El viernes por la tarde fuimos al cine. Hacía tanto tiempo que no nos acercábamos a uno -casi tanto como a iglesias y museos-, que nos costó algún tiempo sacar las entradas.
Taquillera: ¿Puedo aplicarles algún descuento?
Nosotros: Pues no sabemos... Somos profesores, ¿eso sirve...?
Taquillera: Eso no. Si tienen carnet joven o son mayores de 60 años o han venido al cine los últimos diez días... Aunque esto último no porque para "La isla mínima" no rige este supuesto...
Nosotros: Jóvenes dejamos de serlo hace ya un tiempo, pero entre los cuatro tenemos más de 60, muchos más, no sé si se puede hacer esa cuenta...
Taquillera (gélida): Me temo que no. Son 7.50 cada uno.
La película nos pareció magnífica, a la altura de esos relatos policíacos que hemos visto en la tele: Forbrydelsen o Broadchurch... Los títulos de crédito, bellísimos y originales, como cuadros de una abstracción fascinante, como los mismo planos cenitales que puntúan el desarrollo de la película, como la interpretación, la música, el ambiente... Todo nos tuvo, el tiempo que duró, en vilo.
Íbamos a continuar contando aquí lo mucho que nos gustó y las razones, pero coincidió que, al día siguiente, escribió sobre ella Muñoz Molina en el periódico. Y entonces nos dijimos: ¿para qué, si ya lo cuenta él estupendamente AQUÍ?
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