jueves, 31 de enero de 2013

En la tahona

Cuando entré, estaban las dos panaderas solas, hablando tras el mostrador:

-¡Válgame dios!, ¡válgame dios!, ¡San Válgamedios! - repetía una y otra vez la morena y redonda.

-¿Qué ha pasado?- le preguntó su compañera, rubia y muy delgada.

-Pues que han traído una barbaridad de tortas de Candelaria y de lo que estamos faltas es de bollos de San Blas...

Yo me quedé en silencio escuchándolas. El nombre de esos dulces, y ese santo apócrifo, San Válgamedios, me ensimismaron... Cuando al fin se dieron cuenta de mi presencia, se disculparon:

- Huy, perdona, dinos, ¿qué quieres?

Estuve a punto de contestarles que no se preocupasen, que no quería nada, solo que siguieran diciendo esas cosas tan bonitas: bollos de San Blas, tortas de Candelaria..., y si se sabían otros nombres como esos, de otras golosinas y confituras, o de otros santos fantásticos o imaginarios...

-Una barra de pan y una docena de magdalenas -les contesté- Ah, y también una de esas tortas de Candelaria y, si os quedan, un par de bollos de San Blas, por probarlos...





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miércoles, 30 de enero de 2013

El Congreso de los Diputados

Hoy, mientras comía, como lo hacía solo, encendí la radio. Estaban haciendo la crónica de la sesión de control del Parlamento. 

Si no tiré el transistor por el patio de luces fue por respeto a los vecinos.

La contestación de Rajoy a los reproches de la oposición sobre su actitud ante los casos de corrupción que rodean a su partido, no fue solo el consabido "y tú también; y tú más". No fue solo eso, que es lo que uno espera. A esa respuesta infantil le añadió un tono despectivo y chulesco en sus contestaciones a Rubalcaba, al que llegó a decirle que menudo papelón que le estaba obligando su partido a hacer, y que no estaba siendo su actuación muy afortunada... Y así todo el rato, un diálogo absurdo y sordo entre quienes no tienen la menor intención de cambiar de sitio ni moverse en otra dirección que no sea la que les marquen sus propios intereses, caballeros del punto fijo todos ellos... Por este trabajo cobran los diputados, por estos espectáculos de fogueo, aburridísimos y desesperantes, pensaba uno mientras masticaba amargo el arroz. Fuera, mientras tanto, seis millones de parados y los que vendrán... Se me atragantó el arroz al escuchar todo esto y recordar lo que dijo este presidente nuestro el otro día, que la mayor de las injusticias -así lo expresó, en superlativo absoluto,"la mayor de las injusticias..." dijo este señor- era generalizar y querer hacer ver que todos los políticos son gentes corruptas y descuideras, más injusto al parecer que el paro, la desigualdad social , la pobreza, la desesperación de tantos... Y también lo que me ha contado hoy en la cantina B., compañera de trabajo y antigua afiliada del PP. Al parecer, una antigua compañera suya,  que no se ha borrado y es hoy diputada regional en Toledo, le comentó el otro día que nunca había trabajado menos y cobrado más...

Cuando iba a apagar la radio, apareció la voz de Gallardón. Decía no saber que el despacho de abogados que llevaba el caso del kamikaze al que acaba de indultar el gobierno era el mismo en el que trabaja su hijo y otros familiares de su partido. Y añadía que él solo había seguido el ejemplo del PSOE, que indultó a otro de esos aficionados a las emociones fuertes antes de dejar el poder...

Entonces ya tuve que salir corriendo al baño, por las arcadas...

martes, 29 de enero de 2013

Para qué sirven los charcos

Nos habló de él, una tarde de diciembre en Oviedo, nuestro amigo H. Y nos dejó, generoso, dos de sus libros... Se llama Tomás Sánchez Santiago y nunca habíamos oído su nombre. Pero ahora que acabamos de leer "Para qué sirven los charcos", un libro suyo de anotaciones breves, de brevedades que diría Bioy, y que tanto nos gustan, ya no lo vamos a olvidar.

Y si leer un libro es una manera de conversación diferida con su autor, en esta ocasión ha sido también como charlar un rato con H., por los subrayados que tiene hechos en su ejemplar, muchos de los cuales también los he señalado yo en la libreta que llevo conmigo.


Algunos son pequeños recuerdos:

"Acostumbraba yo a acompañar a mi abuelo materno a su barbería -cuando a las barberías se iba los miércoles y los sábados- a afeitarse y hablar de toros. Un día el maestro barbero me preguntó si ya sabía leer. Debí de decirle que sí y entonces me escribió sobre un papel unos extraños signos grandes: "¿Qué pone ahí?", me decía burlón mientras hacía la barba a mi abuelo. Yo miraba aquellas letras extravagantes sin comprender nada. Al cabo de un rato, me dijo que mirase el espejo de luna con el papel sostenido entre las manos. Entonces, por arte de magia aquellas letras se hicieron legibles. Que yo recuerde fue la primera vez que me fascinó la palabra escrita".

Aforismos: 

"La personalidad es la degeneración de la inocencia".

"En realidad, siempre se mira por primera vez".

O este otro que desdice al anterior (también nos gusta por eso):

"Lo visible, de tan visto, se hace invisible ya, así que la oscuridad no es cosa de la luz sino de la cualidad más difícil de cuidar: la atención..."

O como una greguería:

"Los cuadros torcidos, ¿son ellos los que nos están observando a nosotros?"

Una estampa expresionista:

"A esta gabardina talar, de amplio faldón, repartido en el vuelo exagerado de sus dos hojas, tal vez deba el prestigio de una sombra excesiva en las paredes de las tapias, camino de casa bajo noches de lluvias que me hablaban".

Un manifiesto libertario:

"¡Pero que nunca esté todo en su sitio, todo en su hora: que se empañe el espejo; que se atrase el reloj!"

Un par de  confesiones:

"Nunca me ha importado demasiado fregar porque es otra manera de estar de espaldas al mundo".

"Desde la cama, el ruido nocturno de la lluvia vuelve a hacerme pequeño".

Un ensayo literario:

"Definitivamente, sólo hay dos tipos de escritores que se corresponden con dos tipos de lectores: quienes escriben (leen) para salvar el tiempo; quienes escriben (leen) para matarlo".

Un libro precioso.


(Foto tomada de cultura.rtvcyl.es)


lunes, 28 de enero de 2013

El temporal

El otro día, al llegar al instituto, el diácono dijo una cosa muy bonita. "¿No ha pintado la nieve vuestro barrio?", nos preguntó a A. y a mí. "Pues el mío sí", nos informó con una alegría infantil. "Ha debido de ser está noche, o ya de madrugada, que estaban todos los coches blancos. En mi barrio sí pintó la nieve...".

Luego, ya de vuelta, corrían las nubes sobre nuestras cabezas como si tuviesen prisa y un destino. Y bajo las ruedas de nuestra bicicleta, pequeñas hojas secas y oscurecidas por la helada parecían retarnos a una carrera. Nos empujaba el viento frío de enero a los cuatro (a las nubes, a las hojas secas, a mi bicicleta y a mí) ."Hermanas nubes, hermanas hojas, vámonos rápido para casa que con este viento no es buena cosa andar a la intemperie". Después de dejar la bici en el garaje, me siguieron hasta el portal, donde se quedaron. Las hojas por el suelo y las nubes en los cristales de la puerta. Discretísimas, no consintieron en subir a la casa.



Foto tomada de genocation.com

viernes, 25 de enero de 2013

El lector

A mí, esos artículos de los jueves, uno al mes, me dan bastantes satisfacciones. La primera, el rato que pasamos ocupados en componerlos, que suele ser muy agradable. Además, como no nos pagan ni un céntimo por ellos, escribimos de lo que nos da la gana: de un viaje, de un libro que nos gustó mucho, de un paseo que dimos el otro día... Y luego, los que podríamos llamar artículos políticos nos sirven como purgantes de la bilis negra que nos provocan estos gobernantes nuestros. Destilamos esos malos humores en ellos tan ricamente, como una terapia... Estos, que son ahora los más frecuentes, los hacemos casi siempre en clave humorística, cargando un poco la mano con la ironía, como plato muy especiado, porque si no fuese así irían preñados de palabras muy gruesas, y eso, en letra impresa, queda muy feo... Después de escribirlos quedamos como nuevos. 

A parte de esto, cada uno de esos jueves viene casi siempre un amigo a alabárnoslos, y  pasa puntual V. por el departamento, asoma ligeramente la cabeza tras la puerta y con una mirada socarrona nos hace, una vez al mes, la misma profecía:

-Un día te van a meter preso...
-Ya, pero si me hacen eso, tú me irás a ver a la cárcel, ¿verdad?
-Por supuesto...

Hace unos años me llamó una gloria literaria local, antiguo gobernador de la provincia de Alicante, para decirme que le gustaban las cosas que uno escribía... Fue una llamada generosa y amabilísima que agradecí lo indecible. Y la dueña del bar de la esquina me llamó un día para decirme que se había reído mucho con uno que titulamos "La pesadilla"... Casi le doy un abrazo a esa buena mujer. 

La única incomodidad que me han dado la tuve hace años cuando no sacaban la foto de los columnistas. Me encontré entonces en la calle con  E., un novelista local. Venía indignado, me dijo. Y me relató el motivo. Le habían pedido del periódico que escribiese una columna a la semana. Pactaron una cantidad. Y ahora, cuando apenas llevaba publicados tres o cuatro, le habían dicho que lo de pagárselos no iba a ser posible... "Claro -clamaba el novelista-, como aquí la gente escribe gratis, y estas cosas no se valoran en absoluto, pues esta gente abusa...". Yo le di la razón porque la llevaba, y porque él no sabía que ese tal Antuña con el que firmó era yo. Mientras él se indignaba una y otra vez, yo cabeceaba con fuerza, solidario, acompañándolo en su pesar. A veces me asusta lo cínico que puedo llegar a ser. Luego tuvieron los del periódico la ocurrencia de sacar la foto del articulista, al lado del título. Con el novelista, como era vecino del barrio, me cruzaba a menudo, y nos parábamos para contarnos de nuestras vidas, de sus libros, de las presentaciones...  Sin embargo, de los artículos no hemos vuelto a decirnos nada. Un día me mandó un mensaje al móvil, felicitándome por uno que escribimos sobre la jornada de la tapa... Ahora él ha vuelto a escribir, creo que los miércoles...

Ayer tuve mi segundo disgusto. Fue en la sala de espera del dentista. Estaba yo con P. esperando para que le hiciesen una revisión. P. leía en el Fotogramas un reportaje sobre El Hobbit, y yo estaba ensimismado con mi reader. Entró un hombre. Dio las buenas tardes muy educadamente, se sentó y cogió el periódico del día. Al rato, me di cuenta de que me miraba con cierta fijeza. Miraba al periódico y luego a mí. Así un par de veces. Caí entonces en la cuenta de que era jueves, y que estaría en el periódico el artículo que subí aquí ayer... Y me puse un poco nervioso. Perdí la concentración. Sabía que el hombre estaba leyendo nuestro artículo. Me sentí un poco raro. Bastante incómodo. "¿Le estará gustando?", pensaba. Muy disimuladamente, lo miraba por el rabillo del ojo. El hombre estaba muy serio y no dejaba escapar un solo gesto en el que poder interpretar si lo que estaba leyendo era de su agrado o no... Estaba yo entre estas congojas, cuando de pronto pasó la hoja con fuerza, provocando un chasquido en el papel que sonó como un tortazo. Yo creo que ni lo había terminado... Y eso, fíjate la tontería,  me amargó durante un rato. Quince minutos, calculo yo...



jueves, 24 de enero de 2013

Tantas cosas que decir

Este jueves me ha tocado a mí el artículo de los jueves. Lo difícil, esta vez, fue elegir el asunto, aunque no por falta de ellos, sino por todo lo contrario. Están ocurriendo tantas cosas en este país, y tan entretenidas, que no sabía dónde acudir. Al final, me he quedado con el más sentimental, este:

Madrecita del alma querida
De un tiempo a esta parte no pasa un día sin que me acuerde de la madre de la mayoría de nuestros políticos. De la madre y de toda su familia. Pero no en el sentido que algún lector malicioso pueda estar pensando. No. Me acuerdo de ellas –y del resto de su parentela-  porque deben de estar pasándolo fatal. Yo me pongo en su lugar y se me cae la cara de vergüenza. Con unos hijos tan mentirosos y descarados, a mí se me haría muy cuesta arriba el simple hecho de salir a la calle a dar un paseo.
Piensen, por ejemplo, en la de Cospedal.  ¿Qué habrán pensado al escucharle que no es verdad que hayan cerrado los servicios de urgencias nocturnos de ningún lugar, sino que han cerrado los servicios de urgencias a partir de las ocho de algunas poblaciones muy pequeñas? Declaraciones como esta me recuerdan a esos alumnos a los que les llamas la atención por estar despistados y charlando con el compañero durante una explicación, y te contestan que no, que ellos no estaban hablando, tan solo preguntándole una cosa al compañero. Y que por supuesto estaban atentísimos. A mí, esas sutilezas del lenguaje confieso que se me escapan. Menos mal que hay en esta tierra personas más cabales y decentes que usan el castellano para hablar claro y transparente. “Aquí te pones malo después de las ocho y que te den los santolios. Te da una miaja de apechusque y la roscas”, explicó una señora de Honrubia por la tele. Bien orgullosos pueden sentirse sus allegados y amigos de ella. Si uno fuese sobrino de esa mujer, estaría contándolo a los cuatro vientos. Ahora, pariente de un político, eso debe de ser un tormento.
Porque no se trata solo de  la mentira descarada. Para disgusto de madres, padres, hermanos y demás familia, resulta también muy feo lo mal que se tratan entre sí. No me refiero a las ásperas disputas con los miembros del partido contrario, que esas se suponen y no dejan de ser como  un teatrillo guiñolesco y monótono. Me refiero al modo en que se relacionan con sus compañeros. Vean si no lo que acaba de acontecer con el caso del señor Bárcenas, al que todos sus conmilitones defendieron con entusiasmo hace muy poco tiempo y al que hoy ninguno quiere ver a su lado. Se apartan de él como si estuviese gafo, y aunque era su tesorero, niegan y reniegan que todo ese turbio asunto de los millones suizos tenga nada que ver con ellos y su partido. Ponían sus manos en el fuego por ese hombre como ahora las ponen por otros, hacían votos por que se demostrase rápido y pronto su inocencia, denunciaban conspiraciones, hablaban de calumnias… Y hoy, solo unos meses después, se comportan como caníbales y piden a los jueces que actúen con el máximo rigor, y que hagan caer sobre ese hombre todo el peso de la ley…  
Tampoco debe de ser fácil de tragar que, tras ver cada día cómo uno de ellos es denunciado por meter la mano en la hucha de todos, salgan ahora varios a decir que la corrupción, esa sangría de dinero público, a quienes de verdad perjudica e indigna no es a los ciudadanos, no, sino a ellos mismos, que son todos muy honrados. Honrados, por lo que se ve cada día, a la manera de Lance Amstrong, que se pasó años afirmando su inocencia, diciendo que eran falsas las acusaciones que se le hacían, y que ahora, cuando ya le han demostrado todo, confiesa que se ha dopado regularmente a lo largo de su carrera. Aunque, a la manera de los políticos, no se disculpa. Resulta que eso era común en el pelotón, así que, como todos lo hacían, pues no quiso él ser menos… Pobrecita la madre de ese corredor…
Esto sobre la corrupción y los políticos indignados lo dijo el otro día  la señá Aguirre, que, tras abandonar  las filas de esta casta, se ha desmelenado con una serie de declaraciones que habrían obligado a sus padres a desheredarla.  Por ejemplo, ahora que se ha ido ha descubierto que la política debe ser un servicio público y que no debería nadie eternizarse en ningún cargo. Lo cual, dicho por alguien que ha estado en el centro del poder más de veinte años, es, cuando menos, sonrojante.
Dice el señor Rajoy, que como ustedes saben es un señor lacónico que no acostumbra a decir nada, un señor que se limita a  contemplar cómo suceden las cosas como quien ve pasar las aguas de un río desde un puente, dice este hombre que la mayoría de los políticos que él conoce  son gentes que solo trabajan por el bien público y son el colmo de la decencia y la honradez. ¿Se referirá al señor Matas, al que en su día puso como ejemplo de buen gobierno? ¿O al señor Baltar, ese cacique bueno, al que tantas veces se ha abrazado? Me imagino a la tías del presidente en Sanxenjo  escondiéndose bajo las faldas de la mesa camilla tras escuchar a su sobrino en la radio, o  incluso encerrándose sofocadísimas en el hórreo, entre las panoyas de maíz.
Yo, si mi hijo fuese político, cada vez que me reuniese con él tendría mucho cuidado de hablar únicamente de asuntos intrascendentes, por ejemplo del tiempo o de fútbol, y, por supuesto, me encargaría de guardar, antes de su llegada, toda  la plata de los aparadores.
Qué lástima me dan esas madres. Pobrecitas. Me las imagino languideciendo de pena en un rincón, cada día más encogidas tras cada telediario. Ningún bochorno les ahorran esos hijos suyos. Me las imagino en ese rincón preguntándose llenas de angustia: ¿qué hicimos mal?, mientras una lágrima, flor de su dolor, se abre camino por su hundida mejilla.



miércoles, 23 de enero de 2013

La estepa rusa

El pasillo -largo pasillo- de la casa de F. en Úbeda es, en el invierno, la mismísima estepa rusa. Siempre que tengo que cruzarlo para ir al baño, me acuerdo del cuento de José Jiménez Lozano que se titula precisamente así, "La estepa rusa", y acordándome de él, se me hace el camino más breve, y parece incluso que hiciese menos frío, y es así como salgo con bien de tan aventuradas travesías.


(Viñetas del tebeo "Lo que el viento trae", de Jaime Martín)


martes, 22 de enero de 2013

Juegos de manos

Me ha ocurrido ya un par de veces. En la panadería y comprando el pescado. Les alargo a la panadera y la pescatera un billete al mismo tiempo que ellas me dan la bolsa con el género y la vuelta, pero como aún conservan entre los dedos el billete que les he dado, sin darme cuenta de lo que estoy haciendo, con una mano recibo el vuelto y con la otra la bolsa y, pinzándolo limpiamente entre el índice y el corazón, también el billete con el que les he pagado. Lo hago con tal naturalidad, con tal habilidad prestidigitadora, que al principio no se dan cuenta de lo que ha ocurrido. Notan algo raro, pero no saben qué sea. Luego, cuando ya caen en la cuenta, me miran asombradas, los ojos como platos. Esto que cuento, se desarrolla en menos de un segundo. Entonces nos suben los colores a las mejillas, a las dependientas y a mí, y estamos un rato yo pidiendo disculpas y ellas asegurándome que no pasa nada, que es algo que les ocurre a muchos, confusos y torpes, como cuando te tropiezas con alguien en la calle y al moverte hacia un lado para dejarlo pasar, se balancea él hacia ese mismo lado, y así un par de veces, como si estuviésemos bailando...





Es un movimiento reflejo, no creo tener madera de tahúr ni de trilero, ni he robado nunca a nadie, pero deberían ver la velocidad de mis dedos. Tengo que preguntarle a mi prima M.J., que es la genealogista de la familia, si tenemos antecedentes en este sentido. Espero que no. Yo creo que es cosa de la crisis. Me cuesta tanto desprenderme de los billetes que llevo en la cartera que, de modo inconsciente, no me resigno a verlos marcharse con otros...




lunes, 21 de enero de 2013

Los indignados

Acabamos de enterarnos esta semana pasada de que los verdaderos indignados no son esas gentes que salieron a las calles el 15-M y se instalaron en la Puerta del Sol y otras plazas del país. Ni siquiera los que se manifestaron por esas mismas fechas o los que siguieron las huelgas generales... No, los indignados genuinos, los verdaderamente indignados son los políticos, víctimas principales, los pobres, de la corrupción rampante. Nos vino a informar de esto, entre otros, la señá Aguirre. Lo hizo, además, con esa firmeza enérgica y castiza que es firma de la casa. 

¡Qué admirable mujer! Desde que ha abandonado su cargo y se ha empleado en la empresa privada, no para. Y como es mujer que no va a regatear ningún esfuerzo ni sacrificio por el bien de este país, encuentra tiempo, tras ese trabajo nuevo que tiene, para hacer declaraciones cada día. Y así lo mismo sale a recordarles a sus antiguos compañeros que la labor política es un servicio público y no puede nadie eternizarse en los puestos -y bien sabe ella de lo que habla tras más de veinte años saltando de un cargo a otro-, que afirma sorprenderse de que nadie en su partido se hubiese dado cuenta de lo que tramaba su tesorero, el señor Bárcenas. A ella, por supuesto, que la registren.

Y terminó la semana haciendo esa declaración dolorida, que ante este asunto de los millones suizos del señor Bárcenas, los más indignados no son los ciudadanos, qué va, sino los políticos, que son la mayoría honradísimos y decentísimos como se ve cada día en los periódicos y puede acreditar ella con su historial.

¡Qué mujer! Ni eso nos deja la señá Aguirre, que todo lo quiere para ella.





jueves, 17 de enero de 2013

Preciso análisis

Yo casi cada día me acuerdo de la madre de Cospedal. No, no, pero no como tal vez ustedes se imaginen. No. Yo lo que piensa es que, si yo fuese esa mujer, se me caería la cara de la vergüenza y no podría ni salir de casa. Por tener una hija tan mentirosa y descarada.

Ayer me acordé una vez más de esa señora -a la que no tengo el gusto de conocer-, con bochorno ajeno, a propósito de las declaraciones de su hija asegurando que en Casilla-La Mancha no se había cerrado ningún servicio de urgencias. Fueron unas declaraciones muy raras. Literalmente dijo: "No es verdad que en Castilla-La Mancha se haya cerrado ningún servicio de urgencias. Lo que se ha hecho es quitar servicios de urgencias partir de las ocho de la tarde en veinte pueblos con muy poca población y que tienen servicios de urgencias a quince minutos". Que es un poco como lo que ocurre cuando le llamas la atención a un alumno por estar hablando mientras tú les estás explicando la lección, y te responde el charlatán que no, que él no estaba hablando, que solo estaba preguntándole una cosa al compañero. Igual.


Ahora, ante esta medida, todo lo que hayan podido decir los tertulianos de radios y televisiones, huelga. El análisis más preciso, breve y contundente, lo da esta señora de Honrubia, provincia de Cuenca, que aunque lo hace en la lengua de su pueblo, creo yo que no necesita de subtítulos y se le entiende perfectamente:



              

miércoles, 16 de enero de 2013

Pedagogía musical

Repasando ayer con P. para un examen de Cono, en lugar de "diástole", repetía una y otra vez "ástole". "Sístole y ástole", decía una vez y otra. De manera que tuve que echar mano de un método pedagógico infalible: la música. Abrí el spotify y le puse esta canción:


           


Y ya lo memorizó estupendamente, porque para estas cosas, como la música no hay nada.

Se lo tengo dicho a mis alumnos: si yo tuviese buena voz y cantase bien, o por lo menos de un modo decente, yo las clases las daría entonando, melodiosas y musicales, cantando los temas, los que fuesen, lo mismo el sintagma nominal que el teatro barroco, las funciones del lenguaje que los textos argumentativos, las lenguas de España o las vanguardias... Como aquel maestro de "Amanece que no es poco", así daría las clases y los alumnos aprenderían la lección sin esfuerzo y en un santiamén.


                               


martes, 15 de enero de 2013

Músicas

De tarde en tarde, nos encontramos escuchando una y otra vez canciones de las que no sabíamos nada un día antes y que nos llenan de emoción. Ya no sabríamos qué hacer sin ellas. Esta vez son las de dos muchachas muy jóvenes.

De la primera, paisana nuestra, nos habló S. en Puente Génave, cuando paramos para comer con él. Nos la recomendó muy vivamente, con esa ilusión que pone S. en todas las cosas que le gustan. Se llama Lorena Álvarez y se acompaña de unos músicos a los que llama su Banda Municipal. Es difícil de describir, pero nos ha fascinado. Pongo un par de ejemplos aquí:




           




  
                            




Y también este vídeo inefable:

         



La segunda nos la descubrió nuestra buena amiga M.J. Es una chica francesa que se hace llamar Zaz -me han regalado el disco-, y solo se nos ocurre decir que nos parece una maravilla.


         

          
          


Y si se tiene un ratito, merece la pena ver este vídeo, una especie de documental-concierto espectacular. Nosotros ya lo hemos visto un par de veces:

          


lunes, 14 de enero de 2013

Regalos

Lo tengo delante de mí. Aunque esté en reposo, me gusta tenerlo cerca. Elegante, negro, con su funda de piel, pleno de posibilidades... Podría parecer una pitillera, pero nosotros no fumamos. O un agenda de esas que llevan las gentes ocupadas. De vez en cuando le paso la mano, fascinado, por encima. Como si se tratase de un perrete. Ayer, cuando al fin lo usé por primera vez después de la visita de los amigos A. y E. (traídos hasta aquí por riguroso orden alfabético), que vinieron hasta casa para darme una clase magistral sobre su uso, además de varios sabios consejos, me costó un poco hacerme con él. Pero fue cosa de un par de minutos. Pasados estos, me embebí de tal modo en lo que estaba haciendo que no habría sabido decir que lo estuviese llevando a cabo de otro modo diferente al habitual. Me sucedió como cuando ves una película subtitulada. Al poco, ni cuentas te das de que estás leyendo unas frases a los pies de las imágenes. Inconscientemente, avanzaba como si lo que tuviese entre las manos fuese igual que lo de ayer. Porque, a pesar de ser tan diferente, cuando te ensimismas, es lo mismo.

Me lo regaló A., que está casi tan ilusionada como uno. Creo que ella piensa que así se acabarán de una vez por todas los problemas de espacio y que me gastaré menos dinero en esa manía mía. 

Efectivamente, me han regalado un e-book, un libro electrónico, y ando con él como crío con zapatos nuevos.

P.S. También un disco de Zaz -de la que hablaré mañana- y mi sobrina A. un dibujo precioso que hizo ella misma el mismo sábado por la mañana.

sábado, 12 de enero de 2013

Crónica navideña VI y final

Cabalgata

La vimos desde una churrería que han abierto hace poco en una esquina del Real, junto al teatro-cinema Ideal. Estábamos tomando un café con L., amiga de la infancia de A. La vimos muy ricamente, desde un gran ventanal, a salvo de las caramelos que, en Úbeda, tiran los pajes con muy mala idea y bastante puntería. 

Nos pareció, desde allí, una cabalgata muy decente, más vistosa incluso que otros años, con carrozas muy aparentes y varias charangas animosas y alegres. 

Mientras la cabalgata pasaba, recordaban L. y A. las anécdotas de cuando chicas, el carácter indomable de L. que tan mal llevaban las monjas del colegio. Nunca quiso L. compartir los lápices y otros materiales escolares, como las monjas querían que se hiciese, y cuando la paseaban por las otras clases para que se riesen de ella y escarnecerla de ese modo, la que más alto se reía era ella. Un día, y esta es historia mítica, se negó a corregir su pronunciación cuando tuvo que nombrar a Shakespeare. "Aquí no dice "chespir", sino "sakespeare", y yo lo leo como está escrito", se rebeló terca L. 

Cabecea L. mientras A. recuerda estas historias, y declara un poco apesadumbrada: "Yo tenía una personalidad que ya no tengo..., no, no, ya no la tengo". Pasaba en ese momento la carroza de Baltasar, y nos pareció, desde donde estábamos, que era negro pintado.



Noche de Reyes

Nos fuimos a cenar con J. y J. y la pandilla de estos, que suelen reunirse las noches de los sábados en La Estación, un restaurante donde los reciben con grandes honores y cortesías y donde elaboran una tapas deliciosas por las que preguntan, según nos contaron esa noche, hasta los japoneses. Al parecer, hacía dos días que les había visitado un equipo de una televisión japonesa, para grabar un programa sobre esas tapas y el uso que hacen en esa cocina del aceite de oliva. Fue una noche entretenida, porque me tocó sentarme al lado de A. y S. F., este último veterana estrella televisiva del programa "Saber y ganar". Casi al final, me indican que, en la mesa de al lado está cenando el Baltasar de la cabalgata, ya despintado, y que no es Baltasar sino Baltasara, concejala de Sanidad del ayuntamiento que, según me cuentan, es tan troncho que aparece en todos los actos oficiales, a pesar de su cargo, fumando como una carretera...

Y ya volvimos temerosos a casa, que lo hacíamos un poco tarde, por miedo a encontrarnos con lo Magos, los verdaderos...



Fin

En el viaje de vuelta a casa, allá por las curvas de El Jardín, al cambiar de disco, saltó la radio en el justo momento que comenzaba a sonar, en Radio Clásica, "Llegaron ya", el villancico que cantaban -y cantan- A. y su hermana cuando chicas, y que hace apenas unas semanas les había mandado P. V., que las grabó en una casete cuando tenían diez años y la acababa de recuperar. Gracias a la locutora nos enteramos de que es obra de Ariel Ramírez, nativista argentino. La interpretaba la Coral de la Comunidad de Madrid. Nos pareció una casualidad preciosa. Como si viniese alguien a ponerle el broche final a estas vacaciones de invierno.



                      
 

viernes, 11 de enero de 2013

Crónica navideña V


Vísperas de Reyes


Ya están los Reyes en camino, y nosotros, mientras, seguimos con Cunqueiro, que no lo podemos dejar:

"Ya sé que hay verdaderamente mensajeros de Herodes, y que puedo encontrármelos en cualquiera de los senderos del valle natal que estos días paseo: un extranjero con raras ropas, furtivo el modo, trágica la mirada, apresurándose por el camino, sin dar las mañanas ni las tardes a los labriegos que siembran el pan en las tierras oscuras, blandas y dulces (...)

Desde niño, yo me he contado muchas veces a mí mismo el viaje del criado de Herodes y, naturalmente, las más de las noticias que hoy tengo de él son inventadas por mí". 

Ese "naturalmente", a nosotros nos parece magnífico.



Bares II

La alegría de encontrar un bar nuevo. Tanta que dejamos de lado los mandados y obligaciones que nos habían llevado hasta allí y nos metimos en él. Es un local diminuto, en una esquina de los portalillos que hay a la  espalda de San Pablo y puesto con gran gusto y esmero, supongo que para atraer a los turistas, que en este pueblo acostumbran a ser gentes finas y cultivadas que saben de Vandelvira y Francisco de los Cobos y llegan hasta aquí para visitar capillas, palacios, oratorios... Pero aunque nosotros no fuésemos turistas ni tampoco cultivados, ni mucho menos finos, nos metimos dentro, a inaugurarlo con un par de cañas. En el servicio nos encontramos una candelabro muy floreado, pintado de purpurina, igual que el marco barroco de un espejo ovalado. Me acordé entonces de una oscura taberna de mi pueblo, ya desparecida, que tenía todas las paredes llenas de aperos de labranza y otras herramientas agrícolas a las que el dueño, un buen día, decidió pintar de purpurina. Tras ese día, daba miedo entrar en aquel chigre. Pero aquí había también un lebrillo de cerámica como lavamanos. Y pequeñas toallas blancas como palomas para secarse... Finísimo todo. Y muy pequeño pero muy limpio.





Belenes


Ya de noche, bajamos P. y yo a visitar el belén de Santo Domingo (A. andaba en una reunión de antiguas alumnas de su colegio, que están tramando una comida nostálgica y memoriosa). Bajamos por el Rastro, donde una tienda de muebles también suele poner su Nacimiento. Pero es un poco triste porque están casi todas las figuras tullidas, y no las cambian: San José, manco; Baltasar, manco y cojo; y el ángel anunciador sin brazo alguno... Como aquellos pintores de las postales de Navidad que llegaban a nuestra  casa.

En la calle de la Luna y el Sol también estaba, como cada año, el de una casa particular, en esta ocasión con un cartel en el cristal de la ventana, hecho con el ordenador, en el que se indicaba que, si se deseaba contemplarlo a gusto, se llamase al timbre. Sin embargo, nosotros seguimos adelante, que el que de verdad nos gusta es ese de Santo Domingo. Ocupa toda la nave de la iglesia, que está vacía el resto del año. Encontramos algunos cambios: unas cuevas excavadas en una montaña, donde se veían gentes muy humildes, y la ciudad de Jerusalén, ocupando el centro del belén, con sus murallas almenadas y sus ocho puertas: Puerta de Jaffa, Puerta de los Leones, Puerta de Damasco... El resto, colocado de otro modo, era lo mismo: las callejuelas blancas de Belén, el paso lento de los Reyes, los oficios y el mercado, las palomas torcaces en los muros y tejados, el truco del ángel apareciéndose y desapareciéndose en el fondo de una gruta a los pastores y, cómo no, un claro río... Y aquí hay que traer a Cunqueiro una vez más:


"Porque -cuenta una leyenda siríaca- al nacer Jesús resucitaron todos los pozos muertos del desierto y derramaron y corrieron de ellos por las arenas regatillos claros, que cuando encontraban desnivel y guijos, aprendían a cantar (...) Y que por eso tenían razón los pesebristas napolitanos, que insistían en que en todo Nacimiento ha de haber un río".

Al salir dimos una vuelta hasta El Salvador. De noche como era y con la luz azulada y estupefaciente con la que lo tenían iluminado, parecía cosa prodigiosa y fantástica, viva y como palpitante...



Locura

Nos cuenta A. a nosotros que le han contado sus antiguas compañeras a ella que su profesora de Lengua, que tanto les enseñó y era tan estricta, y a la que piensan invitar a esa comida que están organizando, se ha trastornado y anda por el pueblo con un rotulador buscando rótulos, pintadas y papeles, para corregir las faltas de ortografía que les encuentre, y ponerles las tildes como es debido... 



Memento mori 


"Somos mierda", declara F. , barroca y sentenciosa, mientras barre la casa.

















jueves, 10 de enero de 2013

Crónica navideña IV


El amigo pintor


Antes de llegar a Úbeda paramos en Puente Génave, a comer con S., nuestro amigo pintor, que hacía largo tiempo que no nos veíamos. Nos lo encontramos igual que siempre, la misma mirada infantil y curiosa sobre el mundo y sus cosas y la risa pronta, a flor de boca. Las tres horas que pasamos juntos hablamos de muchas cosas pero, sobre todo, nos echamos unas risas.

S., aunque pase la mayor parte del año fuera, en Berlín y Granada, es una fuerza popular y viva de su pueblo -dos mil habitantes y diecisiete bares-. No se sabe si se logrará, pero tienen proyectado un museo con su nombre. En el bar todos le saludaban, y conserva su cuadrilla, con los que se va a ligar -en la provincia de Jaén, "irse de cañas"- por los bares del pueblo y las aldeas próximas. Ahora, nos cuenta, están muy viciados con los chinos, a los que juegan sin parar...

Cominos en uno de eso bares recordando viejos tiempos, de cuando éramos más jóvenes y colaborábamos con él en actividades inconfesables ...

Luego nos enseñó el estudio que se ha hecho construir a las afueras del pueblo, entre las naves de un pequeño polígono industrial. Vimos allí sus cuadros enormes, un toro y un ciervo disecados, viejas tallas de santos y vírgenes... El mundo de S. Pero lo que S. nos enseñó con más ilusión fue un mueble-tocadiscos que se compró en un mercadillo berlinés por muy pocos euros. Puso alguno de los discos que se trae de sus estancias allí ("Los de música clásica, grabaciones buenísimas, en esos mercados callejeros están tirados, casi te los regalan", nos explicó) para que escuchásemos cómo sonaba. Y sonaba a gloria. Entraba la luz de la tarde y casi toda la sierra cuajada de olivos por los altos ventanales del estudio.



Y como en los trueques que S. acostumbra a hacer con algunos otros artistas (un confesonario que tiene en el garaje se lo cambió a un carpintero por un cuadro), nos regaló un dibujo y nosotros -que íbamos preparados porque sabemos de la generosidad de S.- sacamos del coche la fabada que le habíamos comprado en Oviedo.

Nos despedimos bajo los naranjos del ayuntamiento. "De este árbol arrancaba de chiquillo naranjas para tirarlas a las luces de navidad. Y una vez se las lancé al reloj del ayuntamiento y lo retrasé tres minutos... Siempre luchando contra el tiempo". Y ya nos abrazamos entre risas.






Nochevieja

Cenamos en casa de J. y de J. Éramos dieciocho o veinte los que nos sentamos a la mesa. Nos colocamos arqueológicamente, por estratos de edad: en un extremo, las titas, su hermana monja, la abuela A. y mi suegra F. Hicieron la cuenta y suman, entre todas, cuatrocientos años. A su lado se sentaron los que ya cuentan más de cincuenta; después nosotros, A. y yo, que no andamos lejos; luego se daba un salto hasta los de veintitantos, ya en el otro extremo de la mesa, y A. chica y J. chico, que acaban de cumplir los veinte; y al final, P., con once.

Como a las 11:30 ya habíamos acabado hasta el postre, la mayoría nos preparamos, metódicos, las uvas. Sobre la servilleta, como forenses que les estuviesen realizando una autopsia, las abrimos por la mitad y les sacamos las pepitas. Algunos incluso les arrancaron la piel. Cuando al fin comenzaron a tocar las campanas, todos nos apresuramos a tragárnoslas. Bueno, todos no. Yo, como siempre, las tomé sin prisas, que nunca he querido morir en ese filo del tiempo, atragantado.Terminé cuando este año nuevo, misterioso de niebla y lluvia, contaba ya diez minutos largos.




Añonuevo


La primera mañana del año, metida en nieblas, la pasamos leyendo a Cunqueiro. Es una costumbre nuestra esta de comenzar cada año entre las páginas del mindoniense, luminosas y fantásticas como la primera luz del mundo. El libro es uno de artículos sobre santos y milagros que, como todos los suyos, nos alegran las primeras horas del año. Como un conjuro para el resto de días que vendrán, para que sean también todas esas horas igualmente alegres y felices. 

"Limpió la manzana con la manga de su ropón, y muy cariñosamente le preguntó qué hacía allí. Ya saben ustedes que San Patricio era políglota. Al día siguiente de nacer aprendió, entre el mediodía y la puesta de sol, siete lenguas: la de Irlanda, la de los pájaros, la del viento, la del fuego, la de los peces, la de las fuentes y la de los demonios, y al día siguiente aprendió el latín de los Santos libros y el lenguaje de las campanas. A la manzana le habló en la lengua del viento, que pasa con todas sus declinaciones y gerundios por entre las ramas de los manzanos".

Luego nos fuimos a comer. Apenas habían pasado unas pocas horas y ya nos encontrábamos sentados otra vez a la misma mesa y en el mismo sitio. Igual que ayer, por riguroso orden arqueológico.

Entre plato y plato, F. y la tita monja comenzaron a contarse chascarrillos e inocentes picardías escatológicas: la clasificación canónica de los pedos, las doce partes de que están compuestos cada uno de ellos, y el número exacto de los pliegues del ano, que son treinta, y uno más en el invierno... La juventud, al otro extremo, reía escandalizada ante semejantes  y peregrinas erudiciones. Les explicó entonces F. que en su tiempo, cuando ella tenía su edad, no tenían los entretenimientos de hoy, y que era con esas cosas con las que pasaban el tiempo, aunque también lo hacían con un libro, que siempre había alguien que sabía leer y tenía buena voz, grave y profunda, o suave y acariciadora, y lo hacía para todos, que se reunían después de las labores fatigosas del campo y de las casas... Cuenta todas esas cosas F. y nos parece estar entre Quevedo y Cervantes. Luego, continúa F., llegó la radio, y sus seriales, y esos lectores antiguos callaron ya para siempre...






miércoles, 9 de enero de 2013

Crónica navideña III



Infancia

Decidimos dar un paseo esta mañana por los paisajes de cuando uno era niño. Unos continúan casi igual. Otros, en cambio, nos parecieron irreconocibles. Hacemos una lista:

-El viejo colegio de San Pedro en el que mi madre me abandonó una mañana con solo tres años, en una cola de chiquillos tan desconsolados como yo.



-Los descampados del Patronato donde se levantan ahora decenas de pisos.



-El muro del campo de fútbol al que nos subíamos a ver los partidos del Caudal y desde donde, una noche, vimos volar a un delantero centro y marcar el gol de cabeza más hermoso de la historia (mala suerte que fuese el del equipo contrario, el Langreo).





-El viejo Patatal donde tanto jugamos, hoy vallado y sembrado de falsa hierba artificial.



-La escombrera que se ha convertido en un instituto de educación secundaria.




-Y el río San Juan, que ahora baja limpio como un yonqui que, tras largos años de malandanzas y miserias sin cuento, se hubiese rehabilitado. Lo cruzamos por una pontiga de madera y seguimos el paseo sin decir palabra, todo ojos.






Imagen

La última luz de la tarde se estrella contra  las ventanas de las casas como un pájaro de fuego.




Periódico II

"Unos activistas secuestran la figura del belén de Santiago de Compostela y la dejan tres días después en un cajero pasando la noche como un sin techo".





Conversaciones

Conversación 1ª

En el ambulatorio, con mi madre. Mientras esperamos nuestro turno, dos mujeres conversan frente a nosotros:

-¿Qué tal las navidades?
-Como siempre. Sin pena ni gloria. A mí es que estes fiestes nunca me gustaron. Y desde que no están mi padre ni mi madre, menos...
-¿Y tú, cómo estás?
-Pues mal, la verdad, mal. Yo, si me muriese ahora mismo, no me importaba.
-¡Muyer!, no digas eso...
-Pues dígotelo y repítotelo: si me muriese aquí y ahora, lo mismo me daba. Tú crees que con 59 años que tengo encuéntrome como si tuviese 85. Yo no sé, fía, cuando tenía el azúcar por les nubes, estaba como una chavala, como si acabase de cumplir los dieciocho..., y ahora que lu tengo baju, no me pueo aguantar...
-Ya, qué raro...
-Estoy que nun aguanto a nadie, ni a mí misma me aguanto... Y el día de Navidad va el mi hombre y compra-y una pandereta a la nieta. Yo no sé en qué piensa esi hombre, parez que no se da cuenta de que no estoy bien... Pa la comida y limpiar los cacharros sí ye curiosu, en eso no tengo queja. Pero pa lo demás... Hacer les cames o poner una lavadora, pa eso no pueo contar con él. Y además, de un tiempu a esta parte volviose más repunante... To-y parez mal. Y presumíu, él, que nunca lo fue. Pues resulta que se pasa ahora una eternidá mirándose al espejo, acicalándose... De vieyu, gaiteru...

Y ya nos llamaron, a mi madre y a mí, y no escuchamos más.


Conversación 2ª

En el bar, con mi padre, la misma mañana.

X -¿Adiós, E.!
E -¡Vaya usted con Dios!
X -Yo con Dios nun voy a ninguna parte.
E -¿Entonces?
X -Yo soy ateo. A mí dícesme Dios y como si me dijeses la mula Francis...











martes, 8 de enero de 2013

Crónica navideña II

Nochebuena

"El que ponga la noche al oído, como quien pone una caracola para escuchar el océano, ese escuchará músicas y palabras que quedaron, eternamente, en el aire".

Álvaro Cunqueiro




Es costumbre nuestra de largos años despedir cada uno de estos, y recibir los nuevos que van llegando, entre las páginas de este escritor maravilloso.


El bar

Cuentan que se murió X. El día de Navidad. De muerte repentina. Se levantó a mear y cayó desplomado en el cuarto de baño. Era, al parecer, un hombre extraño. Al bar ya no lo dejaban entrar porque distraía las propinas que dejaban los parroquianos en las mesas o el mostrador. Contrariado, desde que lo expulsaron les meaba en la puerta en cuanto se descuidaban.





El periódico

"Las monjas benedictinas del monasterio de San Pelayo anunciaron el sábado la llegada de la Navidad cantando la calenda (...), una tradición medieval que se perdió en muchas comunidades tras el Concilio Vativano II. En Oviedo, las Pelayas continúan manteniendo encendida esta llama. Las monjas que abrazan la regla de San Benito fueron enumerando, siguiendo una melodía latina y con toda la solemnidad, los hitos históricos más importantes desde la Creación hasta el nacimiento de Cristo. La calenda es muy sencilla y se interpreta en lo que en el gregoriano se denomina tono "de lecciones". Cuando la solista que interpretó la calenda -en este caso la madre abadesa, Rosario del Camino Fernández Miranda- llegó al momento en que narró el nacimiento de Jesús en Belén, la melodía cambió, subió una cuarta y durante unos minutos solo sonó música de órgano. Ese fue el momento de mayor recogimiento y silencio en el templo. El canto de la calenda fue seguido por un gran número de fieles que llenaron la capilla del monasterio, la mayoría de ellos miembros de familias que cada año acuden a este acto navideño".

A. Fidalgo, La Nueva España







Gijón

Tarde en Gijón. Al salir de Mieres, subiendo hacia San  Tirso, una luz limpia y feliz, como hecha de azúcar y miel, se derramaba golosa sobre el paisaje. "Parece la comarca de El Hobbit", comentó P. mirando por la ventanilla...

Íbamos a Gijón a ver el mar y a mi prima M.J. Íbamos por gusto y porque tenía esta unas viejas postales para mi madre que había encontrado en casa de la suya. Eran unas postales de 1957, que enviaron mis padres en su viaje de novios: una desde Santander y otra de Portugalete, las dos coloreadas, y una más en blanco y negro, de Toledo, del puente de Alcántara. Había otra, esta del 51, enviada a mi madre por un tal Antonio desde Valencia. Mi madre, por más que la apretamos, no recuerda quién puedo haber sido ese Antonio que tan cortésmente la saluda.






Visitamos luego una exposición de fotos de García-Alix, en el Antiguo Instituto, titulada "Patria querida". Había varias bien hermosas, pero la mayoría podrían estar tomadas en cualquier otra parte del mundo.







Después pasamos por una confitería que nos recomendó mi prima, La Fé, con la tilde muy claramente puesta desde hace muchos años. A mí me pareció muy bien esa tilde, porque una fe sin ella parece menos fe, y es cosa que debería mirar la Academia...

Y ya dimos un paseo por El Muro. Las olas, incontables como las naves aqueas que cantó Homero, desembarcaban una y otra vez sobre la arena...



De vuelta a casa paramos en Santianes, para nosotros algo así como esa comarca tolkiana. Recobramos allí las conversaciones del verano, continuándolas como si agosto fuese ayer.

lunes, 7 de enero de 2013

Crónica navideña

Vamos a ir colocando aquí, esta semana, algunas estampas de nuestros viajes de invierno. Por alargar estos días de fiesta que ya se terminan, porque al contarlos, nos parecerá que aún los estamos viviendo un poco...

Los viajes

Va a ser verdad, como toda la vida de dios ha comentado la gente, que el tiempo está loco. Que las cosas están hoy patas arriba, todo del revés... Y digo esto porque al contrario de lo que es corriente, cruzamos Castilla entre nieblas misteriosas, vientos furiosos y tercas lluvias. Madrid, por ejemplo, podría estar donde siempre ha estado o podrían haberlo cambiado de sitio, que nosotros no lo vimos. Sin embargo, nada más abandonar las profundidades de El Negrón, nos encontramos una Asturias luminosa, alegre, llena de sol. Sin una sola nube en el cielo. Exactamente lo contrario de lo que nos suele suceder.

Y en el de vuelta otra vez lo mismo. Dejamos un día espléndido, soleado y limpio, y tras cruzar ese túnel interminable, nos recibió la nieve. Por Caldas de Luna el paisaje estaba medieval, inmóvil, silencioso. Y a partir de León, en lugar de esa nieve antigua, la misma niebla de hacía una semana. Tampoco pudimos saber si seguía Madrid es su sitio...





Los personajes

Un malabarista en el semáforo. Frente a la casa de mis padres, un muchacho con un chaleco y un turbante, y unas largas barbas islámicas,  cada vez que el semáforo cambiaba a rojo y los coches se detenían, se plantaba delante de ellos y, con una gran sonrisa, comenzaba a hacer malabares con cuatro mazas. Luego, unos segundos antes de que tornase el semáforo al verde, se quitaba el turbante y se paseaba entre los coches, por si alguien quería dejarle en él algunas monedas.





Las calles

La calle Paraíso de Oviedo es una calle estrecha que corre paralela a las antiguas murallas de la ciudad. Antes había allí una fábrica de gas. Hoy es una calle apartada por la que apenas pasa nadie. Fuimos hasta allí porque acaban de abrir un café-librería, el café Paraíso. Quedamos allí con C. y H. Luego llegaron R. y M. Nos tomamos unas cervezas de pie porque estaba ese café lleno, que habían organizado un rastro solidario en unos bajos de al lado. La clientela era toda muy joven y muy moderna. Por eso nos extrañó mucho que se organizase una pequeña trifulca entre los que bebían en la calle, a la puerta del café. Al principio, vista desde donde estábamos, parecía un baile, una coreografía de musical. Al parecer eran dos que se querían pegar, vaya a saberse por qué, y el resto trataba de separarlos. Pero, ya digo, desde el interior nos pareció, al principio, como una conga. Afortunadamente, no llegó la sangre al río.






Los anuncios

Soplaba en mi pueblo, este diciembre, el viento de La Regenta, caliente y perezoso y viceversa, y en la puerta del Charly anuncian ya la cabalgata "Elvis vive", que se celebrará, como cada año, en la Nochevieja. Sacarán entonces la enorme figura que tienen a la entrada del bar y lo pasearán, como a santo en procesión, subido a un remolque, por las calles del pueblo. A veces, si tienen tiempo, llegan a Figaredo,a Ujo, a Pola de Lena...