martes, 22 de abril de 2014

Breve guía de una Semana Santa sin procesiones (casi)

El viernes de Dolores la procesión marchaba, más que por las calles, por el cielo. Después de una mañana primaveral, limpia y espléndida, a la tarde aparecieron por el horizonte unas nubes nazarenas, encapotadas y sombrías que, con paso retumbante, cubrieron rápidamente la ciudad. La sumieron en una oscuridad preñada de pesar y llanto, un llanto que comenzó a caer en forma de gruesas lágrimas, como las que les resbalan por las mejillas a las vírgenes que sacan estos días por los pueblos de España, en muy pocos minutos... Fueron tan solo unas pocas gotas, pero tan densas y calientes, que impidieron la salida de la primera procesión, y obligaron a los penitentes de tierra, que ya estaban en las calles, a guarecerse bajo los aleros de las casas y en las puertas de los garajes. En una de estas vimos nosotros a uno, con el capirote bajo el brazo y la cabeza gacha, que parecía estar lamentándose. Pero no, solo estaba meando.




(elmundo.es)

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