martes, 4 de diciembre de 2012

Willian Trevor y el arte de la reseña

Leemos de vez en cuando el blog de García Martín. Es un escritor al que le encontramos grandes virtudes: apasionado, con un pequeño mundo propio, lector agudísimo de otros poetas... De un tiempo a esta parte también le hallamos algunos defectos que han terminado por apartarnos de unos libros, los suyos, que antes leíamos con gusto. Ahora ya nos cansan un poco. Nos suenan todos igual. De manera que nos sobra con las entradas de su blog, de las que espigamos algunas cosas. Profesor brillante y crítico incansable, él sabrá cuántas reseñas habrá publicado. Esas sí las seguimos leyendo con placer, y aunque a veces no compartamos su gustos ni sus razones, son las reseñas de un lector atento, completamente distintas a las que se encuentran en los suplementos culturales, la mayoría bastante infumables, profesionales, grises, muertas...  De eso hablaba el otro día en su blog:


Martes, 13 de noviembre

PODEMOS OÍRLO

Para el escritor de verdad no hay géneros mayores ni menores.  De pronto en una reseña, ese subgénero literario donde toda banalidad tiene su asiento (y que yo llevo pertinazmente cultivando desde hace casi cuarenta años), me encuentro con un relato breve que es además un poema y una parábola sobre el arte de los viejos maestros. El autor es Eduardo Jordá; el libro reseñado, Una relación perfecta, de William Trevor: “En estos relatos, Trevor se comporta como un viejo cantante de época, ya retirado, que un día, mientras da un paseo, se mete por casualidad en una taberna. En un rincón hay un grupo de borrachos que cantan canciones populares. Cuando llega la hora de cerrar, los borrachos se callan, pero justo entonces ese hombre se pone a cantar una de aquellas canciones. En el bar nadie le conoce, el hombre sabe que ya no tiene que demostrarle nada a nadie. Canta por gusto, porque le apetece, ante un grupo de borrachos que ni siquiera le escuchan. Pero en su canto están encerrados todos los secretos y todos los misterios del gran arte. Y por fortuna, aunque no estamos con él en ese bar, nosotros podemos oírlo”.

El caso es que leímos lo siguiente y una cosa nos llevó a la otra...

Nos fuimos a la revista donde esa reseña se publicó, la leímos completa y luego buscamos el libro en la biblioteca pública... Lo tenían y estaba disponible. Fuimos hasta allí, lo sacamos prestado, lo leímos... 

Efectivamente, se trata de un libro maravilloso, y la reseña de Jordá no solo hermosa sino justa y exacta... ¿Qué voy a añadirle yo? Tan solo decir que, a partir de ahora, este viejo escritor pasa a ocupar un lugar principal entre nuestras devociones literarias.


1 comentario:

  1. Yo os recomiendo desde aquí a Manuel Rivas "Las voces bajas". Maravillosa prosa singular,"muy gallega".Poética

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