viernes, 20 de diciembre de 2013

Invierno



Ahora que ha llegado el invierno y  nos vamos, por una semana, rumbo al Norte, me habría gustado dejar aquí, como una felicitación navideña, unas cuantas de las hojas que se viene a arrimar a nuestro portal, en busca de abrigo. Yo les abro la puerta cada noche, al bajar la basura, y dejo que pasen y que se acurruquen en un rincón. Pero como eso todavía no es posible, vamos a dejar en cambio esta vieja postal, que también es preciosa...



Bosque,
carabela de escarcha.
En su trineo de estrellas
llegó el invierno.
Altos embajadores
encienden los candelabros...
El príncipe Otoño
dejó su traje y su bolsón de oro
sobre la nieve.
Tierna nieve: oboe en el valle,
todo quieto.
La negra abadía duerme
en la montaña. Y yo sueño
con aquel cuadro que vi de niño:
cazadores, osos, perros alegres,
altos árboles
y la dulce nieve

Luis Pimentel



jueves, 19 de diciembre de 2013

Raro

El domingo nos vamos P. y yo a Asturias. A. no nos va  a acompañar porque se queda aquí, a cuidar de F. Va a ser un viaje raro, irnos en Navidades sin ella...

Como vamos los dos solos, hemos decidido hacer el viaje en tren. Y como en el directo (Alicante-Gijón, con parada en Mieres-Puente) no había ya plazas, viajaremos hasta Valladolid y allí enlazaremos con otro convoy, que será el que nos deje en casa.

Va a ser raro, parar en Valladolid. Si todo transcurre con normalidad, en Valladolid solo estaremos media hora. Me gustaría ver si el reloj de la estación no lo han cambiado y conservan el que describe A. T. en El buque fantasma.

Pasaremos la Nochebuena con mi padre y mi madre, los cuatro solos. Será raro. Iremos a Oviedo, a ver a los amigos; a Gijón, a ver el mar; vendrán a Mieres, a ver si P. está más alto y yo más viejo, y preguntarán por A.

Luego, cuando volvamos -ahora sí, en el directo Gijón-Alicante-, en lugar de irnos a Úbeda, como todos los años, nos quedaremos aquí. Será la primera vez que recibimos el año nuevo en casa y será raro. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El hospital

En el pasillo de la habitación de F. hay un enfermo que parece el hombre invisible y, al fondo, el pabellón de los pacientes con trastornos alimentarios. El hombre invisible lleva todo el rostro vendado porque le explotó una bombona de gas. Las muchachas del pabellón montaron un pequeño belén en la entrada del hospital, junto a la cafetería.

Por lo demás, apenas se ve a nadie por los pasillos y todo está silencioso. Es un hospital público muy alabado por la pericia de los médicos y cirujanos, por la amabilidad y discreción de las enfermeras y auxiliares, por la limpieza y por ese silencio maravilloso, sanador, tonificante...

Pues bien, todo esto, que pertenece a la comunidad porque la comunidad lo paga, es lo que pretenden liquidar para beneficio de unos pocos. Nosotros, la comunidad, la tribu, la chusma ciudadana, continuaremos pagando tanto o -lo que es más probable- mucho más de lo que pagamos ahora, pero a cambio todos esos bienes: la pericia de los cirujanos, la limpieza, el silencio, la amabilidad exquisita, se habrán perdido por el camino. En muy poco tiempo, de todo eso ya no habrá noticia. 

Las empresas asesoradas, presididas o tuteladas por la casta política se quedarán con el dinero a cambio de una sanidad para menesterosos. Y no habrá uno que no deje de sacar provecho de este robo indecente...

Para pensar de este modo no creo yo que haga falta ser un vidente o un radical demagogo y peligroso. Para pensar así solo hace falta escuchar lo que se dice en el Congreso, lo que se denuncia en algunos medios o se defiende en los otros... Tan solo hace falta abrir un poco los ojos y tener los oídos no muy sucios. Hasta alguien tan despistado como uno se da cuenta...

De manera que, aunque estamos alegres por la recuperación de F., cada vez que vamos al hospital nos acometen estos pensamientos y salimos de allí como el poeta, umbríos por la pena, casi brunos...

martes, 17 de diciembre de 2013

Mensajes cortos

Manuscrito encontrado en el suelo de un aula:

Aver yo le tiraba a la paula no? y no queria na a la semana le dije Que haces y ella dejame y yo que le echo y dice tontear, pero yo no entiendo porque se enfada por eso (escrito con boli negro).

Pues porque seran unas raras, yoquese, pero yo se que a esas le gustan mucho los nenes (escrito con lápiz).

Con la vera me llevo bien pero la paula esa ni que le able (boli negro).

La vera es mas suelta que su hermana, luego le preguntas por mí veras (lápiz).

Okis esta tarde le pregunto (boli).

lunes, 16 de diciembre de 2013

El deportista

Llevo dos semanas en el dique seco, sin jugar los partidos de los lunes ni los de los jueves. Por culpa de la rodilla. De la rodilla de mi suegra. Como anda A. muy liada, por ayudar dedico esas horas del fútbol a otros menesteres.

Sin embargo, no quiere decir esto que esté descuidando mi forma física. He dejado los partidos que yo juego, pero no los que juega él. Lo que no he podido abandonar es esa costumbre insana y masoquista de ver los partidos del Sporting. Y, créanme, sufro mucho más desgaste contemplando esos esforzados encuentros, que cuando corro arriba y abajo por el Pabellón del Parque. Muchísimo más, dónde va aparar. 

Acabo agotado y, la mayor parte de las veces, enfadado, mohíno, hosco, apesadumbrado. Incluso cuando ganan, como ayer, no termino a gusto... Y, se lo vuelvo a asegurar, tremendamente cansado. Ver un partido de fútbol del equipo del que uno es hincha, supone un desgaste nada desdeñable. No lo puedo consignar con exactitud, porque en casa no tenemos peso, pero yo calculo que debo de dejarme un par de kilos cada vez. Claro que los vuelvo a recuperar rápidamente, pues al acabar tan sombrío, arrastro mi triste figura hasta la nevera, donde trato de curar la melancolía con el embutido, porque el resto de habitantes de la casa, si son cosas de fútbol, no me hacen ningún caso y se desentienden de un modo frío y cruel...

-¿Qué le pasa a papá?-preguntaba antes P.
-Nada, hijo, no le hagas caso, el Sporting que habrá perdido o empatado o ganado pírricamente...

Ahora, cuando me ve, un sábado o un domingo, cabizbajo y gris, ya ni siquiera pregunta...

Pero yo estaba hablando del esfuerzo físico del hincha contemplativo. No sé si habrá estudios sobre la materia, pero si los hubiese, seguro que darían como resultado que la observación atenta y entregada de un partido es una actividad física de primer orden.

Por eso, cuando hace unas semanas me hice el reconocimiento médico para renovar el carnet -ver episodios anteriores-, cuando el doctor me preguntó si hacía ejercicio, junto con esos dos partidos semanales y los paseos en bicicleta, le dije lo de la tele... Me miró por encima de las gafas. No me arredré y le solté esta parrafada:

-Cuando nos entregamos a la contemplación de un partido de fútbol, sentimos las impresiones de fuerza, de agilidad y de destreza que los movimientos de los jugadores despiertan en nosotros. Nuestro propio yo, en cuanto yo, desaparece, pero queda nuestra sensibilidad física, en la cual se reproducen todas las impresiones que los futbolistas experimentan, o creemos nosotros que experimentan, con ocasión de su trabajo.
Así pues, no se trata de una pura contemplación, sino de una verdadera colaboración con los jugadores.
Me miró como se miraría a un loco y me despidió al mismo tiempo que mandaba pasar al siguiente...

(www.realsporting.com)

N. B. Para este entrada me han servido de inspiración  inestimable unas palabras de Eduardo Ovejero y Maury. Se pueden encontrar en su prólogo a Los fundamentos de la estética, de Theodor Lipps. Libro este, por cierto, que no he leído...


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Una rodilla nueva para F.

Ayer operaron a F. de la rodilla. Le quitaron la suya, que estaba "deshecha", en palabras del cirujano, y le pusieron una nueva, de algún tipo de plástico me imagino.

Lo hicieron temprano y rápido, a las ocho de la mañana. Pero luego la tuvieron en reanimación hasta las ocho de la tarde. Al parecer, es ese el protocolo. Entró al quirófano, me contó A., por su propio pie, y, según el cirujano de nuevo, se portó muy bien. Sus hijas tenían cierto miedo a que hubiese hablado más de la cuenta durante la operación, ya que la anestesia fue local. F., después de largos años cuidando enfermos, posee unos conocimientos médicos nada desdeñables, y además ha visto por la tele unas cuantas veces operaciones de esta clase, de rodilla y de cadera... Uno de sus nietos aventuró guasón que podríamos haberle dado un móvil para que fuese retransmitiendo la operación en directo... La vi un rato, recién llegada a su habitación. Me contó, muy gráficamente, las sensaciones durante la intervención, los golpes, que parecían de martillo, y el sonido áspero de las sierras...

Con un vendaje aparatos cubriéndole toda la pierna, y una bolsa de hielo sobre la nueva rodilla, parecía un futbolista seriamente lesionado. Pero tenía muy buen aspecto, en absoluto cara de enferma, que era lo que más le preocupaba...

Luego, como A. se iba a quedar con ella a pasar la noche, acerqué a L. a su casa. Mientras salíamos del hospital, limpio, silencioso, de enfermeros amabilísimos y muy atentos, fuimos cantando la elegía de la sanidad pública: 

"Cuando comiencen a fallarnos a nosotros las rodillas, que nos fallarán, ¿habrá todavía un lugar cómo este?, ¿habrá quien nos las cambie y nos las venga a curar?

martes, 10 de diciembre de 2013

Mujeres y hombres...

El sábado comimos todos juntos porque era el cumpleaños de nuestro beau frère y tuvo a bien invitarnos.

Lo hizo, como suele, en el Il Forno, una pizzería que debe de tener ya unos treinta años de existencia y que, salvo la pintura de las paredes y los cuadros que en ellas cuelgan, está exactamente igual que entonces. La carta es la misma que hace tres décadas, salvo el cerviche, que es una novedad que cuenta a su manera la biografía del dueño, que se separó de su mujer, se enamoró de una muchacha peruana, abrió con ella un restaurante de comida de aquellas tierras, lo cerró y ha vuelto a pasearse entre las mesas de esta pizzería enorme. Desconocemos si el regreso ha alcanzado otras fronteras..

Antes, cuando nosotros llegamos a estas costas -por decirlo en clave aventurera-, lo visitábamos a menudo. Luego dejamos de hacerlo. Y ahora vamos allí una vez al año, cuando nuestro cuñado cumple años...

Este conocimiento antiguo del lugar nos invita, cuando vamos, a que nos fijemos en los clientes...

El sábado nos llamó la atención una familia muy atildada, un matrimonio y sus tres hijos, que se sentaron muy cerca de nosotros, con gran ceremonia y muy cuidadas maneras. Iban todos vestido de un modo un tanto antiguo, a juego con el local. El cabeza de familia lucía pañuelo de seda al cuello, chaleco de cheviot y un bigote tupido y barroco sobre una barbita pulcramente recortada. Componía una figura teatral y lopesca. Las dos niñas eran muy coloradas y bien hermosotas. El niño, con un jersey de pico de un verde colegio-concertado-religioso, tenía también el color rosa del amanecer en las mejillas. La única moderna era la madre, con un vestido negro. Yo me los imaginé notarios, abogados o médicos. Fue entonces cuando A. me hizo ver que la mujer era su ginecóloga, la que nos atendió del día del parto y recibió a P. a nuestro lado. Estuve a punto de levantarme para recordárselo, y volver a agradecérselo, pero me contuve... Comían en silencio, con muy exquisitas maneras, sin abrir la boca y sin que se les notase apenas el movimiento de las muelas y los diente triturando y desgarrando la comida...

Al poco nos distrajo la llegada de una pareja con un crío de unos tres años. El hombre atendía con solicitud a quien debía ser su hijo, pero ella ni miraba para el chaval. Era una moza muy joven, muy delgada, muy poca cosa. Dejó sobre la mesa unas enormes gafas de sol y sacó una teléfono móvil no más pequeño que esas lentes. Mientras el joven que la acompañaba atendía al niño, se puso ella a toquetear con agilidad y soltura el teléfono enorme. Hombre separado, ennoviado de nuevo y al que le toca el chiquillo un fin de semana cada quince días, pensamos... Nos fijamos un poco más. La muchacha, aunque muy guapa, tenía cierto aire de arrabal, y a pesar de que movía sus manos con afectación, resultaba todo en ella un tanto ordinario. Había algo en ella de Fortunata, eso sí, con muchas menos carnes...

Fue entonces cuando las sobrinas de J.C. nos avisaron de que era, esa joven, una de las participantes de un programa llamado Mujeres y hombre y viceversa, un programa, al parecer, inefable. El día anterior, viendo el Torres y Reyes, habíamos escuchado a Joaquín Reyes describirlo como un programa de antropología... Buscaron las sobrinas en sus teléfonos, no menos pequeños que los de la estrella de la televisión, fotos de esta, y nos las enseñaron. Eran imágenes del programa, y se la veía muy maquillada y con peinados más elaborados, pero sí, efectivamente era ella...

Nos fijamos mejor. Allí, en mitad de esa vieja pizzería, no era más que una muchacha muy joven y muy delgada, más que guapa bonica, que hablaba moviendo mucho las manos con su novio, que le contestaba arrobado y al que interrumpía cada poco su hijo. Entonces ella se quedaba mirando al niño con cierta aprensión, como si fuese un objeto extraño, incomprensible y probablemente peligroso... El novio trataba de atender a los dos con idéntica atención... Hasta que el chiquillo vomitó todo el acuarius que estaba bebiendo. Entonces ella puso cara de gran espanto, y, mientras su pareja se ocupaba, se refugió en su móvil color rosa...

Y de esta manera tan entretenida pasamos la comida...

lunes, 9 de diciembre de 2013

A ticket to Corfu

No sé si lo conocen, hace un tiempo pusimos una canción suya en una de estas notas urgentes... Se llama Javier de Torres. Es abogado, compositor y cantante y, de un tiempo a esta parte, nuestro compositor y cantante favorito -como abogado seguramente será también muy bueno-. Unas delicadas melodías y unas letras llenas de humor y ternura que hablan de las cosas corrientes... Ponemos sus discos constantemente, y vamos por la vida, cuando nos descuidamos - mientras preparamos un examen o cocinamos un arroz con verduras, de camino al trabajo sobre la bicicleta o al terminar una clase y quedarnos solos en el aula recogiendo el ordenador, ...- tarareando las que preferimos, que son casi todas... 

Pues bien, acaba de sacar este nuestro admiradísimo J. de T. un disco, en colaboración con un tal Roger Sincero, que es, una vez más, una verdadera joya. Se titula A ticket to Corfu, (ah, sí, también nosotros nos marcharíamos ahora mismo a esa isla, huyendo de estos fríos negros) y está compuesto por doce canciones breves y deliciosas... Se lo he pedido a los Reyes, porque aquí no lo tienen en ningún lado. Tanto lo he escuchado en el spotify que me he quedado, este mes, sin minutos, y, ¡ay!, ya no lo puedo hacer... En el youtube solo hay unos cuantos vídeos de una presentación informal que hicieron el otro día en Madrid; y en RNE, una entrevista y algunas de esas canciones... Hasta que lleguen los buenos Reyes, con eso me voy conformando...








       
           
     
        
        

         

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Las turmas (A.T. 3)

En el artículo que comentábamos ayer salía esta palabra, turma, que nosotros no habíamos visto jamás. Aunque se podía adivinar su significado por el contexto, buscamos en el diccionario. Y como estábamos con los eufemismos y tabués en las clases de 2º de ESO, y con el uso frecuente que deberían darle al diccionario, le conté de mi descubrimiento... Les gustó mucho, y nos echamos unas buenas risas, imaginando posibles utilizaciones.

Estoy hasta las turmas!- por ejemplo, y enlazando con los recursos retóricos -que de todas esas cosas les hablamos- recordamos la  paronomasia:

-Fui a las termas a remojarme las turmas...

Aprender, no sé si habrán aprendido algo. Ahora, reírse, se rieron lo indecible...

martes, 3 de diciembre de 2013

Polémica ( A.T. 2)

Hace un par de domingos, escribió A. T. este artículo en el Magazin...

Yo, ahora, estoy asustado. Con las malas pulgas que se gasta A.P.R., temo por la integridad de A.T.

Hace unos años, a propósito de una de sus novelas, le escribió un buen amigo nuestro, hombre culto, bondadoso y de exquisita educación, para hacerle ver que en esa narración empleaba de forma reiterada e incorrecta una expresión, no recuerdo ahora cuál. Pues bien, el académico le contestó rápidamente con furia desatada, como suele componer sus artículos...

No sé. En realidad no creo que pase nada. No parece verosímil que alguien esté tan enfadado en todas las ocasiones. Y además, estas gentes vocingleras, ásperas y pendencieras, suelen resultar, a la hora de la verdad, bien cobardes. Y si no es muy tonto, guardará silencio, pues es mucho T. nuestro admirado T. Entre otras muchas cosas que lo distinguen de este A.P.R., es un escritor de verdad...

lunes, 2 de diciembre de 2013

Frío (A.T. 1)

Ahora que ya parece haberse instalado, al fin, para una larga temporada; ahora que salimos cada mañana con bufanda, guantes y hasta un gorro; ahora que los termómetros de la ciudad marcan cada día varios grados bajo cero... Ahora que sucede todo eso, qué abrigado leer este poema de A. T.:

FINAL DEL VERANO

Hubo primero extremos movimientos
de tropas en el cielo. 
Legiones apretadas de vencejos
y ansiosas golondrinas parecían,
entre gritos de júbilo, estar
preparando su anábasis.
De ayer a hoy el aire
se vació de vuelos. Qué extraña
su partida. El silencio que han dejado
cubre los negros árboles y montes
como cubren de sábanas los muebles,
fantasmales y blancas, de un palacio.
Incluso se diría que los últimos
en partir se olvidaron de cerrar
la puerta de los campos,
y ruedan por el suelo, como papeles rotos
en un final de fiesta, desoladas
hojas secas y abrojos.
Siguen sin cosechar algunas uvas
maduras en la parra y el perfume
opulento del nardo
se pierde entre las zarzas. Lo llamamos 
otoño. Alguien aquí
tenía que quedarse y rendir cuentas
de momentos tan frágiles,
alguien también que cuando llegue el día
de salir al encuentro del invierno
y rendirle la plaza de la vida,
le diga con voz firme:
“Nada de cuanto vengas a llevarte
es en verdad valioso;
la alegría la dimos a los pájaros,
y está a salvo”.