Aunque P. ha seguido jugando al baloncesto, este año no hemos traído hasta aquí crónica alguna de los partidos de su equipo porque los han ganado todos.
La derrota era mucho más poética. Y más pedagógica. Lo de esta temporada ha terminado por convertirse en un asunto bastante monótono.
La derrota era mucho más poética. Y más pedagógica. Lo de esta temporada ha terminado por convertirse en un asunto bastante monótono.
Los motivos de este cambio radical son tres:
1. C. M., uno de los mejores amigos de P., y el mejor jugador del equipo incluso en aquellos tiempos oscuros de derrotas sin fin, llegó del verano pasado con varios centímetros de más y varios kilos de menos, convertido en un jugador infalible capaz de hacer mates en los calentamientos -en los partidos se lo tiene prohibido el entrenador-.
2. El entrenador, F., un muchacho muy guapo y alto que llegó desde Cáceres para jugar en el equipo de liga nacional y que los ha dirigido dulce y sabiamente, haciéndolos progresar a todos muy rápido, un poco mejores cada partido que jugaban... Todas la madres estaban encantadas con él. Al final de cada encuentro lo rodeaban para felicitarle. Yo se lo he recordado a A. todos los viernes, para ver si se animaba a llevar ella a P. al partido y podía quedarme, al menos una jornada, remoloneando en el sofá. Pero se ha acabado la temporada y no lo he conseguido.
3. El paso del tiempo. Este año son todos los del equipo, además de C.M., más altos y fuertes que el anterior, y hasta les han comenzado a brotar pelillos en los sobacos. Un año mayores que la mayoría de jugadores del resto de equipos. A veces, cuando C.M. hacía una de sus entradas a canasta, yo cerraba los ojos, por miedo de ver cómo arrollaba a todo el equipo contrario y los dejaba esparcidos por el suelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario