Ribadesella.
Conserva este pueblo un aire de veraneo antiguo, dulce, próspero y monárquico. Es un pueblo orgulloso de que haya pasado sus veraneos en él, cuando niña, una mujer que luego, por esas vueltas que da la vida, se convirtió en reina. En las pastelerías, por ejemplo, venden unos dulces con su nombre, y muestran en los escaparates, junto a las cajas de esos melindres, las cartas con que la Casa Real agradece las que les han enviado de regalo.
Conserva este pueblo un aire de veraneo antiguo, dulce, próspero y monárquico. Es un pueblo orgulloso de que haya pasado sus veraneos en él, cuando niña, una mujer que luego, por esas vueltas que da la vida, se convirtió en reina. En las pastelerías, por ejemplo, venden unos dulces con su nombre, y muestran en los escaparates, junto a las cajas de esos melindres, las cartas con que la Casa Real agradece las que les han enviado de regalo.
El paseo que damos, al atardecer, por la playa, entre el mar y esas casonas magníficas que son hoy, casi todas, estrellados hoteles, es precioso. Mientras caminamos, dice J. A., que no para de hacerlas, que el atardecer es la mejor hora para las fotos. Por la luz. Lo mismo decía Gaya de la pintura, citando a Tiziano.
Riocaliente.
Este pueblo es famoso por la cantidad de hórreos y paneras que conserva. Algunos en muy mal estado -hay uno cuyo tejado no ha soportado el invierno y se encuentra desplomado-. Otros se mantienen aún en pie y techados, y sus dueños todavía hacen uso de ellos. Por ejemplo, subido a uno, en el mismo umbral de su puerta, para tener buena luz, descubrimos a un viejo que se corta, paciente y meticuloso, las uñas de los pies. De vuelta a casa, nos encontramos con el dueño de unos caballos que pastan a orilla del camino. Son, nos explica, ardaneses, muy fuertes, adecuados para las tareas de arrastre.
Este pueblo es famoso por la cantidad de hórreos y paneras que conserva. Algunos en muy mal estado -hay uno cuyo tejado no ha soportado el invierno y se encuentra desplomado-. Otros se mantienen aún en pie y techados, y sus dueños todavía hacen uso de ellos. Por ejemplo, subido a uno, en el mismo umbral de su puerta, para tener buena luz, descubrimos a un viejo que se corta, paciente y meticuloso, las uñas de los pies. De vuelta a casa, nos encontramos con el dueño de unos caballos que pastan a orilla del camino. Son, nos explica, ardaneses, muy fuertes, adecuados para las tareas de arrastre.
Mieres.
Estación de autobuses. Más que una excursión, un breve viaje para despedir a J.A. y N., que se van después de varios días con nosotros. La estación de autobuses de Mieres tiene tres relojes y los tres están parados. Apenas hay media docenas de viajeros que esperan su autobús. En la cantina, no sé por qué lugar, se han colado unas palomas, que observan todo con impertinencia desde las vigas al aire que sostienen el techo. De vez en cuando, se alivian sobre los parroquianos. Estos, sin embargo, no se molestan.
Estación de autobuses. Más que una excursión, un breve viaje para despedir a J.A. y N., que se van después de varios días con nosotros. La estación de autobuses de Mieres tiene tres relojes y los tres están parados. Apenas hay media docenas de viajeros que esperan su autobús. En la cantina, no sé por qué lugar, se han colado unas palomas, que observan todo con impertinencia desde las vigas al aire que sostienen el techo. De vez en cuando, se alivian sobre los parroquianos. Estos, sin embargo, no se molestan.
Cuevas del Agua.
Debe ser este un lugar único porque, por carretera, solo se puede entrar por un estrecho túnel -La Cuevona le dicen-, que los visitantes pasean admirados. Sería muy poético qeu solo se pudiera acceder a ese lugar por ese túnel, pero si un día se desplomasen las piedras que sostienen esa cueva, no sucedería nada porque el pueblo tiene una estación y un río. Por la estación pasa, de tarde en tarde, algún tren; y por el río, casi cada día, decenas de piragüistas. Es un pueblo bonito del que sale una ruta que han dado en llamar "de los molinos" porque, subiendo por la ladera del monte, se pasa al lado de una docena de estos. Hoy, sin embargo, apenas se pueden adivinar porque están arruinados y comidos por las zarzas y el musgo. Es un paseo misterioso y muy recomendable, muy cerca del río, que nosotros solo hicimos hasta la mitad, por fallarnos las fuerzas...
Debe ser este un lugar único porque, por carretera, solo se puede entrar por un estrecho túnel -La Cuevona le dicen-, que los visitantes pasean admirados. Sería muy poético qeu solo se pudiera acceder a ese lugar por ese túnel, pero si un día se desplomasen las piedras que sostienen esa cueva, no sucedería nada porque el pueblo tiene una estación y un río. Por la estación pasa, de tarde en tarde, algún tren; y por el río, casi cada día, decenas de piragüistas. Es un pueblo bonito del que sale una ruta que han dado en llamar "de los molinos" porque, subiendo por la ladera del monte, se pasa al lado de una docena de estos. Hoy, sin embargo, apenas se pueden adivinar porque están arruinados y comidos por las zarzas y el musgo. Es un paseo misterioso y muy recomendable, muy cerca del río, que nosotros solo hicimos hasta la mitad, por fallarnos las fuerzas...
Benia de Onís.
Visitamos un mercado tradicional que se organiza en ese pueblo cada verano. Lo notamos un poco desangelado. También aquí se nota la falta de presupuesto... Después de un rato dando vueltas entre los puestos de comidas, panes medievales, azabaches y otras artesanías; después de apartarnos una docena de veces para dejar pasar un carro del país empujado por unos bueyes de dimensiones mitológicas que lleva subidos a los críos del pueblo; después de asistir a la venta de unos patos que un muchacho tiene de exposición dentro de una vieja cabina de teléfonos; después de todo eso, nos encontramos con nuestros caseros. Nos invitaron a tomar unas cervezas en un hotel tremendo que hay en ese pequeño pueblo a las puertas de los Picos de Europa. Es un hotel más grande que el mismo pueblo... Un pueblo que sabe de grandes fortunas, nos cuenta don A. "No sé la razón, pero los praos, aquí, siempre fueron más caros que en ningún otro sitio", nos dice. Y hablamos entonces de los muchos que tiene aquí, más unos picaderos, el antiguo alcalde de Oviedo, hoy delegado del Gobierno en la provincia y que seguramente será hombre muy honrado, no lo dudamos, válganos el cielo, pero del que tampoco nos extrañaría nada que viniese a sumar, cualquier día y en los telediarios, el número de los corruptos...
Visitamos un mercado tradicional que se organiza en ese pueblo cada verano. Lo notamos un poco desangelado. También aquí se nota la falta de presupuesto... Después de un rato dando vueltas entre los puestos de comidas, panes medievales, azabaches y otras artesanías; después de apartarnos una docena de veces para dejar pasar un carro del país empujado por unos bueyes de dimensiones mitológicas que lleva subidos a los críos del pueblo; después de asistir a la venta de unos patos que un muchacho tiene de exposición dentro de una vieja cabina de teléfonos; después de todo eso, nos encontramos con nuestros caseros. Nos invitaron a tomar unas cervezas en un hotel tremendo que hay en ese pequeño pueblo a las puertas de los Picos de Europa. Es un hotel más grande que el mismo pueblo... Un pueblo que sabe de grandes fortunas, nos cuenta don A. "No sé la razón, pero los praos, aquí, siempre fueron más caros que en ningún otro sitio", nos dice. Y hablamos entonces de los muchos que tiene aquí, más unos picaderos, el antiguo alcalde de Oviedo, hoy delegado del Gobierno en la provincia y que seguramente será hombre muy honrado, no lo dudamos, válganos el cielo, pero del que tampoco nos extrañaría nada que viniese a sumar, cualquier día y en los telediarios, el número de los corruptos...
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