Cada libro es un milagro -decía Bill-. Cada libro representa un momento en el que alguien se sentó en silencio (y ese silencio forma parte del milagro, no te engañes), e intentó contarnos a los demás una historia
Decía que no era casualidad que un libro se abriera igual que una puerta.
Todo lo que leeríamos -dijo con cautivadora autoridad- descendía de dos poemas épicos, la Ilíada y la Odisea. En ellos estaban las semillas, añadía, de las que había brotado el gran roble de la literatura occidental, que seguía creciendo, extendiendo sus ramas generación tras generación (...). Aunque habían sido escritos hacia casi tres mil años, aquellos dos poemas seguían tan frescos y tan vigentes como las noticias publicadas aquella misma mañana en el New York Times. ¿Por qué? -se preguntaba-. Porque las dos abordaban ese tema atemporal que es... la añoranza del hogar.
J. R. Moehringer, El bar de las grandes esperanzas
Me gustaría tener tanto dinero en la vida como para disponer siempre de un puñadito de monedas con las que comprar un ramo de flores para tener en el escritorio.
Ser capaz de vivir como en una fiesta. De festejar cualquier acontecimiento de la vida. Sin esperar que algo verdadero esté todavía por ocurrir. Porque nadie dice que lo verdadero no este ocurriendo en este preciso instante, ni que en el futuro no ocurra nada mejor.
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