¡Que páginas tan hermosas estas de "Obstinación del almendro y la melancolía"! Un libro para leer en otoño, aunque sea una pura casualidad que el otoño nos haya encontrado con él entre las manos.
Como casi todos los libros que merecen la pena resulta a la vez melancólico y alegre. Leemos en él del paso del tiempo, de cómo el verano muere y se vence entre los rastrojos, de las hogueras que se encienden en los campos en este tiempo, y de cómo la vida se retrae hacia los interiores, y también allí busca la compañía del fuego, el amor de la lumbre. Sí, el verano pasa y aunque solo seamos sombras, se nos recuerda en estas páginas que a todos nos agita durante un tiempo la llama de una pequeña candela, y que mientras eso sucede, tendríamos que ser felices y andar por el mundo alegres y ligeros...
Llega el otoño y leemos en este libro admirable que Fray Luis decía que era este el tiempo de los estudios nobles, es decir, que ya había que abandonar los dulces días del estío en la finca de La Flecha, que los agustinos tenían a las afueras de Salamanca, días horacianos, al aire libre, para encerrarse en el aula o en la celda... Y Umberto Saba que "e la stazione che fa mal al mio cuore" (qué bonito no tener que traducirlo, que nos da la impresión de manejarnos en la lengua del Dante como por nuestra mismísima casa). Y tampoco debía hacerle mucho bien esta mudanza a Fray Luis, pues sabemos que siempre necesitaba hacer "escapadilla o viajecillo, y dejando caer de sus manos, como el mismo decía, alguna poema (...) O, si la acedia era muy profunda, tomaba unos polvos que para él componía una monja agustina, para sus melancolías"...
Y sí que parece el otoño la estación de la melancolía, pues trae consigo el fin del esplendor del verano que, algunos días, creímos verdaderamente que iba a durar toda la vida...
Ha llegado acompañado por una lluvia que nos distrae de la lectura golpeando con su dedos en los cristales, y por las mañanas, al levantarnos, sentimos ya los pasos del frío corriendo por la casa...
Sin embargo, a nosotros, al contrario que a Fray Luis o a Saba, nunca nos hace mal el otoño, ni nos pone mustios o tristes. Al contrario, nos gustan estos días oscuros y esta lluvia que, como un empleado municipal, limpia la ciudad sosegadamente. Las hojas que se desprenden de los árboles del paseo se nos posan sobre los hombros y nos acompañan en nuestros afanes...
Nos alegra escuchar cómo gira la rueda de la naturaleza y contemplar todas estas mudanzas subidos aún a la asombrosa noria del tiempo y sus estaciones...
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