domingo, 17 de abril de 2016

La Feria de abril

En Albacete, en abril, la feria es de libros viejos. (Si el título de la entrada ha llamado a engaño a alguien, pido disculpas).

Conocemos esta feria desde hace ya más de veinte años. No sé si a la de Sevilla (no la conozco) le ocurrirá lo mismo, pero esta es prácticamente inmutable. Salvo por las casetas, que son nuevas, todo es igual que entonces. Somos cada año los mismos libreros, los mismos libros y los mismos clientes. Lo que sí ha cambiado es el entusiasmo con que la recibimos, la regularidad con la que la visitamos y el número de libros que compramos. 

Antes la esperábamos con grandes ilusiones y la recibíamos con enorme alegría. Ahora, sin embargo, nos la encontramos por casualidad, un día que acertamos a pasar por el paseo, y apenas esbozamos una sonrisa, contentos pero escépticos. Por ejemplo, este año nos enteramos de que ya estaban las casetas montadas una semana después de que las autoridades la inaugurasen. 

Antes era raro el día que no buscábamos un ratillo para pasar por ella. Y los que estábamos más ociosos, por ejemplo los fines de semana, nos dejábamos caer por allí por la mañana y por la tarde. Este año, de los quince días que dura, hemos pasado tres, dos mañanas y una tarde.

Antes volvíamos a casa cargados con bolsas llenas de libros que deseábamos leer, o que suponíamos que debíamos leer, o que seguramente algún día nos apetecería leer. A veces hasta pensábamos que estábamos haciendo una obra benéfica, sacando a esos viejos libros del arroyo, remediándolos de una vida desgraciada, huérfana y vagabunda. De todos esos libros, unos los hemos leído y otros, la mayoría, no. Este año he comprado dos: una novela de William Trevor (Noches en el Alexandra), un escritor irlandés que nos gusta mucho, y un curioso libro de Perucho (Teoría de Cataluña), que también es una vieja amistad.

El resto de los libros que vemos todos los años apenas llaman nuestra atención. Los que lo hacen ya los tenemos (seguramente tenemos demasiados), y los demás, si no los vamos a leer, nos decimos, para qué comprarlos. "Libro que no has de leer, déjalo correr", dijo alguien un día.

Lo que sí nos sigue llamando la atención es cómo, con solo pasear esta feria, se puede vislumbrar la variedad del mundo y cómo son los libros la redoma prodigiosa donde se guarda esta: filosofía, peleas de gallos, matemáticas, guerras mundiales, medicina, ocultismo, grandes actrices, poetas, armas, razas caninas, fábulas, arquitectura, plantas medicinales, grandes estadistas, pintores, locos, anarquistas, y hasta Mario Conde, del que se ofrecían varios volúmenes, propios y ajenos, a favor y en contra...

El último día que me acerqué, este sábado por la mañana, me encontré con J., el antiguo jardinero de mi instituto. Siempre me lo encuentro en la feria. Es coleccionista de tebeos antiguos y lleva en el bolsillo una lista con  los números que le faltan para completar sus colecciones. Siempre me lo encuentro en la feria y simpre me cuenta las mismas cosas. Me pregunta por los compañeros y luego, sin falta de que yo le pregunte, me da noticia de su madre, que ya ha cumplido noventa años, pero que está muy fuerte, que come muy bien y duerme estupendamente desde que le encontraron la postura, de medio lado, con unos almohadones recogiéndole los riñones, pero que, claro, están muy atados su hermana y él, que por ser los solteros, son los que tienen que ocuparse... Lo dicho, el mundo...


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