martes, 14 de enero de 2014

La estancia II

Me entero de que este año la cesta de navidad de la Asociación de vecinos nos tocó a a nosotros. Bueno, en realidad le tocó a mi madre. Nos lo cuenta mi padre, que recuerda también la buena suerte de esta para toda clase de rifas y loterías. Memorioso, continúa recordando que, en sus tiempos mozos, cuando los vendedores ambulantes de sábanas y mantelerías, hacían estos unos sorteos entre quienes se acercaban a comprobar el género, casi siempre portugués, y que en dos ocasiones le tocaron a mi madre dos juegos completos de sábanas. Y que una vez - la única- que tocó la lotería a la comunidad de vecinos, un pellizco que permitió cambiar la puerta del portal, que ya se caía a pedazos, y retejar el edificio, fue también mi madre la que se encargó de comprar el décimo...

Entonces le preguntamos a mi padre que cómo se explica que sea él el que se ocupa cada año de comprar los billetes de la lotería, y no mamá. 

-Porque tu madre se niega a gastarse el dinero en eso... -contesta mi padre.

-Pues claro que no, menudo atraso tirar el dinero en lotería... -apostilla mi madre.

Los hijos, hasta el momento, no hemos heredado esa capacidad de nuestra madre, y jamás nos ha tocado nada en esos azares. Y como mi madre es mujer de ideas muy firmes, no va a comprar nunca un décimo de nada, ni  va a echar una primitiva ni una quiniela y no vamos a salir de pobres jamás...


(Cuartel de la Guardia civil de mi pueblo. Lleva cerrado y vacío ya largos meses. Lo van a derribar, pero no se sabe cuándo, que no hay dinero para la piqueta)

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