sábado, 17 de diciembre de 2016

Verano en Asturias 2016 (Los trabajos y los días)

Cuando estamos en Palacio pasamos largas horas leyendo. Este año el Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin, que es un libro que nos acompañará siempre, porque es magnífico, y las novelas de Montalvano, de las que nos hemos hecho adictos, y las tres de Manzzini, que es como un sobrino de Camilleri...

Cuando estamos en Palacio visitamos a los amigos, o vienen estos a vernos a nosotros. Vamos a Oviedo, o a Gijón, y quedamos con H. y C., con R. y M., y me voy a con H, a Paradiso o a Cervantes, y luego ya todos juntos a Cimadevilla o a El Campillín, a tomar unas sidras y ver a la gente desde la terraza de una sidrería, que es un lugar inmejorable para contemplar la comedia humana. O vienen ellos, y E. y J., y pasemos por el monte, entre castaños centenarios, de troncos prodigiosos y retorcidos y huecos, entre avellanos, todos, en medio de un silencio solemne, el silencio de las montañas... Este año faltaron A. y N., que andaban por los altos Alpes.

Cuando estamos en Palacio a veces bajamos a la playa, y nos metemos en el mar, donde ya no hay nadie, y hacemos largos horizontales, contemplando las montañas por las que paseamos ayer.

Cuando estamos en Palacio vamos casi todas las tardes hasta el Mesón Las Cuevas, a beber un vino,  a tomar un poco de queso, a leer La Nueva.

Cuando  estamos en Palacio vemos anochecer en el jardín. Bebemos el silencio sagrado de esa hora. También un poco de sidra, un par de culetes. La luz que se va desmayando lentamente. Un hombre habla dentro de una casa. El ladrido de un perro. El concierto de los grillos, que empiezan a afinar. Una esquila lejana...

Cuando estamos en Palacio estamos muy cerca de eso que dicen felicidad.




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