martes, 22 de enero de 2013

Juegos de manos

Me ha ocurrido ya un par de veces. En la panadería y comprando el pescado. Les alargo a la panadera y la pescatera un billete al mismo tiempo que ellas me dan la bolsa con el género y la vuelta, pero como aún conservan entre los dedos el billete que les he dado, sin darme cuenta de lo que estoy haciendo, con una mano recibo el vuelto y con la otra la bolsa y, pinzándolo limpiamente entre el índice y el corazón, también el billete con el que les he pagado. Lo hago con tal naturalidad, con tal habilidad prestidigitadora, que al principio no se dan cuenta de lo que ha ocurrido. Notan algo raro, pero no saben qué sea. Luego, cuando ya caen en la cuenta, me miran asombradas, los ojos como platos. Esto que cuento, se desarrolla en menos de un segundo. Entonces nos suben los colores a las mejillas, a las dependientas y a mí, y estamos un rato yo pidiendo disculpas y ellas asegurándome que no pasa nada, que es algo que les ocurre a muchos, confusos y torpes, como cuando te tropiezas con alguien en la calle y al moverte hacia un lado para dejarlo pasar, se balancea él hacia ese mismo lado, y así un par de veces, como si estuviésemos bailando...





Es un movimiento reflejo, no creo tener madera de tahúr ni de trilero, ni he robado nunca a nadie, pero deberían ver la velocidad de mis dedos. Tengo que preguntarle a mi prima M.J., que es la genealogista de la familia, si tenemos antecedentes en este sentido. Espero que no. Yo creo que es cosa de la crisis. Me cuesta tanto desprenderme de los billetes que llevo en la cartera que, de modo inconsciente, no me resigno a verlos marcharse con otros...




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