Mi compañero J. y yo llevamos unos cuantos años poniendo en orden la biblioteca del instituto. Hemos buscado una nueva ubicación para la mayoría de los libros, organizado colecciones y géneros, comprado, cuando se podía, nuevos ejemplares, y, sobre todo, los hemos catalogado en el ordenador y les hemos restañado las heridas a los que lo precisaban y puesto nuevos tejuelos a todos... Acabados los armarios de la literatura, la historia, la filosofía y las ciencias experimentales, llego yo ahora -J. es este curso jefe de estudios y no le faltan cada día otras ocupaciones- con el apartado de la tecnología... No sé cuántos años llevarán esos libros allí encerrados. El primer día se me cayó encima el cristal. Se ve que se asustó, tanto tiempo sin que nadie lo abriera. Todos los lunes, después de trabajar allí, tengo que lavarme las manos durante cinco minutos... Pero no me importa. Me tienen enamorado estos libros técnicos. Son casi todos muy antiguos, de los años cincuenta, ediciones bien bonitas, con ilustraciones y unos títulos magníficos que, en combinación con el nombre de sus autores, dejan un aroma futurista y antiguo en la imaginación... Traigo hasta aquí algunos:
Tú y el motor de Heinze.
Motores de explosión de Lorenzo Alfredo Dupin.
Estabilidad y comodidad de los vehículos terrestres de Víctor de Buen, Premio Juan de la Cierva de 1949.
Motores diésel rápidos del ingeniero Luciano Bonacossa.
Mecánica elemental de Forner Carratalá.
Los Cilindros excéntricos de Goded.
Mecanizado de herramientas de diamante de Modesto Ortuño.
El wolframio como elemento aleado en los aceros de construcción, sin autor.
Libro de las roscas de Casillas.
Galvanostagia, también sin autor.
Recetas de taller de Spitzer.
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