miércoles, 7 de noviembre de 2012

Puente en Úbeda (Libros y lluvia)


Sábado (S. Martín de Porres)

Amaneció con el cielo deshaciéndose en agua. A pesar de ello, salí con un pequeño paraguas hasta la librería. Últimamente compramos muchos menos libros, pero de vez en cuando nos entra la manía y salimos en busca de uno, azogados. En esta ocasión, como J.A. está en las Extemaduras, me acordé de que hace unos meses publicó Gadir "Donde las Hurdes se llaman Cabrera", de Ramón Carnicer, que fue un escritor magnífico y tiene hermosísimos libros de viajes. Y a pesar de la lluvia que caía en aguaceros furibundos y enconados, y de lo maltrecho de mi paraguas, me lancé a las calles, a ver si había suerte y lo tenían.



La librería que frecuentamos en Úbeda tiene un fondo muy escogido y es pródiga en libros de arte, música y cine, todos muy bien editados, preciosos. La dueña, a la que conocemos desde hace años, nos recibe siempre como a viejos amigos. Sentimos por ella verdadera admiración. Esta librería, que cuida con mimo y un buen gusto exquisito, le costó el matrimonio. Antes de abrirla, regentaba junto a su marido una papelería donde vendían algunos libros, bestsellers y ediciones de escolares libros de texto sobre todo, y donde también se podía jugar a la quiniela o la primitiva. Pero a ella lo que le gustaba era esto, las editoriales pequeñas, los libros escogidos... Y puso este negocio. Su marido no lo vio con buenos ojos, le auguró un fracaso sonoro.  Él se quedó en la papelería y ella abrió, con grandes trabajos y desvelos y sin ninguna ayuda, esta librería.  Al cabo de un tiempo, esa separación comercial la ampliaron y decidieron divorciarse.



El sábado, cuando llegué, con tanta lluvia parecía que se iba a colar dentro el agua y que iba a provocar un naufragio. Sin embargo, no parecía atreverse a ir más allá, y el interior continuaba como siempre, acogedor, abrigado, a salvo de tormentas. Como un refugio. El libro de Carnicer ya no lo tenía. Comprobó en el ordenador que lo había recibido en mayo, pero en agosto, como nadie se había interesado por él, lo devolvió. De todas formas, me lo encargó y quedamos en que lo recogeré por Navidades. Como un regalo de Reyes.



Por la tarde me acerqué con los chiquillos a Carrefour. Buscaba P. algún disco de  Green Day, de AC / DC, de los Rolling... Apenas tenían nada, y lo poco que había, muy caro, así que compramos unos batidos para la merienda y nos volvimos por donde habíamos llegado. Hacía muchísimo tiempo que no pasábamos por un centro comercial, y nos llamó la atención lo estrechísimo de los pasillos. ¿Siempre fueron así?, me preguntaba camino del aparcamiento. ¿O seremos nosotros los que vemos ahora las cosas más menguadas y angostas? Se lo pregunté a los chiquillos, pero me miraron con escepticismo y lástima y no me contestaron nada.



Luego ya nos encerramos en casa y no salimos más, porque seguía lloviendo con entusiasmo. Desganado, con un libro abierto entre las manos, distraído y escuchando por los auriculares los partidos de liga, dejamos pasar la tarde viendo en la tele un programa de homenaje a Mary Trini que duró un siglo... 

1 comentario:

  1. Qué recuerdos me trae esta canción. M. y yo solíamos cantarla cuando volvíamos de Orihuela, en los viajes de religión. Me encanta, más que Green Day.

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