martes, 16 de octubre de 2012

La Cofradía del Santo Príncipe

Hace unos días sacaron a pasear al Principito -así le dice mi madre- por Madrid. Como hacíamos nosotros de pequeños con los geypermanes, llevándolos de aquí para allí por nuestra casa -escalando el aparador de la cocina, colgándose de la lámpara de la salita-, más o menos así hicieron con él. 

Se imagina uno la escena: llega el hombre a su despacho y cuando pregunta a sus asesores cuál es el programa del día, le dicen que toca excursión. A pie, por la calle. A lo mejor hasta se puso contento, como los escolares, por la novedad. Seguramente no habría paseado el pobre por esos lugares jamás.

Las imágenes del telediario eran muy tiernas, emocionantísimas. El Principito paseaba por las calles del centro de Madrid, entre el pueblo, como si fuese uno cualquiera, uno más. Como si fuese camino del trabajo, aunque con las manos desocupadas. Iba de puesto en puesto de la Cruz Roja, donde tenía en cada uno un familiar, a darles unos besos y colaborar con unas monedas.

La gente lo saludaba entusiasmada, y hasta hubo lipotimias y llantos, como les sucede a algunos durante las Semanas Santas, al paso de su Virgen...

Yo no sé si será cosa mía, pero últimamente a este joven y a su mujer los veo a todas horas en los telediarios. Sin embargo, al padre lo tienen escondido, un poco a la manera de los pueblos gallegos con los hijos que les han nacido con algún mal. Lo sacan de vez en cuando, pero poco. Y de un tal Urdangarín-¿urdangaqué?- en La Zarzuela ni lo recuerdan ni saben nada de él.

Comentan algunos maldicientes que se notaba rápidamente la presencia del Principito en la calle, más que por su altura notable o por la cantidad de guardaespaldas y  cámaras de televisión y  fotógrafos que lo acompañaban, por el ruido que le hacían los zapatos, que rechinaban de un modo agudo y desagradable. Acostumbrados a caminar sobre mullidas alfombras y moquetas, no se adaptaban los pobres al asfalto ciudadano... Unos gemidos terribles, describen esos ruidos quienes los escucharon...

Habría sido mejor, por tanto, que lo hubiesen sacado en un trono, que al fin es por lo que se hacen todos estos jubileos. Como figura de Semana Santa.

1 comentario:

  1. Qué fuerte lo de la señora de la Cruz Roja que le pide unas monedas por la calle, y el Principito ni caso, directo al puesto donde está la Leti, ¡será asqueroso!
    Del abrazo cariñoso de la parejita feliz ya mejor ni hablamos...

    ResponderEliminar