Al tanto de nuestros escarceos natatorios, nuestra amiga M. J. nos ha regalado un manual de natación.
Es un librillo precioso que encontró en la feria de antigüedades de hace un par de semanas. Al verlo, se acordó de uno y nos lo compró.
Es un libro en octavo, de la editorial Aguilar, impreso en Madrid en 1943 y titulado Método de natación. Lo firma un tal Bertram Galbraith, nada más y nada menos que ex-director de Deportes Acuáticos de los Exploradores de Nueva York -ahí es nada-. Tiene, además, las huellas de uno de sus propietarios anteriores. Escrito en tinta azul, se lee al dorso de la portada:
Reigsegnements:
Rue La-Fayette, nº. 3-A
Maison de repas (Hôtel )
Tanger (Internacionale ville)
Nom du posseur:
Mikel Pascal Dols.
Nationalité: espagnolle
Age: 16
Lieu et date de naissance: Castellon.
1947
Salvo lo de haber nacido en Castellón, el resto -esa ciudad y ese nombre- rezuman poesía y misterio. Si vive aún, este Pascal Dols tendrá, por tanto, 82 años. Lo he buscado por internet, pero no he encontrado nada. Pascal es apellido italiano, y Dols aragonés. Pero nada más.
1947
Salvo lo de haber nacido en Castellón, el resto -esa ciudad y ese nombre- rezuman poesía y misterio. Si vive aún, este Pascal Dols tendrá, por tanto, 82 años. Lo he buscado por internet, pero no he encontrado nada. Pascal es apellido italiano, y Dols aragonés. Pero nada más.
En la contraportada, ha dejado dibujado este muchacho, con la misma tinta azul, un mapa del norte de África y el Peñón de Gibraltar, desde el que ha trazado dos flechas, una en dirección a Tánger y otra a Tetuán...
Nada más abrir el libro, el prólogo ya nos ha encandilado:
"El autor de este reducido tratado ha sido un afortunado profesor de este deporte durante muchos años. Antes de salir del colegio fue director de deportes acuáticos de Exploradores de Nueva York y del campamento de Dan Beard (U.S.A.). Estudió la natación espectacular y artística y de ningún modo es un entrenador de caballos de carreras humanos. Lo que más le atrae son los casos más recalcitrantes. Sus conocimientos le permiten realizar su trabajo en cuatro idiomas".
Imagínense la ilusión al vernos reflejado en esos "casos recalcitrantes" y cómo vuela la imaginación al comprobar que se puede nadar en varios idiomas...
Tras este comienzo espléndido, pasa luego a dar testimonio de lo mucho que le debe el libro a sus capaces y famosos maestros, Mattew Mann, instructor de natación de la Universidad de Michigan, y Robert Kiphuth, de la universidad de Yale. Y continúa afirmando que el libro no habría sido posible "sin la colaboración de Louise Galbraith, esposa y alumna del autor, la cual posó en agua fría para la mayoría de las fotos" .
Aunque habla en tercera persona, como Julio César en La Guerra de las Galias, se ve que es un hombre agradecido, y así, prosigue recordando a aquellos que le ayudaron a pulir su español, "algo áspero": don Fernando Esteban, "nadador veterano, periodista ocasional y aficionado lingüista", don Mario Verdaguer, destacado literato español que "nos ha prestado el inestimable beneficio de sus consejos artísticos y lingüísticos", y don Luis Ramallo, "famosísimo jurisconsulto de Palma, que ha sido valiosísimo en lo concerniente a la tramitación de los derechos y publicación de esta obra..."
Para terminar pasándose a la primera persona: "Finalmente, expreso las gracias a mis editores", y ponerle el broche a este prólogo con una sapientísima sentencia, llena de humildad y regusto clásico:
"¡Que no es empresa de un hombre solo el hacer un libro!
Palma de Mallorca, mayo 1943"
"El autor de este reducido tratado ha sido un afortunado profesor de este deporte durante muchos años. Antes de salir del colegio fue director de deportes acuáticos de Exploradores de Nueva York y del campamento de Dan Beard (U.S.A.). Estudió la natación espectacular y artística y de ningún modo es un entrenador de caballos de carreras humanos. Lo que más le atrae son los casos más recalcitrantes. Sus conocimientos le permiten realizar su trabajo en cuatro idiomas".
Imagínense la ilusión al vernos reflejado en esos "casos recalcitrantes" y cómo vuela la imaginación al comprobar que se puede nadar en varios idiomas...
Tras este comienzo espléndido, pasa luego a dar testimonio de lo mucho que le debe el libro a sus capaces y famosos maestros, Mattew Mann, instructor de natación de la Universidad de Michigan, y Robert Kiphuth, de la universidad de Yale. Y continúa afirmando que el libro no habría sido posible "sin la colaboración de Louise Galbraith, esposa y alumna del autor, la cual posó en agua fría para la mayoría de las fotos" .
Aunque habla en tercera persona, como Julio César en La Guerra de las Galias, se ve que es un hombre agradecido, y así, prosigue recordando a aquellos que le ayudaron a pulir su español, "algo áspero": don Fernando Esteban, "nadador veterano, periodista ocasional y aficionado lingüista", don Mario Verdaguer, destacado literato español que "nos ha prestado el inestimable beneficio de sus consejos artísticos y lingüísticos", y don Luis Ramallo, "famosísimo jurisconsulto de Palma, que ha sido valiosísimo en lo concerniente a la tramitación de los derechos y publicación de esta obra..."
Para terminar pasándose a la primera persona: "Finalmente, expreso las gracias a mis editores", y ponerle el broche a este prólogo con una sapientísima sentencia, llena de humildad y regusto clásico:
"¡Que no es empresa de un hombre solo el hacer un libro!
Palma de Mallorca, mayo 1943"
El contenido del libro resulta, como no podía ser de otra forma, muy didáctico. Por ejemplo, al ocuparse de asunto tan capital como la respiración, dice: "La respiración tiene en el crawl una importancia vital; de ella depende, en parte principalísima, la mayor o menor fatiga del nadador. Una buena respiración permite el recorrido de largos trayectos sin fatiga alguna, al tiempo que una respiración indisciplinada, aparte la fatiga que produce ya en recorridos cortos, puede ser fuente de diversos obstáculos como, por ejemplo, tragar agua, quedar sin aliento, etc." Leemos este pasaje afirmando con la cabeza, pues, como en esos "casos recalcitrantes" del prólogo, nos sentimos muy identificados, sobre todo en esas últimas frases. Por ello, aconseja, antes de lanzarse al agua, practicar con una jofaina. "Aconsejamos recurrir a ella cuando el alumno quiere ser directamente controlado por su profesor sin enfriar los huesos de uno y otro (en cuyo caso el principiante se extenderá en el suelo, boca abajo, con la cara puesta en una palangana llena de agua y hará todo lo explicado en el segundo capítulo). En el crawl no podremos pasarnos sin los ejercicios de palangana para ejercitarnos en la respiración. El principiante se echará en el suelo, boca abajo, ante una jofaina llena de agua salada o dulce..." Lo mejor de todo es que estas explicaciones vienen acompañadas de un buen número de fotos en las que se ve a un señor (¿será don Fernando Esteban, el nadador veterano y periodista ocasional el modelo?) metiendo el rostro en una palangana a modo de ejemplo...
Yo, impresionado, ya le he preguntado a A. si tenemos una jofaina por casa, para practicar y llevarla el sábado, junto con las aletas, al cursillo.
Y así paso la tarde, embebido en este libro antiguo... Y creo que esta lectura me va a venir muy bien...
(elmalditoirlandes.blogspot.com)
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