martes, 18 de septiembre de 2012

Feria

Ayer se acabó la Feria. Tras diez días de festejos, siempre nos ha resultado un gran alivio su fin. "Feria de Albacete, del 7 al 17". Se preguntaba el otro día nuestro amigo J. si no sería tan larga solo por hacer la rima consonante. ¿Quién lo puede saber? El caso es que cada año se nos hacía muy cuesta arriba y su conclusión suponía un bálsamo reparador.
Nunca la hemos entendido muy bien, como tampoco el entusiasmo que despierta en los que aquí han nacido. Muchos de estos la consideran lo más grande de este mundo, el non plus ultra en lo que a ferias se refiere, y no comprenden que aún no la hayan nombrado Patrimonio de la Humanidad. Seguramente será nuestro temperamento, más inclinado a la soledad y el oscuro rincón que a las expansiones pirotécnicas y las algarabías, el culpable de esta incomprensión; o bien nuestra condición de emigrantes, ¿quién lo sabe? Pero es el caso que la relación que hemos mantenido con ella todos estos años ha sido conflictiva y tortuosa. Tanto es así que la que recordamos con más agrado es aquella en la que estuvimos esos diez días en Londres.  Al placer de estar de vacaciones en esa ciudad  infinita añadíamos la alegría de no estar aquí en tan señaladas fechas.

Sin embargo, tal vez porque ya nos vamos haciendo mayores o  porque a P. se lo llevan muchas tardes sus tíos, excusándonos a nosotros de aparecer por el recinto ferial (cosa que me apresuro a agradecer desde aquí de la manera más efusiva), este año ha sido casi indolora, y las pocas ocasiones en las que no ha habido más remedio que acercarse a ese lugar bullicioso y lleno de ruidos de todas las especies, hemos sentido que nos reconciliábamos un poco con ella. Con todo lo que está cayendo, se veía a la gente tan contenta y feliz entre las casetas, las atracciones y las tómbolas, tan despreocupada y exultante con sus mojitos en la mano, o con un miguelito o un café, que daban ganas de abrazarlos a todos y, en un acto de megalomanía, ya que no unirse a ellos -que eso todavía no-, como si uno fuese un santo fraile concederles nuesta bendición y animarles a que continúen  así todo el año, olvidados de las servidumbres y miserias de este mundo.

La felicidad de las gentes, que se toman esta feria con un entusiasmo tan magnífico, esa felicidad genuina y pura, en tiempos tan atribulados, daba gusto verla.


(Foto tomada del blog polariscalasanz.blogspot.com)



(El mismo día que acaba esta Feria cumple mi padre los años. Ayer 85. Son muchas las cosas que le tengo que agradecer, pero todas las mañanas, cuando cojo la bici para ir al instituto, siempre me viene a la memoria que fue él quien me enseñó a montar y a no caerme).

2 comentarios:

  1. Dos cosas he de decir. La primera, que para la gran mayoría de albaceteños (en los que me incluyo) la Feria es un enorme orgullo. La segunda, qué exagerado eres, Enrique, algo te ha de gustar.

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  2. Gustar, gustar..., no mucho, aunque ya digo que me estoy reconciliando un poco con ella. Me alegro de volver a hablar contigo. Un saludo.

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