martes, 28 de mayo de 2013

Cosas que uno lee por ahí

Se pasa uno la vida leyendo. Si no es en un libro, es en el periódico, en una revista, en una página de internet o en un papel tirado en la calle... Vamos recogiendo en una libreta esas palabras, como quien arranca unas rosas de un rosal, y las traemos hoy aquí como si fuese este candil un jarrón con agua limpia...



"Todo hijo de vecino tiene lápiz y papel, pero ¿cuántas historias buenas se han escrito con ellas?" (David Lynch).


"Como con la política y el fútbol y la religión, hoy y siempre, cada uno se aferra a su verdad y la razón o la evidencia empírica son lo de menos. Poca gracia tendría la vida si no". (John Carlin).

"La literatura es gente que escribe y gente que lee. Pero también son padres y profesores que transmiten a los niños la posibilidad de leer y escribir y el amor a la palabra hablada y escrita. Escuelas públicas para aquellos que no se puedan permitir la educación privada. Bibliotecas públicas abiertas a todos. La literatura no puede desarrollar todo el potencial que promete sin un ambiente público de libertad de expresión" (Muñoz Molina).

"Lo cierto es que los materiales del escritor de ficción son los más humildes. La ficción trata de todo lo humano, y los humanos estamos hechos de polvo, y si te parece despreciable ensuciarte con él, entonces no deberías intentar escribir ficción" (Flannery O´Connor).



(www.joyen.net)

lunes, 27 de mayo de 2013

Bufandas en el balcón

Como la compañera de A. y el ejemplar de LNE que luego me deja, va a tener que viajar hasta aquí el Oviedo F.C. A jugar la promoción con el Albacete. En lugar del Oviedo me hubiese hecho ilusión que le hubiese tocado el Caudal, que es el equipo de mi pueblo, y que también anda enredado en esa disputa. Pero este tendrá que viajar un poco más lejos, hasta Cartagena.

Nos informó, casi al instante de conocerse estos emparejamientos, M., que es gran aficionado del equipo de su ciudad. Cuando el año pasado jugaban ambos en el mismo grupo de la 2ª B, lo invitamos, pero no puedo ser. Lo hemos vuelto a hacer en esta ocasión, pero tampoco...

Yo había pensado que si hubiese sido el de mi pueblo, iría a ver el partido. Por esa razón me alegro ahora de no tener que hacerlo. Tiene el Oviedo todas mis simpatías, pero uno es más partidario del Sporting, y por lo tanto no son tan fuertes esos agrados como para pasarme dos horas en un campo de fútbol viendo volar el balón de un campo a otro como una bola loca...

El vecino de enfrente, que no sabemos quién es, ha colgado tres bufandas del Alba en el balcón. No sabemos si ha hecho esto como una forma de conjurar la victoria y animar a las gentes de esta ciudad  o para que se les vaya el olor a naftalina, por haberlas tenido todo el curso metidas en lo profundo de un armario... No lo sabemos, pero ahí han estado desde el viernes por la mañana...

Las vi  a primera hora, cuando apenas habías despuntado el día... Yo, antes de salir, le echo una mirada a la calle por si hubiese habido algún cambio durante la noche, y, de pronto, ya no viviésemos aquí, sino en Londres, Madrid, París o Llanes... No sé, es una fantasía que uno tiene. 

La noche del sábado soñé que ganaba el Oviedo 1-0. Le mandé un mensaje a M., para que lo supiese. Este asunto de los sueños es muy misterioso. Pudiendo soñar con un buen montón de cosas agradables, ¿qué hace uno soñando con el resultado de un partido de fútbol? Un desperdicio. 

Luego, cuando me asomé a la ventana, seguíamos viviendo en la misma ciudad pero en el balcón del vecino ya solo ondeaban dos bufandas. ¿Estará haciendo una cuenta atrás? Qué sé yo. Los aficionados al fútbol, como los sueños, son  un enigma.

Por cierto, el partido del Tartiere acabó 1-0. La vida es sueño. 






viernes, 24 de mayo de 2013

Dan Brown escanció sidra

Tiene A. una compañera que es de Oviedo y que, a pesar de la distancia, viaja cada fin de semana, en tren, a esa ciudad. Ida y vuelta. Y como sabe lo que gusta uno de las noticias del Norte, le da a A. cada lunes La Nueva España del domingo, para que me la pase a mí. Yo se lo agradezco infinito, porque aunque siga uno por internet lo que ese periódico cuenta, no es lo mismo leerlo en el ordenador que sentarse en el sofá y sentir el peso del papel, abrir sus páginas, pasarlas con parsimonia, engolosinarse con él...

A uno La Nueva España le ha dado muchas satisfacciones, sobre todo por esas crónicas en las que nos   descubre las raíces asturianas del famoseo y el poder de este mundo -los abuelos de Gloria Estefan, de la Pola; el padre de Ramoncín, acomodador de un cine en Gijón; una familia de Teverga, primos todos del presidente de alguna república...-. Pues bien, el último hallazgo es que Dan Brown, el famosísimo autor de El Código Da Vinci, pasó un mes en Gijón, de intercambio, cuando tenía el mozo diecisiete años...

Este tipo de descubrimientos se ve que a los asturianos nos llenan de orgullo, y el periódico no deja pasar un parentesco o una relación, por lejana o leve que sea... Si no recuerdo mal, el reportaje sobre las pesquisas del Rey del Pollo Frito en busca de su padre dio para varios días y para un buen número de páginas, con generoso aparato gráfico...

Por lo que respecta a este último hallazgo, buscando el enlace en la edición digital del periódico, me encontré con que le dedicaban al asunto no uno sino varios artículos: ESTE, que fue el que yo leí en papel, pero también este OTRO, y aún un TERCERO... No podrán negar que los asturianos somos mundiales.



(www.lne.es)

jueves, 23 de mayo de 2013

Una entrevista a Trapiello


El otro día entrevistaron a Trapiello en Jot Down. Nos ha encontrado esta entrevista con el último tomo de sus diarios entre las manos. Aunque llevamos leyendo esta "novela en marcha" 18 años, no ha desfallecido aún nuestro entusiasmo. Por eso nos hizo mucha ilusión que se refiriese a nosotros, lectores de estos diarios, en un momento de esa charla:



Los lectores de esos libros son, me parece, un poco como yo mismo, personas a las que les gusta mucho la vida y no tanto la sociedad, y mucho las gentes, aunque tampoco esperan nada de ellas. Lo saben ellos y lo sé yo. Y eso nos basta. Ellos y yo tenemos una cita al año a espaldas del mundo, y gracias a ellos y a los editores, el proyecto sigue siendo viable. 


Luego dice muchas más cosas -las entrevistas de Jot Down son largas y, si el entrevistado merece la pena, muy jugosas-. De entre todas, hemos espigado las que siguen, por parecernos relevantes y muy hermosas, y por pensar que ilustran muy justamente el motivo por el que leemos todo lo que este hombre, que nos saludó una vez aquí en Albacete -ya lo contaremos en otra ocasión-, escribe:




Creo que un escritor es alguien que está a la intemperie, y que ha de acostumbrarse al tiempo que haga; él vive, él escribe. Ha de contar con las inclemencias del tiempo. Y antes de seguir adelante con esta entrevista: me gusta escribir, porque es la forma más discreta de intimidad, y me gusta poco, cada vez menos, hablar en público para el público. A mí, habladas, me salen las cosas mal, de cualquier manera. Decía Deleuze que encontraba el hablar une saleté, una suciedad. Y sí, el hablar mancha. Si me gusta tanto en literatura lo escrito, frente a lo hablado, es porque la palabra escrita está mucho más cerca del silencio. Decir, referido a un escritor, que habla aún mejor que escribe es un elogio envenenado. No sé lo que valgo escrito; hablado, soy del montón.



Si la obra es vida no debe alejarse del lugar donde sucede lo más importante de la vida, que es nuestra intimidad compartida.


Sabes que solo quieres ser escritor, desde luego, pero no sabes nunca si vas a poder serlo, si te dejarán serlo, si habrá en ti algo que te permitirá lograrlo, que no te secarás, como una fuente. Así que te levantas y vas a tu mesa y la ves como un huerto. Y haces un surco, y luego otros, y cuando vuelves la vista atrás, porque temes acaso que no haya quedado nada o que lo hayan comido todo las malas hierbas, descubres que aquí y allí está brotando algo. Te acercas, lo miras y no sabes muy bien cómo ha nacido eso. Porque pasa eso: que lo que nace, nace solo, que uno no es dueño de ese secreto, sino solo eso, un hortelano, y que los frutos no son tuyos, puede que acaso la semilla, sí, pero solo la semilla. Siempre me ha parecido que los aciertos en mi caso eran de otro, como de prestado; los malogros, en cambio, los he reconocido pronto, veo de lejos que solo pueden ser míos.


La poesía es lo único que cuenta, es el germen de todo, lo que nos lleva un poco más lejos. Para mí la poesía es la línea más corta entre la vida y el misterio, una especie de “símbolo aproximativo de la verdad”, que decía Ungaretti. De la poesía, y no digamos de la mía, me da mucho apuro hablar siempre. La poesía es lo íntimo en estado puro, la verdad indemostrable. Y en cierto modo, inefable. Puede uno cultivarse mucho leyendo poesía o teoría poética, pero el sentimiento que hay en tal o cual poema, esa emoción que sentimos ante ciertos poemas, ante una sonata, ante tal o cual cuadro, eso resulta muy difícil de definir y de explicar. La poesía tampoco es privativa del poema, la hallamos en una novela, en una obra de teatro, y por supuesto en la música, en la pintura, en muchas manifestaciones humanas, en la manera de poner un mueble, en un vestido, en la manera de hablar o de escuchar a alguien sin juzgarlo. Creo que la gente respeta la poesía porque sabe que en el fondo nos hace fuertes y delicados. Claro que algunos confunden también la poesía o lo delicado con la cursilería, o que creen que la poesía es una cosa de moñas, pero para esa confusión no hay remedio. Damos por supuesto que Leopardi o Machado o Juan Ramón fueron personas delicadas, pero me gustan también mucho los que son delicados a su manera, un poco toscos, pero siempre con naturalidad, como Baroja o Solana. La poesía para mí es eso, el cultivo de la naturalidad.


Decía antes que la novela, frente a la poesía, es un camino. Pero es un camino que debe recorrerse, a mi modo de ver, con el candil de la poesía. Una novela, o una obra de teatro, y yo diría que hasta un ensayo o un tratado de filosofía, que no se escriba a la luz de la poesía, se quedará a medio camino y a la larga, a ciegas.


El estilo es bueno si no se nota. Decía Tolstói: “Señor, dame la sencillez de estilo”. Creo que uno puede hacerse un estilo a base de estudio, de trabajo, en la fragua. Pero la sencillez de estilo te la conceden. No sé qué hay que hacer para eso, creo que nada. Es regalo precisamente porque no puede alcanzarse con mérito ni trabajo. El otro, el que llaman gran estilo, es conquista y por lo general muy pesado. El estilista es como un káiser. Pero lo que vale, creo, es lo otro, esa transparencia que no altera las cosas, el estilo que empieza a brotar y hace que te desentiendas de él. Suele ser muy hospitalario. Ese que te hace sentir como en tu propia casa, por el que vas como quieres, descalzo o en zapatillas. El estilo es siempre tacón, coturno, plataforma, para parecer más alto. Aunque también hay que tener cuidado con la afectación de la sencillez. Eso de Baroja, por ejemplo, de no saber si hay que ir en zapatillas, de zapatillas o con zapatillas no deja de ser una afectación un tanto filistea. Ahí el problema son las zapatillas. No sé, yo creo que lo mejor es pararse y oír la respiración de la prosa, y si no se nota, bien. Y si se nota, mal, habrá que oxigenarla.


La literatura nos enseña a vivir más intensamente, y la vida nos enseña a leer no solo por entretenimiento. Si la literatura está viva, quiero decir, si no es literaria o artística, la viviremos con naturalidad. Nos son más cercanos don Quijote o Fortunata que la mayor parte de nuestros parientes, tenemos con ellos un trato más íntimo que con seres de carne y hueso, porque don Quijote y Fortunata son también de carne y hueso, de nuestra carne y de nuestros huesos. Están hechos de una costilla de la realidad y de nuestra naturaleza, sus sueños están hechos de la misma materia que los nuestros.








(Jot Down. Foto de Guadalupe de la Vallina)



miércoles, 22 de mayo de 2013

Dos aforismos y una miseria

A veces, muy raras veces, me sale un aforismo. Siempre sin querer. Casi sin darme cuenta. Como les nacen los jaramagos a las cunetas. Suele ser cuando paseo, o en la ducha, o cuando no estoy haciendo nada. Lo decía Azorín, que para un escritor era muy importante dedicar muchas horas a no hacer nada. Y para los que no somos escritores pero escribimos, también.

El jueves pasado, cuando volvía del partido de los jueves, relajado, cansado y lento, me salieron, vaya a saberse por qué, estos dos -existenciales y trenzados- más uno más un poco más largo, ese sí que sé por qué, en el cruce de la calle del Tinte.


Lo normal es ser normal, esto es, cultivar dos o tres rarezas y comportarse en lo demás de un modo corriente.

Sin embargo, qué raro ser uno mismo, pudiendo ser cualquiera.

¡Cómo miramos a los peatones que cruzan en rojo los semáforos ! ¡Qué lección cívica en nuestra mirada! Los que se dan cuenta de esas ojeadas, agachan la cabeza y disimulan. Por eso no se enteran de que, si continúan sin verse coches en el horizonte, también cruzamos en rojo nosotros...



(dasberlinfestival.blogspot.com)

martes, 21 de mayo de 2013

Fan

El primero que nos habló de ellos fue S., cuando nos encontramos con él, después de largo tiempo, en su pueblo. Nos habló de ellos con entusiasmo, y nos contó que les había mandado un mensaje, para decirles que se había hecho muy partidario.

A los pocos días, como suele suceder con estas cosas, apareció una breve entrevista en El País.

Fue entonces cuando escuchamos sus canciones en el spotify. Me ganaron por completo.

Desde ese momento me convertí en un fan entregado. Intenté incluso conseguir adeptos. Sin embargo, a P. y a A. no les hacen ni mucho menos tanta gracia como a mí.

Escuchamos su disco en el viaje a Logroño, a pesar de las quejas de P. Se lo puse a J.A. y a N. Yo les explicaba que solo empapándose desde la tradición podía uno ser tan verdaderamente moderno y original, que solo desde un lugar como San Antolín de Ibias u otro lugar semejante podía haber surgido una música como esa, tan fresca y tan tocada por la gracia, y bla, bla, bla. N. y J.A. no se pronunciaron y, al final, se durmieron.

Luego, cada mañana de ese viaje, para levantar de la cama a los remolones infantes, tarareaba  con voz bien alta uno de sus estribillos: "Muchas gracias por amargarme el día, muchas gracias por hacerme sufrir..." Infalible. Antes del tercer verso ya estaban en pie. 

Pero hasta ayer, distraído, no me había dado cuenta cabal de la letra de Testamento ("Cuando me muera, si es que me muero...", que es un comienzo poderoso y genial, ¿no?). Y ahora soy, si cabe,  más fan aún.



                     

lunes, 20 de mayo de 2013

Una familia desestructurada

Como la Real, este fin de semana ha sido la nuestra una familia completamente descabalada, cada uno en un lugar diferente y yo, en casa, solo.

El sábado por la mañana se fue A., con su hermana, a Úbeda. Se fueron a ver a la tita C., que lleva hospitalizada desde hace ya varias semanas. Una serie de muy diversas dolencias la tienen postrada en la cama del hospital y no acaba, la pobre, de recuperarse. 

Esa misma mañana, mis padres se embarcaron en una excursión de la parroquia hasta Marrón, en Cantabria pero muy cerca ya del mismísimo Bilbao, a visitar el santuario de La Bien Aparecida (jamás había oído hablar ni de ese pueblo ni de esa virgen, pero es bonito que un pueblo tenga el nombre de un color, aunque sea el pardo, y hemos aprendido además que en lo que se refiere a apariciones marianas, también hay modos, grados y calidades...).

Y P., invitado a un cumpleaños de una compañera de clase...

Hasta mi hermano tampoco estaba en su casa, que le tocó trabajar esa mañana...

Como se ve, salvo yo, nadie estuvo en su sitio ese sábado. Y, solo en la casa, no supe qué hacer. Desfibrado, melancólico y triste, apenas me levanté del sofá, desganado, con el periódico en el regazo y en la tele un partido de la segunda división (Ponferradina-Numancia, apasionante). Cada poco tiempo, nublaban el día unas nubes ceñudas y una lluvia violenta se ensañaba con los cristales de las ventanas.

Al final, me leí el periódico de la primera a la última página (un banquero pasa una noche en la cárcel, solo una, porque enseguida pagó su fianza; muere, en la Argentina, un sangriento dictador; los conductores de autobuses y tranvías de Lisboa organizan un banco de alimentos porque varios compañeros pasan hambre; Cospedal pide unidad a los cargos de su partido; Renfe planea eliminar varias rutas; se ha aprobado una nueva reforma educativa...). Y, como es natural, me sentí aún más solo, y melancólico, y sombrío, y  taciturno, y abatido...  Lleno, al fin, de una pesadumbre muy negra...

viernes, 17 de mayo de 2013

La nueva sanidad

Por si no estuviesen las cosas ya lo suficientemente claras, la semana pasada sucedió en el hospital de Hellín lo que AQUÍ se cuenta. Y nuestro amigo C. escribió un artículo impecable comentando la jugada en TERSITES.

Después de darle largas al asunto, antes de ayer dimitió ese señor gerente. Piensa uno que tendría que dimitir también, e irse con viento fresco, el consejero que dijo que las explicaciones que le había dado el hoy dimitido, le habían parecido bien y que no lo iba a cesar. Y, ya puestos y por pedir que no quede, la señora Cospedal, esta por mentirosísima y ruin, dos rasgos que no deberían aceptarse de ningún modo en la política.

Sin embargo, si hiciésemos ahora aquí la lista de los abusos de estos políticos nuestros, nos íbamos a pasar la tarde y buena parte de la noche amarrados al ordenador.

Bueno, el caso es que este señor ha dimitido. Y sigue uno pensando y piensa otra vez que además debería hacerse cargo de lo que esa operación de su madre haya costado, hasta el último céntimo. Y que deberíamos vigilar qué va a ser de él, para que no se acerque a los recursos públicos de nuevo, aunque lo más corriente será que le hayan buscado ya otro puesto en la administración. Y entonces no habrá servido para nada esa dimisión. Ea.

jueves, 16 de mayo de 2013

La huelga

Hace hoy una semana, estuvimos de huelga. Contra la nueva ley de educación, esa que, entre otras lindezas, asegura que la educación debe servir para hacer personas competitivas y aumentar sus posibilidades de empleabilidad -¡impresionante palabra!-. Ya no se trata de formar a la muchachada, ni de cultivarla ni hacer de ella gente curiosa, con espíritu crítico y la mente abierta. No. Ahora de lo que se trata es de que puedan servir de mano de obra cómoda y barata. Es esa ley que dicen necesaria para aumentar la calidad y la excelencia de nuestro sistema educativo. Paradójicamente, para ello aumenta el número de alumnos por aula y reduce las plantillas de profesores, elimina los programas de ayuda y refuerzo para los más necesitados, y, mientras subvenciona generosamente los centros religiosos, mengua los presupuestos de los públicos cada año... En fin, un disparate muy bien pensado que solo beneficiará a una minoría y perjudicará muy gravemente al resto.

Fue, al menos aquí, una huelga muy pacífica. Por la mañana nos concentramos delante de la Delegación. Allí estaban los policías secretos -entre ellos mi antiguo alumno, aquel que yo confundí  otra mañana de protestas con un colega-. Los sindicalistas charlaban amistosamente, pues ya son viejos conocidos, con el comisario, un señor gris y anodino que no sería difícil confundir con un prejubilado jugador de petanca... Se coreaban algunas consignas -"Cospe te quiero, Cospe te adoro, tengo tu imagen en el inodoro"-, pero con mucha educación todo.

No voy a negar que, si lo pienso un poco, prefiero que este tipo de manifestaciones se desarrollen de esta manera. Sin embargo, no dejaba de encontrarme incómodo con tanta paz y armonía. Seguramente se trata de mi origen, de mi infancia en la cuenca minera, del recuerdo de aquellas huelgas belicosas durante las que mi pueblo era tomado literalmente por los antidisturbios que llegaban desde Valladolid. De las carreras, las pelotas de goma, los botes de humo... Eché de menos algún petardo, más saña en las consignas, menos armonía con el comisario. Yo, por mi parte, a mi antiguo alumno hice como que no lo conocía. Creo que debe haber un término medio, y que aunque nunca se debe dejar llevar uno por la  violencia, un poco de ruido y más mala leche no habrían estado de más.

No había mucha gente. Muchos compañeros no hicieron la huelga. Las excusas que suelen dar son de dos clases: económicas y estratégicas.

Se disculpan algunos diciendo que ellos no pueden permitirse perder cien euros. No sé. Nosotros somos tan desastrosos -y a lo que se ve tan afortunados-, que ese desfase no lo notamos. A lo mejor llevan esos  compañeros pobres una contabilidad tan rigurosa que saben con seguridad que sin esos cien euros que les deducirían al final del mes no podrían pagar su hipoteca y acabarían desahuciados... A lo mejor es así.

La segunda clase alega que una huelga tan breve no sirve para nada, que debería convocarse una más larga, indefinida incluso. Se les podría decir que por el momento la ley no ha sido aprobada -parece ser que lo harán mañana-, pero sobre todo que si todos nos hubiésemos lanzado a la calle, mucho mejor nos irían las cosas.

De todas maneras, les digas lo que les digas, es igual. A veces sucede que estos últimos son los mismos que en la anterior no se pusieron por motivos económicos. Y los primeros porque una huelga así no sirve para nada.

Y, lo que es más extraño aún, muchos de estos compañeros, en la cantina y delante de un café, son los que más agriamente protestan, y nos miran a los demás reclamando que hay que hacer algo... En fin.

miércoles, 15 de mayo de 2013

El historiador Fontana

Josep Fontana es un historiador impagable. No solo es capaz de iluminar el pasado sino que también puede hacer una lúcida descripción del mundo que nos espera.

Esto último es lo que consigue en un libro que debería ser de lectura obligada para quien tenga voluntad de saber lo que está ocurriendo y las consecuencias que, si no le ponemos remedio, traerán consigo las políticas actuales.

El futuro es un país extraño se lee sin dificultad gracias al talento enorme de este historiador que escribe con un rigor y una claridad muy difíciles de encontrar en ningún otro lugar.

La tesis que defiende, si uno mira a su alrededor con el faro que este hombre nos pone en las manos, parece incontestable: desde hace ya varias décadas, desde la caída del comunismo, el capitalismo más voraz y despiadado campa a sus anchas y ha llegado el momento en que el llamado estado del bienestar le estorba para continuar en su labor depredadora. Todo debe ser negocio: la educación -lean el preámbulo de la ley educativa del señor Wert: al parecer se debe educar para la competitividad y la empleabilidad de los muchachos, ¡toma ya!...-, la sanidad, los servicios sociales... Todo para que el 1% de la población continúe enriqueciéndose a costa del 99 restante que, inevitablemente y sin remedio, nos iremos empobreciendo año tras año...


(www.casadellibro.com)

martes, 14 de mayo de 2013

Brontofobia

Me despertó, a las tres de la mañana, lo que me pareció el arrastrar de una maleta. ¿En el primero?, ¿en el tercero?, ¿quién se iría de viaje tan temprano? Cuando andaba en esas cavilaciones amodorradas, sonó el segundo trueno. Hacía mucho tiempo que no escuchaba uno. ¡Qué cosa tan antigua un trueno! Un sonido tan viejo como el mundo, un rugido fiero y ancestral, una amenaza oscura. Me volví a dormir.

Mi madre siempre les tuvo mucho miedo a las tormentas. Cuando llegaba una corría a asegurarse de que  las ventanas estuviesen cerradas, bajaba todas las persianas de la casa dejándola a oscuras y nos pedía que apagásemos la televisión y lo desenchufásemos todo. Luego le ponía una vela al Corazón de Jesús y se quedaba muy quieta en una esquina, en la oscuridad, rezando en silencio.

Una vez, en su juventud, uno de esos días terribles de rayos y truenos mi madre desapareció. La buscaron por toda la casa, salieron a la huerta, a la orilla del río, a la calle... Gritaban su nombre por encima del estruendo de la lluvia y los truenos. Sin respuesta. Ni rastro de mi madre. Al final, cuando amainó la tormenta, reapareció mi madre saliendo del fondo del armario en el que había buscado refugio.

Frente a aquellos que explicaban a sus hijos que las tormentas no eran otra cosa que el ruido que hacían los ángeles al jugar a los bolos sobre unas nubes de algodón, mi madre conocía historias terribles de muertos fulminados por el rayo, de gentes con nombres y apellidos que habían desafiado a la tormenta y habían sido reducidos a cenizas. Repetía sobre todo la historia de una vecina que, por dejar una ventana abierta, vio cómo el rayo entraba furioso en su casa, recorría todas las estancias y se marchaba por donde había entrado, dejando la vivienda desbaratada y a la vecina sin habla para los restos...

Todo esto lo estuve recordando desde las cinco de la mañana, cuando se me volvió a quebrar el sueño al recrudecerse el temporal. La lluvia taladraba los cristales y los muros y caían los truenos sobre la noche amenazando con echarla abajo...

Antes, mi madre era muy temerosa de casi todas las cosas de este mundo (los fuegos artificiales, los coches, los perros, Dios, los desconocidos...). Sin embargo, mi madre ha cambiado mucho y ahora contempla con gran escepticismo todos esos asuntos (salvo, tal vez, los perros). Ahora ya no les teme a las tormentas.



(www.mundo-geo.es)

lunes, 13 de mayo de 2013

Victoriosa temporada

Aunque P. ha seguido jugando al baloncesto, este año no hemos traído hasta aquí crónica alguna de los partidos de su equipo porque los han ganado todos.

La derrota era mucho más poética. Y más pedagógica. Lo de esta temporada ha terminado por convertirse en un asunto bastante monótono.

Los motivos de este cambio radical son tres:

1. C. M., uno de los mejores amigos de P., y el mejor jugador del equipo incluso en aquellos tiempos oscuros de derrotas sin fin, llegó del verano pasado con varios centímetros de más y varios kilos de menos,  convertido en un jugador infalible capaz de hacer mates en los calentamientos -en los partidos se lo tiene prohibido el entrenador-.

2. El entrenador, F., un muchacho muy guapo y alto que llegó desde Cáceres para jugar en el equipo de liga nacional y que los ha dirigido dulce y sabiamente, haciéndolos progresar a todos muy rápido, un poco mejores cada partido que jugaban... Todas la madres estaban encantadas con él. Al final de cada encuentro lo rodeaban para felicitarle. Yo se lo he recordado a A. todos los viernes, para ver si se animaba a llevar ella a P. al partido y podía quedarme, al menos una jornada, remoloneando en el sofá. Pero se ha acabado la temporada y no lo he conseguido.

3. El paso del tiempo. Este año son todos los del equipo, además de C.M., más altos y fuertes que el anterior, y hasta les han comenzado a brotar pelillos en los sobacos. Un año mayores que la mayoría de jugadores del resto de equipos. A veces, cuando C.M. hacía una de sus entradas a canasta, yo cerraba los ojos, por miedo de ver cómo arrollaba a todo el equipo contrario y los dejaba esparcidos por el suelo.

El viernes jugaron el último partido de la temporada. En el tercer cuarto ya habían cerrado el marcador.


(www.blogdebasket.com)

jueves, 9 de mayo de 2013

Un récord

Ayer, al terminar la clase, se me acercó S., un pequeño pícaro de 1º B.

-Profesor -me dijo muy serio-, sabe usted que hay un récord Guinness que consiste en partir un espagueti colocándolo entre el labio y la nariz- se colocó el lápiz en ese lugar, a modo de ejemplo.- Pues el récord está en dos espaguetis... y yo rompo ¡tres!

Me quedé un rato mirándolo, plantado delante de mí con el lápiz todavía sobre el labio. 

-Lo tengo grabado y lo he colgado en yutube - añadió.

Podría haberle dicho cualquier cosa, mandarlo a la mierda, por ejemplo, pero S. es un alumno muy educado que cada vez que no trae las tareas me pide perdón o disculpas. Lo hace todos los días. Unos me pide perdón y otros me pide disculpas. Pero nunca hace un solo ejercicio. No escucha nunca las cosas que les explico. No se ha leído ninguno de los libros que les he ido mandando. No ha aprobado ningún examen, ningún trabajo. 

-¿Y a qué esperas para decírselo a los del Guinness?- le pregunté.

Luego le pedí la dirección de yutube, para ver ese vídeo. No lo encontré.

miércoles, 8 de mayo de 2013

De algunos libros y sus autores

Mi compañero J. y yo llevamos unos cuantos años poniendo en orden la biblioteca del instituto. Hemos buscado una nueva ubicación para la mayoría de los libros, organizado colecciones y géneros, comprado, cuando se podía, nuevos ejemplares, y, sobre todo, los hemos catalogado en el ordenador y les hemos  restañado las heridas a los que lo precisaban y puesto nuevos tejuelos a todos... Acabados los armarios de la literatura, la historia, la filosofía y las ciencias experimentales, llego yo ahora -J. es este curso jefe de estudios y no le faltan cada día otras ocupaciones- con el apartado de la tecnología... No sé cuántos años llevarán esos libros allí encerrados. El primer día se me cayó encima el cristal. Se ve que se asustó, tanto tiempo sin que nadie lo abriera. Todos los lunes, después de trabajar allí, tengo que lavarme las manos durante cinco minutos... Pero no me importa. Me tienen enamorado estos libros técnicos. Son casi todos muy antiguos, de los años cincuenta, ediciones bien bonitas, con ilustraciones y unos títulos magníficos que, en combinación con el nombre de sus autores, dejan un aroma futurista y antiguo en la imaginación...  Traigo hasta aquí algunos:

 Tú y el motor de Heinze.

 Motores de explosión de Lorenzo Alfredo Dupin.

Estabilidad y comodidad de los vehículos terrestres de Víctor de Buen, Premio Juan de la Cierva de 1949.

Motores diésel rápidos del ingeniero Luciano Bonacossa.

Mecánica elemental de Forner Carratalá.

Los Cilindros excéntricos de Goded.

Mecanizado de herramientas de diamante de Modesto Ortuño.

El wolframio como elemento aleado en los aceros de construcción, sin autor.

Libro de las roscas de Casillas.

Galvanostagia, también sin autor.

Recetas de taller de Spitzer.



martes, 7 de mayo de 2013

Catorce kilómetros

El sábado nos fuimos los amigos  a comer a Tinajeros. Los catorce kilómetros que separan Albacete de ese pueblo los hizo cada cual como más le apeteció: los chiquillos y R., en patines; C., P. y quien esta crónica escribe, en bicicleta; y el resto, en coche. Estos últimos, por la nueva carretera nacional; los patinadores, por la vieja vía, aquella en la que se mató Rommel Fernández, mítico delantero panameño, cerrada ahora al paso de los coches o las motos y habilitada para paseantes, ciclistas y otros seres sin motor; y nosotros tres, dando un rodeo por caminos y sendas de tierra, primero hacia Chinchilla y luego ya, en línea recta, hasta ese pueblo de Tinajeros, a comer en Los Martínez, famoso por sus gazpachos, sus arroces caldosos, su hígado a la plancha y otras mil golosinas...

Nada más salir, nos neutralizó un rebaño de ovejas. Quijotesco... Se entiende que el hidalgo confundiese  el suyo con lo que más le placía en aquel momento. Al verlas en la lejanía, difuminadas en el polvo que sus patas suspendían en el aire, podría pensarse en cualquier cosa. Cuando las alcanzamos, comenzaron a ponerse nerviosas como señoritas remilgadas. Se les movían las orejas muy graciosamente. Luego, se desviaron a una granja y nos dejaron el camino abierto.

Nos dirigimos hacia las primeras lomas de la sierra de Chinchilla. Estaba el campo precioso, verdes los trigales, amapolas en las orillas, también jaramagos, y un buen montón de otras plantas y flores anónimas que no supimos nombrar... En el cielo flotaban ociosas unas nubes pequeñoburguesas, redondas, blancas y satisfechas, que descansaban de sus muchas travesías en la mañana plácida y serena... Me pareció a mí que contemplaban nuestros pedaleos con escepticismo...

Después de un tramo de carretera, volvimos a los caminos cervantinos, entre las amapolas rojas y la cebada verde y tierna. De vez en cuando, dejábamos a un lado un pequeño vertedero clandestino o los muros arruinados de alguna  vieja alquería... Al fondo se escuchaba el zumbido de abeja de las motos que corrían en el circuito. Era el camino una cinta blanca tendida entre esos campos floridos, cortándolos recta y firme. Se podría hacer, con esa imagen, un buen cuadro moderno. Un Van Gogh, por ejemplo. Al final, esa cinta vertical e inquebrantable se empinaba imperceptiblemente y, una vez terminada esa subida, apareció a nuestros pies, delante de nuestros manillares, recogido en un pequeña hondonada, el pueblo de Tinajeros.

Paramos allí, en esa cumbre modesta, y nos sacamos unas fotos junto a una lagunilla que, nos explicó más tarde el tabernero que nos dio de comer, fue el lugar donde nació el pueblo. Que llegaron a él, no hace más de trescientos años, unos de Chinchilla que se asentaron allí por el agua y lo arcilloso de la tierra, y que comenzaron a hacer tinajas, orzas y otros enseres de barro cocido. Pero que luego, cuando se abrió el canal, se desplazó el pueblo más abajo, etc., etc.

Comimos y charlamos largamente sobre un buen montón de asuntos, comentamos lo de la oración del autobús -había división de opiniones-..., y ya nos volvimos todos en coche menos nosotros tres, que esta vez sin rodeos, emprendimos el viaje de vuelta paralelos al canal. Iba este colmado de agua. El campo, por esa ruta, se veía igualmente magnífico, amarillo a un lado, y cardos y amapolas al otro. Y en el canal patos; y en el camino, gazapos que lo cruzaban nerviosos cuando nos sentían llegar... En algunos lugares, se había desbordado el agua y formaba extensas lagunas. Una fauna de aves acuáticas paseaban muy formales sobre ellas, como las gentes una tarde de domingo por la calle mayor o el espolón... A veces se nos clavaban los cardos en los tobillos, o se nos prendían espiguillas en los talones. Íbamos como en el poema de Panero...

Yo he sido transparente
viajando en bicicleta,
con brisa en los pedales
y trigo en la chaqueta.

Al final, encontramos el camino descarnado, con las piedras desnudas como huesos, seguramente porque también el agua llegó a él...

Atardecía cuando llegamos a la ciudad.


(www.casaturismorural.com)

lunes, 6 de mayo de 2013

Oración en el autobús

La semana pasada, dos maestros del cole de P. tuvieron el valor y la gallardía de llevarse a sus alumnos de excursión por ahí. En concreto, los subieron a un autobús y se fueron con ellos hasta la serranía de Cuenca, a visitar el nacimiento del río Cuervo y el Hosquillo un día, y, tras pasar con ellos una noche en el albergue de Tragacete -qué abnegación, qué valor-, los llevaron el siguiente hasta el nacimiento del Júcar y luego a una mina de hierro que ya explotaban los romanos y que es hoy un pequeño museo.

Los recogimos el viernes a las diez de la noche. Bajaron del autobús eufóricos y felices. Los padres, todos sin excepción, encontramos a nuestros hijos más altos que cuando se fueron, un día antes...

Durante la excursión, se pasó A. pendiente del teléfono móvil porque una monitora, que iba como apoyo de los maestros heroicos, prometió crear un grupo de whatsapp para ir informando puntualmente del desarrollo de la excursión. 

Efectivamente, nada más llegar a su destino conquense, escribió esa muchacha que el viaje se había desarrollado sin tropiezos, que teníamos unos hijos muy bien educados y responsables y que ya estaban en camino de las fuentes del Cuervo. Luego, el silencio. El grupo de whatsapp se lleno de los mensajes de madres que a duras penas disimulaban su angustia. "¿Por qué no dan señales de vida?", escribió dramáticamente una. "A lo mejor, en esas serranías no hay cobertura", trató de tranquilizar otra... "Si hubiese sucedido algo malo, ya lo sabríamos", reflexionó una tercera... Así, toda la tarde. Un sinvivir.

Al final resultó que aunque los beneméritos maestros habían pedido que no llevasen los chiquillos teléfonos, la mayoría había desoído ese consejo y casi todo el mundo -a excepción de nosotros y otra media docena de padres- había hablado con ellos. Como era de esperar, todo seguía bien y al atardecer ya volvían al albergue sanos y salvos.

Llegó P., ya queda dicho, muy contento y más alto. Antes de acostarse nos contó unas cuantas cosas: que el paisaje  de esas sierras es hermosísimo; que pudieron avistar, en la lejanía del valle del Hosquillo, osos y lobos; que, para desesperación de don R., apenas durmieron, muertos de risa casi toda la noche, y que, cuanto más los amenazaba don R., más se les desbordaba la risa a todos...

La única sorpresa que nos llevamos, aparte de la que tuvimos al abrir la maleta de P. -calzoncillos y calcetines, los limpios y los usados, todos juntos en un revoltijo impresionante; las zapatillas nuevas empapadas por las aguas hermanadas del Júcar y el Cuervo ...-, fue cuando nos contó que al arrancar el autobús el jueves, un señor que los acompañaba, al parecer el organizador de la ruta, les puso el himno de la Virgen de los Llanos y les comunicó que, como era costumbre en la empresa, les dejaba cinco minutos para rezar.

-Y vosotros que hicisteis- le preguntamos al borde de la indignación.

-Nos reímos todos mucho. Nos pareció una broma buenísima...



(www.parqueelhosquillo.com)

jueves, 2 de mayo de 2013

Conversación telefónica

La semana anterior pasé un buen rato en correos, viendo a gentes muy variopintas. Estaba uno allí para mandarle el regalo de cumpleaños a G. y la pegarata -en mi pueblo, regalo que le hace el padrino a su ahijado por la Pascua- a R. Embutí los dos obsequios en una caja y los facturé rumbo al norte.

A los dos días, recibí la llamada de mis sobrinos. Pensé que era para agradecerme esos presentes, que ya habrían llegado a sus manos. No era exactamente así. Me comunicaron que, efectivamente, ya los tenían en su poder, pero que había surgido un conflicto. G., el mayor, pensaba que los dos regalos que encontraron dentro de esa caja eran para él. R. no había sido de la misma opinión, y al parecer había habido un pequeño intercambio de, llamémoslos así, pareceres. 

Lamenté mucho haber sido el causante de esa disputa, y les aclaré cómo debían repartirse esos presentes. G. lo aceptó, pero nos informó de que el juego que le estábamos diciendo que era para su hermano, traía en la caja que era indicado para niños de cuatro a ocho años, y que R. aún contaba solo tres. 

Luego, cambiando completamente de tema, nos preguntó si sabíamos lo que estaba merendando. Como le dijimos que no, trató de ayudarnos:

-Mira, huele...- y escuchamos cómo, al otro lado del teléfono, exhalaba un enérgica bocanada de aliento.
-¿Qué estoy merendando?-insistió.
-¡Chocolate!-aventuramos sin aventurarnos mucho.
-¡Sí!

Quedó encantado G. con nuestro acierto, y el conflicto, al parecer y de momento, completamente olvidado.




miércoles, 1 de mayo de 2013

Algunas preguntas para este 1 de mayo

Si el Día del Trabajo se celebra en un país con más de seis millones de parados -y los que vendrán-, ¿no habría que ir pensando en cambiarle el nombre a esta festividad?

Si la ministra de trabajo no ha trabajado nunca y su gestión más seria es ponerse de rodillas y pedirle ayuda a la Virgen del Rocío, ¿también habría que ir pensando en cerrar ese ministerio y mandar a la ministra a su casa?

Si todas las medidas que se toman cada viernes en el Consejo de Ministros hacen más grande la herida -la de la deuda, la del paro, y no sé cuántas más...-, ¿será que los intereses de los que toman esas decisiones no tienen nada que ver con las de los trabajadores?

Si el Congreso -por el Senado ya ni se pregunta- solo sirve para que se desahoguen unos y otros escupiéndose su aparente desprecio -qué manera de cerrar el micrófono la pequeña Soraya Sáez de Santamaría- y no se decide nada porque ya llega allí todo cocinado..., ¿no sería mejor evitarnos ese bochorno a los ciudadanos?

Si ya apenas se habla de trabajadores - los proletarios se extinguieron hace ya mucho tiempo-, sino de ciudadanos, y a estos se les toma el pelo una y otra vez, ¿habrá que buscar otras denominaciones para el común de las gentes -¿chusma?, por ejemplo-?

Si los partidos y los sindicatos están más interesados en mantener sus negocios particulares y de esa incómoda chusma solo se acuerdan cuando llegan las elecciones, ¿qué democracia es esta?

Si muchas de las leyes que rigen nuestra convivencia, y no pocos de los artículos de la Constitución, no son más que papel mojado, ¿a qué esperan los que deben arreglar ese desaguisado?

Y, para acabar, dos últimas cuestiones:

Si vive uno en una región que ha caído bajo la advocación de Mª Dolores de Cospedal, sacrificada mujer de mantilla y contratos diferidos o disimulados, pero no vemos ningún otro territorio mejor gobernado, ¿a qué lugar puede uno huir?

Si el presidente del gobierno es un señor que ni sabe ni contesta, ¿qué se puede esperar?

Amargo día este, desde luego...