Albacete no es París, lo sé. Incluso a pesar del Pasaje Lodares. Sin embargo, hay momentos en los que, desde un determinado punto, si logramos un alto grado de ensimismamiento, y le echamos bastante imaginación, podríamos fantasear con ello y engañarnos durante un rato.
Ese Pasaje Lodares, por ejemplo, podría dar el pego perfectamente. Sobre todo desde que han abierto dentro de él un café delicioso. Las cariátides, las columnas, el hierro forjado de los balcones, las tiendas diminutas..., todo eso se podría trasplantar a la ciudad de la luz y colocarlo allí, dentro de una manzana de casas, en cualquier sitio, sin que llamase la atención.
Y en el otoño - que ya de por sí es algo muy parisino-, también nuestra calle. Nuestra calle es una calle ancha con una paseo central flanqueado de árboles. Por esta razón hay quien se refiere a ella como el bulevar. Salvo eso, nuestra calle es una calle como tanta a otras. Sin embargo, ya lo hemos dicho aquí varias veces, en el otoño, con todas esas hojas caídas, nos parece una de las calles más bonitas del mundo. Un bulevar parisino en miniatura, lujoso y brillante, alfombrado por todas esas hojas secas. Y nosotros, que somos unos fantasiosos, nos quedamos a veces parados en una esquina, contemplándolo, y soñamos un rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario