martes, 4 de noviembre de 2014

Las excursiones

Llanes

A Llanes bajamos de vez en cuando. Paseamos por el puerto, tomamos unas sidras, visitamos al amigo de la tienda de alquiler de bicicletas. Una tarde nos presentó a un viejo profesor jubilado que nos preguntó, a bote pronto, que qué nos parecía  Podemos. Le dijimos que nos parecía bien. Entonces nos ofreció unas chapas de ese partido que, al ser de su facción asturiana, llevaban la Cruz de la Victoria en el centro del logotipo. Por la voluntad, nos dijo. Le dimos un euro.

-Entonces toma dos.

 Luego nos contó que acababa de llegar de Argentina y que había descubierto allí escritores que le tenían fascinado: Macedonio Fernández, Piglia, Juarroz... Estuvimos charlando un rato. Al final nos despedimos sin atrevernos a preguntarle si llevaba coleta por solidaridad con el líder o porque le gustaba.

Oviedo

Nos acercamos para enseñárselo a J.A. y N., que se acercaron a pasar unos días con nosotros. Paseamos por los escenarios de la juventud perdida... Se hicieron una foto con W. Allen. Comimos en  Le Chigre -si esto fuese una guía turística, y no estas notas apresuradas, lo recomendaríamos muy vivamente-, y si no tomamos un café en El Paraíso fue porque estaba cerrado y lo buscamos en otra parte. Después,visitamos algunas plazas -del Paraguas, Trascorrales, del Sol...- y al final, una librería de viejo a la que nos llevó H., en un pasaje, y otra de nuevo, detrás de la iglesia de San Juan. Al pasar a su lado, recordamos que fue allí donde se casó Franco. Entonces G. preguntó que quién era Franco. Mi hermano, atento a la educación de su hijo, le contestó rápido y contundente: "Un señor que mandaba", le dijo. Terminamos tomando unas cervezas con jamón en el poyete de la Universidad, expedidas no por esta venerable institución, sino por un bar que está enfrente. Terminamos la vista comiendo pizzas a la sombra del blanco, mastodóntico y absurdo  edificio de Calatrava... A la vuelta, al pasar por Palacio, ni el embriagado andaba por la calle.


Gijón

Fuimos por la misma razón que a Oviedo. En el Cerro de Santa Catalina nos hicimos unas fotos debajo de El Elogio del Horizonte. Más que una escultura, se trata de un marco, un aparatoso marco para el mar, el ancho y ensimismado mas. Visitamos luego una pequeña feria del libro en el puerto. No pescamos nada. A la vuelta, en cambio, descubrimos una librería que no conocíamos, Amarcord, y aunque tampoco compramos nada, quedamos más tranquilos. Estaba muy cerca de Paraíso, que es la que más nos gusta en esta ciudad que tanto nos gusta...

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