Hace exactamente una semana estábamos aún en Villanueva, con E. haciéndonos de guía. En esta ocasión, visitamos la Alhóndiga y varias iglesias. En todos esos lugares nos tropezamos con un grupo de estudiantes pastoreados por un par de profesores y un fraile de blanco hábito que no hacía otra cosa que hablar por el móvil. En la de la Trinidad, colgó por fin su celular, que dirían en las Américas, y acercándose al grupo de adolescentes, que estaban sentados muy formales en los bancos corridos, comenzó a hablarles. Hallándome yo en ese momento junto a la puerta, al lado de una pila de agua bendita, me acerqué con disimulo al blanco fraile, pues supuse les estaría dando a aquellos mozos algunas explicaciones sobre tan hermosa iglesia. Pero no, que estaban rezando un ave maría. Sin embargo, al poco de haber comenzado, volvió a sentir el fraile la llamada del mundo, vía teléfono portátil, y, descolgándolo, dejó colgados a los muchachos en mitad de la oración y se salió de la iglesia...
Pero el prodigio de ese día no nos sucedió en ninguno de esos lugares sagrados que visitamos, sino en el mercado de abastos, en la planta superior de ese edificio, donde hay abierto un museo. Anunciaban una exposición de pop art. Uno, que arrastra cientos de prejuicios, pensó que lo que habría allí dentro sería una colección inefable de cuadros en los que los artistas locales habrían probado ese estilo, pasándolo por el tamiz de lo manchego. Me dieron, por tanto, escalofríos. Sin embargo, antes de entrar, E. me puso en antecedentes y me avisó: "Este museo es obra de uno que fue al colegio conmigo, Julián Castilla. Hace años montó una agencia de viajes en Madrid, y le fue muy bien, tan bien que se metió en negocios inmobiliarios que tampoco le fueron nada mal. Es coleccionista de arte moderno, y aquí tiene algunas de sus obras, unas de forma permanente, y otras en exposiciones temporales como esta. Así que no te extrañe si nos encontramos ahora con un Lichtenstein o algo parecido".
Pues bien, un Lichtenstein no lo había, pero sí una serigrafía de Warhol, y tres o cuatro obras del Equipo Crónica, y varios lienzos de Eduardo Arroyo, de Úrculo, de Alfredo Alcaín, de Gordillo, de Bellver, de Rosa Torres, Adami, Genovés... Y en la parte permanente, Miró, Hernández Pijuán, Sicilia, Casamada, Tapies, Pelayo Ortega, Soledad Sevilla, Jaume Plensa, Feito, Canogar, Saura, Manolo Valdés, Pérez Villalta, Barceló... Y una colección de fotografía maravillosas: Masats, Nicolás Müller, Catalá Roca, Doisneau, García Rodero, Madoz, García Alix, Castro Prieto... Con la boca abierta nos quedamos...
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