No conozco mejor himno que el de mi tierra. Ni siquiera La Marsellesa. Porque no es un himno, sino una canción de fiesta y de celebración, de voluntad testaruda y de melancolía. Un himno que ahora se usa en los actos solemnes, donde se pavonean las autoridades, pero que encuentra su acomodo mejor en los chigres y los bares, donde lo entonan los borrachos, los melancólicos y cualquiera que le apetezca
Hoy, escuchando a Zaz, al calor de la canción que traemos abajo, hemos pensado que es, además, un himno que se puede exportar a cualquier sitio que nos guste. Basta con cambiar Asturias por el nombre de ese otro lugar y no hacerle mucho caso a la métrica. Y así, no en el mes de mayo, sino en cualquier otros mes, quién estuviera en París en todas las ocasiones...
No hay comentarios:
Publicar un comentario