martes, 30 de septiembre de 2014

PALACIO (II)

Me he traído, este año, una guía y un mapa de carreteras secundarias y muy secundarias de estos valles, para organizar alguna excursión. Mientras anochece, leo en ella:

"Los valles de Debodes y Ardisana corresponden a una rasa costera de nivel superior originada cuando el mar se introducía hasta esta zona por Rioseco...

En el Alto de la Tornería -topónimo que podría aludir a las numerosas revueltas (tornos) que hace el camino para alcanzar el alto- un monolito de piedra recuerda a los tres tripulantes de un bombardero Junkers de la Legión Cóndor alemana, derribado en la batalla de El Mazuco".

Dejo la guía a un lado un momento, y me pongo a imaginar. Aquí mismo, frente a esta casa, se libraron batallas terribles durante la Guerra Civil. En el Benzúa aún se pueden encontrar, nos lo ha contado muchas veces don A., restos de obuses, trincheras, casamatas y refugios. Y no hace muchos años, en una excursión que hizo guiando a unos veraneantes como nosotros, hasta unos huesos humanos...

Continúo leyendo y me entero de que Riensena fue fundado por vecinos del Concejo de Onís, "que utilizaban este pasaje para pasar el invierno". Gente sabia, pensamos. Nosotros pasaríamos aquí, no solo el invierno, sino también la vida entera.

lunes, 29 de septiembre de 2014

PALACIO

Llegamos a Palacio, Ardisana, Llanes, Asturias, con la sensación de habernos ido de ese lugar apenas unas pocas semanas antes. Tan familiar nos resulta todo allí. Las curvas de la carretera que sube al pueblo las conocemos como si las trazásemos durante todo el año y así también los árboles más altos y frondosos, el rumor del río, el perfil sinuoso de la sierra y el cristal de las esquilas de las vacas. Reconocemos todas esas cosas igual que los viejos muebles de la casa, sus sombras, sus silencios y el quejido de las escaleras cuando las subimos o las bajamos; las estampas dulces y tiernas que enmarcan las ventanas de cada cuarto... Sin embargo, había pasado un año...

Nos encontramos a don A. y a V. segando el prado. Como tantas otras veces, se nos echó la noche encima conversando con ellos.


                                   

martes, 23 de septiembre de 2014

ASTURIAS (II)

Mientras mis padres interrogan a P. sobre sus aventuras irlandesas, A. y yo bajamos a encargar unas pizzas al bar que tiene un Elvis de tamaño natural en la entrada. Para hacer más llevadera la espera, nos sentamos a tomar unas cañas en unos taburetes que tienen en la calle, lugar muy entretenido por la cantidad de coches y gentes que pasan por allí.

A los dos segundos de habernos sentado, pasa Marcrina -evitamos aquí la inicial por lo bonito y peculiar del nombre-. Después de los saludos y de preguntarle por su hija, buena amiga nuestra en la adolescencia, me pone al corriente de sus andanzas con mi madre, con la que acude a clase de taichi:

-Cómo nos reímos tu madre y yo. A nuestra edad es lo que nos queda. A veces piénsolo y digoilo a tu madre: ¿reiranse de nosotres tanto como nos reímos nosotres de to el mundo? Porque deberían. No hay mejor manera de tirar palante... Reírse todo lo que podamos... Y nos contó que en su familia siempre han sido muy reidores, y que su madre, que murió con más de noventa años, abandonó este mundo cantando.

Entonces se da cuenta de que son ya casi las nueve de la noche y de que le van a cerrar el supermercado, así que se despide de nosotros y se va corriendo, con una ligereza que desmiente sus ochenta años.




Luego, ya en casa, como no sabía muy bien dónde había dejado las gafas y tardé un rato en encontrarlas, mientras las buscaba se me ocurrieron unos cuantos aforismos:

-Nada mejor que ser miope para no ver las cosas claras.

-Una buena miopía favorece el ejercicio de la imaginación y la fantasía.

-La miopía pude proporcionar grandes satisfacciones. Te impide ver algunas cosas y  en cambio otras te las transforma y embellece de tal modo que da gusto verlas.

lunes, 22 de septiembre de 2014

ASTURIAS


Todos los veranos, desde hace más de veinte, al llegar a aquí nos encontramos con los mismos lamentos y la misma agria polémica. Los lamentos son los de nuestros parientes y amigos, que miran al cielo y maldicen, que se preguntan dónde demonios está el verano, que se tiran de los pelos porque apenas han podido poner un pie en la playa, porque llueve un día sí y el otro también, porque hace frío, y está oscuro y nuboso y sombrío... "Mierda de verano", mascullan los más desesperados.

Y la polémica, la misma de los últimos veinte años por estas fechas, es con los hombres del tiempo, los meteorólogos, que no dan una, y lo confunden y enredan todo de tal manera que cuando anuncian días soleados, nos visitan las nubes son más negras y las borrascas más profundas, y viceversa, cuando presagian días lluviosos y desapacibles, sale el sol y se está todo el santo día abrazando con sus cálidos y amoroso brazos este trozo de tierra al borde del mar Cantábrico... Los hosteleros llevan todos estos años quejándose de esto, que dicen que les perjudica lo indecible, y envían cartas y memoriales a las televisiones para denunciar un atropello tan abusivo e injusto. Los meteorólogos y los periodistas especializados se defienden diciendo que no será para tanto y que la culpa es de la orografía tortuosa del país, que no hay quien prediga nada con tanta montaña, tanta cordillera y tantos valles. 

Así, como todos, comenzamos este verano en Asturias.


jueves, 18 de septiembre de 2014

JUNTO AL CABO DE GATA

Mientras P. viaja por Irlanda, lluviosa y esmeralda, nosotros nos hemos venido hasta un rincón de la costa de Almería, seca y parda. Muy cerca del Cabo de Gata. 

Mientras llegábamos aquí desde Úbeda, la toponimia nos tuvo entretenidos: Huéneja, Benahadux, Gafariclos, Alfaix, Polopos, Alboloduy (aquí casi se me van las manos del volante por probar a pronunciarlo...)... Pasamos al lado del desierto de Tabernas. Desde la autovía se pueden ver muy bien esos pasos peligrosos en los que los indios emboscaban al 7º de Caballería o en los que se mataban los pistoleros feos, desgreñados y sin afeitar de Sergio Leone.

Nuestro modo de vida aquí es muy elemental. Pasamos la mañana en la piscina, comemos en un restaurante con todas las ventanas y puertas abiertas por donde se cuelan los gorriones, que también acuden a comer y, cuando el sol comienza a hacer mutis por el foro, nos vamos a Garrucha, a dar un paseo y a cenar. 

La primera tarde que fuimos a ese pueblo, buscando un cajero, al fondo de una calle estrecha que da al paseo marítimo descubrí un resplandor que llamó mi atención. Envuelto en las llamas del fin de la tarde, un puesto de libros viejos. Me olvidé del cajero, y me lancé calle abajo.

Como suele suceder con esta clase de puestos, no tenían gran cosa, pero sí una novela de la que me había hablado mi compañero D., con grandes elogios, al final del curso. Si hubiese pasado más tiempo, uno ni se acordaría y habría pasado de largo. Pero la reconocí enseguida.  El circo de la familia Pilo, de Will Elliott, libro y autor del que yo no sabía nada hasta hacía apenas un par de semanas. Es, a lo que parece, una novela de terror, género del que no puedo decir nada en contra ni a favor, por lo poco que lo he frecuentado. Sin embargo, tan encarecidamente me lo había recomendado mi compañero, que pensé que esa luz de cobre que me había hecho girar la cabeza no había sido casual. Evidentemente, era una señal que me mandaba ese libro, un aviso suyo de que me estaba esperando allí -la verdad es que ahora sigue igual, esperando, solo que en una de las estanterías de casa. Algunas veces, me da la impresión de que fosforece-.

Salvo este hecho más o menos sobrenatural, lo que decía: una vida muelle y sin sobresaltos. Por las noches, un pianista veterano, de larga y cuidada melena rubia, viene hasta la terraza de la cafetería y toca, como si estuviese en el salón de su casa, boleros y melodías de los Beatles bajo una luna muy aparente que se acerca a escucharlo cada noche. Es tan aparente y lucida que yo sospecho si no la habrá colgado allí la dirección del hotel. Está rodeado este de un campo de golf, de cubos que son casas, de lomas cubiertas de una vegetación mísera y parda y, a lo lejos, en un alcor, una ermita blanca en lo alto. Al fondo de todo, el mar.




martes, 16 de septiembre de 2014

LIBROS PROHIBIDOS

Nos contó J. que los conductores de la empresa, cuando se enteraron del nombre de la nueva librería a la que tendrían que llevar varios paquetes cada día, comenzaron a darse codazos y guiñarse los ojos.

-"Libros prohibidos"- se decían unos a otros, relamiéndose..-Esta sí que tiene que ser una librería buena.

Y estallaban en risotadas de esas que amenazan con quebrar los cristales de las ventanas.

Sin embargo, el primero al que le tocó llevar un encargo, volvió mustio y desilusionado.

-Vaya mierda de librería-entró en el almacén protestando.- Una librería como tantas... Hasta libros infantiles tienen... Vaya engaño de nombre...

La librería es preciosa y, aunque no trafique con libros clandestinos ni venda perversiones ilustradas ni sicalípticas -¿en qué mundo vivirán aún esos conductores?-, tiene un fondo amplio, bien elegido, con un punto de exquisitez. 

En realidad esta librería ya existía y no es más que un fruto paradójico y afortunado de la crisis. Es la suma de las dos librerías que había antes en Úbeda, que han decidido sumar capital, libros y esfuerzos, para así reducir gastos. Han dejado sus antiguos y reducidos locales y han abierto en una esquina a la vuelta de la casa de F., un lugar amplio y luminoso, que han llenado de libros por todas partes: en las estanterías, en diminutos veladores, en sillas y sillones, en el mostrador y hasta por el suelo. Antes de entrar, los escaparates, compuestos con el gusto y el cuidado de un escenógrafo del Teatro Real, ya te colocan en la mejor de las disposiciones. Ya dentro, han dispuesto en cada rincón unas pequeñas mesas por si te quieres sentar a leer un rato. No sé si lo sacarán, a partir de ahora, en las guías de esta ciudad prodigiosa y Patrimonio de la Humanidad, pero deberían. Un lugar así mejora cualquier sitio, por hermoso que sea, de un modo incontestable. Además de la recuperación de San Lorenzo, la inauguración de una librería como esta debería pregonarse en las plazas de cada pueblo, para información de las gentes.

Uno, por sostener, en la medida de nuestras menguadas fuerzas, un negocio de esta naturaleza -humano y divino juntamente-, se compró tres cosas: uno de los tomos de Black Sad -un tebeo que nos tiene impresionados-, El compolt mongol -prolepsis: ya la he leído y es una novela magnífica- y Lo que tiene alas -un conjunto de lecturas de Eduardo Jordá, que es un escritor que nos place mucho-. 

Tenemos muchos y bien fundados motivos para visitar Úbeda regularmente. Ahora tenemos uno más.



viernes, 12 de septiembre de 2014

EL MUNDIAL DEL 14

En Úbeda, cada noche salimos a sentarnos a la terraza de algún bar, a beber cerveza y cenar de tapas. Tenemos dos o tres favoritos, pero al que más vamos es al que está más cerca de casa. Esa noche, los dejé a todos instalados en la terraza - el tiempo era ya definitivamente más apacible y dulce-, me metí dentro y me acodé en la barra, frente al televisor. El Brasil-Alemania estaba a punto de comenzar.

Solo vi la primera parte, un asesinato retransmitido en directo para todo el mundo. Cinco tiros, mortales cada uno de ellos, en apenas media hora. No quise asistir a la larga agonía de la segunda parte. Además, los que me rodeaban, apenas media docena de parroquianos, escupían sobre el cadáver brasileño y no daba gustó seguir allí. Yo albergaba sentimientos contrapuestos. "Después de esto, no tendrán más remedio que volver a jugar al fútbol y abandonar el matonismo que han empleado como táctica estos últimos años", me decía. Pero al mismo tiempo me rompía el corazón ver cómo la gente lloraba en las gradas a moco tendido, sus rostros crispados, el desconsuelo de varios infantes... Y a los jugadores daba pena verlos deambular por el campo: "Lo que nos espera el resto de nuestras vidas", parecían estar pensando...

Organizaron este mundial para exorcizar aquel del 50 y se van a llevar un trauma más gordo aún que aquel... Si son sensatos, no organizan otra cosa así en la vida...

Me sumé a la terraza. Cuando nos íbamos, al filo de la medianoche, entré de nuevo en el bar, a ver cómo había concluido la carnicería y si había comenzado ya el entierro... 1-7 consignaba el marcador, en una esquina del televisor. La media docena de clientes guardaba el silencio sombrío de los velatorios.

Tengo para mí que el Mundial del 14 se acabó esa noche.

jueves, 11 de septiembre de 2014

ÚBEDA, JULIO DEL 14



Los primeros días sopló un viento tan frío y desapacible que nos impidió ir a la piscina y, como yo no había metido en la maleta ninguna prenda de abrigo, nos obligó a hacer una ronda por las tiendas del ramo, a ver si encontraba una rebeca o un jersey. La gente renegaba de un tiempo tan ingrato y desleal como lo hacen, por estas mismas fechas y a lo largo de todo el verano, en Asturias.



Visita del tito P. 
-Tengo para mí que no voy a durar mucho...-nos informa cabeceando mustio.- Se me hinchan las piernas, no camino como antes, mira qué párpados...-continúa el catálogo de su males, de sus tristezas.

F., su hermana, trata de animarlo, pero al final acaba desembocando una vez más en su filosofía extrema y coprológica:

-Hijo mío, si es que no somos más que mierda...




En la piscina -al fin el verano se ha puesto a comportarse como le corresponde- enjambre de avispas y chiquillos de los campamentos municipales. A pesar de unos y otros, hacemos unos largos con nuestro nuevo y elegante estilo. Nos cuentan que los operarios municipales no han descubierto, a pesar de llevar ya unos días investigándolo, el avispero donde se alojan tantos y tan molestos visitantes que, además, entran gratis. Nosotros las evitamos con aristocrático desdén. Como si no existiesen. Esta actitud, a lo que se ve las molesta tanto que, desprecio por desprecio, te pagan con la misma moneda y te dejan en paz.




Camino de la casa del tito M. nos encontramos con X. Le pregunta a A. por el número de hijos.

-Uno.
-¿Varón?
-Sí.
-Pues ya tienes dos- y me señala a mí con un dedo acusador y torcido.

Yo le sonrío como si fuese extranjero y desconociese el idioma y por lo tanto la naturaleza de la conversación, pero ella continúa apuntándome con el dedo.

-Tienes que aguantar no a uno sino a dos...

X. tiene una gran aversión a los hombres, sonrían o no. Me cuentan que cuando se para a ver las esquelas del día, se alegra mucho cuando solo lee nombres masculinos. "Que tengan buen viaje", exclama, y ya se va a sus quehaceres, que son, por este orden, dar de comer a los gatos callejeros que se encuentra por ahí y revisar los contenedores de la basura, por si se encuentra algo que le parezca merecedor de ser rescatado.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

LOS PÁJAROS SUICIDAS



Al comienzo del verano P. se fue una semana a Irlanda, a practicar su inglés. Nosotros, mientras él se paseaba por la verde Erin, esa joya esmeralda en mitad del mar, nos dirigimos hacia el sur, hacia Úbeda. Viajamos en compañía de unas nubes oscuras y muy barrocas que, mira tú qué coincidencia, iban en nuestra misma dirección.

Al rato aparecieron los pájaros suicidas. Ya nos ha sucedido en alguna otra ocasión. A. dice que es por el color del coche -blanco roto-, pero yo pienso que debe ser por alguna otra causa más profunda. Al poco de comprarlo -antes teníamos uno rojo burdeos-, se estrelló contra él, también camino de Úbeda, un gorrión, contra la parte frontal. No sé cómo pudo hacerlo, pero se coló entre tres estrechas láminas que hay bajo el capó y allí se quedó, en un pequeño hueco, como en su mausoleo.

A M., una amiga de A. gran amante de los animales y dueña también de un coche blanco -desconozco qué tipo de blanco-, también le ha sucedido con frecuencia. Pájaros como kamikazes japoneses que se lanzan en picado contra el coche y se inmolan contra él. Ella también defiende esa teoría del color. Y sufría lo indecible con esos frecuentes sacrificios ornitológicos. Hasta que uno de ellos le abrió un redondo boquete en la carrocería que le costó en el taller sus buenos dineros. Tuvo entonces muy ásperas palabras hacia esos alados y enloquecidos seres y ahora, cuando los ve acercarse a su coche, saca el puño por la ventanilla, por espantarlos...

En este primer viaje nuestro, el primero del verano, calculo que se suicidarían bajo nuestras ruedas una media docena de pajarillos. Yo creo que no tiene nada que ver con el color del coche, sino, como les sucede a las personas, con las dificultades del vivir. Contra la opinión de algunos ingenuos poetas, la vida pajaril también debe tener sus trágicas pesadumbres. Vivir no es fácil, tampoco para ellos.

martes, 9 de septiembre de 2014

UN CONCIERTO EN SAN LORENZO



El sábado dio la vuelta el aire en las esquinas de Úbeda. De pronto más sutil y más fino, su caricia fresca en la mejillas recién afeitadas hizo que recobráramos la esperanza. Había perdido, esa mañana, la densidad sofocante con la que nos venía abrazando desde hacía tanto tiempo. El monarca del verano abandonaba al fin sus palacios y cuarteles después de haber firmado, como aquel, la abdicación.

Si nos encontró allí este momento histórico -el fin del verano del 14, la llegada del otoño de este mismo año- fue para terminar las vacaciones, para cerrar el círculo de este verano circular, en el mismo lugar donde lo comenzamos. Y tan felices como entonces, porque teníamos entradas para el concierto en el que iba a actuar el primo J., bombero de Madrid - cómo me gusta esta aposición-, un concierto de versiones del cancionero rico y profundo de Joaquín Sabina.

No nos lo pudimos pasar mejor. Por la mañana, tomamos unas cañas y comimos con el cantante, su mujer y sus hijas y los veintidós amigos que lo acompañaron desde Madrid. Luego nos fuimos a comprarle una tele al Carrefour a F., que se le había descompuesto la vieja, un armatoste como un barco de grande, y ya no tuvimos más tiempo que el justo para vestirnos y bajar andando hasta San Lorenzo.

Se estaba cayendo esta iglesia magnífica, colgada sobre los miradores al valle hipnótico -con algo de paisaje infinito y marino- del Guadalquivir, hasta que un grupo de vecinos decidió crear una fundación para evitar una ruina que parecía inevitable. Es una iglesia vacía desde hace muchos años, un cascarón que no esperaba otra cosa en esta vida que el momento de desplomarse sobre las murallas y desaparecer, como una muela cariada en la boca de un viejo. Pero ahora estas gentes admirables de ese barrio de hortelanos han conseguido empastarle los cimientos, levantar un tejado nuevo para que no se maten los gatos que entraban a la nave por las noches ni los chiquillos que se colaban para jugar ni los amantes del arte del dibujo que han llenado los muros de muestras de su habilidad y sus fidelidades -rostros, figuras geométricas, botellas de vino, un escudo del Atleti...-.

El concierto nos dejó a todos con la boca abierta y unas ganas enormes de cantar como habían cantado el primo J. y los otros cinco artistas. ¡Qué envidia no poder cantar como todos ellos! Uno ha estado, en su juventud, en algunos conciertos, de grupos y solistas profesionales, y no creo que ninguno de aquellos pueda envidiarle nada a este con el que cerramos el verano. Voces prodigiosas, versiones que traicionaban al cantante famoso con gracia, talento y poesía...

Al final, ganó un muchacho que había llegado desde Montevideo, vía Denia, donde viven dos de sus hermanas. Y también estuvo un chamaco mexicano, chamaquísimo, que antes del concierto me pidió las señas de San Lorenzo y al que se las di de mil amores, el camino más corto y suave, cosa que me afearon los amigos del primo J., que creían que tendría que haberle mandado al otro rincón de la ciudad. Los madrileños quieren mucho a su amigo y venían con gran espíritu competitivo. Los demás eran de la tierra -Úbeda, La Carolina, Mancha Real y el primo madrileño de la calle Chirinos- pero cantaron como si fueran artistas internacionales. A mí, ya que no pudo ser J., me hizo ilusión que ganase el chico uruguayo, al que solo acompañaban entre el público sus dos hermanas, un cuñado y un sobrino, que saltaron de sus sillas cuando el jurado dio el nombre de su pariente al anunciar el ganador. Fue un cuádruple salto que me enterneció. El resto del público -que íbamos con los jienneses, cada uno con el suyo- recibió la decisión con deportividad y aplaudió largamente.

Todo acabó en los miradores de San Lorenzo, donde habían puesto un pequeño bar, los artistas y el público confundidos, el ganador llamando a sus padres, todos con una cerveza en las manos. A los pies de los felices bebedores, las luces de los pueblos del valle. En la oscuridad nos parecieron, esas luces, como barcos nocturnos en medio de un mar silencioso y dormido.

P.D. Durante el concierto, grabé la actuación del primo con mi ipad nuevo, y saqué, también con ese aparato emblema de la más alta y fina tecnología, un montón de fotos. Luego escribí en él esta entrada. Sin embargo, ahora no soy capaz de acompañarla con esas imágenes. De modo que me sirvo de youtube. Bien que lo siento.


                               
       


            



         

viernes, 5 de septiembre de 2014

CRÓNICA FUGAZ DE UN VERANO CIRCULAR



Llegó el verano de incógnito. Con ruidosas tormentas. Con lluvias enconadas y repentinas. Con unas temperaturas ajenas y desacostumbradas para aquellas fechas y estas latitudes.

Eran unas temperaturas tan rebajadas, tan recortadas, que parecían cosa pública. Llegamos a temer que hubiesen privatizado también el clima y nos estuviesen avisando: a partir de ahora, si queréis verano no os saldrá gratis...

Pero no ha sido exactamente así. Y ahora que adivina su final, se despide con días tórridos, con días sin una sola nube peregrina en el cielo azul e implacable. Con los termómetros derritiéndose en las cruces verdes de las farmacias y las calles desiertas... 

Entre aquel comienzo frío y desapacible y esta despedida apoteósica y cruel, hemos pasado un verano del que hemos sacado unas cuantas estampas, muy pocas, que iremos trayendo hasta aquí, poco a poco. Por no empachar.