El viernes, camino del trabajo, avanzaba justo delante de mí un grupo de alumnos de 1º de ESO. Iban enfrascados en animada conversación lingüístico-teológica. Debatían sobre el nuevo Papa. Uno defendía que hablaba español. El resto no se lo creía. "¡Cómo va a hablar en español si es de Buenos Aires!", le replicaban sus compañeros...
Fuera de toda duda el conocimiento del español del Papa y la ignorancia abisal de esos alumnos, lo que está también claro es que, vistos sus primeros pasos y escuchadas sus primeras palabras, este Papa sabe latín. Todos esos gestos humildes y agradables que está mostrando -rechazar la cruz de oro en su pecho, la elección de Francisco como nombre artístico, el ir a pagar personalmente la cuenta de su hotel romano ahora que ya ha encontrado piso en esa ciudad eterna...-, así como las declaraciones que está haciendo sobre los pobres, suenan a gloria bendita y a música celestial. Sin embargo, como estamos hechos unos perros viejos y ya no se cree uno nada de nada, no confiamos demasiado en que no sean, esos gestos y esas palabras, nada más que eso: espejuelos, baratijas, humo, nada...
Con lo que nos gustaría a nosotros que tuvieran traducción rigurosa y rápida en hechos serios y trascendentes, en comportamientos firmes, en decisiones cruciales que aliviasen realmente a los menesterosos de este mundo y les bajasen de una vez por todas los humos a quienes gobiernan y organizan la desigualdad, la injusticia y el abuso de tantos a manos de tan pocos...
Por ejemplo, lo de los pobres lo tiene en bandeja: que se entreviste con los mercados, con los banqueros, con las grandes fortunas, con los políticos..., y les explique muy claramente a todos ellos que, si continúan como hasta ahora, no solo no van a alcanzar el cielo, sino que van a encontrar en él un enemigo furibundo que no se cansará de denunciar ante sus muchos seguidores sus excesos y atropellos. Que les hará la vida imposible. Y que los trate, al decírselo, ásperamente, y los despida después del Vaticano con cajas destempladas, para que se den cuenta de que Dios, si existe, tiene que andar muy disgustado con todos ellos...
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P.S. Se ha hablado mucho, a propósito de este nuevo papa, de su condición de jesuita. Yo de esto no tengo nada que decir, solo este chiste que me han contado unos muy buenos amigos: “A un franciscano, un dominico y un jesuita un médico les dice que les queda una hora de vida. El franciscano pide que le sepulten en tierra; el dominico volver a leer a Santo Tomás; el jesuita pregunta ¿no puede venir otro médico?”.
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