sábado, 18 de febrero de 2017

El amante ecologista

Sucedió hace ya unas semanas. Al bajar la basura. Al bajar la basura pueden ocurrir muchas cosas. Casi nunca pasa nada, es cierto, pero si uno presta atención, resulta evidente que no sería nada raro que aconteciesen verdaderos prodigios. Es algo que se nota en cuanto pones un pie en la acera. Sales del portal y sabes que en esos breves pasos hasta los contenedores se esconde la aventura. La aventura no se presenta, es verdad, porque se oculta muy bien, pero podría hacerlo perfectamente. No sé si me explico. La ciudad es otra, más misteriosa, y los vecinos, silenciosos y cabizbajos, parecen esconder un secreto terrible. Todos se mueven furtivos, como conspiradores... 

Pues bien, hace unas semanas, en el contenedor del plástico, me encontré un papel pegado con celo junto a la boca. Era un mensaje. Escrito a máquina. Rezaba así: 

HOMBRE ESPAÑOL DE 50 AÑOS -el número a mano, sobre un 49- RUBIO, OJOS AZULES Y 1,50 DE ESTATURA BUSCA MUJER DE BUEN VER, DE 35 A 55 -el cinco también en bolígrafo azul, tapando un cero- AÑOS PARA RELACION SERIA O ESPORADICA. PREGUNTAR POR JOSE LUIS (LLAMAD O WHATSAPP) NO TE ARREPENTIRAS, SOY AGRADABLE Y DIVERTIDO. ABSTENERSE GRACIOSOS/AS. -Y, a mano de nuevo, con el mismo bolígrafo azul y también en mayúsculas- BUEN AMANTE.

Debajo, recortados para que las interesadas los pudiesen recoger y llevar para casa, varias veces repetido, el teléfono.

Saqué unas fotos...



Al día siguiente ya no quedaba ninguna de esas barbas con el número de teléfono. Aunque yo solo veo hombres oscuros, se ve que bajan la basura muchas mujeres de buen ver, entre 35 y 55, muchos corazones solitarios...




Y ya empezamos en casa, y con los amigos por el whatspp, a especular... Las mandé a un grupo que tenemos para recomendarnos las lecturas que vamos haciendo y que nos gustan. Al fin y al cabo, de una lectura se trataba, y menuda novela que había en ese papel. Si la conociésemos entera..., pensábamos.

Además de ecologista, pues el lugar donde colocó su aviso no nos parece inocente, en todo se veía que se trata de un hombre tradicional y de gran honestidad. Lo primero porque conserva una máquina de escribir, prefiere esta clase de bandos callejeros a las posibilidades que ofrece hoy el mundo digital y utiliza expresiones que yo creo que ya nadie usa (mujer de buen ver); y lo segundo por esas correcciones a mano y el dato de su altura, ciertamente llamativo. Se ve que entre la redacción de la nota y su publicación o cumplió años, o ya no se acordaba de que había llegado al medio siglo. Y pienso yo que debe ser un poco pudoroso también, pues queda claro que estuvo dudando hasta el último momento si añadir el dato final, ese de su valía como amante, que lo descartó cuando compuso el papelillo, pero que en el momento de darlo a la luz, un impulso final lo empujó a caligrafiarlo. Y algo inocente, porque ese aviso para espantar a los graciosos lo único que puede provocar es justo el efecto contrario.

No sé, nos tuvo largo rato pensando en él. ¿Por qué no habrá encontrado este hombre el amor? ¿Por qué lo busca de esta manera? ¿Qué le habrá llevado a pensar que es un buen método, este de poner un cartelillo en un contenedor? ¿Por qué no irá más a los bares? ¿Ya no se ligará en ellos? Ahora ando fijándome en los hombres bajitos del barrio, por ver si descubro unos ojos azules, melancólicos y soñadores, un señor solitario y pequeño, rubio el cabello, con el móvil en la mano, en espera de una llamada feliz.

P.D. Días después, con el mismo boli azul, como ya se habían llevado todos los teléfonos, escribió en lo alto de la nota el número. No sé si porque ninguna candidata ha sido de su gusto o porque quiere seguir con el casting. Lamentablemente, por ese tiempo se puso a llover y lo escrito con el bolígrafo azul se destiñó, fue deshaciéndose tristemente, y desapareció...


viernes, 10 de febrero de 2017

Invierno en Úbeda hacia 2016 (Día de Reyes Magos)

El mejor del año. Si tuviese uno que elegir un día entre todos los que ofrece el calendario, escogeríamos, sin duda, este. ¿Qué ciudad no aparece hermosa con todos esos críos pequeños por la calle, los ojos abiertos de par en par, la mirada llena de ilusión y pasmo, conmocionados por la historia más hermosa del mundo?

Esto es así incluso si amanece un día agrio, con nubes de un color bilioso, como sucedió este año. Parecía, de nuevo, que fuese a ponerse a llover. Pero tampoco. Al rato se levantó un viento del norte, y despejó el panorama, dejando el cielo azul, transparente y feliz. Más adecuado para ocasión tan fantástica. Salí a dar un paseo. Cuando ya estaba cerca de los miradores, estelas blancas en el cielo.  En un día como este, pensé, vete tú a saber de qué se tratará. No parecían aviones. Dejaban un trazos blancos y breves sobre el encerado añil del cielo. Las señales del prodigio.




El viento era frío y yo caminaba despacio, abrigado, con mi mascota cubriéndome.

Bajé por la calle Paraíso, donde estaba la escuela de niñas doña Enriqueta. Compré dos periódicos en el quiosco de la plaza, para leerlos luego en un café, y también porque me parecía que le sentaban bien a mi estampa de hombre con sombrero. Tomé por Prior Blanca. Apenas había nadie por esas calles. Algún vecino, un operario municipal barriendo las hojas de una plazuela que, al verse empujadas por el viento, se quejaban con la misma voz del mar cuando rompe contra las piedras de una playa... Muy de vez en cuando, pasaba un coche...






En la Plaza de San Pedro, el palacio abandonado mostraba varios cristales rotos. Luego, cuesta abajo, Santo Domingo, donde el belén, que a esas horas estaba cerrado. Calle de la Luna y el Sol. Paseaba sin rumbo, a capricho. En la Plaza Vázquez de Molina estaban preparando la cabalgata de la tarde, al ritmo de una música latina y sabrosa. Rodeé el parador, subí hacia la Casa de los Salvajes, puesta en venta, y salí a San Pablo. Entonces me metí en un café, a escribir estas cosas y a leer los periódicos. De pronto, por la calle apareció una procesión de enanitos, los de la Blancanieves de Disney, seguidos de otros seres que no conseguí reconocer, seguramente los que salen ahora por la tele. Se cruzaron con los muchachos de la banda municipal, que bajaban hacia el ayuntamiento, no menos fantásticos, con sus instrumentos entre las manos: tubas, trombones, clarinetes, trompetas, bombardinos..., todos brillando al sol.














Por la tarde me apeteció repetir el paseo, para enseñarles a A. y a P. las calles nuevas que había descubierto, los palacios que no conocía o ya había olvidado... P. declinó el ofrecimiento y prefirió quedarse en compañía de su abuela y del teléfono móvil.

Bajamos A. y yo, hacia esa Úbeda vieja, la de las calles escondidas y solitarias, la de los palacios cerrados y misteriosos, la que se asoma al valle ancho y lejano del Guadalquivir...

Cuando volvíamos para casa nos tropezamos con la cabalgata. Tuvimos que tener un poco de cuidado, porque en el pueblo de A. tiran los caramelos desde las carrozas, los pajes, los figurantes y hasta los mismísimos Reyes Magos, con un entusiasmo peligroso. Cuando nos dimos cuenta, también andábamos nosotros, como el resto de la gente, doblados, recogiendo esas golosinas del suelo... Como chiquillos...


miércoles, 8 de febrero de 2017

Invierno en Úbeda hacia 2016 (El belenista)

Lunes, 2 de enero, 2017 (Más notas de la libretilla)

Desengaño de tener unas navidades blancas, pasadas por nieve. Al contrario, un sol rotundo y unos cielos azules, impecables... Decidimos aprovecharlos. Pasamos la mañana al lado del balcón, al sol, como gatos perezosos, leyendo, soñando.

Por la tarde salimos a dar un paseo. Acabamos ante las puertas de Santo Domingo. Entramos a ver, como cada año, el belén. A los cinco minutos nos abordó un señor muy atento, resuelto y parlanchín. Resultó ser el creador del belén, y se ofreció a guiarnos en la visita. Didáctica, tal vez un tanto prolija, tal vez un poco deslavazada, llena de referencias a un viaje que hizo ese guía hace años a aquellas tierras y a sus lecturas de los evangelios apócrifos ("que siempre leo en italiano", nos aclaró). Luego apareció una vieja amiga de A., que conocía al guía ("Ha sido el pediatra de mis hijos", nos explicó. Y nos avisó: "En cualquier momento, nos suelta una cita en alemán. Es una costumbre suya". Efectivamente, lo hizo). Poco menos que la obligó, a ella y a su marido, a unirse a la tournée

De vuelta en casa, dos citas del libro de Pujol:

¿Quiénes somos? La mejor respuesta sería: aquellos que queremos ser.

Hay que ser muy infeliz para admirarse a sí mismo.

Martes, 3 de enero

Día de visitas. A M. , que se mantiene lúcida y más o menos firme con más de noventa años; a los tíos de A.; y a la librería. Compramos el último libro de Ramón Andrés, ese sabio tan ameno. La librera nos alaba el gusto. Charlamos con ella de la visita que hizo a Albacete el editor de Nórdica, que es oriundo de Sabiote, y se conocen...
Por la noche salimos a tomar unas cervezas con L. En el nuevo bar de R. Cervezas y tapas. A la vuelta, saludamos a su gato que, al contrario que el de N. y JA., es un gato sociable y educado. Eso sí, con unos modos aristocráticos. El gato de L. es un gato versallesco. Huele las mierdas y basuras que deja en  la calle la gente con un porte de gran marqués...

Miércoles, 4 de enero

Días gris y blando, templado y sin viento. Todo parece anunciar la lluvia, pero la lluvia no llega.  Comida vegetariana con N. y JA. Nosotros, sin embargo, a las lentejas, a las que F. ha echado nabo, apio, zanahoria, judías y no sé cuántas verduras más, les añadimos unos choricillos fritos...

A la de la sobremesa, el día continúa igual: quieto, inmóvil, impasible... Pasamos la tarde en el sofá. 

Por la noche bajamos a cenar a un bar del Real. El bar está lleno pero las calles vacías. Voy con mi sombrero elegante, el de las dos tallas más grande. El día de nochevieja, me cuenta J. cuando pasamos por  la plaza de Andalucía, donde la Torre del Reloj, organizó el ayuntamiento las campanadas en ese lugar. Solo acudieron trece personas. Tres del pueblo y el resto forasteros, incluido un norteamericano.

domingo, 5 de febrero de 2017

Invierno en Úbeda hacia 2016 (El nuevo año)

Viernes 30, sábado 31, domingo 1 (Notas de la libreta)

Viaje de vuelta. La luz temprana dibuja los perfiles de las montañas con limpia nitidez. (En la libretilla siempre nos ponemos un poco estupendos, y usamos epítetos y cosas de semejante naturaleza). Al llegar a la provincia de Valladolid, sin anunciarse, de repente, se presenta la niebla. Densa, fantasmal, misteriosa. Tordesillas, Rueda, Medina..., invisibles. El Duero, las viñas y los campos, todo borrado del mapa... Al llegar a Ávila, se va la niebla como llegó, de pronto, y reaparece el mundo. Por lo que se ve se trataba de una niebla provincial. 

Volvió a presentarse, no sé si la misma niebla u otra distinta, en Villarrobledo. Y al llegar a Albacete, nos encontramos la ciudad a punto de disolverse. Todo se deshacía - calles, edificios, transeúntes- como azucarillo en vaso de agua.

Al día siguiente, salimos para Úbeda.

Al contrario que el anterior, un día luminoso, limpio, recién hecho. Un día, el último del año, como nuevo, a estrenar.

Comenzamos el año escuchando cómo entrevistan a Javier de Torres, a Roger Sincero y a Isabel Urzaiz,  a propósito de su último disco, el precioso Was your tie black?. Cantan una par de canciones en directo. Las grabo con el móvil. La segunda la cortan, de un modo grosero, con las señales horarias de las once de la mañana... De todas formas, nos pareció una hermosa manera de comenzar el año.

     


Pasamos luego el día de Año Nuevo en el sofá, leyendo una novela de Carlos Pujol -como todas las suyas, deliciosa-, y durmiendo pequeñas siestas -la del canónigo, a media mañana; la del borrico, justo antes de comer; etc...-. Así fue como lo recibimos. Sin pompa, sin solemnidad, en zapatillas. Como a uno más de la familia. Para que nos trate bien.