viernes, 15 de marzo de 2013

Papel mojado

Antes, en mi instituto, se compraban cada día tres periódicos: uno local y dos nacionales, de tendencias enfrentadas, para tener contento a todo el mundo. La gente los leía en las guardias, durante el recreo, incluso había quienes se los llevaban al baño, como harían en su casa. 

Sin embargo, como los presupuestos son cada año más raquíticos y apenas hay ya dinero con el que pagar la luz y el agua y unas cuantas horas de calefacción en los días más crudos del invierno, se tomó la decisión de dejar de comprar esa prensa. Se veía a los lectores de periódicos mustios y cabizbajos en las guardias, durante los recreos, sus visitas al baño se hicieron más fugaces...

Menos mal que llegó, un año más, "El País de los Estudiantes". Como hace unos cuantos cursos algunos profesores se dieron de alta en una de sus ediciones, desde entonces, cuando llega el momento, nos mandan  gratuitamente desde Madrid seis o siete ejemplares de ese periódico cada día.

Pero es el caso que quien los trae lo hace muy temprano, cuando aún debe de ser noche oscura. Tan temprano que se encuentra el instituto cerrado y lanza los siete ejemplares por encima de la verja. Y como estos últimos días han sido muy lluviosos y húmedos, se los encuentran los bedeles como pasta de papel. Algunos, los menos perjudicados, los meten dentro y los colocan sobre los radiadores, o sobre la mesa de la sala de profesores, a ver si se secan...

Dan bastante lástimas los periódicos mojados, tendidos allí como en una morgue, como ahogados recién sacados de la mar. 

Sin embargo - pongámonos pedantes -, todos los periódicos son papel mojado. Las noticias que nos dan      de rancho cada día comienzan a envejecer casi en el mismo instante en que se producen, y un nuevo caso de corrupción oculta al que ocupaba las portadas el día antes, el partido del siglo se juega cada semana y las fumatas negras se suceden una tras otras como si se tratasen de un gran espectáculo... Y de lo que de verdad importa, de eso no sabemos casi nada y pasando tantas cosas parece como si no ocurriese nunca nada... Y como esos periódicos que llegan cada madrugada a mi instituto, así andamos nosotros, ateridos, muertos de frío, pingando...




1 comentario:

  1. Madremía, Enrique, no sabía que estuvieran las cosas tan mal. Ya ni para periódicos...

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