El viernes nos quedamos toda la tarde en casa para los Premios Príncipe de Asturias. Por ver a Muñoz Molina.
A mí también suele gustarme ver esa retransmisión por contemplar calles que consideramos nuestras, la Plaza de la Escandalera, el Parque San Francisco, el Campoamor. Aunque el Campoamor nos da un poco de grima verlo rodeado de tanta pompa y protocolo. Nosotros a ese teatro hemos ido cientos de veces en vaqueros y con aquellos jerséis amplios y de lana áspera que nos tejía mi madre. Íbamos a películas, conciertos, representaciones, conferencias... En los años ochenta, en ese teatro dejaban entrar a cualquiera.
En él vimos prácticamente toda la filmografía de Hitchcock en un ciclo prodigioso, y recuerdo una tarde de domingo feliz -inverosímil oxímoron- en el que pudimos disfrutar, en una pantalla gigantesca, El hombre tranquilo. Y cine negro, películas del Oeste, el Boon Boom de Rosa Verges, que tanto nos gustó, o la emocionante Alrededor de la medianoche, de Tavernier... Vimos obras de teatro, escuchamos a Monterroso y a Bioy y, sobre todas estas cosas, guardamos el recuerdo de una actuación de Les Luthiers a la que asistimos desde la tercera fila del patio de butacas. Cuánto nos pudimos reír aquella tarde. Todavía hoy me sigo riendo, a veces, con lo que vimos y escuchamos entonces. Por todo esto, ver a las señoronas y señorones que ocupaban el viernes esas butacas que conocían nuestro nombre y soportaron nuestro culo, nos provocó una gran melancolía. Y no pudimos evitar sentirlo como una usurpación.
En él vimos prácticamente toda la filmografía de Hitchcock en un ciclo prodigioso, y recuerdo una tarde de domingo feliz -inverosímil oxímoron- en el que pudimos disfrutar, en una pantalla gigantesca, El hombre tranquilo. Y cine negro, películas del Oeste, el Boon Boom de Rosa Verges, que tanto nos gustó, o la emocionante Alrededor de la medianoche, de Tavernier... Vimos obras de teatro, escuchamos a Monterroso y a Bioy y, sobre todas estas cosas, guardamos el recuerdo de una actuación de Les Luthiers a la que asistimos desde la tercera fila del patio de butacas. Cuánto nos pudimos reír aquella tarde. Todavía hoy me sigo riendo, a veces, con lo que vimos y escuchamos entonces. Por todo esto, ver a las señoronas y señorones que ocupaban el viernes esas butacas que conocían nuestro nombre y soportaron nuestro culo, nos provocó una gran melancolía. Y no pudimos evitar sentirlo como una usurpación.
También me da gusto escuchar a los gaiteros los primeros cinco minutos. A partir de ese momento ya me gustan menos y esa música comienza a resultarme un tanto agria y repetitiva. Este año me pareció que habían dispuesto una banda en cada esquina. Supongo que para tapar los gritos de los que protestaban en La Escandalera, con pancartas y banderas republicanas... Sin embargo, en esos primeros cinco minutos, uno escucha una gaita, o mejor, cientos de gaitas, como sucedía allí, y se convence, no sé por qué, de que el mundo puede ser mejor y los asturianos lo más granado de ese mundo maravilloso...
Al principio la televisión sacó a un montón de gente vestida de amarillo, en la calle Toreno. Me extrañó que enfocasen tanto a quienes evidentemente estaban allí protestando por algún conflicto laboral -el metal, la siderurgia, laso astilleros...-. P. me explicó que nada de eso, que eran los de la ONCE, que también estaban premiados... "Ah...", contesté.
Luego vimos una vez más lo que consideramos una metáfora dolorosa: los coches de las autoridades, al llegar a Toreno torcían hacia la izquierda y bajaban en dirección a la calle Uría por dirección prohibida. A mí eso me parece una metáfora perfecta del funcionamiento de las cosas. Como también resultó muy expresivo que la comitiva de la reina y los principitos estuviese compuesta de ocho coches, ocho vehículos brillantes y lujosos para llevar a tres personas...
Pero volvamos al principio. Si encendimos la televisión el viernes por la tarde fue principalmente para ver y escuchar a Muñoz Molina. Creo que ya lo dije alguna vez, en nuestra casa, a este señor se le tiene en un altar.
A. estaba exultante, pendiente al mismo tiempo de la tele y del ordenador, que tenía sobre las piernas, con el facebook vibrando como agua hirviendo. Las gentes de Úbeda no podían parar. "Hoy Úbeda se llama Mágina"... Como un día le den el Nobel, esa ciudad enloquece...
Su DISCURSO fue estupendo, sentido, lúcido, decente... No sé si los que más deberían haber prestado atención lo habrán hecho. No lo creo. Estaba allí cerca el ministro de Educación, hombre que según él mismo confiesa es un portento de humildad -oxímoron maravilloso-, pero que a nosotros nos parece un portento de otra cosa...
A mí siempre me da un poco de rabia que esta clase de gente esté en Oviedo y yo no...
A. estaba emocionada, entusiasmada, exultante, con las palabras de su paisano. Le pedí un poco de calma.....
-Si en lugar de ser de mi pueblo fuese del tuyo, no quiero ni pensar cómo estarías...
Tuve que darle la razón. Ay, suspiré, si tuviésemos un novelista como Muñoz Molina... Yo habría seguido la retransmisión de rodillas... Pero todavía no se conoce. A lo mejor ya ha nacido y hasta es posible que esté escribiendo la gran novela asturiana y universal. Sin embargo, hoy todavía no tenemos noticias de ello.
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