martes, 16 de diciembre de 2014

Flaneando

Después de un largo trimestre en el que durante la semana apenas salía de casa a otra cosa que no fuera el trabajo,  hacer la compra de lo necesario para vivir o bajar, cada noche, la basura, el jueves pasado me fui por ahí, a pasear por la ciudad. Fue la misma tarde que encendieron las luces navideñas, nada más salir uno del portal. Me lo tomé como un homenaje personal.

Fui de librerías. En las de toda la vida que lleva uno aquí, manoseé las novedades. Muy brillantes por fuera pero casi todas de un papel miserable por dentro. Espejuelos para fascinar a los incautos. Yo me habría llevado media docena... Peor me resisití. Allí estaba lo nuevo de Cercas, de Muñoz Molina, de Trapiello, pero también un volumen de cuentos de Munro, la nueva novela de Vidal-Folch y otra inédita aquí de Modiano, y un volumen desconocido de Dickens, y los cuentos de Balzac... Pasamos un buen rato entre todos ellos.

Charlé también un ratillo con X., que es nuestra librera de guardia, la que nos consigue, de vez en cuando, algunas rarezas que tenemos el capricho de comprar.

Luego me pasé por una tienda de discos. Tendrá, ese comercio, más de treinta años. Es pequeño y muy estrecho, y no se entiende de ningún modo cómo ha podido sobrevivir a estos tiempos. Vende vinilos, cds, pósters, camisetas... Le compré una cosa que no puedo declarar aquí, para regalar, y también por sostener ese milagro. De tarde en tarde lo hacemos. Y aunque somos conscientes de que si por nosotros fuera ya habría cerrado hace mucho tiempo, cuando realizamos una de esas compras salimos de la tienda sintiéndonos un poco unos mecenas.

Y ya de camino a casa, entré en la librería de viejo-nuevo que hay en el barrio. Antes estaba en un un local muy pequeño, pero desde hace un par de meses ocupa lo que fue una mueblería, un bajo amplio y profundo donde tiene muy bien ordenado todo: libros nuevos exquisitamente escogidos, y libros viejos colocados por orden alfabético. También cómics, y volúmenes de historia, de arte, cine y fotografía, ejemplares en inglés, francés, italiano, alemán... De nuevo y de viejo, viajeros y estables... Lo lleva, este negocio, un muchacho encantador, de hablar pausado y suave, como si no fuese español... Al final le compré, también con ánimo de colaborar al sostenimiento de tan benéfico negocio, un tebeo para P. y un tomito de Baroja para mí: Los espectros del castillo y otras narraciones, en una edición del 56, de la editorial PAL-LAS. El Prefacio me pareció graciosísimo. Copió aquí una parte, que hoy tengo tiempo:

"Pío Baroja es hoy, indiscutiblemente, el primer novelista de lengua castellana.

Ediciones PAL-LAS, que tiene en proyecto la publicación de varias obras del insigne autor vasco, lo escribe con orgullo, pero sin pretensiones de descubrimiento.

Años ha que "Don Pío" ocupa tan preciado primer puesto. Desde aquella bellísima y original colección de cuentos -Vidas sombrías (1900)- hasta la tan discutida y polemizada Los Visionarios (1932) -pasando por la profundamente humana y filosófica El árbol de la ciencia (1911)-, su marcha ha sido , sin titubeos, ascendente.

Muy por encima de todos los valores más cercanos -Pardo Bazán, Blasco Ibáñez, Valle-Inclán, etc.- ha cultivado no un género, sino todos los géneros de la pluma, y con una extraordinaria fecundidad casi balzacquiana".

Me salto el repaso que se hace a la obra de "Don Pío" y la descripción de las piezas que forman el pequeño volumen ("una narración muy amena, con cierto injerto stevensoniano"; "una historieta verídica de la primera guerra carlista"; "un delicado cuento romántico, muy delicioso"; "un ensayo acerbo y burlón contra ciertas supersticiones"; y "un artículo de fuerza, de vigor cien por cien barojiano"), para acabar, como es de ley, con el final:

"Y, por fin, creyendo esta casa que interesará a los admiradores de nuestro autor, cerramos el volumen con una Bibliografía seleccionada -seleccionada porque completa sería una labor operosa, quizá imposible e interminable".

Lo firma, este prefacio, el señor J. Raimundo Bartrés, a quien le agradecemos el buen rato, todas las hipérboles y esa palabra, operosa, que no conocíamos...

operoso, sa.

(Del lat. operōsus).

1. adj. Dicho de una persona: Que trabaja mucho y afanosamente.

2. adj. Dicho de una cosa: Que cuesta mucho trabajo o fatiga.


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