jueves, 18 de octubre de 2012

Jazz session


El jueves pasado, por la noche, nos llevó A. a P. y a mí hasta la cervecería irlandesa del barrio. A un concierto de jazz. 

En principio, la noticia, aunque lo disimulé, no me entusiasmó demasiado porque los jueves, a esas horas de la noche (las once) yo ya no soy nadie. Los jueves jugamos el partido de los jueves y yo, justo a la mitad de ese encuentro semanal (cinco y media más o menos), ya no puedo con mi alma. Así que lo más normal es que a las once de la noche me encuentre derrengado en el sofá con la boca abierta y respirando fuerte.

Tocaba el grupo -Tao 5- del profesor de música del instituto de A. -Vania Cuenca-.Vania se llama así porque es de Villamalea, que es zona de ideas que dirían en Úbeda, a saber, muy rojos todos, por lo que no resulta raro encontrar allí gentes bautizadas con esta clase de nombres: Vania, Natacha, Troski, ... Se llaman Tao 5 porque ese es el número de componentes del grupo, pero esa noche en lugar de Tao 5 fueron Tao 2, porque el resto del grupo se había ido de puente y solo tocaron Vania -contrabajo y bajo- y un compañero -saxofón-.

Cuando A. me lo dijo unos días antes, y subrayó que como al día siguiente era fiesta podríamos muy bien ir los tres, yo dije que sí porque confiaba en P. Pensaba que este diría que a él el jazz no le gustaba nada... Pero no, resulta que la idea le encantó. De todas formas, no perdí del todo la esperanza, pues pensé que llegado el momento, a esas horas altas, era más que posible que les entrase la misma pereza que a mí tanto a él como a su madre,  incluso podría suceder que se olvidasen. A. no se olvidó pero efectivamente a las diez y media empezaron a írsele las ganas de vestirse y salir. Sin embargo, a P. ni se le olvidó ni le entró desgana alguna. A los hijos, a veces, se les proporcionan ciertas informaciones antes de tiempo.

De manera que allí nos vimos... El concierto empezó media hora tarde. "¿Cómo puede estar tanta gente a estas horas en los bares?", pensaba yo con un pensamiento heredado, pues eso era exactamente lo mismo que me decía mi madre cuando salíamos por las noches y le contábamos después que no cabía un alfiler en ninguna pub. Porque el irlandés estaba a rebosar. Por lo que pudimos comprobar, la mitad estábamos allí por el concierto, y la otra mitad porque no les apetecía volver a sus casas. 

Yo pensaba que me iba a dormir sobre la mesa, pero no.  Pensaba que no estaríamos hasta el final porque P. se cansaría, pero tampoco. Le gustó muchísimo. Y es que el concierto fue realmente precioso. Piezas como la que dejo aquí abajo. Volvimos, después de felicitar a Vania,  pasadas las dos... 





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