lunes, 7 de octubre de 2013

Álbum de verano (XXI)

Tranco vigésimo primero (Despedidas)

Cuando le dieron el alta, salió mi padre como se ve que hace el rey tras cada prótesis, saludando a todo el mundo... Se despidió de médicos, enfermeras y auxiliares, agradeciéndoles el trato y los cuidados, y hasta le hizo un chiste a la limpiadora: "Ya sabe usted que tiene el oficio más alegre del mundo..., siempre ba- rriendo..."

Luego llegaron las vistas en casa. La más larga fue la de M.:

M.- Dicen que cada vez hay menos curas, pero yo veo que están por toes partes, como les mosques...
Mi padre - Pues el seminario creo que está casi vacío... Ya no hay vocaciones.
M- Pues que nos dejen también a les muyeres.
Mi padre- Eso no puede ser.
M- ¿Por qué, ho?
Mi padre- Pues ¿por qué va a ser?, porque les muyeres no sabéis guardar un secretu.
M- Ni los homes tampoco, mira tú...

Después, a medida que la luz se iba apagando, tomó la conversación un derrotero más sombrío, de enfermedades, dolores, agonías...

Sin embargo, antes de que M. se despidiese, se volvieron a animar, recordando a un viejo cura que predicó en Ablaña. Le gustaba beber, y cuando llegaba contento a celebrar, daba unos sermones muy encendidos y paganos, alabando la juventud y el carpe diem, sin importarle lo más mínimo que quienes lo escuchaban eran, en su mayoría, señoras bien entradas ya en años. Una tarde  de esas, se paró en seco aquel cura, miró fijamente a esas parroquianas y, señalándolas con un dedo acusador y flamígero, gritó: "¡Dejad que los niños se acerquen a mí!, dijo Jesús, así que..., ¡trastos viejos al rincón!" Según cuenta mi madre, esa tarde mi abuela llegó indignadísima a casa...

Y así, del mismo modo que mi padre dejó el hospital, llegó el momento de que abandonásemos nosotros Asturias...

Por la mañana nos despedimos de A. y N., que se acercaron para tomar unas cañas. Como el Charly estaba cerrado por vacaciones, las tomamos en El Continental -será por bares, en mi pueblo-. El dueño del Charly cierra todos los años por estas fechas y, según mi madre que le contó la madre de aquel, viaja hasta los EE.UU., a visitar a la familia de Elvis, de la que es gran amigo y de quien tiene una figura de tamaño natural a la entrada del bar -la que pasean la última tarde de cada año en un descapotable por todo el pueblo-. Este verano se cumplen no sé cuántos años de la muerte del cantante. Imaginamos que estará, este hostelero mierense, celebrando el cabo de año allí...

Luego, por la tarde, nos acercamos a Oviedo a despedirnos de mi hermano, mi cuñada y nuestros inquietos sobrinos.

Parecía que iba a durar el verano toda la vida. Pero no...





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