El sábado por la noche, en el campo de fútbol, dieron un concierto Alejandro Sanz y Pablo Alborán. Así que el sábado por la noche nos fuimos de concierto, al EA! Teatro, a escuchar a Vania & The Muffins.
El concierto del Carlos Belmonte lo anunciaban como uno de los actos de celebración del centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote. Qué tienen que ver esos dos cantantes famosos con el libro de Cervantes es una cosa que a mí se me escapa. El concierto del EA! Teatro fue para presentar el primer disco de Vania & The Muffins, Cartas desde una ciudad hermética. Este motivo se entiende mejor.
El sábado por la noche llovió en esta ciudad como hacía años que no lo hacía. No fue una de esas tormentas coléricas que agotan en diez o veinte minutos su energía y su enfado y luego, salvo dos o tres destrozos, ya nada durante meses y meses. Fue una lluvia generosa, enérgica, regular y constante que estuvo cayendo durante toda la tarde y casi toda la noche. Los del campo de fútbol parece ser que se mojaron bastante. Nosotros no. Nosotros estuvimos bajo techo, sentados, abrigados. El coche aparcado en la misma puerta del teatro.
El sábado por la noche, en el campo de fútbol, se reunieron miles de personas. El sábado por la noche, en el EA! Teatro, que es un local pequeño, diminuto y recoleto, cinco o seis docenas.
No sé cómo cantarían los artistas famosos del campo de fútbol. Seguramente lo harían bien. Seguramente a sus hinchas les habrá parecido estupendo, y habrán salido mojados pero contentos. Yo me alegro. Nosotros salimos empapados por una música magnífica, por unas canciones felices y redondas como esas pompas de jabón que soplan los chiquillos. Salimos más ligeros y más jóvenes. Con todas las heridas con las que entramos cauterizadas. Con todas las murrias y las melancolías que trae consigo el fin del verano, y que te desollan las rodilas y los codos, todas curadas. Salimos sintiéndonos más buenos y benéficos, capaces de hablar con los animales y las plantas, con el hermano lobo, con el hermano roble... Es lo mismo que nos ocurre, de vez en cuando, después de ver algunas películas, de cerrar algunos libros, de contemplar algunos cuadros...
No sé cuánto tiempo estuvimos dentro del teatro, pero a mí me pareció un ratito muy corto. Canción a canción, ibamos esponjándonos como hacen los bizcochos logrados dentro del horno, cada vez más entregados a unos músicos magníficos y a la voz y las letras de Vania. Se les veía felices en el escenario, sonrientes, como peces en el agua... Estamos lejos de saber nada de música -aunque en nuestra infancia estudiamos algo de solfeo y hasta nos examinamos en el conservatorio, pudiendo presentar hoy tres cursos de solfeo, uno de piano y otro de coral, incomprensible este último para cualquiera que me oiga tratar de entonar cualquier melodía...-, pero nos parecieron todos los músicos unos virtuosos y Vania una voz acogedora y un poeta. La música, las melodías y los arreglos, llenos de matices y riquísimos; y las letras, tiernas, lúcidas, expresivas y emocionantes. Antes de cada canción, explicaba Vania, con una naturalidad envidiable, de dónde había salido cada una, de qué experiencia, de qué conversación, de qué pensamiento o sentimiento, que tanto montan, montan tanto... Y lo hizo con tanta sencillez y tanta gracia que además de todo nos echamos unas risas. Risas abiertas, de esas que nacen de lo mejor de todos nosotros...
Y por si fuera poca cosa todo esto, a la entrada, en el ambigú -¡qué palabra tan bonita!-, estaban colgados los cuadros que Chema Arake ha pintado para cada una de las canciones del disco, interpretándolas de un modo tan armonosio que pasma y admira. Como si esas canciones y esos dibujos estuviesen dándose el más fraterno de los abrazos. De manera que salimos del pequeño teatro, ya queda dicho, felices. La lluvia, que continuaba bendiciendo el mundo, nos pareció a nosotros que sonaba muy semejante a la música de Vania & The Muffins...
Y por si fuera poca cosa todo esto, a la entrada, en el ambigú -¡qué palabra tan bonita!-, estaban colgados los cuadros que Chema Arake ha pintado para cada una de las canciones del disco, interpretándolas de un modo tan armonosio que pasma y admira. Como si esas canciones y esos dibujos estuviesen dándose el más fraterno de los abrazos. De manera que salimos del pequeño teatro, ya queda dicho, felices. La lluvia, que continuaba bendiciendo el mundo, nos pareció a nosotros que sonaba muy semejante a la música de Vania & The Muffins...
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