miércoles, 7 de mayo de 2014

En las playas de Vera (III)

Paseo nocturno por el puerto de Garrucha. 

Pasear por la noche es actividad muy saludable, no solo porque lo diga el refrán, sino porque cualquier sitio parece, a esas horas y a la luz de las farolas municipales, mucho más hermoso. Y así este pueblo a la orilla del mar, con las casas apiñadas unas sobre otras, apoyadas en un cerro pardo y seco, como son los cerros aquí. Calles empinadas como esas famosas de San Francisco, pero más estrechas. 

De manera que, desde los pantalanes del puerto, apenas iluminados por unas luces que salían del suelo, el pueblo parecía bien hermoso. 

El agua estaba en  calma. Había muy pocos barcos amarrados, algunos de vela, varias pequeñas lanchas y dos o tres yates. Muy cerca, en la bocana, dos grandes cargueros, dormidos y silenciosos. De pronto, una luz verde entró en el puerto. Era un barco muy pequeño, de pesca, que volvía de faenar... Parecía una luciérnaga.




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