lunes, 5 de mayo de 2014

En las playas de Vera

Para llegar a esas arenas desde aquí se viaja en línea más o menos recta por Murcia. Sin embargo, nosotros hicimos una elipsis para dejar a F. en su casa y bajamos hacia Úbeda, y desde allí, atravesando la sierra de Mágina, por el desierto cinematográfico de Tabernas, llegamos al fin al mar, al mar, al mar...

Al acercarnos a Guadix, durante un rato largo tuvimos frente a nosotros, cada vez más próxima, la estampa magnífica de la sierra de Baza, cuajada de una nieve limpísima que relumbraba al sol como los cabellos de la dama aquella gongorina a la que este debió de ponerle muy mal cuerpo...

El hotel que teníamos reservado resultó estar al lado, como quien dice puerta con puerta, con otro, hoy en melancólico estado de abandono, en el que nos alojamos hace ya algunos años y que, al poco, salió retratado en los telediarios. Al parecer era la tapadera que utilizaba una mafia rusa para blanquear el dinero del tráfico de drogas, de la prostitución y de otros muchos negocios de semejante naturaleza... De todas formas, en esta parte de la costa de Almería un edificio así, feo, enorme, descascarillado y vacío, no llama mucho la atención, pues casi todos los edificios ofrecen la misma sensación de letargo y soledad, y parecen todos abandonados... Tiene, esta costa, el aire triste de un lugar devastado... Y sin embargo, nos parece un lugar hermoso, como uno de esos poemas largos y prosaicos que paradójicamente están llenos de lirismo.

Yo creo que ahora los rusos se han mudado y blanquean su fortuna en este en el que dormimos. No solo está al lado del anterior, sino que es muy parecido y en las terrazas solo se veían, acodados y aburridos, unos tipos de indudable origen eslavo. Sin camiseta, como lagartos al sol, vigilando el negocio.

Ya lo dejó dicho el Príncipe de Lampedusa: " A veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual".





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