lunes, 30 de junio de 2014

La ciudad hermética

Como siempre que llega el dulce y largo verano nos dejamos caer, lánguidos cual heroína romántica, en sus brazos, y nos vamos por ahí, a leer, a nadar -nuestro estilo ha mejorado una barbaridad- y a escribir frases muy cortas y sin sustancia en una libretilla muy pequeña que llevamos en el bolsillo...  

Y como siempre, por si alguien, por un azar, pasa por aquí y no nos encuentra, dejamos una canción.

En esta ocasión se trata de un vídeo, recién estrenado, de Vania Cuenca & The Muffins, de los que ya se ha hablado en este candil con justa admiración y elogio. Está grabado por la noche, y la ciudad, esta ciudad nuestra, hasta parece bonita. Aunque citarse a uno mismo es cosa bien triste, vamos a recordar que ya hemos dicho alguna vez que de noche todas las ciudades son pardas.

Salen en el vídeo, además de Vania, María Francés, que es compañera del instituto, y el muchacho protagonista es un saludado nuestro con el que compartimos, hace ya largos años, un curso de formación donde nos lo pasamos razonablemente bien. También es conocido el esqueleto, que es el del laboratorio del instituto de A...

Aquí lo dejamos, esperando que sea de su gusto y también que el verano les sea propicio...



          
Cartas desde una Ciudad Hermética - Vania Cuenca & The Muffins from insignia on Vimeo.



PD. Caídos ya en la tentación de la autocita, y por si alguien prefiriese para bienpasar las horas estivales la lectura, no nos vamos a ir sin cometer la petulancia de dejar también una lista de lecturas. Lecturas que nos han hecho el curso mucho más llevadero. De algunos ya se ha hablado antes aquí; de otros, no. Por agradecimiento a esos libros y a quienes los compusieron, aquí va esta lista:

1. Manu, de Manuel Jabois. En octavo, tan pequeño y breve que cabe en la palma de la mano y no pesa en el bolsillo. Se van pasando sus páginas de sonrisa y sonrisa, y, de vez en cuando, provoca el estallido de una carcajada. Por todo ello, más que recomendable.

2. Los otros rostros, de Álvaro Cunqueiro. A diferencia del primero, este no cabe casi en ningún sitio. Monumental antología de artículos del gran mindoniense. Se debe leer a sorbos, como los grandes vinos. Hace que el mundo, pese a todo, parezca un lugar bien hecho. 

3. La ciudad de los pasos lejanos, de Muñoz Millanes. Si uno no tiene tiempo de viajar a París, o ganas o medios, este libro feliz es un paseo vivísimo por esa ciudad prodigiosa, siguiendo, casi siempre, los pasos de Azorín, otro grande.

4. Futebol. Brasil y el deporte que le da vida, de Alex Bellos. Entretenidísimo y magnífico retrato de un país enorme, exagerado y dramáticamente desigual. Parece un libro de fútbol pero es muchísimas cosas más. Entre otras, la radiografía de un país del tamaño de un continente.

5. El lugar más feliz del mundo, de David Jiménez. Otro viaje sin salir de casa. Por si aprieta la curiosidad por el Lejano Oriente y gran parte de Asia. Conjunto de historias que te explican esos lugares remotos con poética lucidez, una enorme piedad y una prosa limpia y ejemplar.

6. Un paraíso inalcanzable, de John Mortimer. Novela británica sobre la política y el mundo inglés, tan peculiares. Como una serie de la BBC. Muy buena.

7. Viaje con Clara por Alemania, de Fernado Aramburu. La compramos pensando que era una guía de viajes. Pero resultó una novela. Fresca, divertida y descacharrante.

8. El luthier de Delft, de Ramón Andrés. Otro viaje, pero este a través del tiempo. Como un gabinete de maravillas, encontramos en él, envueltos en  amena erudición, todo tipo de asuntos sobre música, pintura, óptica, literatura, historia... Una delicia.

9. Librerías, de Jorge Carrión. Fascinante itinerario por las librerías de este mundo. 

10. Los huerfanitos, de Santiago Lorenzo. Novela a la que se pueden aplicar los tres adjetivos que le arrimamos más arriba a la de Aramburu: fresca, divertida y descacharrante. Una historia original para unos personajes inolvidables.

11. Obstinación del almendro y de la melancolía, de José Jiménez Lozano. Conjunto de textos -recuerdos, evocaciones, melancolías y artículos- que nos recuerdan, como los de Cunqueiro, la belleza del mundo. Para visitar una vez al año, preferiblemente en el otoño.

No hemos podido leer, por falta de tiempo, las Crónicas de la Mafia, de Íñigo Domínguez, ni Ascensión y deshielo, de Álvaro Cortina, pero la pinta que tienen es inmejorable -los hemos tocado y olido y hemos visto alguna reseña de confianza, por este orden-. Nosotros para el verano nos llevamos las novelas policíacas de José Luis Correa y El jilguero, tan aclamada. Ya nos lo contaremos.

A pasarlo bien.




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