El jueves después de comer fuimos a visitar a los Amantes. En el primer viaje no se nos arregló esa visita y no queríamos caer por segunda vez en descortesía.
Están en un iglesia a la que han adosado, en un lateral, una entrada de moderna arquitectura, con un portón como el de un garaje, y encima un letrero que reza: Mausoleo de las Amantes... Da esa entrada a un plaza desafortunda, que continúa, como hace tres años, en obras... La historia de estos amantes y las ferias que con ellos han hecho durante siglos desde que descubrieron sus momias, resultan bien tristes: primero los escondieron en un armario empotrado, luego los exhibieron en un templete, con unas faldas ridículas, más tarde los embutieron en unas urnas de cristal.... La leyenda es un poco ramplona... Yo encuentro mucho más trágica la que leímos en el periódico local, en un bar al que entramos de mañana para protegernos de ese viento tan poco hospitalario: en Mora de Rubielos, una madre muere al tragarse toda la droga que su hijo llevaba para el tráfico, por esconderla de la Guardia Civil, que los iba a registrar...
En el museo, antes de llegar a los sarcófagos, te hacen pasar por varias salas donde te ilustran sobre la leyenda y su historia, sobre la veracidad de esta, que allí creen perfectamente probada por unas actas notariales y otros varios legajos que te enseñan dentro de unas vitrinas. Como es un museo moderno, había muchos paneles interactivos y otras instalaciones audiovisuales. Lo que más nos gustó fueron unos postes de los que sobresalían unas flaneras a las que acercabas la oreja y podías oír entonces músicas amorosas: boleros, coplas, la cantata nº. 2 de Bach...
A la salida había unas urnas en las que te animaban a introducir un mensaje de amor. Como habíamos hecho el viaje escuchando a Javier de Torres, escribimos estos versos -desmitificadores y graciosísimos- de una de las canciones suyas que más nos gustan...
"Te quiero y pienso en ti / todos los meses, / te tengo siempre cerca / y eso a veces, / me dificulta la perspectiva correcta. / Hoy sin embargo, / me he estremecido / cuando me besas..."
A medida que pasaba la tarde, se iba empedrando el cielo con unas nubes oscurísimas... Con el frío que hacía, si se hubiese puesto a nevar nos habría parecido lo más natural... De manera que nos fuimos de vuelta al pueblo en el que teníamos el hotel, Villel, a la orilla del Turia, donde habíamos dejado encargada la cena.
El hotel era en realidad un casa rural. Podría ser bonita si el dueño, al que no vimos en todo el viaje, se espabilase un poco. Digamos que a las habitaciones les faltaba un hervor... Desangeladas... Sin calefacción, sin un triste cuadro, sin persianas, sin papel higiénico... Esto último se arregló inmediatamente, pero los otros inconvenientes no. Tenía una pequeña televisión, aunque no funcionaba y cuando la quiso poner en marcha el encargado, no supo cómo... Este muchacho-treintaitantos le calculamos- fue la única persona a la que vimos en esa casa. Fue él quien nos recibió y nos dijo que aún faltaba una de las habitaciones por arreglar. Fue él quien nos recordó las tarifas, y la hora del desayuno y se ofreció a prepararnos para esa noche la cena... Era un hombre tímido, que se quedaba impasible cuando le hablabas, lo que te hacía dudar sobre si te habría entendido o no, de manera que se lo repetías todo unas cuantas veces. Probablemente pensaría que éramos idiotas... Cuando llegamos esa tarde nos lo encontramos en el bajo de la casa picando las paredes. Nos contó que tienen pensado abrir un restaurante, y que en eso estaba...
La cena fue muy sana, parca y monacal. Nos cobró, sin embargo, un precio de restaurante fino. Supongo que sería por las veces que tuvo que subir las escaleras, unas veinte o treinta, ya que la cocina la tenía en la planta baja, al lado de donde estaba obrando... Iba con los pelos alborotadísimos, como si se hubiese pasado el día en Teruel, con nosotros y el viento furioso, y llenos de la cal de las paredes...
Antes de acostarnos salimos a ver el pueblo. Al ser ya noche cerrada, supusimos que nos resultaría más bonito.
Antes de acostarnos salimos a ver el pueblo. Al ser ya noche cerrada, supusimos que nos resultaría más bonito.
Nos pareció como ese muchacho y como el hotel. Indeciso y también a medio hacer.
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