lunes, 31 de octubre de 2011

Nunca llegaré a Jaén

En casi veinte años que llevamos viajando a Úbeda con regularidad, y pasando aquí parte de las vacaciones de navidad o verano, nunca ha habido tiempo para acercarnos a la capital, aunque se encuentra solamente a unos cincuenta kilómetros. Ha comentado uno a menudo lo que nos gustaría darnos una vuelta por esa ciudad, visitar su catedral, curiosear por su calles, parar en algún bar a tomar unas tapas, que al parecer son famosas, buscar alguna librería... Simpre me dicen que sí, que les parece una idea bonísima, y que sería ciertamente muy agradable acercarnos una tarde, incluso todo un día, a hacer una excursión. Pero cuando llega el momento de arrancarse, siempre surge algún inconveniente y nos quedamos en casa.

De modo que esta vez, cuando al fin decidimos que este largo fin de semana no iríamos a Ronda, por estar muy lejos, anunciarse un tiempo borrascoso y ser los caminos que allá conducen tortuosos y descuidados, y que, en lugar de ese viaje, iríamos a Úbeda, exigí con energía que unos de los días, el que quisieran, teníamos que vistar Jaén, que ya estaba bien. "Por supuesto", me contestaron, "de esta vez no pasa".

Pues ha pasado, otra vez.

Llegamos el sábado a la hora de comer, y como estábamos todos un poco cansados, decidimos pasar la tarde tranquilamente, y salir a tomar unas cañas a última hora. Iríamos el domingo. Sin embargo, llegado este, el entusiasmo de la gente se había reducido notablemente. Unos no podían por tener que ocuparse de sus suegros, los otros no decían nada y nosotros, bueno, nosotros... P. quería quedarse con sus primas, A. decía que tenía que lavarse el pelo y que ahora, con el cambio horario, a las seis ya se hace de noche, y que era ese día el único en que íbamos a pode comer todos juntos. "¿Y el lunes?", pregunté con voz temblorosa, como la luz de un cirio a punto de apagarse. Huy, el lunes tampoco, que había que bajar a El Rayo, a comprar zapatos todo el mundo, y que concretamente yo necesitaba unas botas con urgencia, y luego había que alargarse a la cooperativa, a por aceite, que ya casi no tenemos... Mientras escuchaba todo esto, iba contemplando, igual que el jinete de Lorca, cómo la ciudad se hacía cada vez más lejana.

Lejana y sola, yo nunca llegaré a Jaén.

2 comentarios:

  1. Tranquilo, yo te llevaré sin necesidad de pasar por Úbeda. Lo prometo.

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  2. No te pierdes nada, Jaén capital no es de los sitios mas bonitos donde haya estado precisamente.

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