estas cosas íbamos pensando de vuelta a casa. "Si vuelve a venir, un patada sí que se la lleva...", concluimos.





miércoles, 30 de mayo de 2012

Elvira Lindo y el mejor libro del año

Cuenta Elvira Lindo en su "Lugares que no quiero compartir con nadie" que en Nueva York, sección gastronomía, se pasan el año declarando que tal hamburguesa, tal browning o tal tarta de queso son la mejor hamburguesa, el mejor browning, la mejor tarta de queso de la ciudad. Y que esta costumbre acaba contagiándose. Pues bien, como nosotros gozamos de un corazón cosmopolita aunque no salgamos de casa, vamos a adoptar ahora ese gusto neoyorquino y a pesar de que no es cosa de comer, vamos a declarar este libro de la Lindo el mejor libro del año, el mejor entre los que hemos leído -no pocos, somos el hombre de los tres libros en una sola tarde- y también el mejor sobre esa ciudad que nosotros conozcamos -y conocemos algunos que también nos han gustado muchísimo-.




Nos ha parecido un libro maravilloso, vivo, palpitante. Un poco dulce y un poco amargo al mismo tiempo, de una sinceridad pudorosa pero firme, gozosamente digresivo. Cuenta en él Elvira Lindo su vida en Nueva York, y compone con ella un argumento más apasionante que la más trepidante de las novelas, pues sabe contarnos sus peripecias cotidianas, no todas agradables ni glamurosas, con un encanto lleno de poesía y verdad.

Contra lo que podría pensarse, de este libro no se sale con el deseo de mudarse de inmediato a esa ciudad apabullante, yo al menos no, sino con un sentimiento de reconciliación con la que uno habita, con el propio barrio. Porque la ciudad que uno vive, sea cual sea esta, forma parte inseparable de nuestra biografía.

Sale uno de este libro, por tanto, lleno de agradecimiento hacia quien lo ha escrito y, tras cerrar su última página con ese sentimiento de orfandad que solo dejan unos pocos libros, lo colocamos en la estantería como quien se despide de un ser muy querido, con un movimiento en todo semejante a una caricia.







martes, 29 de mayo de 2012

Lector voraz

No quisiera presumir, pero ayer por la tarde me leí tres libros. De la primera a la última página, sin saltarme una. Esto, supongo, hará de mí un personaje célebre en mi barrio, y no sería raro que me concediesen un premio al lector más voraz y compulsivo de la ciudad toda. 

Bueno, en realidad, libros, libros..., no sé si se les podrá llamar eso a estos tres tomitos que caben  juntos en la palma de la mano de un niño, y suman cada uno poco más de sesenta páginas. No lo sé. Ahora bien, son los tres deliciosos, hondos, sentimentales, sabios, entretenidísimos y profundos. Son tres libros, o no, que tratan, en principio, de fútbol, en concreto de la razón por la que cada uno de sus autores es hincha de un equipo determinado.



El primero se titula Una insolencia y lo firma Marcos Abal, un periodista gallego que narra en él las razones por las que es seguidor del Barça; el segundo, Una cuestión de fe, del gran Enric González, es, siendo los otros dos tan hermosos, el mejor, y entre otras muchísimas cosas explica este corresponsal y escritor maravilloso los caminos que le condujeron a ser hincha del Espanyol de Barcelona; y por último, el tercero, Grupo salvaje, lo firma Manuel Jabois, articulista desprejuiciado e impagable, que expone los motivos por los que es aficionado irredento del Real Madrid.



Son tres libros llenos de poesía, que es lo único verdaderamente bueno que se puede decir de un libro, y como cualquier libro valioso, hablando de fútbol, hablan de un buen número de asuntos igualmente serios e incumbentes. Verbigracia:


"Había ropa de domingo; quizá todo el que ha tenido ropa de domingo, aunque sea con rodilleras, tendrá a la fuerza un poso de tristeza en su interior del que no va a desprenderse nunca en toda su vida".

"Para eso se escribe, para equivocarse con más o menos acierto".

"El niño todavía salta en los charcos, se mete el dedo en la nariz pero solo saca bendiciones. Los niños distan mucho del puerco de los semáforos".

"Confirmado: hay imbéciles por todas partes, aunque los que tienes cerca son los peores..."

"El pasado solo sirve para eso, para añorarlo, fuera bueno o malo. Se añora por hacer algo con el pasado. Exceptuando el pasado todo lo demás es picor o ir a la cocina a beber agua o volver del retrete. Debería servir para aprender algo, el pasado, pero se aprende muy poco, tropezamos una y otra vez con la misma piedra e insistimos en los mismos errores como si tuviéramos miedo a no fracasar, acostumbrados como estamos al fracaso".

"Escribo para borrar después. Pero algo tendré que dejar".

Estas citas pertenecen al primero de los citados, el de Abal, pero lo mismo podríamos haber hecho con los otros dos y espigar en ellos un buen montón de citas. Se habla en todos de la Historia, de la infancia y la adolescencia, de este país nuestro, y también, claro, de fútbol, tal vez las reflexiones más lúcidas que uno haya leído jamás sobre tan trascendente asunto...



lunes, 28 de mayo de 2012

Zascandileando

Estos días no hemos tenido tiempo de pasarnos por este desván porque en lugar de escribir hemos andado por ahí, zascandiles y vagabundos. Cada cierto tiempo se hace necesario airearse un poco. Son muchas las cosas que se pierde uno por quedarse en casa, sentado frente al ordenador.

Con alma de buhoneros nos hemos paseado por las calles, recogiendo lo que nos íbamos encontrando.Y como si esto fuese el Rastro, hasta aquí lo traemos hoy:

Gaudí en Albacete

El mismo día de la huelga, antes de ir a meter ruido frente a la Delegación, nos acercamos hasta una mueblería  para encargarle a P. una nueva habitación. Estaba, la carpintería, en un barrio por el que apenas pasamos. De manera que resultó agradable la caminata, como por ciudad nueva. En una de las calles nos llevamos un susto tremendo, un susto moderno, que diría Gaya. Un susto arquitectónico: nos encontramos de pronto frente a un edificio azul celeste, un bloque de viviendas al estilo de Gaudí, con las paredes ondulantes, los balcones de hierros forjados en una imaginación calenturienta y un portal gótico. Y azulejos, muchos azulejos. En realidad, a mí, tanto como a Gaudí, me recordó a un negocio de saneamientos.

Jaritos en Albacete

Luego, en la concentración de protesta, mi amigo E. me señaló a un  hombre gris, un hombre como cualquiera. "Es el comisario X.", me dijo. Me fijé en él. No sabría describirlo. De facciones regulares, anodinas, ni feo ni guapo, ni alto ni bajo, con una cazadora azul marino de entretiempo y pantalones oscuros de tergal y zapatos negros un poco abollados y polvorientos... Se mantenía en la periferia del foco reivindicativo, equidistante entre los manifestantes y la media docena de antidisturbios que nos vigilaban, sacaban fotos y apuntaban vaya usted a saber qué cosas en unas libretillas muy chicas. De vez en cuando se frotaba las manos con cierta desazón. Me recordó mucho a Kostas Jaritos, el detective de Petros Márkaris, un hombre normal y corriente. El Jaritos de Albacete. Seguramente, si tuviese un cronista que contase con gracia sus trabajos y afanes, resultarían también  estos bien ejemplares y entretenidos.

Los hombres de blanco

A veces discuten mis cuñados sobre quiénes visten con peor gusto, si los de Úbeda o los de Albacete. Yo, que soy de Mieres, me mantengo siempre al margen de semejantes debates. Sin embargo, hace un par de días me crucé con un señor vestido de la cabeza a los pies de un blanco inmaculado: sombrero, zapatos, pantalones y chaqueta de mezclilla..., todo blanquísimo. Caminaba con brío, marcando el ritmo con el diapasón de un bastón igualmente blanco. Caminaba feliz, contento, expansivo. Y parecía esta ciudad, con él en la calle, un barrio de Nueva York, un lugar más extravagante, sofisticado y cosmopolita.

Dos días después, en otro paseo, me adelantó un hombre negro, enorme y corpulento, también completamente ataviado de  blanco: pantalones bombachos, chaquetilla corta y zapatos de piel, todo de un blanco cirro, como el de nuestro coche. Llevaba además en la mano una cartera de piel del mismo color puro. Si no fuese porque creo que ya finó, yo habría dicho que se trataba del mítico cantante de Boney M, que habría engordado y  andaría de gira por aquí. 

De manera que la próxima vez que mis cuñados porfíen sobre este asunto de la elegancia y la geografía, yo me voy a poner del lado de mi cuñado.

Las gemelas

El sábado me acerqué con P. hasta el Decathlon, que quería comprarse unos patines con el dinero que sus abuelos le habían dado por su cumpleaños. A mí ese sitio me pone muy nervioso, de manera que habíamos quedado en que llegaríamos, nos dirigiríamos sin pausa ni distracción hasta el pasillo adecuado, elegiríamos los que más le gustasen, los pagaríamos y nos volveríamos para casa inmediatamente. Sin embargo, cuando íbamos veloces en busca de nuestro destino, nos tropezamos con una estampa curiosísima: delante de nosotros, dos mujeres absolutamente idénticas, que caminaban con sus pasos perfectamente acompasados y realizaban idénticos gestos (arreglarse las melenas iguales, acomodarse las asas de sus bolsos sobre sus hombros delgadísimos, llevarse la mano a la barbilla, pensativas...). Y aún más inquietante, a pesar de calcularles, más o menos, mi misma edad, vestían las dos exactamente igual: la misma rebeca rosa palo, idéntica falda negra, los mismos zapatos. Solo eran diferentes los bolsos. Si hubiesen sido tres, nadie me habría podido quitar de la cabeza que se se trataba de las trillizas de Julio Iglesias. Y si hubiese tenido allí la cámara de fotos, les habría pedido un retrato para traerlo hasta aquí, o hubiese disparado clandestino entre las bicicletas estáticas o las zapatillas de footing. Las seguimos un rato, por ver si resultaba ser alguna estrategia publicitaria de esa cadena, pero no. Nos fuimos de allí, yo al menos, muy intrigado.





martes, 22 de mayo de 2012

Huelga


Me mandó ayer mi prima M.J. el siguiente documento. Aunque se titula "Decálogo del esquirol", solo tiene seis puntos. Me imagino que porque solo los latinistas deben de saber cómo se llama un manifiesto de menos de diez puntos. Además, eso de los decálogos no deja de ser una fantasía, un intento de representar los asuntos de este mundo de una forma redonda y cerrada, y ya se sabe que casi nada es redondo ni cerrado, y mucho menos el mundo. Dice así:

1.    No hago huelga porque económicamente no me lo puedo permitir.


No puedo permitirme que me descuenten cien euros, entendedlo. Yo y toda mi familia pasamos tanta hambre que el sueldo de un día nos resulta mucho más imprescindible que plantarnos ante una pérdida de derechos histórica. El sueldo de un día es más importante que exigir que nuestros propios alumnos no se vean hacinados en grupos de más de cuarenta; que no puedan ir a la universidad porque sus familias no puedan pagar una subida astronómica de tasas; más importante que se cercenen nuestros derechos laborales como empleados públicos o que se despida a 40.000 profesores COMPAÑEROS NUESTROS.
    2.  No hago huelga porque las huelgas no sirven para nada.


Las huelgas no sirven para nada, porque como todos sabemos la huelga educativa de 1987 jamás existió. Nunca, a consecuencia de esta huelga, dimitió un Ministro de Educación ni se retiró un proyecto de Estatuto Docente del Profesorado. Todos los derechos de que disfrutamos actualmente nos los echó por la chimenea Santa Claus, esto es un hecho.

 
3. No hago huelga porque yo estoy a favor de otro modelo de protesta.


No hago esta huelga pese a que es una huelga histórica, general para todas las etapas educativas desde infantil a la universidad en todos los rincones del estado, porque yo prefiero una huelga a la japonesa, o no firmar actas, o no hacer exámenes, o dar un aprobado general, o hacer una manifestación al mes, o una huelga indefinida… pero que nadie se entere de que todas estas cosas son compatibles con un éxito de convocatoria de la huelga del día 22 de mayo o mejor, que nadie sepa que si cualquier día de estos convocasen alguno de esos modelos de protesta tampoco estaría de acuerdo con ellos, sino con otro distinto que se me ocurriría de forma repentina. Mejor colaboro en hacer fracasar esta convocatoria y en dejar pasar una oportunidad única para asegurarme de que no se convoca ninguna movilización más. Esta es mi sublime estrategia para luchar por mis derechos, los de mis compañeros y los de mis alumnos presentes y futuros.


    4. No hago huelga porque no estoy de acuerdo con los sindicatos.

     La huelga no es a favor o en contra de los sindicatos, asociaciones de padres, madres y alumnos, asambleas y plataformas de profesores, vecinos y cuidadanos ni partidos políticos que la convocan y/o apoyan. La huelga es contra los salvajes recortes en la Educación Pública, una reducción del presupuesto de más de 3.000 millones de euros que supondrá una masificación de las aulas, el despido masivo de profesores y por tanto un grave deterioro de la calidad de la enseñanza y de las condiciones laborales del profesorado. Además, la subida de las tasas universitarias y el encarecimiento astronómico de los másteres limitará las posibilidades de acceso a la educación superior de los alumnos cuyas familias no dispongan de recursos económicos suficientes. No olvidemos que los recortes incluyen una drástica reducción de las becas universitarias y de las ayudas a la compra de libros o comedor escolar en el resto de etapas.  Pero yo no secundo la huelga para expresar mi desacuerdo con los sindicatos aunque ello suponga dar mi respaldo tácito a las medidas gubernamentales que perjudican gravemente tanto a mis alumnos como a mis compañeros y a mí mismo. 

 
5. Tengo derecho a no hacer huelga.  


Tengo derecho a ir a trabajar un día de huelga y voy a ejercerlo. El curso que viene más de 40.000 de mis propios compañeros no tendrán derecho a trabajar ningún día porque serán despedidos, o como se dice ahora “no contratados”. Mis compañeros o yo mismo puede que también lo seamos cuando perdamos el estatus de funcionario docente o puede que no cobremos una buena parte de nuestro sueldo si enfermamos, pero a mí me da igual. Lo prioritario para mí es defender mi derecho a trabajar el único día de huelga que se protesta contra todo esto (...)


    6. Quien me llama esquirol no es un demócrata.


Yo tengo derecho a reventar una huelga, a no secundar una acción colectiva que defiende los derechos de todos, y que convocan de forma unitaria todos los colectivos sindicales docentes, de padres, madres y alumnos. También tengo, faltaría más, derecho a beneficiarme de todo lo que se consiga con esta huelga y de lo que se ha conseguido en otras, aunque yo no haya participado en ellas. Lo contrario sería discriminación. 

Además tengo derecho a que nadie me considere un esquirol ni mucho menos me llame esquirol aunque lo sea.

La libertad de expresión de los que quieran decir en voz alta que ser un esquirol es ser insolidario, rastrero, egoísta y miserable es incompatible con la democracia. La libertad de expresión sólo es para aquellos que sentados en la sala de profesores nos dedicamos a decir que las huelgas no sirven para nada, que no vamos a secundarlas porque no nos lo podemos permitir o que a nosotros los recortes no nos afectan, aunque nada de eso sea cierto.  

Este decalógo de seis puntos termina con una cita contundente:

"Judas Iscariote fue un gentleman en comparación con un esquirol. Al traicionar a su maestro no le faltó el valor para ahorcarse. Y el esquirol no lo tiene".  Jack London.

Lo firma la  Asamblea del IES Arturo Soria.










 



lunes, 21 de mayo de 2012

Un balón da muchas vueltas

Al fin terminó la liga de baloncesto de P. 

El viernes jugaron el último partido de la temporada y, quién lo iba a decir, fueron ellos los que cerraron el marcador, apabullando con una diferencia incontable de canastas al lánguido y menguado -más bajitos todos- equipo contrario. 

Yo disfruté poco y casi me pongo de parte de los perdedores, por la costumbre. Pero mi hijo y sus compañeros no fueron tan empáticos, y jugaron sin piedad, sin apenas darles un respiro, como les hacían a ellos al comienzo. Después de cada descanso o tiempo muerto, salían a la cancha muy chulitos, suficientes, sobrados... P. incluso trató de pasarse el balón entre las piernas antes de una entrada al aro. Naturalmente, se enredó y perdió el balón. Cuando le pregunté por qué había hecho eso, me contestó que el entrenador les había dicho que practicasen alguna jugada difícil, que pusiesen en práctica algún gesto técnico. Le afeé también esas salidas a la cancha tan contentos, y le recordé que esas derrotas dolorosas las habían sufrido ellos en varias ocasiones al comienzo...

"Un balón da muchas vueltas, hijo mío..."- le dije sentencioso.

Me miró sin comprender: - "Para una vez que podemos disfrutar..."

Decidí no insistir: - "Bueno, ya lo hablaremos en otra ocasión". Y dejé que se relamiese con la victoria.

P. y sus compañeros, contentísimos tras el partido

jueves, 17 de mayo de 2012

La que se avecina

Hoy ha salido nuestro artículo del mes, este:

El pensamiento mágico
Hay quien piensa que hemos evolucionado mucho porque hemos llegado a la luna, puesto miles de satélites en órbita, mandado máquinas a Marte; porque podemos volar, y, últimamente, hacer cosas prodigiosas con los ordenadores y los teléfonos portátiles… En este último caso, mi hijo me descarga unas aplicaciones utilísimas en el smartphone, por ejemplo una que convierte cualquier voz en la de Darth Vader, y otra que te localiza los aviones que están pasando en cada momento por encima de tu cabeza, y que te dice de dónde vienen y a dónde van, información que a mí siempre me deja soñador y melancólico… Sin embargo, en otros asuntos, por ejemplo en el de la elección de aquellos que van a gobernarnos, continúa prevaleciendo en muchos el pensamiento mágico, y la gente cree y confía en los líderes políticos como los trogloditas en sus hechiceros…
Por ejemplo, Rajoy ha sido visto por muchos, antes incluso de su victoria, como un mesías que vendría a calmar la voracidad de los mercados y arreglaría en un santiamén todos los desafueros socialistas. Así lo declaraba él mismo con un lenguaje cabalístico y mistérico: “Haré lo que tengo que hacer, porque eso es lo que hay que hacer”, decía don Mariano entre las nubes del incienso electoral. Pero aunque no ha sido así, son muchos los que siguen creyendo en él y sus conjuros como en las recetas de un alquimista. “La culpa de todo lo que ocurre es de los que tienen la culpa de todo lo que ocurre”, se queja ahora, sibilino y zahorí, con los ojos vueltos, como en un trance… Y sus seguidores, igualmente arrobados, se postran de rodillas…
Mi padre, por ejemplo, a pesar de que todas estas medidas que está tomando cada viernes, tacita a tacita, como quien tiene ese día cita con sus amigotes para echarse un partido de tenis, están resultando inútiles y dañinas, mi padre está convencido de que Rajoy nos va a sacar de esta. Y si le pones cara de escepticismo –porque nosotros siempre hemos sido un poco ateos y descreídos- te responde encendido que qué sabremos nosotros. En eso, mi padre lleva razón. Yo en concreto no sé cómo se pueden hacer las cosas tan mal y tan torcidamente.
Pero, claro, con esa oratoria que se gastan, de naturaleza órfica y sagrada, resulta natural que encuentren un buen número de acólitos entregados y dispuestos a ponerles también cada viernes una vela, como si fuesen San Antonio o Santa Rita, que ya saben ustedes que patronean las causas perdidas, y que confíen en ellos como los primitivos en las señales celestes…
A estos fieles, como a los seguidores de cualquier religión, no les gustan aquellos que, ignorantes y descreídos, no compartimos esa fe suya y pensamos que la solución no puede pasar por echarle tierra al pozo, enterrando de paso a los más débiles y desfavorecidos; aquellos que no nos tragamos que la culpa de esta crisis sea de los funcionarios, los jubilados, los enfermos, los emigrantes y los pobres, y que la única solución sea arrebatarles a todos estos derechos fundamentales; aquellos que creemos que son la corrupción política y las codiciosas actividades financieras de bancos y grandes empresas, y el fraude fiscal, y los privilegios de los chamanes políticos, los que desangran la economía mundial. Estas herejías no las toleran bien. Y entonces, incómodos e irritados, en lugar de darnos un guantazo, que es lo que les pide el cuerpo, se ven en la obligación de hacer proselitismo, y te toman del brazo cuando pasas a su lado, y mirándote con lástima y conmiseración, te dicen que lo que para nosotros es una pesadilla es para ellos gloria bendita, y que están muy tranquilos porque don Mariano lo va a arreglar todo.
Pues bien, yo encuentro que, puestos a ser irracionales, es más sensato creer en San Antonio, Santa Rita o Santa Filomena que en cualquiera de los políticos que nos gobiernan… Ante estos señores me declaro ateo, y, repito, considero cien veces más razonable creer en uno de esos santos cuyas vidas puede uno leer en libros tan maravillosos como La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine o De santos y milagros, del maestro Cunqueiro, dos productos acabados y sofisticados de la cultura humana… Hay en esos dos libros belleza, luz y esperanza, alimentos todos indispensables para el hombre. Al contrario, el verbo de todos estos estadistas de pacotilla y de sus voceros es oscuro, miserable y falso. Como oír a un pícaro charlatán que lidera una secta.
Lo dice Ramón Eder en uno de los aforismos de su muy hermoso tomo La vida ondulante: “Un político es un ciudadano menos”. Pues eso.

 Sin embargo, a mí el que me hubiese gustado escribir es este: http://www.jotdown.es/2012/05/enric-gonzalez-el-naufragio/ Tentado estuve de plagiarlo, pero me acordé de Ana Rosa y del berrinche que tuvo que pasar la pobre cuando el suyo, y lo dejé pasar.
¿Lo han leído? No quisiera yo ponerle mal cuerpo a nadie, pero me parece que lo que se avecina son emociones fuertes. También lo dicen otros que, como Enric González, nos son precisamente unos indocumentados
Y lo que tal vez sea más convincente, lo niega el ministro Guindos (http://economia.elpais.com/economia/2012/05/15/actualidad/1337066758_606803.html) y ya se sabe que donde estos dicen una cosa resulta ser la otra. En fin.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Pedagogías III

Llevábamos ya un par de semanas explicando los complementos verbales y también cómo el sujeto debe concordar con el verbo en número y persona. Y cada día les escribía unas cuantas oraciones en la pizarra, para practicar. Ayer les dicté la siguiente: A primera hora colgamos un cuadro en la sala de espera. Después de localizar el verbo, se me ocurrió preguntar lo siguiente: 

-¿Por qué sé yo rápidamente que el sintagma nominal "ese cuadro" no es el sujeto de esta oración?

-Porque es un adverbio - me respondió, en efecto muy diligentemente, F. R.

-.... No es un adverbio, F., te estoy diciendo que es un sintagma nominal, y por tanto sí podría cumplir esa función de sujeto...-le respondí paciente.

-Pero "rápidamente" es un adverbio, ¿no?- me replicó.

A ver, F., me estoy refiriendo a "un cuadro", y mi pregunta es por qué sé, nada más posar mis ojos en ese sintagma nominal, que no es el sujeto. 

-Porque es un atributo... Yo "sé", del verbo "ser"..., ¿no?- respondió de nuevo con presteza.

Me acordé entonces del asunto de los tres sombreros, pero no veía de qué modo ponerme el azul. Solo me parecía apropiado el rojo. Sin embargo, me armé de paciencia y traté de hacerle ver a F. que la oración que analizábamos era una cosa, y las frases que utilizaba para preguntarles por las diferentes funciones sintácticas de aquella, otra  muy distinta, y que debía prestar más atención a esta diferencia.

Entonces entró una mosca por la ventana y vi cómo F. se desentendía de mis razonamientos para seguir la órbita caprichosa y veloz de ese insecto... De nuevo estuve a punto de tocarme con el sombrero rojo de aquella mujer, pero de nuevo logré contenerme. Simplemente le pregunté si lo había entendido y F., sin apartar los ojos del acrobático vuelo de la mosca, me contestó que sí como yo le contesto a P. algunas veces cuando estoy enfrascado en la lectura y me acaba de preguntar algo, no sé muy bien qué.



martes, 15 de mayo de 2012

Pedagogías II

Desde que me dedico a la enseñanza cada vez que alguien habla de mejorar la educación lo primero que se menta es la formación de los profesores. Al principio yo pensaba que lo decían por mí, y secretamente les daba la razón, pues siempre he sido un tanto inseguro y desconfiado de mis capacidades. Luego ya me fui dando cuenta de que no, de que era una especie de mantra que los políticos usaban para echarle la culpa a alguien que no fuesen ellos, y que además les permitía organizar unos cursos pedagógicos casi siempre inefables, que le daban tarea a psicopedagogos casi siempre indescriptibles.

Soy, además, del tiempo de la Reforma, y como cualquier profesor de mi quinta tuve que asistir a un buen número de esos cursos y seminarios. De todos ellos, solo recuerdo verdaderamente útiles dos. El resto..., bueno, del resto sería mejor no guardar memoria. Sin embargo, eso no es posible, y aunque son muchos los que hemos olvidado, hay otros cuyo recuerdo viene a asaltarnos de vez en cuando, dándonos un susto...

Fue ya hace más de quince años, en un lejano pueblo de la sierra. El curso era un popurrí pedagógico que trataba de formarnos como ni la carrera ni las oposiciones habían sabido hacer. Una tarde, la ponente, una joven moderna de pelo alborotado y sonrisa segura y confiada, nos dijo que nos iba a enseñar un método estupendo para resolver los conflictos que se puden producir en un aula. Sacó entonces tres sombreros de una bolsa enorme que tenía a sus pies. Uno rojo, uno amarillo y otro azul. Parecían del atrezo de los payasos de la tele. Los colocó sobre la mesa y nos miró muy fijamente.

-Bien-comenzó a explicarse-, esto son tres sombreros-y guardó un silencio largo y significativo.

En estos  cursos casi siempre nos trataban así, como si fuésemos todos idiotas.

-Como veréis, son, cada uno de ellos, de un color diferente: uno rojo -lo levantó e hizo ademán de colocárselo-, otro amarillo -repitió el gesto- y este último azul -volvió a hacer el mismo ademán.

Comenzamos a movernos en la silla con inquietud.

-Cada color representa un modo de enfrentarse a un conflicto, una actitud. El rojo sería la actitud colérica, autoritaria y represiva; el amarillo la fría, distante y burocrática; finalmente, el azul representa el temperamento cálido, entrañable, dialogante y creativo.

Y paso a ponernos un ejemplo: si un alumno llega tarde a clase todos los días -como el alumno ultra del Oviedo de La bufanda-, para arreglarlo podemos enfrentarnos a él, gritarle, acogotarle, amenazarle, es decir, ponernos el sombrero rojo (se lo encasquetó); o bien no hacerle caso, apuntar su falta en el cuaderno y, al llegar al número de retrasos estipulado por el reglamento de régimen interno, sancionarlo con la expulsión, que sería tocarnos con el amarillo (eso hizo ella). Ninguna de esas respuestas era la correcta, nos explicó. Lo acertado era colocarse el sombrero azul, hablar con él, pasarle la mano por el hombro, darle ánimos, alentarle y, si era posible, aprovechar esos retrasos para hacer algo creativo, didáctico y pedagógico (y concluyó su ejemplificación cubriéndose con aquel muy coquetamente ladeado).

Como era costumbre que esta clase de ponencias durasen toda la santa tarde, para ir restando minutos la muchacha aquella nos puso inmediatamente a trabajar, nos agrupó por parejas y nos pidió que imaginásemos un conflicto, el que nos pareciese, y pusiésemos por escrito cómo se resolvería con el sombrero rojo, con el amarillo y con el azul. Veríamos así, tan cromáticamente, cuál era el mejor modo de solucionar los problemas, y quedaríamos convencidos y seríamos después, sin lugar a dudas, unos docentes mucho mejor formados.

A mí me tocó formar pareja con J. un profesor de inglés muy nervioso que nunca conducía a menos de 140 por hora y se pasaba el día pensando cómo gastarle una broma pesada a cualquiera. Yo me llevaba muy bien con él porque nunca me monté en su coche y, no sé cómo, me salvé de aquella obsesión suya por embromar a todo el mundo. No tardamos ni un segundo en ponernos de acuerdo. Fuimos los primeros en terminar nuestro informe. La ponente nos miró agradecida por tanta diligencia y, cuando al fin concluyó el resto de parejas, nos animó a leer nuestra propuesta.

El conflicto que habíamos elegido era muy sencillo y verosímil: un alumno, en mitad de un clase, se tira un pedo tan sonoro y tronante que sería inútil hacerse el sordo.

La ponente nos miró un tanto asombrada, pero no dijo nada.

Con los sombreros rojo y amarillo no nos extendimos demasiado, pues poco había que decir: le llamaríamos gorrino, guarro, marrano, cerdaco, lo zarandearíamos y lo sacaríamos de clase, coléricos y terribles, y le pondríamos un parte gravísimo... Efectivamente, entendíamos que esas no eran maneras. Así que  donde nos explayamos fue bajo el sombrero azul: después de haberle preguntado si tenía algún problema intestinal que le impedía controlarse como la buena educación exige, habíamos detallado un buen número de actividades, todas de enorme creatividad: un concurso de pedos, con varias categorías, como en igual que en los oscar de Hollywood: el más largo, el más agudo, el más grave...; una antología en la que distinguiesen los diferentes modos de peer que se conocen: pedos pamplona, pedos yonofuiiiii, pedos valladolid..., etc. A medida que leíamos todo esto, aquella mujer iba palideciendo y la sonrisa que le había iluminado la cara toda la tarde se le había vuelto un raro rictus... Cuando llegamos a la parte en la que proponíamos animar a los alumnos a articular alguna palabra (sustantivo, verbo, adjetivo o adverbio, eso nos daba igual) con un pedo, se levantó aquella mujer, recogió sus sombreros y se fue.

Al cabo de unas semanas, nos llegaron los créditos que certificaban nuestro aprovechamiento y nos declaraban aptos.









lunes, 14 de mayo de 2012

J. A. en Bulgaria

Mañana se va J. A. a Bulgaria. A hacer las prácticas del grado superior de Fotografía que ha estado cursando estos dos últimos años en Granada. Se va fuera porque le han dado un beca, que si no, le tocaría hacerlas en cualquier estudio fotográfico de la ciudad, trabajando en comuniones y bodas; o, aún peor, en algún periódico local, acudiendo a las ruedas de prensa de los políticos municipales y autonómicos. Pensar que tendría que hacer alguna de esas dos cosas le desasosegaba. Porque lo de la beca no ha estado seguro hasta última hora, ya que habían reducido su número una barbaridad... 

Cuando al fin le dijeron que sí, que se iba a poder ir al extranjero, le comentaron que sería a Praga, Copenhague o Berlín. Sin embargo, finalmente se va a la lejana y exótica ciudad de Sofía, a un piso que tendrá que compartir con unos cuantos erasmus... Aún no sabe qué ocupación le han buscado allí, pero ya le hemos dicho que no se preocupe, que aunque sean bodas y comuniones se parecerán bien poco a las de aquí, y que qué envidia, lo que nos gustaría irnos a nosotros también ahora de este país nuestro por una temporada, a Sofía, a Katmandú, a la Conchinchina...

Lo que no le hemos dicho es que si le ponen a hacer ruedas de prensa, entonces probablemente se lo va a pasar peor, porque los políticos son iguales en todas partes... Andaluces, españoles o búlgaros, como dice Ramón Eder, "un político es un ciudadano menos", y eso es lo que los iguala a todos, tan semejantes, tan anodinos, tan poco fotogénicos...



viernes, 11 de mayo de 2012

Pedagogías

Se me olvidó decir ayer, a propósito de La bufanda, que al ser el protagonista profesor de soldadura en una fundación en el polígono de Silvota, se pueden leer en la novela algunas reflexiones de carácter pedagógico. Por ejemplo, tras una escena en la que, harto de un alumno impertinente que siempre llega tarde -y además es ultra del Oviedo-, le recrimina su enésimo retraso. Al contestarle este con descaro, el protagonista estalla: 

"-Pues a lo mejor, la próxima vez que llegues tarde, en lugar de ponerte falta, igual te arranco la cabeza de una hostia!- le grité dando un puñetazo en la pared.

No se movió nadie. Ni él, ni ninguno de los otros. La verdad es que no los sentí ni respirar. Aquella jornada lectiva fue de las más agradables que recuerdo, gracias a la facilidad con la que se explican las cosas cuando el comportamiento es formal. Qué disciplina, qué maravilla. Muchos problemas se arreglarían en la enseñanza secundaria si dejasen a los profesores dar un hostia a los alumnos de vez en cuando. Pero la norma no permite a los profesores de secundaria actuar de esa manera. Y a los de soldadura tampoco."

No es una reflexión de gran hondura, y además la tesis es falsa. Si a los profesores nos dejaran hacer eso, las cosas irían sin duda mucho peor, que era exactamente como marchaban cuando se podía hacer. Ahora bien, tengo para mí que ciertas libertades podrían llegar a funcionar. Me explico.

Como uno da sus clases con verbo florido y cuidado, por ofrecerles a nuestros alumnos un modelo lingüístico como ha de ser, si un día se te ocurre soltar un taco o una palabra malsonante, se llevan las manos a la cabeza, les sube el arrebol a las mejillas y quedan espantados y conmocionados, y no lo olvidan en lo que queda de curso. Y como lo que se trata es de eso, de dejarles en la memoria huella de las lecciones que les impartimos, hice uso el otro día de este recurso, cuando les explicaba que ciertos pronombres átonos no pueden realizar jamás la función de sujeto. Y para grabarlo a fuego en sus memorias, les dije así:

-Cuando os encontréis en un oración con uno de estos pronombres, haced como cuando os tropezáis por la calle con una mierda -y pronuncié esta palabra con todas la letras, regodeándome es su fonética perfecta, apoyándome en sus dos sílabas como quien da dos golpes de tambor: MIER-DA-. Paraos en seco, no piséis esa cagada. Y buscad el sujeto en otro sitio.

La conmoción fue total. Se miraban unos a otros incrédulos, diciéndose con los ojos: "¿Ha dicho mierda? ¡Síiii, lo ha dicho", y se les dibujaban en los labios unas sonrisas nerviosas. Ya ves, la palabra "mierda", alterándolos a ellos, que en los pasillos utilizan un lenguaje de grueso calibre... 

La única pega de este novedoso y sencillísimo método pedagógico es que se puede usar muy poco, pues si empiezas a soltar palabras como esas, desusadas en tu discurso habitual, dejan inmediatamente de ser una novedad y pierden toda su carga de sorpresa... Sin embargo, empleadas en el momento justo, para dos o tres veces por curso te pueden servir.

Ahora queda comprobar si el método da resultado y han aprendido cómo se encuentra el sujeto o por el contrario solo se acuerdan de la mierda.






jueves, 10 de mayo de 2012

Qué difícil es escribir una novela

Ya leí, como aperitivo a este fin de semana en el que el Sporting bajará a 2ª, La bufanda. Lo hice en un par de tardes, y me volví a convencer de lo difícil que es escribir una novela. Lo pasé bien, no lo niego, y con eso debería resultarnos suficiente, pero no... Es uno un pedante insoportable, y no nos vale solo con eso.

Lo pasé bien porque habla del equipo del que somos hinchas, por algunas escenas divertidas, por la trama bien perfilada, por unos personajes más o menos vivos aunque escasamente complejos... Me divertí, sí, pero como novela, como novela a mí me parece que vale poco...

Me parece que la prosa es como la de esos alumnos aventajados del bachillerato, muy correcta pero sin gracia ni vuelo, los diálogos acartonados y varias escenas resultan bastante pueriles (todavía me sonrojo cuando recuerdo aquellas en las que el protagonista se ve asediado por sus ángeles guardianes, maligno el uno, benéfico el otro, cada uno en un hombro...).

Y no he parado de pensar en el esfuerzo del autor, en las horas que le habrá ocupado el escribirla, y el pensarla y repensarla... Si uno no fuese tan pedante, no tendría ahora tanto reparo, y habríamos disfrutado de su lectura cien veces más. Si fuese más prudente, no habría comprado este libro y  no  lo habría leído. Y si fuese más educado, no habría venido aquí a afearle a ese relato todas esas cosas. Uno, si siente el deseo de hablar de libros, solo debería hacerlo de aquellos que le han gustado sin reservas... Pero hay cosas que resultan ya inevitables: ser del Sporting,  un pedante y  un charlatán imprudente y maleducado...


miércoles, 9 de mayo de 2012

El dulce camino de las victorias


Desde Semana Santa, el equipo de P. no hace otra cosa que ganar. El viernes último con solvencia, seguro, firme... P. metió ocho puntos, cogió varios rebotes y, sobre todo, robó media docena de balones hurtándoselos al base contrario e iniciando fulgurantes contraataques. Vivimos, los padres, en un éxtasis constante... La cara de satisfacción que veíamos en los rostros de los padres de los otros equipos al comienzo de la temporada, se nos dibuja ahora a nosotros. Pero la victoria resulta siempre mucho menos poética y más difícil de contar, y hasta da un poco de vergüenza hacerlo. Y así le recuerdo a P.-y de paso a mí mismo- lo que dice Ramón Eder: "Cuando nos elogian tenemos que procurar (y no es fácil) no hacer el pavo real de ninguna de las maneras".






martes, 8 de mayo de 2012

Música

Con tanta fea noticia de banqueros, bolsas, recesiones, derrota y miseria, no sabe uno dónde esconderse. Menos mal que, como decía Aute, queda la música...

Así que dejo aquí dos de nuestros últimos descubrimientos. Estos hallazgos los hacemos siempre  por pura casualidad, y seguramente para la mayoría no serán, como para nosotros, cosa nueva, pues ya conocerán de sobra a estos artistas... Nosotros no habíamos escuchado nada de ellos hasta hace unos pocos días. Sin embargo, desde entonces los escuchamos una y otra vez, embelesados, y su música nos distrae de los banqueros, de las bolsas, las recesiones, las derrotas, la miseria......



lunes, 7 de mayo de 2012

No ye Quini

"No ye Quini, que ye negru", pintaron en las paredes de El Molinón, demostrando que uno puede ser racista y despreciable y saber hacer un calambur... Acababa de fichar el Sporting a Yekini, el delantero centro de la selección de Nigeria que había estado magnífico en el Mundial de Estados Unidos.

Nosotros lo vimos jugar aquí, una tarde dominical fría y ventosa, en el viejo Carlos Belmonte, desde una esquina del fondo norte... Marcó Yekini aquella despacible tarde de invierno uno de los tres goles con los que el Sporting venció al Albacete. Fue uno de los cuatro que hizo en los dos años que vistió esa camiseta. Efectivamente, no fue como Quini. Como a tantos otros, no le fue bien en Gijón, lo cual a veces más parece culpa del equipo que de esos jugadores que llegan con un gran cartel y acaban ensombrecidos en el banquillo o en la grada... Era un delantero centro grande, potente, hábil, goleador...  Delantero centro pienso yo que es lo mejor que se puede ser en un campo de fútbol. Mi vocación más seria fue siempre esa: jugar al fútbol y con el nueve a la espalda. Sin embargo, pasó por nuestro equipo sin pena ni gloria. 

Hoy acabamos de enterarnos de que ha muerto. Lo lamentamos verdaderamente. Ha muerto Yekini. ¡Viva Yekini y todos los delanteros centros, afortunados o no, del mundo!


viernes, 4 de mayo de 2012

El gafe

Defiende nuestra amiga T. que José Luis Perales es gafe. Hasta tal punto está convencida de ello, que si pronuncias su nombre se altera mucho, busca algo de madera que tocar y te conmina a no volver a decirlo   en voz alta jamás. Como si se tratase del malvado Voldemort, ya saben, el de Harry Potter, al que todos llaman El-que-tú-ya-sabes o El-que-no-debe-ser-nombrado.

De todas maneras maneja nuestra amiga T. algunos argumentos para considerar a ese dulce cantautor un cenizo evidente y cierto. Cuenta que un día, cenando en un restaurante -T. sale mucho a cenar por ahí, y también a comer-, sonaba por el hilo musical uno de los discos de ese trovador conquense. Entonces, le solicitaron al camarero que les atendía que por favor cambiasen de música. Al parecer el hombre no puso pega alguna, pero, curioso, les preguntó el motivo de su petición:

-¿No les gusta José Luis Perales?- inquirió.

Tocando la mesa con desesperación, T. le dio la explicación:

-No se trata de eso. Es que es gafe.

El camarero se quedó unos segundos pensativo...

-Pues la verdad es que a mí siempre me ha gustado mucho y..., me ha ido tan mal en la vida...- y con la servilleta tristemente caída sobre el hombro, se marchó cabizbajo hacia la cocina.

El segundo argumento es otra conversación casual. Con la jefa de departamento del instituto.

-¿Por qué decís que J.L.P. -así se refiere T. a él- es gafe? Eso es una gran tontería.

Le relató T. entonces la historia del camarero desgraciado.

-Pues J.L.P. fue novio de una amiga mía...

-¿Y cómo le ha ido a esa amiga tuya?

-Pues..., la verdad es que hace años tuvo un accidente grave... Pero se recuperó... No se mató... Sólo se destrozó la cara...

Para que quieres más. T. dio un golpe en la mesa, pero no para ahuyentar el mal fario, sino para reafirmar esa idea suya y ahora, si está presente, no se le puede nombrar a ese cantante.

Bueno, a veces sí lo hacemos, para verla saltar en la silla y agarrarse a la mesa.

-El otro día hablaron en el telediario de J.L.P.(y lo pronunciamos con todas las letras)..., va a sacar disco...

-¡No lo nombres! -grita entonces T. sujetándose al filo de la mesa como si estuviésemos en mitad de un terremoto.

Hoy le he enseñado el siguiente vídeo, a pesar de su final un poco grueso, por lo que ahora se verá. Es como una terapia, para ver si se va curando de ese temor irracional  a tan dulce e inocente cantor...





jueves, 3 de mayo de 2012

Un inspector en Andorra

Si alguien desea saber con claridad y fundamento lo que se ha hecho de la educación en nuestro país desde hace ya muchos años, con gobiernos de los hunos y los hotros -que escribiría Unamuno-, no tiene más que leer ESTA NOTICIA. En ella queda todo perfectamente explicado.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Colgando de un hilo (que no tardará en romperse)

Hoy bajará a 2ª el Sporting. Y si no es hoy, será el próximo fin de semana. El caso es que bajará.

Ayer estuve viendo el partido por la tele. Le habría gustado a uno estar El Molinón, aunque si nos hubiésemos encontrado en Asturias tampoco habríamos ido. No nos gustan las multitudes, nos manejamos mal entre el gentío, somos gente de rincón, solitarios, un poco misántropos... Pero qué emocionante escuchar a todo un campo cantar a su equipo cuando este juega de una modo deplorable, está perdiendo sin remedio y esa derrota supone el descenso seguro. En fin.

Dicen las matemáticas que aún no está todo perdido, y esa es una prueba, entre otras muchas, de que las matemáticas no son de fiar. Bajará nuestro equipo del alma -probablemente esta misma tarde-, pero nosotros, ajenos a las luchas olímpicas entre Madrid y Barça, seguiremos comiéndonos las uñas durante sus partidos, sean estos en la categoría que sean. Porque las fidelidades que uno forjó en la infancia nunca se traicionan.

Por esa misma razón, esta tarde me he ido a la librería y he comprado una novela que se titula La bufanda y que trata de las aventuras y desventuras de un seguidor del Sporting. La novela no sé cómo será, tal vez no valga mucho (la tildan de "divertidísima y bipolar", lo cual es inquietante) pero hoy he hecho esa compra como un acto simbólico. Para que conste.



martes, 1 de mayo de 2012

Los aforismos de Ramón Eder

Los aforismos son peligrosísimos. Algunos lo mismo que dicen una cosa, podrían decir la contraria, como calcetines que nos pusiésemos del revés; otros resultan ininteligibles; y en muchos de ellos, la distancia entre el tópico y la idea brillante, entre la banalidad y lo poético, entre el pensamiento pueril y el hallazgo, parece a menudo muy pequeña. En consecuencia, se trata de un género de riesgo. Por eso  nos da tanta alegría habernos encontrado con un libro como este, La vida ondulante, de Ramón Eder, en el que esos peligros se sortean con naturalidad y magníficamente.

Es un libro muy pequeño, que cabe en la palma de la mano. Pero es profundo como un pozo del que siempre podemos sacar un agua clara y consoladora. Lo hemos llevado con nosotros muchas tardes por ahí, y lo hemos abierto por cualquiera de sus páginas, y en cada una de esas ocasiones, nos iluminó o dio alegría.

Dejo aquí algunas muestras:

"Leer es dejarse de tonterías".

"Los libros cuando son malos son muy caros, y cuando son buenos son una ganga".

"Cada vez que miramos el reloj perdemos un segundo de vida".

"La desdicha, más que con lo que nos acontece, tiene que ver con la manera de afrontarlo".

"Cuando se va la luz en casa, volvemos al siglo XIX".

"Dormir bien es tener solucionado un tercio de la vida".

"Acariciar purifica las manos".

"Todo está dicho, pero hay que volver a decirlo en la jerga de nuestra época".

"No sé si Dios existe, pero lo cierto es que insiste".

"La realidad no existe, pero no hay salvación, es como si existiera".

"Muchas veces he intentado echar raíces, pero siempre me lo han impedido las alas".

"Sonreír es vencer la ley de la gravedad".

"Reina en la vida un encanto inexplicable".