Casi sin que nos diésemos cuenta, han vuelto las hojas verdes a los árboles de nuestra calle. De la noche a la mañana, cesaron las lluvias, los vientos enconados, los cielos ceñudos de nubes oscuras... Nocturno y silencioso, levantó su campamento el invierno, largo y crudo, y se fue sin despedirse. Al amanecer, cuando salimos de casa todavía somnolientos, nos encontramos con un aire tibio y perfumado. Luego, al mediodía apareció un calor demasiado entusiasta para un mes tan delicado como abril.
Así estuvimos unos días, un poco confundidos por esas temperaturas que nos obligaron a revolver en el fondo de los armarios para rescatar las camisetas de manga corta, los pantalones de tejidos más ligeros. Dejamos de lado las botas y recuperamos zapatillas, deportivas y bambas.... Se veía a la gente más alegre por las calles, favorecida con esas ropas recuperadas y ligeras y esa luz de verano prematuro que caía vertical sobre nosotros.
A los pocos días, se calmaron unos cuantos grados esas temperaturas exageradas, como si alguien les hubiese enseñado el calendario y les hubiese recordado que no fuesen tan impacientes, que aún faltan varias semanas para que sea razonable tanta intensidad...
De modo que ya está aquí la primavera, las mañanas frescas, los mediodías tibios, las tardes templadas... Y cuando bajamos la basura, echa uno de menos no tener un perro, o el vicio de fumar, para poder quedarse un buen rato ramoneando por el paseo, bajo las hojas nuevas de los árboles, rodeados del silencio de estas noches de tierna primavera...
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