miércoles, 30 de abril de 2014

Breve guía de una Semana Santa sin procesiones (casi) VII

Por continuar con esa labor altruista nuestra de salvar librerías, en Oviedo nos compramos, en una en la que casi nunca entramos, muy cerca de San Isidoro y a una librera un tanto despistada, un tomito maravilloso de Azorín. Salí a la calle, donde me esperaban A., C., H. y los chiquillos, más contento y más bueno, que es lo que siempre me ocurre cuando compro un libro que sé que me  va a proporcionar felices momentos.

Nos llevaron nuestros amigos a un bar bien bonito, en El Campillín, Le Chigre, donde estuvimos charlando apaciblemente. Luego íbamos a ir a cenar a Casa Chus, allí al lado, que es un bar de paisanos donde han descubierto nuestros amigos que se como muy bien y muy económicamente -como la tarta de manzana de mi madre-. Pero estaba cerrado, que era ese su día de descanso...

Nos fuimos entonces al Brighton, que es local diminuto pero muy agradable y donde siempre suena una música evocadora y extravagante (la estrella caída en el jardín de Mary Trini, la declaración de rebeldía de Janette y cosas semejantes...).

De vuelta al coche, escuchamos a lo lejos trompetas y tambores, pero afortunadamente no llegamos a ver a ningún encapuchado. Ahora, en Oviedo, se han puesto de moda algunas procesiones de las que antes apenas teníamos noticia, y, según me cuenta H., en el periódico algunos cofrades salen diciendo que la séptima vértebra la tenemos para salir de costaleros, solo para eso, porque esa vértebra no sirve para nada más que para eso...

Después de un día espléndido, cuando nos íbamos, ya de noche, una niebla fría comenzaba a cubrir toda la ciudad...




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