lunes, 11 de abril de 2016

Recuerdos


"Cuando estalló la guerra nosotros todavía estábamos celebrando la virgen de agosto...", le cuenta mi padre a P. "De pronto, comenzaron a pasar por el pueblo convoyes de cañones camino de Santander. Los soldados republicanos que los conducían, con las borlas de sus gorras dando saltos sobre las cabezas, parecían también ir de romería". Y como P. le presta atención, continúa contándole cosas de la guerra: el único bombardero que sufrió Pimiango, por ejemplo, y cómo se fueron a proteger a la cueva del Pindal, que tiene valiosas pinturas rupestres y que entonces era el lugar de juegos de los chiquilllos del pueblo y hoy, mira tú cómo mudan los tiempos, te cobran entrada y ni fotos les puedes sacar a esos dibujos; o cómo los nacionales llegaron tan pronto a Llanes que su misma aviación les bombardeó, pues no se podían imaginar de ningún modo que ya estuviesen dentro del pueblo...

"Voy a empezar a leer otra vez el Quijote", nos cuenta mi tía M. "Va a ser la tercera vez", nos explica. "Lo hago porque todavía sigo recordando las grandes risotadas que daba mi padre cuando lo tenía  abierto entre las manos". Y nos cuenta que lo leía a todas horas, y que les leía en voz alta muchos pasajes del libro, a ellos y a su madre, aunque esta estuviese ocupada en las faenas de la casa y no pudiese hacerle mucho caso, y que a cada paso estallaba en grandes carcajadas. Pues por todo eso va a volver a leer el Quijote mi tía M.

"El 11 de este mes habríamos hecho cincuenta y ocho años de casados J. y yo.", recuerda mi suegra cuando le decimos que A. y yo cumplimos este mes diecinueve... Mi suegro murió muy joven, yo no llegué  a conocerlo, y F., su mujer, ya cuenta más años de viuda que de casada.

Son las vidas que se van haciendo y deshaciendo; el tiempo que va pasando, como las nubes este día de viento; el fin de semana que ya se acaba; las horas, una tras otra, dejando un rastro como de huellas en la playa. La mayoría desaparecerán muy pronto. Horas, días, tiempo... Y nuestras vidas que van envueltas en ellos, como dentro de una ola que las dejará en otra orilla, vete a saber cuál. Dejan tras sí, todas, la estela del recuerdo. Que también acabará, un día, por desaparecer.

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