Desde que nos fuimos del periódico, ya se ha dicho aquí, publicamos los artículos que seguimos escribiendo en una página que se levantó para ello. Para que pudiésemos continuar matando el gusanillo y desahogándonos a gusto.
Cuando salían en el periódico, escribíamos una vez al mes, pues ese era el compromiso. Ahora, sin embargo, liberados de él, pasa el tiempo y no encontramos el momento de ponernos a componer ninguno. Y no por falta de asuntos, que cada día saltan tres o cuatro que nos encienden, sino por pereza. Y así, corren las semanas sin que nos demos cuenta y nosotros ni una línea. Y si un día nos ponemos, pues no sabemos cómo empezar, o cómo seguir -si hemos logrado un par de líneas-, o, en el mejor de los casos, cómo concluirlo... Menos mal que nuestro amigo Cristóbal Guzmán lo mantiene vivo con los suyos - ígneos y espléndidos-.
Escribimos, por tanto, de pascuas a ramos, y, cosa curiosa, de dos en dos. Así de nuevo esta vez, que tras meses sin escribir ni pío, nos salieron al encuentro dos ocurrencias, medrosas, raquíticas, balbucientes, pero ocurrencias al fin. Y de una tacada escribimos dos artículos. El primero, este:
Ce n´est pas une pipe
Desde Pedro Salinas no había escuchado uno un uso de los pronombres más creativo, radical, expresivo, emocionante. “Tú, y cuando digo tú digo él, pero digo tú…”, recitó, enérgico y racial, el presidente Rajoy en su fiesta vallisoletana, esa en la que hace un par de semanas se reunieron las gentes del partido para abrazarse, lanzarse piropos y brindar por ellos mismos, por lo bien que lo están haciendo, por lo guapos y elegantes que son, y lo honrados… Tanto se entusiasmaron que hasta la señora de Cospedal, llevada sin duda por ese delirio embriagador, dijo a su vez eso tan existencial y escalofriante de que será el PP o la nada.
Todo esto es, sin duda, pura vanguardia, puro dadá. Casi cada una de las actuaciones del gobierno, y sobre todo las declaraciones que vienen a continuación, incluidas en estas los silencios del presidente, o sus intervenciones plasmáticas, o sus contestaciones incongruentes –recuerden lo que respondió cuando le preguntaron por el batacazo de la doctrina Parot: “Llueve mucho”, dijo…-, todo eso, digo, viene directamente y sin filtrar del corazón de lo absurdo, de una vigorosa raíz surrealista.
Esos malabarismos del presidente con los pronombres (“Tú, y cuando digo tú digo él, pero digo tú…”, no me canso de escucharlo), no habrían sido posibles sin la obra germinal de su discípula más aventajada, la señora de Cospedal, en aquella intervención antológica del finiquito simulado, verdadera performance del discurso automático. La gente entendió mal aquella declaración memorable. No era una declaración política, sino una obra de arte, de un arte nuevo, modernísimo, original, imaginativo, irracional, humorístico y un tanto deshumanizado, como querían las vanguardias…
A este gobierno se le entiende mucho mejor en esa clave de los ismos de principios del siglo XX… Visto bajo esa perspectiva, todo se comprende mejor. Estos hombres y estas mujeres que nos gobiernan son mucho más que políticos. En realidad, estamos ante unos verdaderos artistas, virtuosos del absurdo que dejan una obra maestra en cada actuación. Es el suyo un arte total que lo mismo te regala un poema -¿qué otra cosa es ese “Tú y cuando digo tú digo él, pero digo tú”, sino un inspirado verso, casi un alejandrino?-, que una escultura como la de Fabra a la entrada del aeropuerto de Castellón –verdadero monumento surrealista, el aeropuerto, no la escultura -, o esos cuadros de los presidentes del Congreso –también vanguardistas todos ellos, aunque en este caso no por el estilo, sino por el precio pagado-…
“Dadá no significa nada”, declaraba Tristan Tzara en su manifiesto, y esta es la frase que guía las declaraciones de nuestro presidente, la clave de esas obviedades que suele declarar en sus contadas intervenciones, tan mal entendidas…
De esta manera, se comprende que el programa del PP no debe leerse como tal, sino como un manifiesto artístico. No hay, por tanto, ni incumplimientos electorales ni un desvergonzado fraude al ciudadano, nada de eso. Se trata de una manera de entender el mundo, el caos y el sinsentido que rodean al ser humano. Cuando el ministro del Interior dice que limitará los derechos de manifestación y protesta para garantizar la seguridad de los ciudadanos; cuando el de Justicia presenta la nueva ley del aborto como una ayuda a las mujeres y la tilda como la más progresista que haya habido jamás en este país; cuando antes el de Hacienda explicó, en intervenciones gloriosas, una amnistía fiscal para los grandes defraudadores al tiempo que amenazaba a otros contribuyentes; todo esto y mucho más, repito, no es política, que es arte. Un arte radical, gamberro y destructor –muy destructor- de las convenciones burguesas y de todas las convenciones que sean.
La única pega es que, como casi todo el arte de vanguardia, sale carísimo, un ojo de la cara nos está costando…
“Ce n´est pas une pipe”, escribió Magritte bajo el dibujo de una pipa. Pues eso. A ver si lo entendemos de una vez.
(Mañana el segundo).
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