Tan embebido anda uno con las partidos de fútbol que se me olvidó mandar el artículo de este mes... Lo pongo aquí sin saber qué pasará, si lo sacarán en julio o en agosto, o si ya habrá llegado el corralito o la pobreza sin remedio, y todas estas cosas que uno dice en él no tengan ya importancia ni sentido... Quién sabe...
Los grandes relatos
Al comienzo de su gobierno, a Zapatero le gustaba mucho citar el Quijote. No recuerdo muy bien a santo de qué, pero sí guardo memoria de una intervención en el Parlamento en el que lo nombró un par de veces. En seguida dejó de hablar de él. Naturalmente, como hacen todos los políticos, sean del color que sean, no era aquello otra cosa que una engañifa, un espejuelo, un adornarse sin fundamento. Si en verdad le hubiese importado algo ese libro, habría sabido que en él se muestra como en espejo claro que son nuestros sueños los más valioso que poseemos, y que nunca debemos abandonarlos, por descabellados que sean, siempre y cuando lata en ellos la sed de justicia, la piedad y la compasión. También habría leído allí que hay que ser altivo con el poderoso y humilde con el menesteroso, exactamente lo contrario de lo que quieren hacernos creer nuestros políticos, tanto los que dicen gobernarnos como aquellos que sufren ahora el duro y polvoriento paisaje de la oposición…
En palabras de Andrés Trapiello, Cervantes nos hace ver a todos “que en nosotros duerme un ser tan puro y generoso como el famoso hidalgo, tan leal y concienzudo como el no menos célebre escudero” y que es ahí donde radica el milagro de esa novela. Si lo de Zapatero hubiese sido un interés genuino y verdadero por esa obra, habría gobernado este reino de un modo bien distinto. Pero ya avisaba Benjamin que los grandes relatos habían muerto, que esa sabiduría que se transmitía de generación en generación estaba arrasada, y que a cambio solo tendríamos una visión turbia, falsa y torcida de las cosas. Al Quijote ya se encargaron nuestros políticos de eliminarlo de los programas escolares, o al menos de arrinconarlo en una esquina, lo mismo que con la literatura toda.
Los relatos de hoy son de una categoría narrativa infame y de una catadura moral que ni les cuento… Lo elaboran los mercaderes con los que don Quijote se encuentra por el camino, los ordenados caballeros del Verde Gabán, los duques que lo acogieron en su palacio para burlarse de él, los alguaciles, los alcaldes rebuznadores, los arrieros procaces, los interesados venteros, los avellanedas de este mundo. El relato que se está tejiendo hoy es un relato pobre, mísero, groseramente articulado con toda clase de datos torcidos o vueltos del revés, demagógico y mísero… Es ese relato en el que la corrupción política y los abusos financieros y empresariales no aparecen por ningún lado, como si esto hubiese sido una arcadia feliz hasta que los trabajadores, los empleados y obreros, los funcionarios, los enfermos y la ciudadanía en general, esa que anda por la calle tan tranquila, comenzó a abusar de todo, a pedirse bajas por enfermedades imaginarias, a abusar de medicinas que no necesitaba, a llevarse a su casa cajas de tiritas de los ambulatorios y a colapsar los servicios de urgencias por no tener otro lugar mejor al que ir a pasar el rato; ese mundo en el que los profesores viven sin dar un palo al agua, ignorantes y mal formados y en el que la educación no sirve para nada; ese mundo, en fin, en el que todos hemos vivido la vida loca, siempre por encima de nuestras posibilidades, mientras los austeros políticos y los serios banqueros vivían como cartujos avisándonos de que así no se podía continuar…
Dice Enric González en un librillo delicioso que acaba de publicar que “cualquier invención es válida, con tal de que la crea un número suficiente de personas”. El libro trata de fútbol, pero últimamente cada cosa que leo me trae a la mente todo lo que nos está pasando. Y en nuestro país, en estos tiempos lúgubres, el gran relato que se nos está elaborando, aunque es desvergonzadamente falso e inventado, se lo creen muchas personas, algunas incluso de buena voluntad.
No hay dinero, dicen en este cuento chino suyo, pero resulta que les van a dar a los bancos un número de millones tan enorme que a mí me resulta abstracto y que soy incapaz de imaginarme; no hay amnistía fiscal, pero si usted tiene dinero negro solo tendrá que pasarse por el banco para que le quede inmaculado; no hay rescate, ni estamos intervenidos, pero todas las medidas de austeridad que llevamos meses sufriendo se ve que las estamos haciendo por deporte; en educación no hay recortes pero habrá muchos profesores menos para atender a clases más numerosas…
En una escena de “Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores”, de los Monty Python, hay una escena en la que un caballero negro se interpone ante otro blanco y le impide seguir su camino. El caballero blanco le acomete y le corta un brazo al caballero negro, pero este continúa sin darse por vencido, en mitad del sendero. “Puedo continuar luchando”, grita. Entonces el caballero blanco le corta el otro brazo y el caballero negro porfía. De modo que le corta también las piernas, primero una y luego la otra. Y ya pasa adelante ante el disgusto del caballero negro que, convertido en un muñón, grita que se detenga y siga luchando, que él no se ha rendido, que no sea cobarde… Ese caballero, al contrario que don Quijote, que sabía muy bien quién era y qué estaba haciendo, y que dejó dicha aquella sabia divisa que reza que “quien quiera, pueda; quien pueda, quiera”, sí era un verdadero loco.
Pues bien, si continuamos así, aceptando este relato mentiroso, acabaremos la mayoría como ese loco caballero mutilado. Y entonces, aunque queramos, ya no podremos; y los que puedan, no querrán. No querrán porque ya se habrán quedado con todo.
Muy bueno su post. Ahora bien, tengo la impresión de que la divisa "quien quiera, pueda; quien pueda, quiera" es una invención de inspiración nietzscheana que Andrés Trapiello puso en boca de los personajes de "Al morir don Quijote".
ResponderEliminarMuchas gracias. Llevado por el entusiasmo quijotil, puede que esa cita no sea de la novela de Cervantes, ni siquiera de éste, salida de alguno de sus entremeses o novelas ejemplares, sino fruto de la imaginación de Trapiello. Puede ser, anónimo amigo. Gracias otra vez, por la vista y por el comentario.
EliminarTan atinado como de costumbre, o más, querido compañero.
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