Le pregunto a mi padre si vio a G.I., el otro día, en la tele. No, no lo vio. Entonces le comento que lo pusieron como ejemplo de político que, al abandonar esa actividad, volvió a su trabajo, que era en la mina. Que lo entrevistaron en su casa de Oviedo y que sacaron unas imágenes muy hermosas y melancólicas de Polio, el pozo donde trabajaron los dos, mi padre en la oficina, de administrativo, y G.I. en el pozo, de picador. Y le digo que no recordaba que lo hubiese tenido que dejar a causa de un accidente.
-El día que se reincorporó, después de no sé cuántos años sin bajar al pozo -me explica mi padre-, lo vi llegar, desde la ventana de la oficina, rodeado de fotógrafos y periodistas. Menudo revuelo se armó. Por eso salimos a la ventana...
-Al parecer estuvo trabajando un año, hasta el accidente...
-¡Qué va ser un año! Nomenó... A los dos días ya tenía una baja... ¡Qué va! Ese no trabajó ni tres días...
Como a mi padre simpatiza poco con el comunismo, insisto.
-Ya, pero lo del accidente debió ser cosa seria. Le concedieron la invalidez...
-Na, todo una pantomina...
-Pero, papá, ¿estás seguro de eso?
-Pues claro. Yo también trabajaba allí...
-Ya, pero una caída de quince metros...
-Nada, nada. Lo que yo te cuente, una pantomina...
Repitió esa palabra, así dicha, tres o cuatro veces más, y ya pasamos luego a hablar de otras cosas, más cotidianas. Pero a mí no se me iba de la cabeza esa creación inconsciente de mi padre, tan apropiada para el caso.
"Pantomina": 1. f. Dícese de una farsa o engaño que se realiza en una explotación minera...
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