jueves, 28 de junio de 2012

Fin de curso

Nos vamos. Así que dejamos aquí, por si alguien se despista y acaba en este desván, una canción...

Que el verano sea benigno para todos...


lunes, 25 de junio de 2012

Un rapto de locura

La noche de San Juan hacen aquí una procesión que llaman de las antorchas. La gente acude a las puertas del ayuntamiento y recoge la tea que les da la alcaldesa o alguno de los concejales, que están allí tan contentos sonriéndole al pueblo de una manera exagerada, como si estuviese el horno para bollos.

Nosotros no habíamos ido a esta procesión jamás. A P. se lo llevaba su tío y luego se quedaba a dormir con sus primas, de manera que A. y yo aprovechábamos para darnos un paseo por ahí, lejos de la ruta de esa fiesta, tomarnos unas cañas y volvernos para casa a una hora decente. Si acaso, veíamos a lo lejos la estampa de las gentes con sus fuegos en alto, y aunque quedaba bonita, a mí me entraba un escalofrío porque me traía a la memoria, esa imagen, la escena final de Frankenstein, cuando los del pueblo se disponen a quemar al pobre monstruo. Yo, en cuanto veo al pueblo reunirse para ir de fiesta, me pongo a temblar.

Sin embargo, este año alguien propuso que acudiésemos todos los de la educación pública ataviados con nuestras camisetas verdes y reivindicativas. Así que después de contemplar cómo España liquidaba con la eficacia y discreción de un cirujano a los franceses nos metimos las dichas camisetas  y allí nos fuimos, a por nuestra antorcha. 

Con esa camiseta verde seríamos, contando por lo alto, veinte o veinticinco. Y la alcaldesa y sus concejales, cuando nos tocó recoger la antorcha, nos sonrieron más que a cualquiera, unas sonrisas temibles y rarísimas, por lo exageradas, que dejaban al descubierto unas dentaduras bien afiladas y unas encías luciferinas y espantosas. A mí me echaron un poco para atrás...

Luego, ya en marcha hacia la gran hoguera, la imagen era hermosa y, charlando con P. y con el fuego que llevaba delante de mis narices, se me fue pasando, poco a poco, el miedo. P. me iba contando de las procesiones de otros años, y el fuego, que se iba consumiendo poco a poco, me explicaba que, como él, todo es pasajero en esta vida, y que por lo tanto estos malos tiempos acabarán por pasar."Ya", le contestaba yo, "pero es muy posible que cuando al fin pasen haya quedado todo carbonizado". A eso, el fuego no me contestaba nada, cambiaba de dirección y me daba la espalda. P., en cambio, me miraba preocupado: "¿Con quién estás hablando, papá?"

Luego el gentío fue creciendo a nuestro alrededor, y entre esa concupiscencia y el calor tan grande que provocaban a nuestro alrededor tantos fuegos, comenzaron a entrarme unas ganas enormes de quemar y destruir, igual que los pueblerinos de Frankenstein. Me subieron a la garganta unos deseos enormes de  arengar  a las masas para animarlas a que nos diésemos todos la vuelta y, en lugar de levantar la gran hoguera sanjuanina, conducirles a quemar el ayuntamiento y a perseguir a esos seres de sonrisas diabólicas y falsas. "A por ellos, oéeee, a por ellos, oéeeee...", comencé a gritar dándome la vuelta. La gente me miraba con simpatía, por creer que estaba celebrando todavía la victoria de la selección, pero A. se dio cuenta, por mi mirada extraviada, que no era eso. Así que me cogió del brazo, me hizo girar en el sentido de la marcha y ya nos apartamos un poco sin llegar a la gran hoguera, que se alzaba majestuosa, hipnótica y terrible, a unos cien metros de donde estábamos.

Al final, con los fuegos artificiales y un helado, volví en mí.


jueves, 21 de junio de 2012

Artículo inédito

Tan embebido anda uno con las partidos de fútbol que se me olvidó mandar el artículo de este mes... Lo pongo aquí sin saber qué pasará, si lo sacarán en julio o en agosto, o si ya habrá llegado el corralito o la pobreza sin remedio, y todas estas cosas que uno dice en él no tengan ya importancia ni sentido... Quién sabe...





Los grandes relatos
Al comienzo de su gobierno, a Zapatero le gustaba mucho citar el Quijote. No recuerdo muy bien a santo de qué, pero sí guardo memoria de una intervención en el Parlamento en el que lo nombró un par de veces. En seguida dejó de hablar de él. Naturalmente, como hacen todos los políticos, sean del color que sean, no era aquello otra cosa que una engañifa, un espejuelo, un adornarse sin fundamento. Si en verdad le hubiese importado algo ese libro, habría sabido que en él se muestra como en espejo claro que son nuestros sueños los más valioso que poseemos, y que nunca debemos abandonarlos, por descabellados que sean, siempre y cuando lata en ellos la sed de justicia, la piedad y la compasión. También habría leído allí que hay que ser altivo con el poderoso y humilde con el menesteroso, exactamente lo contrario de lo que quieren hacernos creer  nuestros políticos, tanto los que dicen gobernarnos como aquellos que sufren ahora el duro y polvoriento paisaje de la oposición…
En palabras de Andrés Trapiello, Cervantes nos hace ver a todos “que en nosotros duerme un ser tan puro y generoso como el famoso hidalgo, tan leal y concienzudo como el no menos célebre escudero” y que es ahí donde radica el milagro de esa novela. Si lo de Zapatero hubiese sido un interés genuino y verdadero por esa obra, habría gobernado este reino de un modo bien distinto. Pero ya avisaba Benjamin que los grandes relatos habían muerto, que esa sabiduría que se transmitía de generación en generación estaba arrasada, y que a cambio solo tendríamos una visión turbia, falsa y torcida de las cosas. Al Quijote ya se encargaron nuestros políticos de eliminarlo de los programas escolares, o al menos de arrinconarlo en una esquina, lo mismo que con la literatura toda.
Los relatos de hoy son de una categoría narrativa infame y de una catadura moral que ni les cuento… Lo elaboran los mercaderes con los que don Quijote se encuentra por el camino, los ordenados caballeros del Verde Gabán, los duques que lo acogieron en su palacio para burlarse de él, los alguaciles, los alcaldes rebuznadores, los arrieros procaces, los interesados venteros, los avellanedas de este mundo. El relato que se está tejiendo hoy es un relato pobre, mísero, groseramente articulado con toda clase de datos torcidos o vueltos del revés, demagógico y mísero… Es ese relato en el que la corrupción política y los abusos financieros y empresariales no aparecen por ningún lado, como si esto hubiese sido una arcadia feliz hasta que los trabajadores, los empleados y obreros,  los funcionarios, los enfermos y la ciudadanía en general, esa que anda por la calle tan tranquila, comenzó a abusar de todo, a pedirse bajas por enfermedades imaginarias, a abusar de medicinas que no necesitaba, a llevarse a su casa cajas de tiritas de los ambulatorios y a colapsar los servicios de urgencias por no tener otro lugar mejor al que ir a pasar el rato; ese mundo en el que los profesores viven sin dar un palo al agua, ignorantes y mal formados y en el que la educación no sirve para nada; ese mundo, en fin, en el que todos hemos vivido la vida loca, siempre por encima de nuestras posibilidades, mientras los austeros políticos y los serios banqueros vivían como cartujos avisándonos de que así no se podía continuar…
Dice Enric González en un librillo delicioso que acaba de publicar que “cualquier invención es válida, con tal de que la crea un número suficiente de personas”. El libro trata de fútbol, pero últimamente cada cosa que leo me trae a la mente todo lo que nos está pasando. Y en nuestro país, en estos tiempos lúgubres, el gran relato que se nos está elaborando, aunque es desvergonzadamente falso e inventado, se lo creen muchas personas, algunas incluso de buena voluntad.
No hay dinero, dicen en este cuento chino suyo, pero resulta que les van a dar a los bancos un número de millones tan enorme que a mí me resulta abstracto y que soy incapaz de imaginarme; no hay amnistía fiscal, pero si usted tiene dinero negro solo tendrá que pasarse por el banco para que le quede inmaculado; no hay rescate, ni estamos intervenidos, pero todas las medidas de austeridad que llevamos meses sufriendo se ve que las estamos haciendo por deporte; en educación no hay recortes pero habrá muchos profesores menos para atender a clases más numerosas…
En una escena de “Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores”, de los Monty Python, hay una escena en la que un caballero negro se interpone ante otro blanco y le impide seguir su camino. El caballero blanco le acomete y le corta un brazo al caballero negro, pero este continúa sin darse por vencido, en mitad del sendero. “Puedo continuar luchando”, grita. Entonces el caballero blanco le corta el otro brazo y el caballero negro porfía. De modo que le corta también las piernas, primero una y luego la otra. Y ya pasa adelante ante el disgusto del caballero negro que, convertido en un muñón, grita que se detenga y siga luchando, que él no se ha rendido, que no sea cobarde… Ese caballero, al contrario que don Quijote, que sabía muy bien quién era y qué estaba haciendo, y que dejó dicha aquella sabia divisa que reza que “quien quiera, pueda; quien pueda, quiera”, sí era un verdadero loco.
Pues bien, si continuamos así, aceptando este relato mentiroso, acabaremos la mayoría como ese loco caballero mutilado. Y entonces, aunque queramos, ya no podremos; y los que puedan, no querrán. No querrán porque ya se habrán quedado con todo.



 

miércoles, 20 de junio de 2012

La tormenta perfecta

No dudaría ni veinte minutos. Pero resultó formidable. Se puso el cielo del color del mar Cantábrico en el invierno, y al poco se desató un vendaval de granizo y viento que se estrellaban locos contra los cristales. Todos nos pegamos a los de nuestras ventanas, sorprendidos por la violencia con que se abalanzaba el agua contra la ciudad, y nos mirábamos con los ojos muy abiertos. El viento, capitán general de semejante carga, guiaba al granizo loco de aquí y para allá, como insuflado de ira divina. Muy pronto la calle se hizo río, un río de agua negra como lo fue el de mi pueblo, y arrastraba papeles, cartones, bolsas... Los coches se subían a las aceras y se detenían allí, atemorizados. Vimos pasar a un hombre, sin paraguas, que caminaba bajo el huracán como si tal cosa. Seguramente un místico o un suicida... Alguien con una misión abrumadora. "A lo mejor", les dije a A. y a P. "es ese hombre el que va a detener todo esto".

Estábamos esperando nosotros a los montadores que le iban a cambiar la habitación a P. No pudieron llegar. Nos llamaron para decirnos que estaban en el almacén, achicando agua...

Luego, todo cesó, y se abrieron muchos claros, y las nubes ya no tenían el color de la ceniza. Volvió a verse un cielo azul, inocente e impasible, como si no hubiese sucedido nada. En la tierra anegada comenzaron a escucharse las sirenas de los bomberos.

P.D. Esta mañana, en la radio, el director del Botánico hablaba con la voz quebrada... "Se puede decir que ya no hay Botánico en Albacete", gemía el pobre hombre. Al salir para el trabajo, en la rotonda de La Veleta, un pruno tronchado arrastraba sus ramas en el asfalto.


Segurola & González




swf">


El domingo pasado, en este programa, pude escuchar a dos de mis escritores preferidos. No son poetas, ni novelistas, pero lo que escriben me hace siempre muy feliz... Con ustedes, en el vídeo de suso, Santiago Segurola y Enric González. (También salen dos modistos muy salaos, que hablan con desparpajo de lo mucho que les gustan los libros de Stefen "Suin", -pronunció uno-, de la Guía "Michelen" -pronunció el otro-  y del Quijote -pronunciaron los dos-, pero muy brevemente).

P.D. Aquí, el último artículo de Enric González en Jot Down. Como la deuda española, impagable.

martes, 19 de junio de 2012

Llorar. A propósito de "El faro de Blackwater"

Desgraciadamente, no tiene uno la lágrima fácil. Lloramos poco, y eso debe ser tan insano como no reír lo suficiente.

No recuerdo haber llorado con ninguna película jamás, por emocionante que hubiese sido esta. Ni con ningún libro, con ningún poema...

Sin embargo, el otro día, al cerrar esta novela de Colm Tóibín, se me humedecieron los ojos. No puedo imaginarme otra forma de contar la historia de esa familia irlandesa y su tragedia que la que ha elegido Tóibín. La naturalidad y la sencillez con la que va desplegando el relato, y la delicadeza con la que saca a la luz la psicología torturada de la protagonista. La teníamos, esta novela, en la mesilla de noche desde hace tiempo. La compramos en la feria del libro, allá por el invierno. Apenas nos costó tres euros. Ahí ha estado cerrado este libro impagable. Si hubiésemos sabido lo que nos iba a gustar, habríamos apartado todos los demás y no habríamos demorado tanto su lectura...





Ahora que estoy acabando esta entrada, me viene al recuerdo una vez en que sí lloré, en la que lloré a moco tendido. Fue la primera vez que escuché, en nuestro viejo tocadiscos, Hombre preso que mira a su hijo, el poema de Benedetti que cantó Pablo Milanés... Ya ni me acordaba...

lunes, 18 de junio de 2012

Eurocopa


Del partido de Las Pinaíllas no solo volví ahíto y fatigado como un bárbaro tras la conquista de Roma, sino también con un esguince. Leve, pues casi ni me di cuenta. Sin embargo, al día siguiente tenía el tobillo derecho como una bota de vino. A. se alarmó. En su familia, a los esguinces los tiene catalogados como enfermedad grave. Así que me sentó en el sofá, me puso con el pie en alto y no me dejó hacer nada. Como un marqués me está tratando.

A mí, la verdad, no me duele en absoluto, y puedo caminar perfectamente, pero A. no me cree y me dice a cada instante que un esguince mal curado puede acarrear nefastas consecuencias. De manera que, sumiso, me dejo caer en el sofá con una bolsa de hielo abrazándome el tobillo, y me pongo a ver los partidos de la eurocopa, todos y cada uno. Y ya no voy a Mercadona, ni a llevar y recoger a P. de la academia de inglés, del baloncesto o el kun-fu, nada. De todo se encarga A. Yo, en cambio, no hago otra cosa que ver el Polonia-Grecia, o el Ucrania-Suecia, lo mismo que el Alemania-Portugal o el Francia-Inglaterra. Sin discernimiento ni descanso, uno a las seis de la tarde y otro una hora después de acabado el anterior. En los descansos, leo las páginas deportivas de los periódicos o escucho en la radio las novedades de nuestra selección.

Al parecer el mundo se desmorona a nuestro alrededor, el equipo directivo de mi centro ha dimitido, no se sabe cuántos quedaremos el curso próximo para dar clases a cientos de chiquillos divididos en grupos de cuarenta..., pero este esguince me ha hecho ver las cosas de otro modo. ¿Cuándo volveré a hacerme uno?, me pregunto. Si en más de cuarenta años solo me he hecho dos, no parece que el próximo esté muy próximo. Así que he decidido vivir subido a mi sofá, sin preocuparme en nada más, solo atento a la eurocopa, a las frustraciones infantiles de Ronaldo, Robben o Ibrahimovic, al momento en que Trapattoni  vacía sobre el campo el botellín de agua bendita que le proporciona una monjita amiga, a la desesperante falta de puntería de Torres, a la presencia olímpica de Mario Gómez, a la lucha guerrillera de Grecia, a la resurrección de Shevchenko, a los movimientos elegantísimos de Benzema... Y ya no recuerdo qué cosa sea la prima de riesgo, ni cómo se llama nuestro presidente del gobierno...






jueves, 14 de junio de 2012

La llegada de los bárbaros

La semana pasada dimos por concluida nuestra temporada futbolística con el habitual partido en Las Pinaíllas...

Llegamos a ese exclusivo club de golf como los bárbaros a Roma, hablando más alto de lo que allí se habla, en grupos de cuatro o cinco donde la costumbre es ir de dos en dos, en coches un poco más polvorientos, un poco más viejos, un poco más pequeños de los que en aquel aparcamiento se estilan...

Vamos, además, con camisetas deportivas y en vaqueros, y nos cambiamos en unos vestuarios en los que lo único que se ve colgado en las perchas y taquillas son  pantalones de pinzas y  camisas con un crecido jugador de polo en el lado izquierdo o polos con un cocodrilo en el mismo lugar...

Es un sitio silencioso, en el que parece no haber nadie. Naturalmente, si nos dejan entrar es porque en seguida nos vamos al campo de fútbol 7, que está bastante apartado de los aterciopelados greenes y las calles de seda...

Alguien dijo que  mientras el rugby es un deporte de villanos jugado por caballeros, el fútbol  es en cambio un deporte de caballeros jugado por villanos. Vistas así las cosas, se entiende que el golf, tan lento, delicado y ceremonioso, sea cosa de patricios y otras gentes igualmente nobles, ociosas y despreocupadas.

El partido, como casi siempre, resultó agónico. Bajo un sol de justicia, luchamos a brazo partido, corrimos más de lo que nuestras fuerzas nos permitían y nos lo pasamos, efectivamente, como unos bárbaros. Tras ir perdiendo 5-1 en la primera parte, resurgimos de nuestras cenizas en la segunda y, en épica remontada, conseguimos el empate, momento en el que decidimos todos dar por concluido el encuentro. Más que un empate, por tanto, podríamos hablar de una rendición en toda regla.

Y ya nos subimos al bar, donde nos abrazamos a unas cervezas heladas que allí nos tenían preparadas y, sentados en la terraza, contemplamos el atardecer sobre aquella verde Roma entre bancales conquistada.


martes, 12 de junio de 2012

El viaje entretenido (Pintura rápida)

Después de Almagro, por la tarde y ya en Villanueva, mientras los demás descansaban un rato me fui a callejear y a visitar una librería de viejo que hay allí. Tenían poca cosa, pero todo muy bien dispuesto y ordenado. Nos habríamos llevado un tomito con las conferencias que Jiménez Lozano dio en la Residencia de Estudiantes sobre el oficio de escribir, y el ensayo de Azaña sobre el Quijote, pero ya los tenemos a ambos  en casa. Confirmando el espíritu soñador de este lugar, había muchísimos libros de viajes.









Al salir, en la plaza estaban expuestos todos los cuadros de un certamen de pintura rápida que habían celebrado esa mañana. La plaza estaba llena y las gentes expectantes. Desde un estradillo, comenzaban las autoridades a cantar los premios. Anunciaban el nombre del mecenas que patrocinaba cada galardón, y acto seguido el nombre del pintor afortunado. Dieron, si no llevé mal la cuenta, más de veinte: Electricidad Romero, 200 euros; Cierres metálicos Puerta, 250; Joyería Serrano, 300; y así sucesivamente. Tiendas de electrodomésticos, agencias de viajes, ópticas, restaurantes y figones..., hasta el multiprecios Badulaque contribuyó a este homenaje al arte pictórico. Hubo, también, un particular, que subió elegante de sombrero y tirantes a entregar diploma y cheque, y el propio ayuntamiento, a pesar de los tiempos negros que corren, contribuyó con uno de los premios más abultados. El primero, que patrocinaba una fundación de artistas locales, 2500 euros.

Los que ganaban descabalgaban su cuadro del caballete y se iban con él debajo del brazo hasta el estradillo, desde el que se lo enseñaban al público como hacen en el boxeo unas coquetas señoritas con los carteles que indican el numero del asalto.

Casi todos los lienzos eran muy figurativos, escuela Tomelloso, y todos los artistas pintores se veían morenos como hortelanos de haberse pasado todo el santo día a la intemperie. Algunos se ve que eran amigos, seguramente de irse encontrando en estos certámenes, y se jaleaban unos a otros con entusiasmo.

Cuando todo acabó y ya no hubo más mecenas ni premios, los que no habían sido señalados con el dedo de la fortuna se apresuraron a colocar bajo sus caballetes un papelillo con un numero de teléfono y el aviso de "se vende", escrito a mano.



Se hicieron, que yo viese, tres o cuatro transacciones, rápidas y sin regateos (300, 400, 500 euros). Los demás, los que ni alcanzaron un premio ni encontraron comprador, se fueron yendo  muy poco a poco, igual que la luz del día. Recogían sus cuadros, plegaban los caballetes y se iban arrastrando unas cajas como las que llevan los fontaneros o electricistas a sus reparaciones, calle abajo...

Sentado en un banco, contemplaba yo todo esto mientras esperaba a la familia. Cuando ya se iba el último artista pintor, di en  pensar que esto que hace uno cada día, venir a este desván a contar lo que nos pasa o, cuando no nos pasa nada -que es lo habitual- lo que vemos o imaginamos, es muy semajante a lo de esos  pintores. Como pintura rápida es, dos o tres pinceladas apresuradas hurtadas a las últimas horas del día, ya con poca luz, ya un poco fatigados... Lo escribo, lo corrijo en unos segundos (casi siempre se nos escapa alguna errata), y le doy a "publicar", que es un acto en todo semejante a ese de escribir en un pequeño papel "se vende"  y colocarlo bajo los cuadros...


lunes, 11 de junio de 2012

El viaje entretenido (Almagro)

El sábado hicimos una excursión a Almagro, que, como todo el mundo sabe, es un pueblo lleno de prodigios. Principalmente, íbamos a enseñarles a los chiquillos el corral de comedias.





Por el camino, conduciendo por esas carreteras sin apenas una curva, los pueblos, en mitad de un paisaje  irreal y abstracto como este, parecían a lo lejos espejismos. Tal vez sea por eso que resulten luego, cuando al fin se les da alcance, tan rotundos, de piedras tan sólidas, de palacios tan tremendos, de iglesias que parecen fortalezas...




La Plaza Mayor de Almagro es tan singular y abierta que daban ganas de echarse a correr con los chiquillos. Se acababan de comprar unas pistolas de agua y se aliviaban del calor disparándose sin otra tregua que la necesaria para el acopio de agua. Luego, el Corral, cubierto por unas lonas que parecían las velas de un barco y que gemían como estas cuando el viento venía a posarse en ellas...




Nos representaron una obrilla muy bien compuesta que, cuajada de versos de Lope, Calderón o sor Juana Inés, explicaba muy sencilla y ajustadamente lo que fue aquel teatro tan popular en su época como lo es hoy el fútbol... El lugar es tan precisoso que daban ganas de quedarse mucho más tiempo en él, y nos costó, cuando ya concluyó la obrilla, abandonarlo.




Después de comer visitamos el museo del teatro, que está ahora en un enorme palacio rehabilitado... Nosotros lo conocimos en un viejo callejón, en un bajo muy pequeño. No tenían entonces cosas demasiado significativas. Vestidos apolillados, retratos de olvidados artistas, casi todos cantantes de ópera, y recuerdo el corazón disecado de un antiguo tenor italiano... Hoy es más lujoso, más ordenado, más llamativo.... A los críos lo que más les gustó fueron los trucos de tramoya en la galería de la última planta, artilugios de madera para recrear el sonido de la lluvia o el trueno, escenografías para remedar las olas marinas, industrias mecánicas para hacer sonar el viento...



Al marcharnos nos cruzamos, en la misma Plaza Mayor, la de las galerías verdes, con una librería de autor. Me explico. Era un peqeño local en el que se vendían recuerdos del pueblo y libros. Al principio no nos dimos cuenta, pero todos los libros que se vendían allí eran del mismo autor, a la sazón detrás del mostrador y dueño del negocio...



Nos fuimos pensando que tal y como se están poniedo las cosas tendríamos que copiarle la idea a ese hombre, y morirnos de hambre así, gloriosamente, haciendo lo que más nos gusta, leer, escribir... Abrir una librería en la que solo vendiésemos los libros que nosotros mismos fuésemos escribiendo para la ocasión, las entradas de este blog, los artículos del periódico... Como no entraría mucha gente, tendríamos tiempo de sobra para las dos cosas, y como los libros que compusiésemos serían tan míseros y desdichados, no venderíamos ni uno, y podríamos regalárselos a los enemigos, por fastidiar. Nos moriríamos de hambre, efectivamente, pero quién nos dice que no va a ser ese nuestro destino igualmente...




domingo, 10 de junio de 2012

El viaje entretenido (Criaturas cervantinas)

Al atardecer del viernes, cuando ya era el calor menos riguroso, pasó E. a recogernos con su coche para llevarnos al Santuario de la Antigua. Está este a cinco quilómetros del pueblo, en mitad del campo.

Poco antes de llegar, nos desviamos a la izquierda, a ver el yacimiento de la Jamila. Situado en un pequeño alcor, el paisaje que se contemplaba desde allí era hermosísimo. Cervantino. De manera que dejamos atrás a Quevedo -escritor urbano-, y comenzamos a pensar en Cervantes. Cuántas veces pasaría ese hombre por campos como estos, solitario y soñador, en su fatigoso trabajo de acopiador de grano y aceite primero, luego de recaudador de impuestos... En caminos como estos se iría fraguando en su imaginación la aventura del loco caballero y de su escudero, y por estos mismos campos de Montiel quiso lanzarlos al mundo. Tan vivos le salieron que hoy no es raro confundir unos con otros. Recordamos lo que dice Trapiello: "Por un momento se diría que Cervantes y don Quijote son la misma persona (...). Cuando hablamos de Cervantes nos vuela la imaginación a don Quijote. Cuando pensamos en don Quijote creemos ver rasgos de Cervantes. Las dos figuras se transparentan, las dos se confunden, las dos trenzan una derrota semejante".




Seguimos absortos en nuestros pensamientos. De Quevedo hay en Villanueva -pensábamos frente a esos campos infinitos- huellas incontables: su celda en el viejo convento de Santo Domingo, la Casa de los Estudios, una cripta, placas, bustos, retratos en bares y tabernas... De Cervantes, en cambio, apenas nada. Sí de su obra: las estatuas de sus personajes en la Plaza Mayor, la Casa del Caballero del Verde Gabán, las cuatro placas que recuerdan que es este y no otro aquel famoso lugar de cuyo nombre no quiso acordarse... De él, sin embargo, nada. La invención de Cervantes, que cruzó por estos sitios tan silencioso y mudo, sin dejar huella de su vida, parece hoy más firme y real que su propio creador o que aquellos últimos días de Quevedo en este pueblo. Más real que los huesos del poeta, estén donde estén. No son pocos los vecinos de estas comarcas que creen en la realidad de don Quijote y que, como bien dice Trapiello, lo confunden con su autor, pensándolos a los dos una sola persona.

El santuario es un lugar bien curioso. Encumbrado también sobre un cerro, tiene un patio digno de cualquiera de los edificios de la Universidad de Salamanca, con una capilla primorosa y largas galerías con cuartos que la cofradía de la Virgen subasta cada año, no para el estudio o la vida de oración, sino para los grupos de jóvenes que celebran allí sus fiestas y jolgorios. Detrás de ese patio está la plaza de toros del pueblo, donde murió, hace ya muchos años, el único torero canario del que hay noticia. Un busto lo recuerda.





Luego bajamos hasta el puente de la Virgen, a orillas del Jabalón. Bajaba este oscuro y menguado. Había cuatro hombres que parecían estar pescando algo. Eran, no cabía la menor duda, los nietos de aquellos arrieros y campesinos con los que se encontraron Cervantes y don Quijote en sus vagabundeos. Un panel informativo, de eso que las consejerías de turismo colocan a la vera de lugares de interés y que han copiado a los que se ven en los dibujos animados del oso Yogui, anunciaba de un modo desconcertante que estábamos en la Hoz del río Dulce, en Sigüenza, Guadalajara.

Ya de noche, de vuelta al pueblo, nos refrescamos con unas gordas en una terraza a la sombra de Santo Domingo y el busto de Quevedo, que tiene ya el mismo color bilioso de su sarcasmo, como dejó dicho Azaña. Tan diferente, sigue hablando Azaña, de "la risa sobrehumana de Cervantes".


viernes, 8 de junio de 2012

El viaje entretenido (Warhol en La Mancha)

Hace exactamente una semana estábamos aún en Villanueva, con E. haciéndonos de guía. En esta ocasión, visitamos la Alhóndiga y varias iglesias. En todos esos lugares nos tropezamos con un grupo de estudiantes pastoreados por un par de profesores y un fraile de blanco hábito que no hacía otra cosa que hablar por el móvil. En la de la Trinidad, colgó por fin su celular, que dirían en las Américas, y acercándose al grupo de adolescentes, que estaban sentados muy formales en los bancos corridos, comenzó a hablarles. Hallándome yo en ese momento junto a la puerta, al lado de una pila de agua bendita, me acerqué con disimulo al blanco fraile, pues supuse les estaría dando a aquellos mozos algunas explicaciones sobre tan hermosa iglesia. Pero no, que estaban rezando un ave maría. Sin embargo, al poco de haber comenzado, volvió a sentir el fraile la llamada del mundo, vía teléfono portátil, y, descolgándolo, dejó colgados a los muchachos  en mitad de la oración y se salió de la iglesia...

Pero el prodigio de ese día no nos sucedió en ninguno de esos lugares sagrados que visitamos, sino en el mercado de abastos, en la planta superior de ese edificio, donde hay abierto un museo. Anunciaban una exposición de pop art. Uno, que arrastra cientos de prejuicios, pensó que lo que habría allí dentro sería una colección inefable de cuadros en los que los artistas locales habrían probado ese estilo, pasándolo por el tamiz de lo manchego. Me dieron, por tanto, escalofríos. Sin embargo, antes de entrar, E. me puso en antecedentes y me avisó: "Este museo es obra de uno que fue al colegio conmigo, Julián Castilla. Hace años montó una agencia de viajes en Madrid, y le fue muy bien, tan bien que se metió en negocios inmobiliarios que tampoco le fueron nada mal. Es coleccionista de arte moderno, y aquí tiene algunas de sus obras, unas de forma permanente, y otras en exposiciones temporales como esta. Así que no te extrañe si nos encontramos ahora con un Lichtenstein o algo parecido". 

Pues bien, un Lichtenstein no lo había, pero sí una serigrafía de Warhol, y tres o cuatro obras del Equipo Crónica, y varios lienzos de Eduardo Arroyo, de Úrculo, de Alfredo Alcaín, de Gordillo, de Bellver, de Rosa Torres, Adami, Genovés... Y en la parte permanente, Miró, Hernández Pijuán, Sicilia, Casamada, Tapies, Pelayo Ortega, Soledad Sevilla, Jaume Plensa, Feito, Canogar, Saura, Manolo Valdés, Pérez Villalta, Barceló... Y una colección de fotografía maravillosas: Masats, Nicolás Müller, Catalá Roca, Doisneau, García Rodero, Madoz, García Alix, Castro Prieto... Con la boca abierta nos quedamos...


jueves, 7 de junio de 2012

Preciado

A uno le gusta tanto el fútbol, y es tan del Sporting, que cuando nos levantamos hoy y nos dio A. la noticia de que se había muerto Preciado se nos puso un nudo en la garganta. Era el hombre que sacó a nuestro equipo de los oscuros fines de semana en la segunda división, y que lo mantuvo luego, durante tres años y contra viento y marea, en la lujosa categoría de los Messi, Cristiano, Guardiola... El primer año lo consiguió  después de derrotas dolorosísimas, a pesar de goleadas humillantes, de combates que en el boxeo el árbitro habría finalizado antes de tiempo para evitar semejantes castigos. Nadie creía, tras aquellas escabechinas, que el equipo pudiese levantar cabeza. Pero lo hizo, y yo no tengo duda alguna de que fue gracias a él.

Este verano concidimos en un bar de Gijón con él. Es tan querido ese hombre en esa ciudad, y tan popular, que hace unos años unos pícaros empresarios crearon un escanciador mecánico que era su viva imagen. Nos lo encontramos un día en el que habíamos ido a la playa y nos tropezamos con medio equipo por la calle. Luego, por la tarde, cuando estábamos tomando unas cañas con N. y A. entró Preciado, inconfundible, discreto a pesar de ese vozarrón de patrón de barco que tenía, afable, saludando a todos los que se le acercaban. Le firmó un autógrafo a P., en la libretilla roja que yo llevo por ahí, en el bolsillo, por si se me ocurre algo en mitad de la calle. Y A. les sacó un par de fotos. Tenía un aspecto muy juvenil. N., al marcharnos, le dio la mano y le deseó mucha suerte para la temporada que estaba a punto de comenzar. Pero el destino de una vida como la suya, tan marcada por las desgracias repentinas y sin cuento, a lo que se ve no es posible enderezarlo.

Los hinchas del Sporting nos sentimos hoy un poco huérfanos, y muy tristes.





miércoles, 6 de junio de 2012

El viaje entretenido (Santos y golondrinas)

El mismo jueves de nuestra llegada, tras la visita a la iglesia de San Andrés y previo descanso en la plaza para reponer fuerzas (lo que conseguimos tomándonos unas "gordas"), continuamos la vista.




Nos llevó E. hasta la Casa de los Estudios, hoy de uso privado y compartida por varios vecinos, llamada así porque en aquellos lejanos siglos cervantinos y quevedescos se impartían allí clases de gramática, retórica y unas cuantas ciencias más de aquellas del trivium y el cuadrivium. Al parecer, Quevedo la visitaba cuando venía al pueblo desde la Torre de Juan Abad, a por medicinas para sus muchos achaques, porque en la Torre no había botica.

Luego nos acercamos hasta la casa donde nació Santo Tomás de Villanueva, el que fuera arzobispo de Valencia y teólogo muy influyente en Trento. Frente a ella se levanta el Oratorio de Santo Tomasillo, que llaman así por albergar una imagen del santo cuando joven... Unos metros más allá, en la misma calle, la Casa de la Inquisición, con su escudo de bandera pirata...





Caía ya la tarde cuando nos acercamos al  convento de Santo Domingo, enorme y ya cerrado a esas horas. Pegado a sus muros, por aquello de la desamortización, la hopedería  lleva un tiempo cerrada y por lo tanto no se puede visitar la estancia donde, y esto parece  estar debidamente documentado, murió don Francisco. Nos contó E. que ese edificio fue, cuando él era un niño, el colegio del pueblo, y que la chiquillada jugaba en los recreos por todas partes, incluso dentro de aquella habitación. Luego, al pasar el tiempo, cuando ya era negocio hotelero, volvió a visitarla, pero le pareció que la que enseñaban era otro cuarto diferente...


Terminamos la jornada felices y fatigados. Los críos se quejaban de que les dolía todo y de que estaban muy cansados. Sin embargo, tras comerse sus pizzas, se lanzaron a jugar y correr por toda la plaza, entre las estatuas impasibles de Sancho y don Quijote, de Rocinante y el rucio sin nombre que se perdió y, no se sabe cómo, se volvió a encontrar. Parecían imitar la algarabía de las golondrinas que se cruzaban como locas en el cielo violeta y juanramoniano. Golondrinas infatigables y felices, saltimbanquis del aire, como artistas chinos del Circo del Sol...


Fe de erratas ( Un montón de detalles inexactos)

Nuestro amigo E., que es tan buena persona, y tan paciente, que sigue este blog, nos mandó ayer el siguiente mensaje:

Enrique, permíteme que te haga un par de aclaraciones.
El estudio original sobre "El lugar de la mancha" lo edita la Complutense pero las alegaciones posteriores las editó la Universidad de Alcalá.
La capilla donde enterraron a Quevedo en la parroquia de San Andrés es la capilla de los Bustos. Está muy explicado en el artículo: "Operación Quevedo.La ruta de los huesos" (en la revista Clarín) .
En la hemeroteca de ABC, en la portada del 16-6-1920,aparece un foto en la puerta de la parroquia, trasladando los restos  a la ermita del Calvario, y después un artículo muy rimbombante.
Y luego me envío estos enlaces:

martes, 5 de junio de 2012

El viaje entretenido (Historia de unos huesos)

Como nuestro buen amigo E. es natural de este hermosos pueblo de Villanueva y es además pródigo en  cortesías con nosotros, tuvo a bien acompañarnos y hacernos de guía.

Nos contó que el pueblo se conserva así, casi como en los Siglos de Oro, gracias a un aparejador municipal, don Vicente,que luchó todo lo que pudo y más para que no se hicieran en el suyo las barbaridades que se cometieron en prácticamente la totalidad de los pueblos y ciudades del país. Su propia casa, un caserón enorme y hermoso, es hoy una residencia de ancianos. Desde la azotea, un viejo se asoma todas las tardes, cuando comienza a anochecer, y se pasa allí las horas mirando al infinito...

Visitamos también la casa de don Manolito, un rico hombre que, al morir sin hijos que le heredasen, cedió su palacio al ayuntamiento, que colocó en él el hogar del jubilado... El patio, amplísimo y de columnas toscanas, con hermosas galerias y cubierto con un enorme toldo, estaba en silencio... Lleno de sillones y mesas de mimbre vacías, el ruido había hecho su nido en la cantina, donde estaban recluidos los jubilados  comentando la marcha triste del país... En las paredes, cuadros costumbristas y, entre ellos, unas placas de metacrilato con citas de grandes filósofos. Se leían en ellas reflexiones de Nietzsche, de Marcuse, de Platón, de Aristóteles... Sin embargo, la primera de todas la firmaba José Bono, que como se sabe puede aguantar al lado de cualquiera sin desmerecer y sin vergüenza: cantantes melódicos, foloclóricas, pintores, cineastas, reyes..., lo que le echen. De manera que si había que ponerse al lado de los filósofos, sin arredrarse, ahí estaba él, torero, flamenco, sobrado, con unas palabras grabadas para la posteridad...

Luego nos llevó E. a la casa de sus abuelos, que es lugar catalogado y con placa explicativa a la puerta. Del XVI. La casa de la Pirra. El patio, diminuto pero con unas columnas preciosas, a la manera toscana también, nos pareció delicioso. Lo tienen los vecinos lleno de plantas y de candiles antiguos y otras herramientas herrumbrosas y antañonas. El suelo de guijarros, y las ventanas y puertas muy pequeñas, acordes al tamaño medio de las gentes de aquel lejano siglo. Los patios que fueron el corral y las caballerizas, enormes y desolados, están hoy sin vida, destartalados...













Después nos encaminamos a hacerle una visita a Quevedo. Bueno, a lo que queda de él. En la Iglesia de San Andrés conservan, en una cripta de la capilla de los Bustos, una arqueta donde dicen que están sus huesos. E. se muestra escéptico. Tras echarle un par de euros para iluminar cripta e iglesia, que estaban en la oscuridad más absoluta, recordamos la historia de esos huesos: a Quevedo lo enterraron en esta iglesia contra su voluntad, que él quería que se lo llevasen a Madrid, a la de Santo Domingo del Real, junto los restos de su hermana. Pero no le hicieron caso alguno y, efectivamente, depositaron sus restos en esta capilla. Luego, a comienzos del siglo XIX, a alguien se le ocurrió en la Corte levantar un Panteón de Hombres Ilustres, y se comenzó a solicitar a los ayuntamientos que albergaban a alguno, que los empaquetasen y los enviasen a la capital. Desde Toledo mandaron a Garcilaso, de aquí a don Francisco... De Cervantes, sin embargo, como de Lope o Velázquez, nadie fue capaz de dar explicación ni noticia. El edificio se levantó, pero al cabo de un tiempo el proyectó se malogró y aquellas postrimerías gloriosas se devolvieron a sus lugares después de haber pasado años en los armarios o cajones de algún ministerio. Según algunos, a Quevedo lo devolvieron a la cripta de la capilla de los Bustos, donde se mezcló con otros huesos que habían ido depositando allí. Pero E. ha escuchado otra historia diferente, y es que al parecer se los llevaron a la ermita del cementerio viejo, hoy Paseo de la Constitución, y sería en ese lugar donde volvieron a darles el reposo que ya se merecía tras tanto trajín. De hecho, hay en esa ermita una placa que reza que es allí donde descansa el pobre Quevedo.



Sin embargo, cuando a unos estudiosos les entró la fiebre de recuperar los huesos del poeta, los buscaron únicamente en la capilla de la iglesia de San Andrés. El caso es que comenzaron su labor, difícil y fatigosa, de encontrar esos huesos entre tantos que allí había, en desorden y revueltos. Después de grandes trabajos y de acarrear de aquí para allá enormes espuertas cargadas de tibias, radios, cúbitos y peronés, encontraron unos pocos que correspondían a un varón, de alrededor de sesenta años y cojo, y como esos tres requisitos Quevedo los cumplía, concluyeron que esos huesos no podían ser de nadie más que suyos. Encargaron entonces una arqueta, labraron en ella su nombre y una roja cruz de Santiago, limpiaron la cripta, le pusieron un cristal y ese sistema de iluminación de pago, y hasta hoy...

De la ermita del viejo cementerio, no se sabe muy bien por qué, no hicieron caso alguno...




lunes, 4 de junio de 2012

El viaje entretenido (El lugar de La Mancha)

Según un sesudo estudio de un grupo de profesores de la Universidad Complutense (sociólogos, geógrafos, matemáticos, historiadores...) el lugar de La Mancha que se nombra tan vagamente al comienzo del Quijote es sin duda este de Villanueva de los Infantes al que hemos ido a parar este largo puente, para descansar de algunas fatigas... Como a Cervantes no le dio la gana de ser más explícito, ese grupo de profesores -la mayoría, ejem, oriundos de Villanueva-, tras largos años de estudios y multitud de cálculos (distancias, capítulos y días), llegaron a la conclusión, para ellos irrefutable, de que ese vago lugar no puede ser otro más que este de Villanueva de los Infantes, en el corazón del Campo de Montiel, que fue por donde comenzó a correr sus extraordinarias aventuras aquel hidalgo maravilloso.

Esta teoría la han expuesto en dos volúmenes -uno para presentar la tesis, y el otro para defenderse de las refutaciones recibidas-, editados por la Complutense. En el pueblo se venden hasta en la pescadería, y están allí (en las pescaderías y en todas partes) tan agradecidos a estos catedráticos  por haber deshecho ese enigma tan a su gusto, que han colocado cuatro placas -cuatro, sí-, en la fachada del convento de las dominicas de la Encarnación con sus nombres, el resumen de su teoría y un pequeño mapa explicativo...




Disputas académicas al margen, es este pueblo uno de los más hermosos del país, con una plaza mayor magnífica, con decenas de palacios blasonados, conventos, iglesias, capillas... Calles empedradas que vieron pasar la figura peregrina y famosa de don Francisco de Quevedo, que aquí murió, y de Miguel de Cervantes, un pobre recaudador en el que nadie repararía entonces. Muros de sillares tallados al mismo tiempo que tantos versos en aquellos Siglos de Oro, patios silenciosos de columnas toscanas, casonas profundas en cuyas estancias nacieron santos, casas del Santo Oficio, ventanas enrejadas y largas calles que se pierden en un horizonte que parece infinito... Pueblo de pequeñas plazas hermosísimas y vacías, por las que de vez en cuando cruza un galgo corredor; de edificios sólidos, llenos de armonía, de arcos renacentistas, de piedras rojas, de días iguales, de cielos azules y apabullantes... Silencio y sueño.



Un lugar de una realidad rotunda y firme como la que pintó Cervantes. Demasiada realidad tal vez. Normal, por tanto, que hubiese nacido aquí aquel hidalgo maravillosamente soñador y fantástico... O en Argamasilla, en Tomelloso, en Villahermosa, en Daimiel... Solo en uno de estos pueblos pudo surgir un hombre como aquel que creó Cervantes, más real para muchos que él mismo.