domingo, 11 de diciembre de 2016

Paseos dominicales

Los domingos hemos adquirido A. y yo la costumbre de salir a dar un paseo nada más levantarnos. Ponemos el despertador a las ocho y media y a las nueve -más o menos- ya estamos en la calle. Con ropa deportiva y la mirada fanática de los deportistas dominicales. La ropa es casi toda del Decathlon y la mirada nos dura solo un par de minutos, porque tampoco tenemos muy claro que caminar algo más deprisa de lo habitual pueda considerarse hacer deporte.  

Vamos al Parque Lineal. Dirección norte. Llegamos hasta el final y damos la vuelta, hasta donde estaba El Sembrador. Ahí tomamos por el Paseo de la Libertad, llegamos a El Altozano y nos paramos a desayunar en una cafetería de estilo nórdico que hay en esa plaza. A las diez ya estamos sentados pidiendo los cafés y las tostadas. Y a las once, en casa, con el pan y unos cruasanes para la merienda.

No hay, a esas horas en las que salimos, mucha gente por las calles. Tampoco en el parque. Caminando como nosotros, nadie. Suele haber un par que no se sabe muy bien si han salido a pasear al perro o viceversa; y una docena de gentes que corren. Casi todos con un trote cochinero que da una lástima tremenda. Eso, le comento a A. señalándolos con el dedo, no puede ser bueno. No tengo tampoco nada claro que correr sea un deporte bueno para la salud. Ni siquiera que sea un deporte. Me replica A. que a uno, si no hay una pelota por medio, nada le parece un deporte. Y que eso es bastante infantil. Y le tengo que dar la razón.

El paseo, ahora en el otoño, es precioso. Está el parque, con todas esas hojas caídas, fastuoso de tesoros. Parecen monedas antiguas caídas sobre el césped. Y los árboles, todos unos reyes Midas. La perspectiva es ahora fotogénica y bellísima.

A. y yo vamos caminando deprisa, y hablando de esto y de lo de más allá. Al mismo ritmo que movemos nuestras piernas. Nos lo pasamos bien. Y a medida que nos acercamos al final de nuestro viaje, cada vez nos vamos poniendo de mejor humor. Por la proximidad del desayuno. Y porque pensamos, desde hace mucho tiempo, que lo mejor de salir es volver, y por extensión, -pues es este un aforismo que permite múltiples combinaciones-, que lo mejor de salir bien de mañana a caminar, es detenerse, y sentarse a desayunar, en ese local nórdico de maderas claras y café delicioso, o en otro, que hemos descubierto hace unos pocos domingos, con un jardín manchego-japonés tras los cristales, que no parece que estés en Albacete, sino en otro lugar, el que uno prefiera soñar cada domingo...









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