jueves, 11 de septiembre de 2014

ÚBEDA, JULIO DEL 14



Los primeros días sopló un viento tan frío y desapacible que nos impidió ir a la piscina y, como yo no había metido en la maleta ninguna prenda de abrigo, nos obligó a hacer una ronda por las tiendas del ramo, a ver si encontraba una rebeca o un jersey. La gente renegaba de un tiempo tan ingrato y desleal como lo hacen, por estas mismas fechas y a lo largo de todo el verano, en Asturias.



Visita del tito P. 
-Tengo para mí que no voy a durar mucho...-nos informa cabeceando mustio.- Se me hinchan las piernas, no camino como antes, mira qué párpados...-continúa el catálogo de su males, de sus tristezas.

F., su hermana, trata de animarlo, pero al final acaba desembocando una vez más en su filosofía extrema y coprológica:

-Hijo mío, si es que no somos más que mierda...




En la piscina -al fin el verano se ha puesto a comportarse como le corresponde- enjambre de avispas y chiquillos de los campamentos municipales. A pesar de unos y otros, hacemos unos largos con nuestro nuevo y elegante estilo. Nos cuentan que los operarios municipales no han descubierto, a pesar de llevar ya unos días investigándolo, el avispero donde se alojan tantos y tan molestos visitantes que, además, entran gratis. Nosotros las evitamos con aristocrático desdén. Como si no existiesen. Esta actitud, a lo que se ve las molesta tanto que, desprecio por desprecio, te pagan con la misma moneda y te dejan en paz.




Camino de la casa del tito M. nos encontramos con X. Le pregunta a A. por el número de hijos.

-Uno.
-¿Varón?
-Sí.
-Pues ya tienes dos- y me señala a mí con un dedo acusador y torcido.

Yo le sonrío como si fuese extranjero y desconociese el idioma y por lo tanto la naturaleza de la conversación, pero ella continúa apuntándome con el dedo.

-Tienes que aguantar no a uno sino a dos...

X. tiene una gran aversión a los hombres, sonrían o no. Me cuentan que cuando se para a ver las esquelas del día, se alegra mucho cuando solo lee nombres masculinos. "Que tengan buen viaje", exclama, y ya se va a sus quehaceres, que son, por este orden, dar de comer a los gatos callejeros que se encuentra por ahí y revisar los contenedores de la basura, por si se encuentra algo que le parezca merecedor de ser rescatado.

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