Cuando vivimos en Palacio, el último día, mientras todos se van por ahí a dar el paseo de despedida por los alrededores, nos quedamos A. y yo en el jardín, leyendo. El jardín no es exactamente un jardín, pues es muy pequeño, pero no encontramos otro nombre que le convenga mejor. Es un pequeño prado con una higuera, un manzano y, componiendo un seto, unas hortensias de distintos colores: azules, rosas, amarillas... Esto de los diferentes colores de las hortensias, lo leí el otro día no sé dónde, es cosa del PH de la tierra en la que estén plantadas.
Luego, cuando vuelven todos, para dar término a las provisiones, a esas alturas ya muy menguadas, y por vaciar la nevera, comemos un poco de todo. Un poco de esto, un poco de aquello...
Por la tarde, después de hacer la maletas, solemos bajar a Posada, a celebrar el cumpleaños de A., nuestra sobrina más chica. Antes de cenar damos una vuelta por el pueblo. Subimos hasta la iglesia y contemplamos desde allí el caserío. Las callejas de Bricia, el campo del Urraca, la trasera del viejo cine arruinado: un montón de zarzas enredadas donde antes fue el patio de butacas... Luego nos acercamos a Lledías, también paseando. Este año había allí, en la entrada, unas cuantas pancartas contra un plan de urbanización... Casi siempre suele llover.
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